Descargar PDF «Estatuas de Roma», de Herman Melville

En otro lugar del Vaticano se encuentra la Sala de los Animales. En todas las estatuas antiguas que representan animales hay un asombroso parecido con aquellos descritos en el Libro de las Revelaciones. Este tipo de estatuas romanas y las imágenes del Apocalipsis son casi idénticas. Pero la feroz apariencia de algunas de estas estatuas, como es el caso del lobo y el cordero masacrado, se ve compensada por otras, como la de las cabras jugando en torno al pastor dormido. Las escenas tranquilas, agradables y pacíficas de la vida pastoral son representadas en algunas de las estatuas del último periodo romano del mismo modo en que las describe Wordsworth, el mejor de todos los poetas bucólicos. Saber que muchas de estas hermosas figuras resultaron agradables a los romanos nos convence al menos de que su violencia como pueblo conquistador no los absorbió y que la llama de bondad prendida naturalmente en la mayoría de los hombres no se apagó del todo en su corazón. Si imaginamos la vida que yace en las estatuas y observamos sus aspectos más humanos, entenderemos que los antiguos romanos, tan rígidos e insensibles como generalmente les imaginamos, no careciesen por completo de ternura y compasión, pues pese a que los antiguos ignoraban los fundamentos del cristianismo, en ellos estaba el germen de su esencia.