Después, la dispersión. De los miembros de la pequeña tribu, éste se alcanzó su título de médico, el otro el de abogado, aquel de ingeniero, otro se incrustó en la burocracia, alguno ascendió en el rápido aeroplano de la política, y más de uno resolvió el problema de la vida con un matrimonio ventajoso.
Llegó a quedar solo, con sus ensueños improductivos, con sus ideales estériles,
Periodista, literato, quimérico desposado de la gloria, que se muere de miseria en soñaciones de opulencias, alma de príncipe eternamente vestida con la librea del lacayo, Ruy Blas que sólo en sueños habita palacios, saborea manjares y besa labios de reinas...
Todo: los amigos, los íntimos, los camaradashabían resuelto el problema de la existencia. Todos triunfaban, en tanto él, quizá el más inteligente, el más apto, permanecía anclado en la ribera de aguas infectas, dejando invadir su alma por las algas y los moluscos parasitarios, como se invaden los flancos de los viejos navíos abandonados en la quietud del puerto.
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