Mal Amor

José de la Cuadra


Cuento


A Jorge Pérez Concha.


«Querida Nelly:

Sí; ayer fué mi birth day, como tú me dices en tu carta de Felicitación. Cumplí diez años; es decir, soy uno mayor que tú. Ves; estoy casi hecha una señorita.

Me gusta mucho el álbum de vistas de Chicago que me enviaste. Se lo mostré a nuestro primo Raúl y él dijo que estaba muy lindo. Lo conservaré como un recuerdo de mi lejana Nelly.

Francamente, tu regalo y el de Raúl han sido los que más me han agradado.

Ah, este Raúl... ¿Sabes lo que me obsequió por mi santo? Adivina, adivinadora... Pues, un precioso álbum, también; pero para autógrafos. En la primera página están escritos unos versos que él ha hecho para mí. Son una bonita cosa. Raúl cumple justamente años el mismo día que yo —lo que es una graciosa coincidencia,— y los versos son en torno a eso: habla de que la vida es un camino y cada año una etapa, y dice que él está veinte etapas más adelante que yo. En fin, son encantadores. Te mandaré una copia en cuanto pueda.

Por casa, todos buenos. Espero que por allá también lo estéis. No tardes en contestarme, y cuenta siempre con el cariño de tu primita que te abraza y te besa efusivamente,

Loló.

P. S.—Raúl ha corregido esta carta. Por eso me ha salido tan alhajita.—Vale.—L.»


«Querida, Nelly:

Recibí tu cable. ¡Qué amable eres! ¡Qué buena primita! ¡Tantos años como no nos vemos, y jamás te olvidas de mí! Me tienes muy obligada.

Me pedías en tu última que te contara novedades. Pues, no hay ninguna. Nuestro Guayaquil, al que tanto quieres, progresa y progresa más. Yo creo que algún día llegará a ser una ciudad muy grande y muy hermosa, como ésas que tú estarás harta de ver en los Estados Unidos.

Por lo que a mí personalmente atañe, la única novedad —¡y vaya que para mí es grande!,— es la de mis quince años... quince años floridos, como diría Raúl.

A propósito de Raúl, debo decirte que me tiene muy apenada. Verás. Como sabes, él, que es muy pobre, vive en nuestra casa: en un departamento independiente del piso bajo, sí; pero, hace comidas comunes con nosotros y casi todo el tiempo que el maldito diario le deja libre —te he contado ya, que se ha hecho periodista,— lo pasa arriba en nuestra compañía. Yo lo quiero mucho; no sólo porque él me ha mimado desde chiquitina, sino porque es el único, entre los hombres que frecuentan nuestra casa, que no enamora a mis hermanas mayores; no obstante que —te lo digo en reserva— María del Mar se pirra por él, y él lo sabe. ¡Y mira que María del Mar, aunque sea malo que yo lo declare, es una linda chica! Ay, hija; pero, lo que es Raúl va por feo camino con eso del periodismo... Figúrate que ha dado en beber. No hay tarde que no regrese con sus copitas adentro. Muy correcto, claro, como que es un hombre de talento. Pero... Sin ir muy lejos, la otra noche, precisamente la del día de mis quince años, se excedió.

No vino a almorzar ni a comer, y se presentó en la sala, a cosa de las diez, cuando ya estábamos bailando, hecho una calamidad.

Jamás sentí un dolor tan grande como al verlo así. Acudí a él y lo conduje a mi dormitorio, y lo hice acostar en mi propio lecho. Con una taza de café cargado que le di a tomar, reaccionó un poco. Entonces le increpé su conducta, y lo aconsejé como si fuera un hermanito. Y es que así lo quiero: como a un hermano menor. A pesar dé que tiene ya treinta y cinco años, me parece un muchacho, un muchacho loco que no sabe lo que se hace.

¿Te supones con lo que me salió? Pues, que no había venido porque en el periódico se negaron a darle un suplido que él necesitaba para comprarme un regalito... ¡Qué tonto! ¿No te parece? Y me dijo, después, que se había embriagado, fiando la bebida, de pena... Como yo lo juzgo, es una criatura nuestro Raúl...

Y tú, linda Nelly, ¿qué me cuentas? ¿Qué tal de amores? ¿Cómo sigues con tu Harry?

Yo, de eso, niente. Coqueteo, coqueteo... Cultivo el flirt, como tú —que ya estarás hecha una americanita, una auténtica flapper,— liarás. Pero, la verdad, todos estos chicos bien que visitan mi casa, me caen insípidos. Sin ser una intelectual —remoquete éste que les aplican a las preciosas de ogaño, —gusto de los hombres de talento. ¿Extraño? Quizás. ¡Ah, qué no diera yo por encontrarme uno y hacerlo mío para siempre!

Me perdonarás, encantadora primita, que haya sido tan latosa en ésta.

Te recomiendo puntualidad en tu correspondencia.

Recibe un estrecho abrazo de tu prima,
Lolita.

P. S.—Te adjunto unos recortes de periódicos donde han aparecido versos y artículos de Raúl.—Vale.—L.»


«Querida Nelly:

Cree que me alegro mucho porque tu regreso al país natal sea a tiempo para que concurras a mi boda, que se celebrará después de tres semanas cuando más.

Mi boda... Te he hablado ya tanto de ella, que nada nuevo podría decirte.

Mi boda de conveniencia —romperás esta carta;— mi boda casi obligada.

Todos aquí en casa me presionan para que contraiga matrimonio con Amadeo; es decir, no todos; hay uno... Pero, ése no cuenta.

Papá llegó a decirme el otro día que no debo desperdiciar la ocasión: que Amadeo es un partido ideal y que yo, con mis veintidós años y mi carita poco agraciada —así se expresó—no habré de toparme con otro que lo iguale ni en las pisadas. ¿Qué tal, primita mía? No sabes cuánto he llorado.

Cierto que Amadeo es guapo, rico, joven, linajudo, cuanto quieras; pero, se me antoja frívolo, banal, tonto, engreído... ¡muy poco hombre!

En fin... No es ancho el Rubicón.

Te dirijo esta carta, como me indicaste, a Panamá, recomendada a la Legación del Ecuador, y espero que la recibirás oportunamente.

Te saluda tu pobre prima, que delira por verte,

Lola».


—¿Ola? Centro 23-48. ¿Eh? Sí, señorita.

—.....................

—¿Mamá? Sí; con Dolores. No; no pasa nada. ¿Y qué podría pasar? Llamaba para preguntar si está todavía en la casa Nelly. ¿Sí? Pues, te ruego que la hagas acercar al aparato. Gracias.

—.....................

—Claro, Nelly; ¿cómo se te ocurre que me fuera a olvidar el guardar para ti mi liga de desposada? Ojalá, no más, te traiga buena suerte. ¿Conque te ha sorprendido mi llamada? Muy natural. Acabadita de llegar al hogar conyugal y pensando ya en hablar por teléfono. Raro, ¿no? Pero, si supieras...

—.....................

—Sí; mi marido, mi señor marido, está disponiendo no sé qué cosas para nuestra primera cena de casados. Aprovecho el estar sola un momento para llamarte; porque no puedo contenerme...

—.....................

—No; no es eso, pícara flapper, Es otra cosa. Algo terrible, espantoso.

—.....................

—No; no trates de adivinar, y mucho menos andando por esos senderos del Decamerón. Es cuestión muy distinta; pero, horrible...

—.....................

—Te contaré. El automóvil que nos trajo desde la casa hasta esta quinta donde Amadeo y yo pasaremos la luna de miel, se detuvo justamente frente a la puerta. Al ir yo a franquearla, he tropezado con un hombre tendido en el suelo al pié de la cancela, y casi me he caído. ¿Sabes quién era ese hombre? Raúl...Estaba borracho perdido... No sé por qué maldita casualidad ha venido en dormirse aquí en esta ocasión...

—.....................

—Nada. Al tropezarlo, despertó. Abrió unos ojos enrojecidos, que me parecieron muy tristes al mirarme; pero, no me dijo nada... Amadeo no lo reconoció; lo ha visto muy pocas veces y, felizmente, el trío estaba escasamente alumbrado. «Un desgraciado de esos que hacen cama de los zaguanes», comentó... Y entramos en la quinta.

—Sí; seguramente estará ahí afuera todavía. Ah, si tú pudieras mandar a alguien que se lo lleve... ¡Pero, por Dios, que no se entere nadie, Nelly mía! Bueno; gracias. Muchas gracias.

—.....................

—A mí también, Nelly; a mí también. Cuando Raúl me miró, esa misma idea loca cruzó por mi mente.

—¡Quién lo sabe! Acaso por su extremada pobreza... Acaso, por los veinte años que, como a menudo decía, iba él vida adelante... Y, sin embargo... ¡Ola! ¡Ola! ¡Perdón, Nelly! No hablemos más; no puedo... Mi marido, mi señor marido, viene...


Publicado el 4 de septiembre de 2021 por Edu Robsy.
Leído 22 veces.