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Una noche, cuando estaban hablando con la mayor tranquilidad, llamaron a la puerta. —Rosaroja; dijo la madre, ve a abrir corriendo, pues sin duda será algún viajero extraviado que buscará asilo por esta noche.
Rosaroja fue a descorrer el cerrojo y esperaba ver entrar algún pobre, cuando asomó un oso su gran cabeza negra por la puerta entreabierta. Rosaroja echó a correr dando gritos, el cordero comenzó a balar, la paloma revoloteaba por todo el cuarto y nieveblanca corrió a esconderse detrás de la cama de su madre. Pero el oso les dijo: —No temáis, no os haré daño; solo os pido permiso para calentarme un poco; pues estoy medio helado.
—Acércate al fuego, pobre oso; contestó la madre, pero ten cuidado de no quemarte la piel.
Después llamó a sus hijas de esta manera: —Nieveblanca, Rosaroja, venid; el oso no os hará daño, tiene buenas intenciones.
Entonces vinieron las dos hermanas, y se acercaron también poco a poco el cordero y la tórtola y olvidaron su temor.
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Publicado el 23 de agosto de 2016 por Edu Robsy.
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