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Este texto, publicado en 1892, está etiquetado como Artículo, crónica.
Artículo, crónica.
203 págs. / 5 horas, 55 minutos / 323 KB.
23 de octubre de 2021.
Burlock & C.ª Filadelfia. Dos mil recetas de cocina, 4.º, 320 páginas, pasta de lujo, 35 centavos.
Ahora bien: cuando se suelen narrar estos hechos para dar una idea de la altura á que puede llegar la imprenta en un país civilizado, y esto se hace con la loable intención de despertar el espíritu de empresa entre nosotros, no faltan personas que, engreídas con la rutina y el statu quo, se figuren que todos esos guarismos son fantásticos, y que todas esas grandezas son los cuentos de viajeros ilusos que van á abrir la boca al país vecino para contarnos maravillas. Hay quien crea, con un candor envidiable, que en todo estamos muy adelantados. No hace mucho, un conocido mío, muy bonachón y muy patriota, me enseñaba un libro muy bien impreso en México, y hube de convenir con él, en que tenemos muy buenos cajistas, buenos prensistas y buenos impresores; tan buenos, que son capaces siempre que les den buen papel y les paguen caro, de hacer ediciones de mil ejemplares, y más, enteramente irreprochables. Con este motivo, recordamos el conocido mío y yo, que en México hubo un herrero, que bien puede vivir todavía, tan hábil, que logró hacer él sólo, solito, un fusil de Remington; y en la calle segunda de las «Damas, había en el año de 1872 un artesano habilísimo, que colocó en la puerta de su accesoria un letrero que decía: «Fábrica de máquinas de coser.» Ese artesano llegó á hacer, también solito, una máquina de coser, que cosía efectivamente. Ante adelantos semejantes no pudimos menos, mi conocido y yo, de exclamar, «¡Dios les conserve sus manos, tanto al armero que hizo el fusil, como al que hizo la máquina de coser, y Dios se las conserve también á los que hacen entre nosotros impresiones tan correctas y tan limpias, sobre papel extranjero, con tipos extranjeros y con máquinas extranjeras!» Pero después de dejar á esas aptitudes personales en su buena opinión y fama, y mas todavía, después de ser los primeros en tributarles todo el elogio que merecen, lo confesamos ingenuamente, nos dá tristeza contemplar el estado en que se encuentra la imprenta entre nosotros. Dependerá esta tristeza probablemente de que cada uno tiene su manera de querer y de ver las cosas. Yo confieso que la manera que tengo de querer á mi país, consiste en mi ardiente deseo por su prosperidad y su engrandecimiento, y confieso mas todavía, y es, que conocidas nuestras aptitudes, lamento profundamente que estén tan mal empleadas; lamento que los barceloneses nos lleven la palma, que nos hagan nuestros libros allá, y nos los remitan; lamento que no haya una empresa periodística que se parezca siquiera á las que existían hace treinta años en los Estados Unidos; lamento que en medio siglo no hayamos logrado llegar á hacer papel bueno y barato, y lamento con sobradísimo fundamento, el, estado de atraso de nuestra imprenta, porque sin que llegue ésta al estado de prosperidad en que se halla en los países civilizados, será la rémora mas poderosa para el verdadero progreso de la instrucción pública y de la cultura intelectual de México.