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A modo de resumen de nuestras opiniones hasta el momento, podemos decir que las corrientes filosóficas más características tienen no sólo un toque de locura, sino de locura suicida. El mero interrogador, a fuerza de embestir contra los límites del pensamiento humano, ha acabado abriéndose la cabeza. Eso es lo que vuelve tan fútiles las advertencias del ortodoxo y las baladronadas de los modernos sobre la peligrosa infancia del pensamiento libre. A lo que asistimos no es a la infancia del pensamiento libre, sino a su vejez y disolución final. De nada sirve que los obispos y los mojigatos nos adviertan sobre las cosas terribles que ocurrirán si no se ponen límites al escepticismo; ya los ha superado. De nada sirve que los ateos más elocuentes anuncien las grandes verdades que nos serán reveladas el día que se libere el pensamiento; lo hemos visto aherrojarse. No le quedan preguntas por plantear; se ha cuestionado a sí mismo. No se puede imaginar nada más absurdo que una ciudad cuyos vecinos se preguntan por la realidad de su propia existencia, igual que resulta inconcebible un mundo tan escéptico que hasta sus propios habitantes duden de su existencia. Sin duda el escepticismo habría entrado antes en bancarrota de no haber sido por la tibia aplicación de unas leyes de blasfemia indefendibles o por la absurda pretensión de que la Inglaterra moderna es cristiana. Pero antes o después tenía que ocurrir. A los ateos militantes se les persigue injustamente, pero más por ser una minoría vieja que por ser una nueva. El pensamiento libre ha agotado su propia libertad. Está hastiado de su éxito. El ateo militante que saluda la libertad filosófica como si fuese el alborear de un nuevo día se parece a aquel personaje de Mark Twain que salió envuelto en mantas a ver salir el Sol y sólo llegó a tiempo de ver cómo se ocultaba. Al cura timorato que dice que sería horrible que se extendiera la tiniebla del pensamiento libre sólo podemos responderle con las arrogantes y poderosas palabras del señor Belloc: «Le ruego que no se preocupe por el auge de unas fuerzas que ya están en disolución. Ha confundido usted la noche con la mañana». No quedan preguntas por hacer. Hemos rebuscado en los rincones más oscuros y en las cimas más elevadas. Hemos encontrado todas las preguntas. Ha llegado el momento de dejar de buscar tantas preguntas y de empezar a buscar respuestas.
193 págs. / 5 horas, 38 minutos.
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Publicado el 14 de octubre de 2017 por Edu Robsy.
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