El poema y epopeya, extensísimo, se compone de cuarenta y seis cantos escritos en octavas (38.736 versos) por los que deambulan personajes del ciclo carolingio, algunos del ciclo bretón (gruta de Merlín, visita de Reinaldos de Montalbán a Inglaterra) e incluso algunos seres inspirados en la literatura clásica griega y latina. Es, y así la presenta el autor, una continuación del Orlando enamorado de Matteo Maria Boiardo. Allá donde dejó este inacabada su obra, la derrota del ejército de Carlomagno en los Pirineos por los moros, es donde arranca Ariosto la suya, que suele, al reintroducir los personajes de su predecesor, dedicar una o dos octavas a resumir las aventuras narradas por Boiardo en el 'Enamorado'.
La trama del Furioso está salpicada de historias secundarias, fábulas, encomios a los duques de Ferrara, relaciones de hechos presentados como adivinaciones, etc. que interrumpen habitualmente las aventuras de los personajes principales y cuya inclusión en este apartado se ha evitado aquí deliberadamente.
La doncella eligió entre todas aquellas yeguas la que
mejor le pareció, y alejándose de aquel sitio, sintió renacer
el deseo de regresar al Oriente.
Rugiero en tanto continuaba buscando asídua é inútilmente
á la fugitiva, y cuando por último se convenció de su
error, y de que ni estaba allí ya ni le oia, se dirigió hácia
el sitio donde habia dejado al Hipogrifo; mas con gran sorpresa
suya se encontró con que se habia arrancado el freno
é iba volando por los aires en toda su libertad. Grande fué
el disgusto que le ocasionó la pérdida de su caballo, y mucho
más coincidiendo con la decepcion que Angélica le habia
hecho sufrir; pero su mayor sentimiento consistia en la
falta del precioso anillo, no tanto por la virtud que poseia,
como por haber sido regalo de Bradamante.
Pesaroso en alto grado, volvió á vestirse sus armas, y se
colocó el escudo á la espalda; alejóse del mar, y atravesando
la playa, se dirigió á un anchuroso valle, en el cual habia
un bosque sombrío, dividido por un sendero trillado y de
una gran longitud. No anduvo mucho, cuando oyó un gran
estrépito á su derecha y hácia el sitio en que más espesa
era la selva. Aquel estruendo era producido por el choque
de las armas: apresuró el paso, saltando matorrales, y descubrió
en un pequeño claro del bosque dos individuos que
se batian encarnizadamente. Animados por un feroz deseo
de no sé qué venganza, no se daban tregua ni descanso.
Uno de ellos era un gigante de aspecto horrendo; el otro un
caballero atrevido y leal, que valiéndose del escudo y de la
lanza, y saltando acá y allá, procuraba esquivar los furibundos
golpes de la maza que el gigante empuñaba con las
dos manos. Cerca de él yacia su caballo muerto.
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Publicado el 7 de octubre de 2017 por Edu Robsy.
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