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Más de una barca se rompió allí sin que el tripulante tornase a aparecer. Más de un pescador fue allí cogido bruscamente y arrastrado al fondo de las aguas.
No es el temporal quien estrella la barca; no es la marea quien traga al pescador. Es la hija del mar, es su abrazo. ¡Abrazo maldito! No ha de ser más que uno, y hay que pagarlo con la vida.
Ahí tenéis la leyenda de la roca alfombrada con musgos.
Pedrín fue a la escuela y aprendió pronto y bien cuanto podía enseñar el maestro.
Era éste, contra costumbre de españolas aldeas, un buen profesor. A más, y contra costumbre también, poseía tierras laborables y gozaba de casa propia y de parte en un lanchón de pesca.
Estos bienes le permitían no hacer hincapié en atrasos de sueldo; y este no hacer hincapié en los haberes le autorizaba a no sufrir las imposiciones del cura y a tenérselas tiesas con él, sin enojo oficial de los ediles y el alcalde. De algún modo habían ellos de corresponder con sujeto que sabía dar por cobrado lo nunca recibido.
34 págs. / 1 hora.
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Publicado el 29 de septiembre de 2019 por Edu Robsy.
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