La Rifa del Pardo Abdón

Javier de Viana


Cuento


Bajo el ombú centenario que cerca del galpón ofrece grata sombra en el bochorno de enero, don Ventura, en mangas de camisa y en chancletas, recién levantado de la siesta, amargueaba en compañía de dos viajeros amigos que habían pasado en su casa el medio día.

Amargueaba y charlaba, cuando, caballero en un rocín peli-rojo y pernituerto, llegó al tranquito un muchachuelo haraposo que se quitó zurdamente el chambergo informe, gruñó un «güeñas tardes» y contestó a la indicación de apearse con el siguiente rosario, cantado de un tirón:

—Muchas gracias no señor manda decir mamita que memorias y cómo sigue la señora y que si le quiere hacer el por favor de comprarle un numerito d’esta rifa qu'es una toalla bordada por las muchachas que se corre el domingo en la pulpería e don Manuel en cincuenta números de a un realito cada número porque tiene mucha necesidá y como un favor y qu’es por eso que lo incomoda y que dispense.

Resolló al fin el chico y enseñó una vieja caja de cartón donde debía estar la prenda. Pero don Ventura, sonriendo, lo detuvo con un gesto, sin darle tiempo para enseñarla; y alcanzándole una moneda:

—Toma el realito y andate, —le dijo— yo no dentro nunca en rifas.

Luego dirigiéndose a sus tertulianos:

—Palabra, —exclamó,— no dentro en rifas de ninguna laya; y eso qu’antes era mu dentrador: pero, dende una pitada machaza que me hicieron...

—Ha de ser divertido; largúela pues.

—No, es que ustedes van a decir qu’es cuento, y les asiguro qu’es más verdá qu’el bendito...

—No, don Ventura; ya sabemos que usted no miente, —dijo uno.

—Cuando ronca, — completó el otro.

Y el viejo, que se pirraba por darle a la sin hueso, haciendo caso omiso de la anticipada duda del auditorio, empezó así:

—No quisiera mentir, pero me parece que fué cuando las carreras grandes en lo’e Mendigorry, en que jugaban el rabicano de mi compadre Ledesma y el doradillo del capitán Menchaca... Sí, aura me acuerdo, fué allí mesmo, hará como pa seis años... ¿no hará seis años de las carreras grandes?...

—Sí, pu’hay ha d’andar.

—Pa mi gusto, sí, eso es, seis años... u siete. Pus güeno, tábamos merendando en la carpa e la parda Belisaria, varios amigotes, entre otros el tuerto Perdomo, el cachafás aquel qu’era medio dotor pu’el agua fría, —cuando se presenta el pardo Abdón... ustedes lo conocen al pardo Abdón, un abombao...

—Y haragán que d’asco.

—Eso mesmo, haraganazo, el pardo. El dotor, —nosotros siempre le llamamos el dotor al tuerto Perdomo,— encomenzó a buscarle la boca y a preguntarle cómo andaba con la renga Braulia y que cuándo se casaban, y qu'era una lástima que se perdiera casal tan lindo, y que fuí aquí y que fuí allá!... El pardo qu’era bobote...

—Eso ya dijo, don Ventura.

—Dije qu’era abombao.

—Es lo mesmo.

—No, ché; no es lo mesmo cola qu’espinazo... pero viá seguir...

El pardo, tuito redetido, le contestó:

—«¡Si tuviese pa los gastos!...»

—«¿Y cuánto precisás, pa los gastos?» —dijo el tuerto.

Y dijo Abdón:

—«Yo no sé, no señor... pero se mi’hace que con cincuenta pesos...»— y le relampagularon los ojos al pardo qu’era...

—Bobote, —interrumpió uno de los amigos de don Ventura.

—Eso ya dije, —replicó éste— qu’era namorao tamién.

—«¿Y rancho tenes?» —le preguntó el dotor.

Y él dijo:

—«Rancho, no señor, tamién no tengo... pero...»

—«¿Pero tenés amigos?»

—«¡Eso es, sí señor!...»

—«¡Es claro!... Y dispués que te casés con la renga, más entoavía!»

El pardo largó una risada y el dotor lo siguió hamacando.

—«Pues mira ché, no se ha’e decir que po’una miseria, e cincuenta pesos ande suelta yunta tan pareja que puede dar cría superiora. Yo te vi’a conseguir las cincuenta latas.»

—«¿Pa en cuándo?»

—«Pa hoy mesmo.»

—«¿De en deberas?»

—«Tan de endeberas como que vos sos el ñandú más ñandú de tuitos los ñanduces del pago. Escucha; va’a hacer una rifa. ¿Qué te parece?»

—«Lindo; pero es el caso que yo no tengo nada pa rifar, ¿sabe?»

—«¡Qué no vas a tener!... Veni p’acá.»

Y el dotor se llevó a Abdón p’ajuera y le metió labia, y de allá vinieron los dos, y el pardo se raiba, como si le cosquillaran las patas.

Perdomo se jué p’adentro, habló con el pulpero, pidió papel, hizo la lista y se vino y nos llamó a tuitos y juimos a la cancha’e taba, ande había un porción de amigos y leyó el papel que decía ansina:


«RIFA.—Se rifa en cincuenta números, a los daos y a peso el dentre, el pardo Abdón González. El que lo saque tiene derecho a tenerlo un año e’ pión sin pagarle nada más que la comida».


Tuitos nos raimos ’e la ocurrencia’el tuerto y nos escrebimos. Se tiró a los daos... y me tocó a’mi el pardo!...

—¿Y lo llevó? —preguntaron los amigos.

—¡Qué lo vi’a llevar!... ¡si por la comida era caro!

—¿Y el pardo?

—El pardo se casó y antes del mes la renga Braulia, qu’era una desorejada se le alzó con un indio’e la costa’el Chuy.


Publicado el 31 de octubre de 2022 por Edu Robsy.
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