El Fogonero

Franz Kafka


Cuento


Al entrar en el puerto de Nueva York a bordo de un barco que se iba deteniendo, Karl Roßmann, un joven de diecisiete años al que sus padres pobres habían enviado a América por tener un hijo con una criada que lo había seducido, creyó ver la Estatua de la diosa Libertad, que divisaba desde hacía un buen rato, como si estuviera dentro de un rayo de sol que fulgurara de repente. El brazo con la espada parecía recién alzado y en torno a su silueta soplaban aires libres.

«Qué alta», se dijo. Y como no se había hecho aún a la idea de marcharse se vio empujado poco a poco hasta la baranda de cubierta por una creciente multitud de mozos de equipaje que se le adelantaban sin parar.

Un joven al que había conocido vagamente durante la travesía le dijo al pasar: «¿Es que no tiene ganas de bajar?». «Pero si ya estoy listo», le respondió Karl sonriendo y, en parte por la alegría, en parte porque era un muchacho robusto, decidió echarse la maleta al hombro. Pero mientras posaba la vista en su conocido, que se alejaba con los otros agitando un poco el bastón, se percató de que se había olvidado el paraguas abajo. Rápido preguntó al conocido, que no pareció precisamente alegrarse, si tendría la amabilidad de quedarse un momento al cuidado de su maleta, echó un vistazo al sitio para poder volver sin problema y se fue a toda prisa. Al llegar abajo comprobó que un pasillo que debía abreviar mucho su camino había sido cortado por vez primera, lo cual seguramente estaba en relación con el desembarco completo de la tripulación; por eso tuvo que buscar fatigosamente su ruta entre un sinfín de cuartuchos, pasillos que siempre se torcían, escaleras que se sucedían sin pausa unas a otras y una cámara vacía con un escritorio abandonado, hasta que finalmente, y como sólo había hecho ese recorrido una o dos veces y siempre en compañía, llegó a verse totalmente perdido. En su desconcierto, como no veía a nadie y lo único qu

Fin del extracto del texto

Publicado el 9 de febrero de 2017 por Edu Robsy.
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