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— Señor, los barriles están vacíos.
Instóle Dios Nuestro Señor a que bajase a la bodega, donde seguro que encontraría vino del mejor. El otro se resistía a creerlo; pero, ante tanta insistencia, dijo:
— Bajaré, aunque tengo la certeza de que no hay.
Y he aquí que, al espitar un barril, salió un vino exquisito. Llevóselo a los dos forasteros, los cuales pasaron la noche en su casa, y, por la mañana, Dios Nuestro Señor dijo al jugador que podía pedirles tres gracias, pensando que solicitaría, en primer lugar, la de ir al cielo. Pero no fue así, pues el hombre pidió unos naipes que ganasen siempre, unos dados que tuviesen igual propiedad, y un árbol que diera toda clase de fruta y que quien se subiera en él no pudiese bajar hasta que él se lo mandase. Concedióle Nuestro Señor los tres dones y se marchó en compañía de San Pedro.
Entonces sí que el jugador se puso a jugar de veras, y, al poco tiempo, era dueño de medio mundo. Y dijo San Pedro a Nuestro Señor:
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Publicado el 26 de agosto de 2016 por Edu Robsy.
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