Descargar edición dislexia del libro «Los Sueños», de Francisco de Quevedo y Villegas

Cuento


Descargar gratis el libro «Los Sueños» de Francisco de Quevedo y Villegas en una edición especial que facilita la lectura a personas con dislexia.

Esta edición especial del ebook gratuito del libro de Francisco de Quevedo y Villegas «Los Sueños» utiliza la fuente OpenDyslexic, que mejora la experiencia de lectura por parte de personas que padecen de dislexia. Esta edición se puede leer desde cualquier dispositivo: ordenadores, tablets y smartphones. También permite su impresión en papel para disponer de una edición física.

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  Cuento.
159 págs. / 4 horas, 39 minutos / 552 KB.
5 de abril de 2020.


Fragmento de Los Sueños

El trono era obra donde trabajaron la omnipotencia y el milagro. Júpiter estaba vestido de sí mismo, hermoso para los unos y enojado para los otros, el sol y las estrellas colgando de la boca, el viento tullido y mudo, el agua recostada en sus orillas, suspensa la tierra temerosa en sus hijos; de los hombres algunos amenazaban al que les enseñó con su mal ejemplo peores costumbres. Todos en general pensativos: los piadosos en qué gracias le darían, cómo rogarían por sí, y los malos en dar disculpas. Andaban los procuradores mostrando en sus pasos y colores las cuentas que tenían que dar de sus encomendados, y los verdugos repasando sus copias, tarjas y procesos; al fin todos los defensores estaban de la parte de adentro y los acusadores de la de afuera. Estaban guardas a una puerta tan angosta, que los que estaban a puros ayunos flacos aún tenían algo que dejar en la estrechura. A un lado estaban juntas las Desgracias, Peste y Pesadumbres dando voces con los médicos. Decía la Peste que ella los había herido, pero que ellos los habían despachado; las Pesadumbres, que no habían muerto ninguno sin ayuda de los doctores; y las Desgracias, que todos los que habían enterrado habían ido por entrambos. Con eso los médicos quedaron con cargo de dar cuenta de los difuntos, y así, aunque los necios decían que ellos habían muerto más, se pusieron los médicos con papel y tinta en un alto, con su arancel, y en nombrando la gente luego salía uno dellos y en alta voz decía:


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