Los Parisienses en Provincias

Honoré de Balzac


Novela



El ilustre Gaudissart

A madame la duquesa de Castries.

El viajante de comercio, personaje desconocido en la antigüedad, ¿no es acaso una de las más curiosas figuras creadas por las costumbres de la época actual? ¿No está destinado, en un cierto orden de cosas, a señalar la gran transición que, para los observadores, une la época de las explotaciones materiales a la de las explotaciones intelectuales? Nuestro siglo aliará el reinado de la fuerza aislada, abundante en creaciones originales, con el reinado de la fuerza uniforme, pero niveladora, que iguala los productos, lanzándolos en masa y obedeciendo a un pensamiento unitario, última expresión de las sociedades. ¿No vienen invariablemente las tinieblas de la barbarie, después de las saturnales del espíritu generalizado, tras de los últimos esfuerzos de civilizaciones que acumulan los tesoros de la tierra en un punto? En cuanto al viajante, ¿no es a las ideas lo que nuestras diligencias son respecto a las cosas y a los hombres? Él las acarrea, las pone en movimiento, las hace entrechocar; adquiere su carga de rayos, en el centro luminoso, para sembrarlos a través de las poblaciones adormecidas. Este piróforo humano es un sabio ignorante, un engañador engañado, un sacerdote incrédulo que sólo sabe hablar bien de sus misterios y de sus dogmas. ¡Curiosa figura! Este hombre lo ha visto todo, lo sabe todo y conoce a todo el mundo. Saturado de los vicios de París, puede fingir la sencillez de la provincia. ¿No es el anillo que une al pueblo con la capital, aunque en el fondo no sea parisiense ni provinciano, pues es un viajero? No ve nada a fondo; sólo aprende los nombres de personas y lugares; únicamente aprecia la superficie de las cosas; tiene su metro particular para medirlo todo por el mismo rasero; por último, su mirada resbala sobre los objetos, sin atravesarlos. Se interesa por todo, y nada le interesa. Burlón y amigo de canciones, y en a

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Publicado el 1 de abril de 2017 por Edu Robsy.
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