Los hijos siguieron rodando por la misma proclive. La fortuna también...
Pablo Antonio recordaba el fin trágico de su hermano mayor, Pedro, muerto de un balazo por un camarada, en una noche de juerga.
Otro, Evaristo, sucumbió prematuramente, víctima de una dolencia innoble.
El desastre avanzó a pasos precipitados sobre la vieja, ilustre familia de los Bengochea. Del prestigio social ya no quedaba nada; de la inmensa fortuna ganada por los abuelos en ruda pelea con el suelo y con el clima, quedaba muy poco, unas migajas apenas, las achuras de una res gorda y grande.
Apremiado por compromisos de dinero que no podía cumplir, el jefe de la familia se saltó la tapa de los sesos.
Tres meses más tarde, Eugenio, el tercero de sus hijos, convicto de estafa, se mató en un bulevar parisino entre los brazos de una cocotte.
Todos esos dramas influyeron poderosamente en el alma de Pablo Antonio, que había heredado el temperamento juicioso, reflexivo y sentimental de la madre.
Este texto no ha recibido aún ninguna valoración.
310 libros publicados.