Pintorín y Gorgorito

José Zahonero


Cuento



Á Marietita.

I

Un libróte majestuoso que pierde el equilibrio es cosa trágica.— Víctor Hugo.


¿Qué cantas? ¿Qué parloteas ahí en tu lengua? ¿Por qué mueves á un lado y otro tu cabecita como los pájaros prisioneros cuando á través de las rejas miran al cielo y adoran al sol? ¡Irreverente! En vez de contestarme, cubres con un sombrero el venerable busto de Cervantes. ¡El efecto! ¡Buscabas el efecto, y, verdaderamente, cualquiera diría que en esa cabeza de yeso va á aparecer una sonrisa!

¿Podré detenerte, diablillo? ¡Adiós! ya te apoderas de la cajita de obleas y las esparces por el suelo.

¿Buscabas otro efecto? Lindo es, en verdad, para ti; ese cuadro de alfombra está lleno de florecillas rojas, blancas y azules.

Imposible; no hay modo de llamarte al orden. ¡Cataplum! al suelo Platón, Rousseau, Santa Teresa, Cabanis, Voltaire, de Maistre, Darwin y Augusto Nicolás. ¡Querube hermoso, que das al traste con la torre de Babel de los sistemas humanos, hé ahí los grandes libros por el suelo, y tú te ries! Otro efecto.

Marietita, eres una artista.

Me miras con tus brillantes ojos.

¿Ista has dicho? Sí, una artista.

Esto no lo comprendes hoy, revolucionaria irreducible; pero voy á escribírtelo; hay correo para las distancias, y le hay para el tiempo; fechado esto hoy, que tiene V. cuatro años, lo recibirá V. cuando llegue á los diez.

¡Oh temible niña, ruidosa, vivaracha, encantadora, capitana de todo lo que importuna, de las moscas que zumban, de los pájaros que cantan, de los roedores que destruyen! Mi pensamiento, que apartas del frío estudio, es seducido por tus encantos. Voime contigo al paraíso de tu sonambulismo. ¡Todo esto que has derribado es fúnebre; compónese en gran parte de sueños tétricos; es el trabajo de existencias condenadas á la pesadilla de un combate grande, pero doloroso!

Tú eres algo más. Ven á mis brazos, revolotea, charla, envuélveme en el aire que agitan tus invisibles alas; atúrdeme con tus cantos, importúname con tu eterno preguntar; ven aquí, donde brillen tus cabellos al sol.

¿Y qué el sol?

—¿Qué?

¿Qué el sol?

—¡Ah! te entiendo; ese monísimo índice que señala el cielo, acaba de hacerme comprender; preguntas ¿qué es el sol?

—¡Oh Dios! ¡y cómo la contesto!

II

Un pájaro volando sobre el mar es el más bello de los contrastes que puede ofrecer la naturaleza. ¡Qué cosa tan inmensa! ¡Qué cosa tan pequeña! El uno tiene sus olas, el otro tiene sus alas; el uno brama y ruge, el otro pía y gorgea.— Ortega Munilla.


Marietita: yo tengo dos amigos, míralos: Pintorín y Gorgorito; ahí están en sus jáulas.

Pintorín alisa sus plumas con su pico de oro; vuelta su cabecita remueve las de sus alas, después óyese el raspar del pico sobre el palo, luégo se perciben sus rápidos saltos, ya en este palo ya en el otro; ora columpiándose voluptuosamente en la argolla, ora comiendo en la bandeja ó chapuzándose en el vaso. Su movilidad es tan ruidosa como el repiqueteo de un disco telegráfico.

Gorgorito contempla de vez en cuando el sol; parece que quiere salirse de su cárcel según lo que se aproxima á la parte de la jáula que da al jardín; su cabecita mira al cielo describiendo rápidamente una curva en su movimiento; ha pasado un pájaro libre, velocísimo, sobre su jáula; quizá le haya mirado con igual tristeza á la que siente una niña que tras los cristales, encerradita en casa, ve otras niñas allá en el prado jugando al corro.

Gorgorito, más juicioso, espónjase al sol, agita sus alas, mira al cielo y canta, en tanto los groseros gorriones, procaces y atrevidos, picotean en lo saliente de la bandeja el alpiste y los cañamones del artista.

Pintorín se ha criado en casa, mírale; no ha visto otra cosa que su jáula; es un comodón, come, se arregla, toma su baño, canta un poquito, duérmese temprano; en fin, á no ser tan amigo de saltar, sería el pájaro más formalote de la tierra. Si le preguntaran á él para qué quiere las alas, no sabría responder.

Pero ¡ay! la mañana es hermosa, el sol va mandando sus rayos primero á las bohardillas de enfrente, luego refleja en los cristales, por último extiende su luz por los cuadros del jardín. Gorgorito pía, preludia, suelta algunas notas, tal vez para probar su voz, y, por último, canta desatinado agitando vivamente su garganta y su pico y fijando sus ojos de granate en el hermoso cielo azul.

Gorgorito goza breve tiempo de alegría; entristécese, no come apenas, y del silencio más melancólico vuelve al canto más alborozado y locuaz. Gorgorito no es feliz.

No, Marietita, no lo es; fué infamemente robado por un aturdido muchachuelo que le vendió al primer comprador que halló; antes, Gorgorito, ¡quién sabe! tal vez gozara de una vida tan placentera, de una paz tan dulce, de una libertad tan envidiable…

Mírale; ha nacido para más que para cantar; con sus largas alas cruzaría el espacio.

Pintorín es un egoista, un holgazán; duerme, come, salta y nada ambiciona.

Gorgorito es el enamorado del sol.

Dios mío, ¿qué veo? la jáula vacía. Cierto.

Gorgorito estaba en su cárcel; ahora le mirábamos, y de pronto, en un subir y bajar de cabeza mío, en tanto dejaba de mirarle para mirarte, ha desaparecido.

Un relámpago, un suspiro, el rápido escintilar de un astro, el fugaz aparecer del pensamiento, podrían tan solo compararse á la pronta desaparición de nuestro amigo.

Nada se ve; pequeño, ocultaríase tras el lomo de un canal de los tejados de enfrente; ligero, puede alejarse leguas y leguas en un abrir y cerrar de ojos.

¡Ah! mírale, es aquel, sí, está aturdido, quizá se arrepienta, quizá vacile, quizá nos ame; mas no, vuela, vuela allá, se hace imperceptible. ¿Qué mirada puede perseguir ese puntito que se disipa y desaparece?

Allá va, bajo el dilatado cielo azul; agitando incansable sus leves alas, corta veloz los aires, atraviesa por cima de los campos, por cima de la tierra accidentada, de secos arbustos y ásperos pedregales, por la llanura rasgada de surcos de labor, y sobre los cuadros de heredades cuya diversidad de dibujo y diversidad de color recuerdan la capa remendada de un pobre.

Pasa hasta sobre las montañas más altas; vuela pertinaz, enardecido, lejos, muy lejos, por cima de campos, ríos, montes, cascadas, aldeas, ciudades, bosques y llanuras.

Mas, ¿qué es aquello? Una llanura sin fin, una franja azulada, ancha, una planicie inmensa. El mar.

¡Qué importa! El pajarillo vuela bajo la extensión de los cielos, sobre la extensión de los mares, aquel sér tan pequeñito, tan imperceptible, atrévese á volar y vuela.

La sombra cae; parece que el cielo y la mar se juntan. ¿Qué será del pobre pajarillo?

III

Para subir de frente á aquella altura inaccesible, es preciso ser alado.— El Abate Casti.


¿Ves, Marietita mía? ¿Quién puede seguir á Gorgorito?

Los pájaros no se han hecho para la jáula; apenas si el nido les puede sujetar; los pájaros como los niños de los pobres, apenas empiezan á vivir cuando se ven abandonados á sí mismos. La casa del pobre, como el nido del pájaro, tiene un fondo estrecho y una abertura ancha; los hijos de este vuelan por el espacio, los hijos de aquel escapan á la ventura; la cuna se vierte en el tugurio, y el hogar en la calle. ¡Ah, si el pobre tuviera alas!

Gorgorito, además, tenía una aspiración altísima: volar al sol. ¿Ves esta torre de libros que has derribado? Pues todos los que han escrito estos libros han tenido igual ambición que Gorgorito, la misma ambición que tú. Interrogar es querer volar.

Sí, volar; Marietita mía, déjame que arregle tus rizos de oro, y descubra tu blanquísima sien, y te bese; tu audaz pregunta me ha parecido un abrir de alas, tu despierta curiosidad, ¡quién sabe adonde ha de conducirte! Lejos, muy lejos, alto, muy alto, sin fatigarte jamás.


* * *


En el áspero y abrupto promontorio de peñascos, en la punta á que no puede subir nadie, me figuro descubrir á Gorgorito; allí reposa, no de su largo vuelo, tal vez de la emoción que le produce su huida; allá está en lo más alto.

Lo más cerca posible del sol.

¡Oh audacia de las alas!

Tú, con las tuyas, podrás elevarte más.

¡Oh potencia del pensamiento, altivo inquirir, curiosidad inaudita, augusta potestad!


Publicado el 17 de diciembre de 2020 por Edu Robsy.
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