Toda una señora
Clorinda, criada por sus tías en un ambiente muy religioso, cambia de vida por aburrimiento y rabia. Años después, vuelve a cambiar de vida por responsabilidad y cariño.
Toda una señora
Clorinda, criada por sus tías en un ambiente muy religioso, cambia de vida por aburrimiento y rabia. Años después, vuelve a cambiar de vida por responsabilidad y cariño.
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—¡Pues!... ¡Una colección de los que entran y los que salen!… Los que van por primera vez y los que van por última vez.
—Debe ser triste despedir a un hombre, ¿eh, Clorinda?
—¡Salí pa ya!… Decirle que no venga más. ¡Pero qué
se va hacer!…
Ella se lo decía al despedirlo. Cuando la puerta partía la noche con su luz.
Dejaba las palabras temblando en la calle y cerraba.
—¡Don Alejo!… Le via pedir que no venga más… ¡Pa qué le via robar la plata!…
También ocurría que había que tomar precauciones con un recién iniciado.
—Perate pa salir... ¡No sea que venga gente!…
Salía a la puerta; miraba calle arriba buscando bultos.
Sí. No fuera cosa que lo viera un pariente de edá…
* * *
Un muchacho estaba allí. Casi tembloroso. Sentada en la cama, ella esperaba que él se desvistiera.
—¡Pero colgá esos pantalones como la gente, muchacho!… —O si no:
—Pero mi hijo, ¿no tiene quién le pegue los botones?…
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Publicado el 27 de julio de 2025 por Edu Robsy.
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