Nacer y morir requieren de asistencia
Almada se convirtió, de forma inesperada, en partero del pago. Después, no tuvo problema de cambiar a otro oficio más parecido de lo que pueda parecer.
Nacer y morir requieren de asistencia
Almada se convirtió, de forma inesperada, en partero del pago. Después, no tuvo problema de cambiar a otro oficio más parecido de lo que pueda parecer.
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—¿Algún juego de vidrio?
—No. Un busto.
—¿Santo o general tal vez...?
—No. Un busto de los Treinta y Tres Orientales. Parados. Completo. Ni uno más ni uno menos. Y un monte atrás.
Cuando llegaba a las casas, lo recibían con un surtido de especialidades de boliche: anís, pasas de higo, cocoa, café... Era hombre de buena prosa y de buena atención para la prosa de los demás.
* * *
Su mujer era muy gruesa y se cansaba de todo menos de comer y tomar mate dulce. Almada hacía la tarea de la casa.
—A tu patrona la has puesto de patrón...
—¿Y qué querés? ¿Que yo parteree y ella cocine?
* * *
Así hasta aquel día que ella se quedó muerta tomando mate.
Estaba al lado de la cama donde una infeliz se retorcía de dolor en trance de alumbrar.
Cuando Almada entró a buscar el mate, la encontró en el suelo. La pobre se había "quedado" sin moverse del asiento.
—Era asunto medio serio aquello —comentaba—. ¿Usted sabe lo que es tener una muerta de ciento veinte quilos de un lao y una primeriza con un parto seco del otro?
2 págs. / 4 minutos.
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Publicado el 15 de marzo de 2025 por Edu Robsy.
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