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Edición física «Un Alma de Dios»
Madame Aubain bajó a la zanja, empujó a Virginia, después a Pablo, se cayó varias veces intentando escalar el talud, y a fuerza de valor lo consiguió.
El toro había arrinconado a Felicidad contra una empalizada; su baba le saltaba a la cara; un segundo más y la destripaba. A Felicidad le dio tiempo a colarse entre dos estacas, y el enorme animal, muy sorprendido, se detuvo.
Este trance fue, durante muchos años, tema de conversación en Pont-l’Evêque. Felicidad no se envaneció nada de su hazaña, sin ocurrírsele siquiera que había hecho algo heroico.
Su única preocupación era Virginia, pues le quedó del susto una afección nerviosa, y monsieur Poupart, el doctor, aconsejó los baños de mar de Trouville.
En aquel tiempo no eran frecuentados. Madame Aubain se informó, consultó a Bourais, hizo preparativos como para un largo viaje.
El equipaje salió la víspera, en el carro de Liébard. Al día siguiente trajo dos caballos, uno de ellos con una silla de mujer provista de un respaldo de terciopelo; y en la grupa del segundo, una especie de asiento formado por una capa enrollada. Madame Aubain montó en él, detrás de Liébard. Felicidad se encargó de Virginia, y Pablo montó el asno de monsieur Lechaptois, prestado con la condición de que lo cuidaran mucho.
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Publicado el 15 de febrero de 2017 por Edu Robsy.
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