Descargar ePub «Los Pequeños Burgueses», de Honoré de Balzac

Novela


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183 págs. / 5 horas, 21 minutos / 280 KB.
15 de mayo de 2017.


Fragmento de Los Pequeños Burgueses

Pudiera ese pabellón ser el resto de algún gran hotel, pero consultados los antiguos planos de París no se ha encontrado nada que confirmase esta conjetura; los títulos de propiedad de la señorita Thuillier dan por propietario, bajo Luis XIV, a Petitot, el célebre pintor de esmaltes, quien a su vez tenía por antecesor en la propiedad al presidente Lecamus. Es posible que el presidente viviese en este pabellón mientras se construía su famoso hotel de la calle de Thorigny.

La toga y el arte han pasado por el pabellón. Pero también… ¡de qué gran unión de necesidades y placeres surgió el interior! A la derecha, en una sala cuadrada que hace de antecámara, se encuentra una escalera de piedra, bajo la cual está la puerta de la bodega (a la izquierda se hallan las puertas de un salón), con dos ventanas que dan al jardín y un comedor al patio. Este comedor comunica por un lado con una cocina unida a los almacenes Barbet. Detrás de la escalera, por la parte del jardín, se extiende un magnífico gabinete largo, con dos ventanas. El primero y el segundo pisos hacen dos departamentos completos, y las claraboyas abiertas junto al techo dan luz a las habitaciones para los criados. Una magnífica estufa adorna la vasta antecámara y las dos ventanas la iluminan. Esta pieza, enlosada en mármol blanco y negro, se distingue por un cielo raso de grandes vigas, en otro tiempo pintadas y decoradas, pero que, sin duda bajo el Imperio, fueron cubiertas con una capa uniforme de pintura blanca. Frente a la estufa hay una fuente, de mármol rojo. Las tres puertas del gabinete, del salón y del comedor ostentan sendos marcos ovalados en su parte superior, cuyas pinturas esperan una restauración más que necesaria. Las maderas son pesadas, pero los adornos no carecen de mérito. El salón recuerda el gran siglo, por su chimenea en mármol de Languedoc, el cielo raso, adornado en los ángulos, y la forma de las ventanas. El comedor, que comunica con el salón por una puerta de dos hojas, está enlosado de piedra; sus maderas son de roble, sin pinturas, y el atroz papel moderno reemplaza en él a las tapicerías de antaño. El cielo raso, de nogal, a grandes cuadros, no ha sido profanado. En el gabinete, modernizado por Thuillier, se dan cita todas las discordancias. El oro y el blanco de las molduras del salón envejecieron tanto que hoy sólo quedan unas líneas rojas en el lugar del oro, y el blanco, amarilleado, se descascara. Nunca la frase latina Otium cum dignitate tuvo más bello comentario a los ojos de un poeta que esta noble habitación. Los herrajes del pasamanos de la escalera son de un carácter digno del magistrado y del artista, pero en cambio, para encontrar hoy los restos de los balcones, finamente trabajados, son necesarios los ojos de un observador poeta. Los Thuillier y sus antecesores han deshonrado frecuentemente esta joya de alta burguesía con las costumbres y las invenciones de la pequeña burguesía. Sillas de crín en nogal oscuro; una mesa de caoba con su hule; aparadores de caoba; un tapiz de ocasión sobre la mesa; lámparas de metal brillante; los execrables grabados a la manera negra y cortinas de indiana con galones rojos, ¡en este comedor, donde celebraron sus fiestas los amigos del pintor Petitot!… ¿Comprenderéis el efecto que hacen en el salón los retratos del señor, la señora y la señorita Thuillier, ejecutados por Pierre Grasson, el pintor de los burgueses; las mesas de juego que cuentan veinte años de servicio; las consolas, del tiempo del Imperio; una mesa de té, que soporta una gran lira; un mueble de mala caoba, adornado con terciopelo pintado sobre fondo chocolate; en la chimenea, un reloj, que representa a la Belona del Imperio; candelabros de columnas acanaladas; cortinas de damasco de lana y de muselina bordada, recogidas con embraces de cobre estampado?… En el suelo se extiende un tapiz de ocasión. En la bella antecámara, oblonga, hay banquetas de terciopelo, y las paredes, de madera esculpida, se ocultan tras los armarios de diversas épocas, procedentes de todos los departamentos anteriormente ocupados por los Thuillier. Una tabla cubre la fuente, y sobre ella luce una lámpara humeante, que data de 1815. En fin, el miedo, esta odiosa divinidad, ha hecho adoptar, por los costados del jardín y el patio, puertas dobles, provistas de láminas de hierro que se repliegan contra el muro durante el día y se cierran por la noche.

Los Pequeños Burgueses

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