Descargar PDF «El Señor», de Leopoldo Alas "Clarín"

Cuento


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  Cuento.
20 págs. / 36 minutos / 261 KB.
8 de febrero de 2018.


Fragmento de El Señor

La mirada había desaparecido. Juan de Dios se repuso un tanto y siguió conversando con sus amigos, mientras de repente le asaltaba un recuerdo mezclado con la reminiscencia de una sensación lejana. Olió, con la imaginación; a agua de colonia, y vio sus manos blancas y pulidas extendiéndose sobre un grupo de fieles para que se las besaran.— Él era un misacantano, y entre los que le besaban las manos perfumadas, las puntas de los dedos, estaba una niña rubia, de abundante cabellera de seda rizada en ondas, de ojos negros, pálida, de expresión de inocente picardía mezclada con gesto de melancólico y como vergonzante pudor.— Aquellos ojos eran los que acababan de mirarle.— La niña era ya una joven esbelta, no muy alta, delgada, de una elegancia como enfermiza, como una diosa de la fiebre. El amor por aquella mujer tenía que ir mezclado con dulcísima caridad. Se la debía querer también para cuidarla. Tenía un novio que no sabía de estas cosas. Era un joven muy rico, muy fatuo, mimado por la fortuna y por sus padres. Tenía la mejor jaca de la ciudad, el mejor tílburi, la mejor ropa; quería tener la novia más bonita. Los diez y seis años de aquella niña fueron como una salida del sol, en que se fijó todo el mundo, que deslumbró a todos. De los diez y seis a los diez y ocho la enfermedad que de años atrás ayudaba tanto a la hermosura de la rubia, que tanto había sufrido, desapareció para dejar paso a la juventud. Durante estos dos años Rosario, así se llamaba, hubiera sido en absoluto feliz... si su novio hubiese sido otro; pero el de la mejor jaca, el del mejor coche la quiso por vanidad, para que le tuvieran envidia; y aunque para entrar en su casa (de una viuda pobre también, como la madre de Juan, también de costumbres cristianas) tuvo que prometer seriedad, y muy pronto se vio obligado a prometer próxima y segura coyunda, lo hizo aturdido, con la vaga conciencia de que no faltaría quien le ayudara a faltar a su palabra. Fueron sus padres, que querían algo mejor (más dinero) para su hijo.


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