Cómo y Porqué Hizo Dios la R.O.

Javier de Viana


Cuento


El progreso, incesante y rápido, ha transformado en poco tiempo, y de manera casi radical, la campaña uruguaya. Los modernos medios de cultura modifican las costumbres patriarcales de antaño. La antigua estancia, el caserón tosco y macizo que, como centinela encargado de vigilar la inmensa heredad, se alzaba en la loma desnuda, va cediendo el paso a los chalés policromos, rodeados de parques y jardines que aíslan la morada del propietario.

El patrón ya no va en mangas de camisa y en alpargatas a compartir el amargo y a «prosear» con la peonada en la tertulia de los fogones. Los hábitos democráticos de aquella sociedad primitiva, van desapareciendo. Apenas si quedan algunos pocos ejemplares del estanciero-caudillo, patrón, jefe y padre, respetado y querido en la paz y en la guerra.

Para encontrar todavía el tipo de la estancia antigua con su azotea denegrida, sus galpones pajizos, sus «enramadas» y sus ombúes; para ver la vieja vida pastoril en que el patrón y la patrona y los hijos de los patrones forman como una sola familia, es necesario ir al norte, buscar en las abruptas proximidaddes de la frontera brasileña, allí donde aún tiene crédito el parejero criollo, donde el lazo y las boleadoras no han sido totalmente vencidos por los bretes, donde el chiripá y la bota de potro se llevan sin menosprecio.

En invierno, cuando las lluvias hinchan los arroyos, cuando durante semanas enteras las gentes se ven obligadas a la reclusión en «las casas», cuando, por la misma causa, ninguna visita llega a las «casas», cuando las tareas camperas quedan casi en absoluto paralizadas, el tedio invade las almas. En los días turbios y en las noches negras, la cocina atrae y el fogón reune en rueda igualitaria a los amos y a la servidumbre.

Por la tarde, mientras la «piona» fríe tortas y los «gurises» ceban el amargo, se improvisa una banca de «siete y medio» sobre un cajón, que tiene un cojinillo por carpeta.

En la noche, después de cenar, y mientras se «cimarronea» a la escasa luz del «trasfoguero» comienzan los cuentos, simples, infantiles, pero embellecidos por el pintoresco lenguaje y las curiosas observaciones de los narradores. Como muestra, vaya una de esas leyendas del fogón.

En la frontera, existe siempre latente, si no un sentimiento de hostilidad, una rivalidad de razas, que el paisanaje de ambos pueblos exterioriza en pullas más o menos hirientes, pero que, entre ellos, nunca constituyen motivos de enojos. De ese corte era la historieta que un paisano riograndense comenzó así:

—«Después de hacer el Rio de la Plata, Dios le dijo a San Pedro:

—Acabóse; vamos pal rancho qu'es hora de tomar un amargo y churrasquear.

—Todavía no —replicó el apóstol;— falta hacer la República Oriental.

Dios se opuso; pero ante los reiterados pedidos de San Pedro, accedió, no sin antes advertirle que había de arrepentirse de su capricho. Anduvo el creador unos pasos, y viendo una piedra chata, rodeada de florecitas blancas y rojas, le dió vuelta, «pegándole con la punta de la alpargata» y dijo:

«Que se crien la República Oriental y los orientales».

Inmediatamente brotaron de la humedad de la tierra unos hombres chiquitos; armados de grandes facones. Daga en mano y con el chambergo en la nuca, se encararon con San Pedro gritándole:

—¡Pagá la contribución direta, si no querés que te degollemos aquí mesmo!...

Dios pretendió intervenir, pero los hombres chiquitos lo increparon:

—Y vos ¿que te tenés que meter en nuestras cosas, gringo atrevido?... Ya te podés ir diendo a mandar a tu tierra!

San Pedro se desprendió el cinto, largó unas onzas, y en seguida él y Dios montaron a caballo y rumbiaron pa sus pagos, silenciosos y entristecidos. Y apenas habrían andado un par de cuadras, cuando una gritería que resonó a sus espaldas les hizo volver la cabeza. Vieron entonces un cuadro curioso: los orientales, divididos en dos bandos, habían adornado sus sombreros con flores rojas y blancas, respectivamente, y enfurecidos se acuchillaban a los gritos de:

«¡Viva Rivera!»

«¡Viva Oribe!»...


Publicado el 8 de enero de 2023 por Edu Robsy.
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