Libro gratis: Las Sombras y la Soledad
de Francisco A. Baldarena

 A veces, da la casualidad que justo al salir para el trabajo se cruza con el marido en el pasillo, cuando eso ocurre se dan un beso de costumbre, cuando no, ella se marcha sin despedirse. 

Guillermo, por su parte, primero toma baño y después va hasta la cocina, donde calienta agua en el microondas, prepara una taza de té verde con edulcorante y vuelve a la habitación. Cuando sale, ya está vestido y listo para marcharse al trabajo. 

 Ya hace bastante tiempo que dejé de frotarme entre sus piernas, creo que el mismo tiempo que él no me consagra una mirada siquiera, ni en las de Giannina, que parece haberse contagiado de la misma falta de sensibilidad del marido, porque también ha dejado de hacerme cariño. 

 Nunca he echado tanto de menos la compañía de un perro, al que preferiría, aunque tuviera que pasar todo el tiempo acorralado debajo de algún mueble. Antes la compañía de un enemigo que la indiferencia del amigo. 

 El resto del día soy una sombra solitaria que deambula silenciosa entre los muebles. Y cuando llega la noche, y Giannina y Guillermo regresan del trabajo, no cambia casi nada. Yo diría que la diferencia está en que en esas horas las sombras que deambulan silenciosamente por el departamento son tres: las de ellos dos y la mía.