Melgarejo es un acaudalado estanciero que es madrugador pero poco trabajador, y que tiene un problema con el juego. Su suerte va a menos y tiene que ir vendiendo sus tierras, con lo que pronto tiene vecinos que entienden la vida de una forma muy distinta.
Su antipatía y su desdén fueron subiendo de punto cuando vió al nuevo propietario edificar, frente por frente a sus ranchos ruinosos, una linda casita de ladrillo y techo de zinc, un amplio galpón de los mismos materiales, una cocina muy Superior en aspecto y confort a la sala de Melgarejo y un gallinero que le daba cola y luz al galponcito de don Ventura y hasta a la caballeriza de sus parejeros.
—¡Son insolentes estos gringos! —exclamaba mientras, después de siesta y en tanto amargueaha en su sitio habitual, veía ir creciendo y completándose la alegre población.
Juana, la hija mayor del ex estanciero —una china de treinta años, flaca, desgarbada, negra a pesar del revoque de harina y ridícula con su indumentaria: de telas chillonas y multitud de moños y cintas, —con voz agria, filosofó, obserando que Josefa, la esposa del chacarero, una mujer como de cuarenta años, de tez fresca y de aspecto robusto, y su hija Lina, —una rubiecita adolescente, estaban, bajo el sol abrasador de la siesta meneando pala y azada en el iniciado jardín:
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Publicado el 31 de agosto de 2025 por Edu Robsy.
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