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—No, no saldré; he llegado al fin al cielo y me quedo en él.
El sacristán fue a buscar al cura y le dijo que había en la iglesia un niño que no quería salir y que se imaginaba estar en el Paraíso.
—Si lo cree así —dijo el cura—, hay que dejarle.
Vino en seguida donde estaba el niño y le preguntó si quería trabajar. El niño le contestó que sí y que estaba acostumbrado al trabajo, pero que no quería salir del cielo.
Se quedó en la iglesia y como veía a los fieles adorar de rodillas a una imagen del niño Jesús, creyó que aquel era Dios y dijo a la imagen:
—¡Qué delgado estás, Dios mío! de seguro esas gentes no te dan de comer, yo repartiré contigo mi pan.
Entonces oyó una voz que le dijo:
—Da a los pobres que tienen hambre y me contentarás a mí.
Una pobre anciana tendía su mano temblona a la puerta de la iglesia a los transeúntes. El niño le dio la mitad de su pan, después miró a la imagen y le pareció que se sonreía, hizo lo mismo todos los días figurándosele que la imagen estaba más contenta cada vez.
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Publicado el 23 de agosto de 2016 por Edu Robsy.
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