Un hombre va cada año a cazar a sus tierras, donde viven con humildad un guarda con su sobrino y una mujer que hace las tareas domésticas. Algo ha interrumpido la paz doméstica mientras los conejos y las liebres escasean cada vez más.
Estábamos á 15 de octubre del año de 1854;—recuerdo esta fecha y nunca la podré olvidar,—y
salí de Rouen á caballo, seguido por mi perro Block.
Llevaba á la grupa mi saco de viaje, terciada la escopeta, y
heroicamente aguantaba el terrible frío de un día triste, de un día de
viento que hacía rodar negras nubes por el obscuro cielo.
Subiendo la cuesta de Cantelou, contemplé el vasto valle del Sena que
con repliegues de serpiente el río cruza hasta donde alcanza la vista: á
la derecha, la mirada se detenía en los bosques, y á la izquierda,
Rouen alzaba hacia el plomizo cielo sus negruzcos campanarios. Atravesé
luego el bosque de Roumare, y continué andando, al paso unas veces, al
trote otras, hasta que á eso de las cinco llegué al Pabellón donde
Celeste y Cavalier me estaban aguardando.
Diez años hacía que en la misma época me presentaba de igual manera, y
diez años hacía que las mismas bocas me saludaban con las mismas
palabras.
—Buenas tardes, nuestro amo; ¿es buena su salud?
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Publicado el 4 de marzo de 2025 por Edu Robsy.
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