Descargar ePub «Anábasis», de Jenofonte

Historia


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234 págs. / 6 horas, 50 minutos / 296 KB.
6 de julio de 2017.


Fragmento de Anábasis

Entonces Epiaxa, esposa de Siénesis, a la sazón rey de Cilicia, vino al encuentro de Ciro. Y se decía que le dio a Ciro dinero en abundancia. Efectivamente, Ciro pagó entonces al ejército el sueldo de cuatro meses. Escoltaba a la cilicia una guardia de cilicios y aspendios. Decían también que Ciro había mantenido relaciones íntimas con la cilicia. Desde allí recorre, en dos etapas, diez parasangas, hasta Timbrio, ciudad habitada. Aquí había junto al camino una fuente llamada de Midas, rey de Frigia, en la que se dice que Midas cazó al sátiro mezclando vino en ella. Desde este lugar recorre, en dos etapas, diez parasangas, hasta Tirieo, ciudad habitada. Aquí permaneció durante tres días. Y dicen que la cilicia pidió a Ciro que le mostrara su ejército. Accede, pues, Ciro a mostrárselo y dispone en la llanura una revista de tropas griegas y bárbaras. Ordenó a los griegos alinearse y ponerse firmes, como lo hacían normalmente para entrar en batalla, y que cada uno de los jefes alineara a sus hombres. Se alinearon de cuatro en fondo: ocupaba la derecha Menón y sus hombres, a la izquierda Clearco y los suyos, y en el centro los restantes estrategos. Ciro pasó revista, en primer lugar, a los bárbaros; éstos desfilaban formados en escuadrones y batallones. A continuación pasó revista a los griegos, desfilando él sobre su carro de guerra y la cilicia sobre un carro de viaje. Llevaban, todos, cascos de bronce, túnicas rojas, grebas y los escudos desenfundados. Una vez que hubo desfilado por delante de todas las tropas, detuvo el carro en el centro de la falange, envió a Pigres, el intérprete, ante los estrategos griegos y ordenó que la falange entera pusiera las armas por delante y avanzara. Transmitieron éstos la orden a los soldados y, tan pronto como sonó la trompeta, avanzaron poniendo las armas por delante. A continuación se lanzaron con más rapidez dando gritos y, de forma espontánea, los soldados corrieron hacia las tiendas, causando gran espanto entre los bárbaros. También la cilicia huyó en su carro y los del mercado abandonaron las mercancías y huyeron. Los griegos, por su parte, volvieron a sus tiendas en medio de risas. La cilicia, al ver la brillantez y disciplina del ejército, estaba admirada. Y Ciro sintió satisfacción al ver el pánico que los griegos infundían a los bárbaros.

Anábasis

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