Descargar ePub «Consolación a Helvia», de Lucio Anneo Séneca

Filosofía


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14 de diciembre de 2016.


Fragmento de Consolación a Helvia

Removido, pues, el juicio de la multitud, que se deja arrastrar por la primera impresión de las cosas, tales como aparecen, veamos qué es el destierro: en su última expresión, no es más que cambio de lugar. Parecerá que le suprimo sus angustias y que le quito todo lo que tiene de más doloroso, porque acompañan a este cambio cosas muy desagradables, la pobreza, el oprobio, el desprecio., Después contestaré a estos pretendidos males: entretanto quiero examinar primeramente la amargura que en sí encierra este cambio de lugar. «Intolerable es carecer de la patria». Considera esa multitud a la que apenas bastan las grandes mansiones de la ciudad. Más de la mitad de ella está fuera ete su patria. De sus municipios, de sus colonias, de todos los rincones del mundo afluyen aquí. Trae a los unos la ambición, a los otros los deberes de un empleo público, a aquéllos un cargo de embajadores, a éstos el libertinaje que busca una ciudad opulenta, cómoda para sus vicios; a esotros el amor a los estudios liberales; a algunos los espectáculos; atrayendo a otros la amistad, o la actividad que encuentra vasto teatro para mostrarse en todo lo que puede; traen unos su venal belleza y otros su venal elocuencia. No existe especie de hombres que no venga a esta ciudad, donde tan alto se aprecian las virtudes y los vicios. Manda que a todos ellos se les llame por sus nombres, y pregunta a cada cual de qué familia procede: verás que casi todos han abandonado su morada para venir a esta ciudad grande y bella sin duda, pero que sin embargo no es la suya. Ahora deja esta ciudad, que en cierta manera puede llamarse la patria común: recorre todas las otras; ni una existe cuyos habitantes no los forme, en su mayor parte, multitud extranjera. Después aléjate de esas orillas, cuyo encanto y delicia atrae a la muchedumbre; ven a estas desiertas playas, a estas islas salvajes, Sciathum y Seriphum, Gyarum y Córcega; no encontrarás ningún destierro donde no habite alguno por su gusto. ¿Dónde hallar paraje más desolado, más abrupto, que este peñasco? ¿más desprovisto de recursos, habitado por gentes más indómitas, erizado de asperezas más amenazadoras y bajo cielo más inclemente? Y sin embargo, aquí se encuentran más extranjeros que ciudadanos. Tan cierto es que el cambio de lugar nada tiene de penoso, que se abandona la patria para venir a esta isla. He conocido a algunos que dicen existir en el hombre cierta necesidad natural de cambiar de asiento y trasladar sus penates. Y verdaderamente, al hombre se ha dado alma inquieta y movediza; nunca permanece tranquila; extiende y pasea su pensamiento en todos los parajes conocidos y desconocidos, vagabunda, impaciente de reposo, aficionada a la novedad. No te admirará esto, si consideras su primer origen. No está formada de este cuerpo terrestre y pesado; desciende del espíritu celestial, y naturaleza es de todo lo celestial encontrarse siempre en movimiento y huir arrebatado por rápida carrera. Contempla los astros que iluminan el mundo; no hay uno que se detenga; sin cesar caminan y pasan de un punto a otro; a pesar de que giran con el universo, gravitan sin embargo en sentido inverso; sucesivamente atraviesan todos los signos, y siempre se mueven, siempre viajan. Todos los astros están en revolución continua, en continuo tránsito, y, según ha dispuesto la imperiosa ley de la naturaleza, en perpetua traslación. Cuando hayan recorrido sus órbitas, pasado el número de años que la misma naturaleza ha fijado, comenzarán de nuevo el camino que ya han seguido. Pues bien, considerando esto, no podrás creer que el alma humana, formada de la misma sustancia que las cosas divinas, soporta a disgusto los viajes y emigraciones, cuando la naturaleza de Dios encuentra en perpetuo y rápido cambio su placer y conservación. Pero dejando las cosas celestes, vuelve a las de la tierra. Verás que los pueblos y naciones han cambiado de patria. ¿Qué significan esas ciudades griegas en medio de países bárbaros? ¿qué significa esa lengua macedónica hablada entre la India y la Persia? La Scitia y toda esa región de naciones feroces e indómitas nos muestran ciudades de Acaya construidas en los litorales del Ponto. Ni los rigores de perpetuo invierno, ni las costumbres de los habitantes, tan salvajes como su clima, han impedido que trasladen muchos allí su morada. El Asia está llena de Atenienses; Mileto ha derramado ciudadanos en setenta y cinco ciudades diferentes. Toda la costa de Italia, bañada por el mar inferior, fue la Grecia mayor. El Asia reivindica a los Toscanos; los Tirios habitan el África; los Cartagineses, la España; los Griegos se han introducido en la Galia; los Galos, en la Grecia; los Pirineos no cierran ya el paso a los Germanos; la movilidad humana paseó por soledades impracticables y desconocidas. Estos pueblos llevaban consigo sus niños, sus mujeres y sus padres abrumados por la edad. Unos, después de perderse en grandes rodeos, no decidieron por elección el paraje de su morada, sino que se detuvieron por cansancio en el más inmediato; otros se apoderaron por las armas de las tierras ajenas; algunos que navegaban hacia playas desconocidas quedaron sepultados en el abismo, y otros, en fin, se fijaron en las riberas donde les depositó la falta de lo necesario. No tenían todos iguales razones para abandonar y buscar una patria. Algunos, después de la ruina de sus ciudades, escapando al hierro de sus enemigos, fueron arrojados a extrañas tierras, quedando despojados de lo suyo; a los otros les expulsaron disensiones intestinas; emigraron éstos para aliviar sus ciudades sobrecargadas de población; a los otros les arrojó la peste, los terremotos frecuentes u otro insoportable azote de una región desgraciada; el renombre de una comarca fértil y muy celebrada sedujo a los unos, y todos, en fin, abandonaron sus moradas por causas diferentes. Evidente es que nada permanece en el punto en que nació: el género humano se mueve continuamente, y todos los días cambia algo en este vasto conjunto. Échanse los cimientos de ciudades nuevas; otras naciones aparecen, cuando mueren o cambian de nombre las antiguas, incorporadas a los pueblos vencedores. Y estas traslaciones de los pueblos ¿qué otra cosa son que destierros públicos?


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