Descargar edición dislexia del libro «De la Clemencia», de Lucio Anneo Séneca

Filosofía, Tratado


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  Filosofía, Tratado.
37 págs. / 1 hora, 5 minutos / 228 KB.
18 de diciembre de 2016.


Fragmento de De la Clemencia

¿Consideras cosa grave privar a los reyes de la facultad de hablar que hasta los más humildes tienen? «Esto es, dicen, servidumbre y no imperio». Y bien; ¿no comprendes que el Imperio nos pertenece, y a ti la servidumbre? Muy diferente es la condición de aquellos que permanecen ocultos entre la multitud de la que no sobresalen, porque sus virtudes necesitan combatir mucho para conseguir brillar, y sus vicios permanecen envueltos en la oscuridad. Pero tus acciones y palabras las recoge la fama, y nadie debe cuidarse tanto de la reputación que conseguirá, como aquel que ha de obtenerla grande, sean los que quieran los actos que se la merezcan. ¿Cuántas cosas no le están permitidas que gracias a ti nos lo están a nosotros? En cualquier parte de la ciudad puedo pasear libremente y sin temor, aunque nadie me acompañe, ni tenga en casa espada, ni la lleve al costado: tú, en medio de tu tranquilidad necesitas vivir armado. No puedes separarte de tu fortuna, que te asedia, y a cualquier parte que vayas te persigue con su imponente aparato. La esclavitud de la grandeza suprema consiste en no poder rebajarse, pero esta necesidad te es común con los dioses, a quienes el cielo retiene cautivos, siéndoles tan imposible descender, como para ti poco seguro. Encadenado estás a tu grandeza. Pocos sienten nuestros movimientos: podemos ir, venir, cambiar de costumbres sin que el público se entere; a ti no te es más permitido que al sol el ocultarte. Resplandeciente luz te rodea y todos los ojos se fijan en ella. Crees salir y te elevas sobre el horizonte: no puedes hablar sin que resuene tu voz en todas las naciones: no puedes irritarte sin que todo se estremezca: y de la misma manera, no puedes castigar a un hombre sin quebrantar todo lo que le rodea. Así como el rayo cae con peligro de corto número y con profundo miedo de todos, así también los arrebatos de los poderes supremos esparcen el terror mucho más lejos que el mal; y no sin razón, porque en quien todo lo puede, menos se atiende a lo que hace que a lo que podría hacer. Además, en los hombres privados la paciencia después de las injurias recibidas expone a recibir otras nuevas; pero la clemencia aumenta la seguridad de los reyes. Los rigores frecuentes reprimen el odio de corto número e irritan el de todos, siendo necesario que cese la voluntad de castigar con dureza antes de que cese la causa. No haciéndolo así, de la misma manera que en los árboles podados brotan numerosas ramas y ciertas plantas retoñan en matorral cuando se las ha cortado, la crueldad de los reyes aumenta el número de sus enemigos al destruirlos. Porque los padres y los hijos de los que fueron muertos, y sus parientes y sus amigos ocupan el puesto de cada uno de los que sucumbieron.


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