La Preparación

Gustav Meyrink


Cuento


Los dos amigos estaban sentados en el rincón del Café Radetzky, al lado de la ventana, con las cabezas juntas.

—Se ha ido, se marchó esta tarde con su criado a Berlín. La casa está vacía; acabo de llegar y lo comprobé sin lugar a duda. Los dos persas eran los únicos habitantes.

—¿De modo que cayó en la trampa del telegrama?

—No dudé de ello ni por un momento; cuando oye hablar de Fabio Maríni, no hay quién le detenga.

—Así y todo, me resulta extraño, pues han vivido juntos durante años, hasta su muerte; de manera que, ¿qué novedades de él pudo haber esperado encontrar en Berlín?

—¡Oh! Al parecer el profesor Marini se tuvo calladas muchas cosas; él mismo lo dejó caer una vez en medio de una conversación, hará de eso medio año, más o menos, cuando el bueno de Axel aún se hallaba entre nosotros.

—¿Hay realmente algo de verdad en ese misterioso método de preparación de Fabio Marini? ¿Lo crees de veras, Sinclair?

—No es cuestión de «creer». Con estos ojos he visto en Florencia el cadáver de un niño preparado por Marini. Te aseguro que cualquiera juraría que el niño sólo estaba dormido; nada de rigidez, nada de arrugas; incluso el cutis estaba sonrosado tal como el de un ser vivo.

—Hum. Piensas, entonces, que el persa pudo realmente haber asesinado a Axel, y…

—Esto no lo sé, Ottokar, pero creo que es un deber de conciencia para nosotros dos el asegurarnos de la suerte de Axel. ¡Y si sólo se tratase de un letargo, mediante alguna droga que le han suministrado! Dios mío, lo que hice por convencer a los médicos del Instituto de Anatomía, ¡cuánto les imploré que intentaran algo para volverle a la vida! «Pero, ¿qué quiere usted? —decían—, el hombre está muerto, esto está a la vista, y cualquiera intervención en el cadáver sin permiso del Dr. Daraschekoh nos está vedada.» Y me mostraron el contrato del que se desprendía textualmente

Fin del extracto del texto

Publicado el 14 de febrero de 2017 por Edu Robsy.
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