Destino Trazado

Manel Martin's


Novela



Prologo

Las personas no sabemos de lo que somos capaces, hasta que llega el momento de la verdad, tal vez el odio y el rencor nos revuelve las entrañas y nos encontramos en la obligación o necesidad de conocernos a nosotros mismos.

La vida de nuestra protagonista era apacible y prometedora, hasta que inesperadamente se truncó y dio paso al infierno. Lo que sintió solo ella lo sabe, pero espero plasmarlo en este relato, como también espero hacer saber a las personas que lo lean, lo crueles, astutas y calculadoras que podemos llegar a ser; sobre todo cuando las entrañas hierven de rabia y dolor, se retuercen de odio y la sinrazón solo encuentra un camino desesperado.

Espero que esta novela no sirva de escusa para cometer desmanes o atrocidades, aunque la ley terrenal y el perdón no siempre pueden curar las heridas, producidas por la pérdida de los seres queridos, como ocurre con nuestra protagonista.

En muchas ocasiones la hipocresía y la envidia, dejan huellas y cicatrices, imposibles de superar con cirugía o buenas palabras.

Sigan a nuestra protagonista y espero que disfruten de la lectura. Pero sobre todo desearía que se pusieran en su piel y se juzgaran a sí mismos.

El autor

1. Empieza una nueva vida

Una fuerte tormenta descargaba sobre Madrid, mientras Daniela comía en casa de tía Agueda, como había hecho en otras ocasiones, en compañía de Marco su hijo; cuando terminaron, recogió los platos y los dejó en la cocina, al cuidado y limpieza de Marco.

Se aproximó a la ventana del salón comedor mirando al infinito. El agua caía a raudales mientras los rayos iluminaban el firmamento y el sonido de los truenos hacía temblar los cristales. Miró a la calle; solo algunos coches se atrevían a circular, tal vez conducidos por personas con alguna urgencia, afortunadamente ella no tenía que trabajar; era domingo y había comido en casa de la tía Agueda. En realidad tía de su marido Salvador, a la que estimaba y donde Marco su hijo se restablecía de una operación de apendicitis.

Marco salía de la cocina tras fregar los platos, algo usual en él, como buen cocinero, trabajo que realizaba como algo natural debido a su oficio. Tía Agueda mientras tanto sacaba la bolsa de la calceta y se sentaba en su sillón preferido. Marco tomó asiento en el sofá y tras encender el televisor, tapar sus piernas con la manta y comprobar insistentemente los canales en uso, con un frenético zapin, comentó.

—No hay nada que me guste, parece que nos toman por tontos a los televidentes, todo lo que ponen son malas series, en las que los guionistas no saben cómo alargarlas o terminarlas, otros programas solo saben meterse en la vida de los demás, como viejas cotorras alcahuetas, provocando daño a las parejas mientras se pavonean de saberlo todo de los demás, no saben o no quieren saber, el daño que hacen ni los matrimonios que destruyen, aunque algunos que se venden lo tienen bien merecido.

Visiblemente contrariado apagó el televisor y llamó a Daniela con su toque afeminado. (A Marco pese a sus modales, no se le conocían aventuras con personas del mismo sexo y nunca se le había vinculado con la homo sexualidad, sin embargo disfrutaba de muchas amistades femeninas).

—¡Oye Daniela!

—Sí, dime Marco — dijo separándose de la ventana y dirigiéndose hacia ellos.

—Creo que es el momento oportuno para que nos lo cuentes todo, tanto a mí como a mi madre.

—Sí, pero con pelos y señales — añadió tía Agueda — sabes que me gusta enterarme bien de las cosas y no quiero que dejes nada en el tintero. Se las cosas a medias y quiero estar bien enterada de todo lo sucedido.

—¡Ala! ya lo sabes, la cotilla de mi madre quiere saber todas tus aventuras o desventuras, con pelos y señales; creo que será lo más acertado visto lo visto y lo que has tenido que sufrir por un, “no sé cómo llamarlo”. En fin yo también quiero enterarme.

—Tu madre no tiene nada de cotilla y le debo todo el cariño que ha depositado en mí, desde el mismo día que nos presentó tu primo Salvador, valoro su inestimable ayuda en algunos momentos de mi vida más reciente.

Si creo que es un buen momento para que lo sepáis todo y yo descargue mi conciencia; procuraré no dejar nada en el olvido como tú quieres y mejor será que empiece desde el principio, pues poco o nada sabéis de mi vida anterior.

—Habla somos todo oídos y por lo que sabemos, tus palabras no deben tener desperdicio.

—Está bien...cuando terminé mis estudios de “económicas” lo difícil fue encontrar trabajo, durante un año fui realizando pequeños trabajos en empresas sin contrato o con contratos cortos, por fin pude colocarme como secretaria en una agencia de reparto, esta trabajaba para otra mucho mayor y mas importante, así me enteré por casualidad, de que habían pruebas para cubrir varios puestos en la empresa “Indimar. S. A.” acudí a las pruebas aportando mi pobre currículo.

Es obvio deciros que pasé la prueba y conseguí el trabajo. El primer día, el gran edificio donde se encuentran las oficinas me empequeñeció, pese a la gran alegría que llevaba en mi interior, me asaltaban un ejército de dudas y miedos.

Apenas crucé la puerta paré y respiré profundamente insuflándome valor; frente a mi estaba la recepción, alejada unos veinte pasos de la puerta, un letrero colgado del techo lo indicaba y tras el mostrador un señor bajito delgado, con bigote y cara de pocos amigos. Me acerqué a él.

—Por favor soy Daniela Comes Navarro y debía presentarme hoy a trabajar, puede decirme...

El señor sin levantar la vista se subió las gafas, miró un folio sobre la mesa e interrumpiéndome, dijo.

—Siéntese en el banco a su izquierda, faltan otras dos personas.

Obedecí y me senté en un banco de madera que había a la izquierda, cerca de los ascensores, no tardaron en llegar un chico y otra chica. El señor de recepción hizo una seña a un chico que había tras otro mostrador y este ocupó su lugar, entonces me di cuenta de su disimulada cojera, a continuación se reunió con nosotros “los tres novatos” y empezó diciendo.

—Bien como podrán comprobar han llegado ustedes a una gran empresa, no todo el mundo tiene su suerte, hay quien pagaría por trabajar aquí. Como pueden comprobar se encuentran en “recepción” aquí es donde empieza la empresa, cada departamento tiene su letrero sobre el mostrador, para informar a los clientes de su servicio.

Esta es la planta baja, el edificio completo pertenece a la empresa, pero solo ocupamos la mitad de esta planta baja, el resto está ocupado por otras empresas.

Los dos ascensores son particulares y nos suben a la tercera y cuarta planta las cuales ocupamos por completo. El resto del edificio está alquilado.

Dicho esto y puestos en antecedentes subiremos a la tercera donde ustedes empezarán a trabajar.


Cogimos un gran ascensor donde cabrían más de quince personas y subimos a la tercera planta, nunca pensé que tanta gente pudiera trabajar al mismo tiempo y utilizar tanto espacio, las mesas estaban distribuidas en hileras horizontales y los repartidores de documentos, podían pasar por delante y por detrás de las mismas, para dejar o tomar expedientes en la parte delantera de las enormes mesas. El señor Ricardo (que es como se llamaba el recepcionista) nos repartió entre los puestos vacantes, informando a las vecinas o vecinos para que nos indicaran el trabajo a realizar.

Así fue como ingresé en Indimar SA. Durante dos años mi trabajo fue el mismo y mi mesa se convirtió en parte de mi. Las compañeras empezamos a conocernos y en alguna ocasión salí con algunas de ellas. Pero un día me tocaron en el hombro, era el señor Ricardo (el era quien dirigía a las personas que se encargaban de hacer los recados) me dijo.

—¿Tu eres Daniela?

—Si yo soy.

—¿Tu contraseña es Orión?

—Si esa es mi contraseña.

—En ese caso, tienes que subir a la cuarta planta y presentarte a Helena, es una señora de unos cuarenta y pocos, pelo largo y negro que está al fondo en el primer departamento, a su lado verás una plaza vacía. Venga no pierdas tiempo.

Las explicaciones de Ricardo no eran muy buenas, se fue y yo quedé un poco indecisa. Dora mi compañera dijo.

—Venga sube ¿A qué esperas?

—No sé si debo coger algo.

—No cojas nada, sube tiempo tendrás de volver.

Hice caso y me dirigí a los ascensores, paró uno y en su interior iba un joven vestido impecablemente, nos dimos los buenos días y al parar el ascensor, bajamos los dos al mismo tiempo, yo quise aprovechar el tiempo y le pregunté.

—¿Conoce usted a Helena?

—Si mire es esa señora que está de pie, da la sensación que la está esperando.

—Si gracias, así es. No dije nada mas, mis pasos se dirigieron hacia ella. ¿Es usted Helena?

—Si yo soy Helena.

—¿Usted es Orión?

—Si señora me llamo Daniela.

—Pues bien Daniela, mi compañero Lorenzo ha contraído la gripe y va a estar un tiempo sin venir debemos cerrar el ejercicio del año anterior, antes del cinco de febrero. La entrega de cuentas es el ocho del mismo mes. Yo tengo otras cosas que hacer y necesito tu colaboración ¿entiendes?

—Si entiendo.

—En ese caso ocupa la mesa a mi lado y empieza, si necesitas algo no dudes en decírmelo.

Por un momento pensé que era un regalo de los reyes magos recién pasados. Encendí el ordenador y pregunté la clave. Era Leo precisamente donde yo mandaba los expedientes, comprendí que por eso me abrían llamado; me sentía importante trabajando en la cuarta planta, donde estaban “los elegidos”. Al terminar el día, miré a mi alrededor mientras tomaba el bolso; la gran sala estaba dividida por mamparas y en cada departamento trabajaban dos personas, incluidas Helena y yo que ocupábamos la primera frente a los despachos; estos se encontraban al fondo frente a nosotras. De izquierda a derecha seis de ellos eran ocupados por los ejecutivos de los diferentes departamentos, uno para el subdirector y otro para el director. Cuatro de ellos estaban fuera de nuestra vista, en un pasillo que daba directamente a la sala de juntas.

Yo me afanaba en hacer bien mi trabajo y apenas abría la boca, dos días más tarde le dije a Helena.

—Helena, no me aparece el mes de diciembre.

—¿Lo habías terminado? recuerda tu lo mandabas ¿y recuerdas donde?

—Si a leo.

—En ese caso, ahora eres leo baja y mándalo.

Que torpeza la mía, me quedé muda y me sonrojé, rápidamente me levanté y me dirigí al ascensor al momento que llegaba el joven guapo y bien vestido.

—¿Va abajo? —preguntó.

—No voy al piso inferior al tercero, pero bajaré por las escaleras, llegaré antes.

—No hace falta ya está aquí el ascensor.

—Gracias.

—No sé si fue antes subir o bajar, tampoco sé si me despedí, mi mesa era ocupada por otra persona, con su permiso, busqué el expediente y lo mandé a Leo. Dora aprovechó para decirme.

—¿Cómo te va por la cuarta?

—Con mucho miedo, allí no conozco a nadie y hasta el último mono es un jefazo, da un poco de respeto. Aquí era más tranquilo, en fin me voy.

Con las indicaciones de Helena completé el dossier, faltaban dos días para la asamblea de compromisarios y Helena tosía cada vez mas. Al día siguiente no vino; la gripe se cobraba otra víctima; de las dieciséis secretarias-os de la cuarta planta, era la sexta baja.

Miré por encima de la mampara y llamé a la secretaria jefa, del otro departamento.

—Olga, por favor, Helena no ha venido hoy, ayer tosía mucho y creo que está enferma.

—Si la escuché ¿qué ocurre?

—Lo tengo todo terminado para la reunión pero no se qué debo hacer.

—Escúchame bien, tienes que hacer veintiocho copias del resumen y repartir una copia a cada departamento de secretarias, las otras veinte son para los compromisarios y tendrás que repartirlas en la sala de juntas. Si no tienes suficientes carpetas marca el teléfono de recepción y que te las suban.

La gran fotocopiadora estaba en una esquina del pasillo junto a la máquina del café, mandé a imprimir y me dispuse a recoger las copias. Un joven agraciado con camisa blanca, sin chaqueta ni corbata se acercó y sacó un café.

—¿Quiere uno señorita?

—No gracias, tengo trabajo.

—No ocurre nada, soy el subdirector. ¿Es usted nueva?

—Si y no, trabajo aquí dos años en la tercera, pero ante las bajas de Lorenzo y Helena he tenido que hacerme cargo de su departamento.

—Me alegro de que sea así, siempre es agradable tener cerca una cara bonita, si necesita algo no tiene más que decirlo, me guiñó un ojo y se fue sonriendo.

Al llegar a mi mesa Olga me preguntó.

—¿Que quería?

—Invitarme a un café.

—¿Solo a un café, no ha dicho nada mas?

—No solo que si necesitaba algo contase con él.

—No te fíes no es de fiar, yo trabajo en su departamento es mi jefe directo y dejo la puerta abierta cuando me llama y voy a su despacho. Se hablo de una chica que tuvo que dejar el trabajo por su culpa. Pero sobre todo es muy envidioso.

—¿Tiene motivos?

—En el caso de Salvador sí.

—¿Quien es Salvador?

—Es el jefazo, el director de la empresa. Bien sigamos trabajando hay mucho que cerrar.

Me di cuenta que no conocía a ningún jefazo de la cuarta planta, solo los veía entrar en sus despachos y salir, para mi todos eran jefes.

Olga estaba cerrando sus cuentas del mes de enero en curso, mientras yo había cerrado las del año anterior, no tardó en sonar por los altavoces la musiquilla que anunciaba el final de la jornada. Yo solía coger el metro pero ese día decidí subir con Olga al autobús, quería que me contase los pormenores de Roberto y Salvador; mientras esperábamos y después mientras nos desplazábamos en el autobús, me fue contando.

—Según tengo entendido, la empresa fue fundada por los padres de ambos el padre de Roberto era más extrovertido y el encargado de buscar clientes, el de Salvador mucho más serio, podemos decir que llevaba las cuentas y pasaba más tiempo en la oficina.

La empresa unió o absorbió otras empresas pequeñas y creció hasta llegar a convertirse en “una de las más grandes del país”, No sé si te has dado cuenta pero abarca varios campos, como trasporte, financiera y bolsa, construcción, petróleo, metales etc.

Hay un departamento especializado en cada cosa, otro en buscar nuevos horizontes más rentables y desdeñar aquello que no produzca dividendos o se queda obsoleto, está dentro del departamento de finanzas.

Hace unos cinco años el padre de Salvador Falleció y dos años más tarde el señor Roberto sufrió un ictus quedando dañado su lado izquierdo. Los accionistas se reunieron y tras unos meses de prueba y una fuerte discusión, (según me contaron) decidieron que Salvador reunía mas cualidades que Roberto y así fue como se convirtieron en director y subdirector. Ambos tienen la misma edad y los mismos estudios, pero distan mucho el uno del otro. Sinceramente analizando lo sucedido es natural la envidia que envuelve a Roberto respecto a Salvador, pese a que este lo trata como a un hermano y no muestra aires de superioridad. Bueno aquí me bajo.

Me quedé en el autobús pues aun me faltaban dos paradas. Al día siguiente mientras terminaba de colocar los folios en las carpetas, pregunté a Olga si me acompañaría a dejarlas en la sala de reuniones.

—Espera media hora y te acompaño, debo terminar esto por si lo pide Roberto.

Estaba inmersa en mi trabajo cuando una voz me sobresaltó.

—Señorita ¿No está Helena?

Era el señor con el que me había cruzado dos veces en el ascensor y contesté.— no señor yo la sustituyo, se encuentra enferma y el señor Lorenzo también.

—En ese caso sabe si ha escrito el discurso.

—No, no lo... puede que sea el sobre que está sobre su mesa.

El señor tomó el sobre y miró en el interior, yo sabía que el discurso o introducción a las cuentas era para el director, pero pensé que cuando lo cogía era porque estaba autorizado; miró sobre la mesa las carpetas y simplemente preguntó.

—¿Están listas?

—Si señor.

Cogió la mitad y se dirigió a mí.

—Deje las que tiene que repartir aquí y sígame.

Yo obedecí y dejé ocho en la mesa le seguí y las repartimos según el orden que me indicó. Había veintiocho sillas alrededor de una gran mesa ovalada. Salí de la sala y volví a mi sitio; repartí las carpetas entre los diferentes departamentos y seguí con mi trabajo. Olga no tardó en asomarse sobre la mampara.

—¿Que tal el jefe?

—¿Que jefe?

—¡Don Salvador! — se quedó un momento mirando mi cara de sorpresa, antes de decirme.— ¿No me digas que no conoces a don Salvador?

—Yo me puse colorada, sentí vergüenza y miraba a Olga con car de tonta, dos años en la empresa y no conocía al director. Ella me dijo.

—Estás muy verde tendré que ponerte al corriente.

Cuando terminamos el trabajo, se acercó a mí y me explicó toda la parafernalia, que envolvía la entrega de cuentas y el reparto de dividendos. Cuando tuve claro lo que debía hacer en la oficina me preguntó que si iría a la cena y a la recepción. Nuevamente me quedé en blanco y pregunté.

—¿Que cena?

—Dios mío es que no te han dicho nada. Mañana por la noche se celebra la cena anual tras la entrega de cuentas y todo el cuarto piso está invitado. Mañana cuando salgas de la sala de juntas tendrás dos invitaciones sobre la mesa.

—Nunca he ido a una cena así. No sé si debo...

—Si debes, ¿Tienes vestido de noche o gala?

—No, no tengo que ponerme, más que la ropa con que...

—No sigas yo alquilo todos los años un vestido; después de comer en el restaurante de enfrente voy a recogerlo, acompáñame y buscaremos uno para ti.


Hice caso a Olga y comimos en el restaurante, a las cinco habrían la tienda donde tras probarme algunos vestidos, encontré uno verde claro que me venía al pelo, allí alquilaban bisutería y me dejé aconsejar por Olga. Las dos salimos con el vestido bajo el brazo, de camino a mi casa pedí turno en una peluquería cercana. Olga no tenía problema pues su hermana era peluquera.


Día D — apenas me había sentado en mi mesa, cuando escuché una voz tras de mí.

—¿Se llamaba usted?...

—Daniela don Salvador

—Pues bien Daniela ¿le han explicado lo que debe hacer?

—Si, Olga me ha puesto al corriente — conteste devolviendo la sonrisa.

—En ese caso, dos minutos antes de las once “según ese reloj de pared” cogerá la carpeta y entrará en mi despacho, sobre la mesa está el sobre con el pequeño discurso; introdúzcalo en el interior y espéreme.

—Quiere ver los resultados antes de...

—No hace falta los tengo en el ordenador, yo los he visto.

Con una sonrisa se fue, y yo me sentí tranquila su amabilidad me inspiraba confianza; miré alrededor ¡todo parecía tranquilo! Minutos más tarde Roberto hablaba con Olga, después pasó a mi mesa.

—Señorita ¿le han comunicado que está invitada a la recepción de esta noche?

—Si Don Roberto, Olga me ha puesto al corriente.

—Espero que acuda, lo pasará bien, se lo aseguro.

Se alejó con una sonrisa que a mí me pareció maliciosa pero... Olga vino con un café con leche.

—Toma te reanimará y si te pones nerviosa consuélate pensando que las demás estamos igual.

Le agradecí el café pese a que no solía tomarlo a media mañana. En ese momento hubiera tomado cualquier cosa.

Al tiempo que se acercaban las once, la sala se llenaba de personas, todas se saludaban y sonreían, algunas se daban fuertes y afectuosos abrazos como si hiciera siglos que no se habían visto, entre ellos algunas señoras eran el centro de la atención; tanto Roberto como Salvador se mezclaban entre ellos, sonriendo y estrechando manos. Yo miraba el reloj insistentemente esperando que llegase la hora que nunca llegaba, miré a mi alrededor nadie trabajaba todos hablaban con todos, las secretarias entre ellas y con algunos conocidos que entraban.

Por fin el reloj llegó a la hora, cogí la carpeta y sorteando personas llegué a la oficina de Salvador; vi a Ricardo en la puerta de la sala de juntas mirando insistentemente el reloj, obedecí la orden de Salvador y puse el discurso en el interior de la carpeta. En el mismo momento en que el entraba en su despacho, la música empezó a sonar por los altavoces y Ricardo abrió la puerta, poco a poco fueron pasando al interior.

—Bien nos toca — dijo Salvador sonriendo — sígueme con seriedad y cuando yo me siente espera a que se sienten todos y me dejas la carpeta sobre la mesa por mi lado derecho después te retiras un poco, si tienes dudas mira a los demás.

—No tema se lo que debo hacer.

Salimos de la oficina y entramos en la cercana sala de juntas, Ricardo cerró la puerta tras nosotros, todos se levantaron incluidas las señoras y esperaron a que se sentara Salvador. Yo cumplí con mi trabajo y dos horas más tarde abandonábamos la sala; al llegar a mi mesa encontré las dos invitaciones (Ricardo era quien las repartía).

La jornada había terminado para nosotros hasta las nueve, hora de la recepción. Tenía la peluquería a las seis y... en fin toda la tarde estuve nerviosa. Cogí un taxi y me dirigí al hotel donde teníamos la cena, apenas entré vi como la gente se dirigía a la derecha, un cartel en la puerta con el nombre de la empresa anunciaba el evento.

Al entrar me tomaron la invitación y una señorita me retiró el abrigo (alquilado) dándome una ficha. Con pausa y una especie de miedo, miré por toda la sala, no había mucha gente y no conocía a nadie, por un momento pensé en volverme a casa afortunadamente una voz conocida dijo.

—¿Daniela?

—Me volví, era don Cipriano el hombre que trabajaba tras de mi.

—¡Estas bellísima! mira te presento a mi señora María de los Angeles.

—Mucho gusto señora, me han salvado.

—Ya entiendo — dijo Cipriano — A mi señora le ocurrió lo mismo la primera vez, llegó a pedirme que la llevara a casa.

—Me sentía desplazada y mas sin conocer a nadie, hasta que entró el padre de Salvador al que conocía y con su simpatía me quitó el miedo.

—¿Conocieron ustedes al padre de Salvador?

—Si Cipriano estudió con él y siempre trabajó en su empresa; le quedan dos años para jubilarse igual que a Leandro — Dijo María.

—Tú estás ocupando su puesto — aclaró Cipriano añadiendo — Si él y yo somos los más viejos de la empresa.

Olga entraba acompañada de un caballero y se dirigió hacia nosotros, ya éramos una multitud y el miedo desaparecía. En cuanto a Olga yo sabía que no estaba casada y por lo tanto evité preguntar, lo presentó como Enrique.

Sin que nos diéramos cuenta se abrieron las puertas de un salón interior, era el comedor, un camarero nos invitó a pasar y preguntando el nombre nos indicó nuestro sitio, afortunadamente conocía a las personas de mi alrededor y Olga se cambió para estar a mi lado.

La cena fue exquisita aunque no estaba acostumbrada a tanto plato medio vacío. Al termino de la cena las personas volvieron al anterior salón, al tiempo que un pequeño grupo de músicos empezaban a tocar; algunas parejas ocuparon el centro empezando a bailar, Enrique se llevó a Olga y yo sentí que alguien me tocaba el hombro.

—Señorita parece usted Cenicienta y me preguntaba si yo era su príncipe, creo que hacemos buena pareja, ¿vamos a bailar? — era Roberto con aires de superioridad, nada me molestó mas en ese momento que su tono al pedirme el baile, parecía una orden, por un momento quedé muda e indecisa. Pero escuché una voz que decía.

—Lo siento Roberto, pero Daniela tenía comprometido el baile conmigo — la voz era de Salvador y en ese momento pensé que el nombre le hacía justicia. Sonreí a Roberto dándole las gracias por la invitación y me puse a bailar con Salvador. Así bailamos un baile, luego otro y otro...

Me sentía feliz y segura junto a él. Sobre la una y media le dije.

—Los zapatos me están matando, necesito unas tiritas.

—Vamos al guardarropa, allí tienen de todo — contestó — y tras poner las tiritas en mis talones siguió diciendo — que te parece si dejamos el baile y nos vamos a una sala de fiestas.

—¿No lo echarán en falta?

—No, todo ha terminado y los más viejos desaparecerán en pocos minutos.


Agradecí la invitación y al poco tiempo entrabamos en un local, donde encontramos a unos amigos de Salvador, desprendiéndose de la corbata mostró su cara, mas jovial. No era ese jefe serio que aparentaba ser en la oficina, su verdadera cara era acorde a su edad. Vimos el espectáculo, reímos y volvimos a bailar; fue la mejor noche de mi vida. Cerca de las cuatro llegaba a mi casa.


El lunes siguiente, mientras sacaba unas fotocopias se acercó Roberto.

—Desapareciste del baile como Cenicienta y no pudimos bailar.

—Lo siento señor Roberto, me sentía indispuesta.

—Si y Salvador ¿también?

—El señor Salvador se ofreció para llevarme a casa.

—¿Y nada más?

—Nada mas ¿Que mas podía haber? Es mi jefe igual que usted, pero nada más, mi vida privada es solo mía. Cogí las fotocopias y lo dejé. Pero la verdad es que a partir de ese día Salvador y yo empezamos a salir. El señor Leandro y Helena habían vuelto al trabajo, pero yo seguía en la cuarta planta junto a ellos, afortunadamente había sitio para los tres.

Mientras tanto, Roberto seguía tonteando con todas las secretarias “incluida yo” Salvador y yo nos habíamos prometido en secreto. Después de unos meses, a Helena no le pasaron por alto algunos detalles y un día me preguntó.

—¿Que hay entre don Salvador y tú?

—De momento me quedé un poco sorprendida, pero decidí que Helena no era la persona más cotilla de la empresa y podía confiar en ella, sonreí y le dije.

—Salvador yo llevamos saliendo desde febrero nos hemos prometido, y me ha pedido matrimonio. Dice que estamos en la edad ideal para tener hijos.

—Dios mío que callado lo tenías.

—Si en realidad no queríamos que hubieran cotilleos en la empresa. Vamos a casarnos.

—¡No me digas! ¿Cuándo?

—No por favor Helena, no lo divulgues queremos mantenerlo en secreto, no queremos regalos ni invitados. Me explicaré.

Su madre está con su hermana en Los Ángeles y tras comunicárselo, han decidido no venir para la boda, dicen que venir solo por una ceremonia no vale la pena. Ante esta expectativa y siendo que mi familia está en Logroño y que mi padre va en silla de ruedas, hemos decidido no molestarlos. Hemos tomado la decisión de casarnos en el juzgado; el veintinueve de Mayo y aprovechar el puente de San Juan para visitar a mis padres. Helena me prometió que por su parte no diría nada y que nuestro secreto estaba a salvo.

2. El atentado

Como sabéis cumplimos con las fechas y vosotros fuisteis los testigos de nuestra boda. A partir de ese momento, Tía Agueda, empecé a quererte y sin darme cuenta te convertiste en mi tía, mi refugio y amiga.

—Si Daniela pero no sé muy bien que pasó en el “accidente”... si se puede llamar así o...

—Si tienes razón, seguiré contando.

—Fuimos a casa de mis padres y mientras yo no me quitaba de encima a mis dos sobrinas, Salvador y mi padre tenían grandes y largas conversaciones, no sé muy bien de que hablaban un empresario y un abogado retirado; en la familia yo había sido quien más hablaba con él, nuestras largas conversaciones se solían dividir en preguntas y consejos; antes de partir de vuelta mi padre me dijo seriamente.

—No lo sueltes es un buen hombre y con las ideas claras “Me gusta”

—A mi también papa, es maravilloso.


La vida siguió en la empresa y Roberto seguía a lo suyo con las secretarias. Yo no solía tomar café a media mañana pero mi cuerpo parecía desear un reconstituyente, me levanté y estaba sacando un café cuando una mano me ofreció el azúcar y la cucharilla.

—Gracias Roberto.

—De nada, pero me las podrías dar saliendo conmigo un fin de semana. Recuerda que me debes un baile. Podría demostrarte lo que es un hombre, solo necesito una oportunidad para demostrarte...

Corté su conversación diciéndole.

—Lo siento pero no puedo darte la oportunidad, antes tendrías que pedírselo a mi marido.

Roberto quedó mudo y yo aproveche para ir al baño, algo en mi cuerpo estaba cambiando. Roberto mientras tanto no perdió el tiempo y se dirigió a Helena.

—Oye ¿la mosquita muerta se ha casado?

—¿A quién se refiere?

—A Daniela por descontado.

—¿No le ha dicho nada Salvador?

—¿Que tiene que ver en esto Salvador?

—Es su marido.

La confesión de Helena le debió sentar como un tiro a Roberto, pues estuvo unos días con síndrome de ausencia; cuatro días después esperaba a Salvador impaciente y apenas entró en su despacho entró tras él, durante un buen rato estuvieron hablando o discutiendo. Por la noche le pregunté.

—¿Que ha ocurrido entre Roberto y tú? Lo he visto salir de tu despacho y encerrarse en el suyo.

—No ha pasado nada yo sé bien cómo manejarlo, en realidad no es nadie. Lo que ocurre es que le ha sentado mal enterarse por otras personas de nuestra boda. A él le hubiera gustado ser nuestro padrino de boda y poder lucirse. Yo le comente que trabajando tu en la empresa y deseando mantenerlo en secreto, no podíamos realizar una gran boda; parece que por fin lo entendió aunque a regañadientes. Le he comentado que debido al puente del quince de Agosto había pensado en pasar unos días en Ampuria Brava, allí tengo buenos amigos a los que regalé la barca cuando mi padre falleció. Yo disfrutaba mucho en Ampuria navegando con mi padre y mi recién sacado carnet de patrón “me encanta estar al volante de una embarcación” sentía una enorme sensación de libertad.

—Si es lo que deseas iremos a navegar aunque yo soy de secano.

Al lunes siguiente Salvador me llamaba a su despacho.

—¿Qué ocurre?

—Nada, simplemente un cambio de planes. Roberto me ha pedido que le acompañemos a Huelva allí tiene a sus padres y también tiene una embarcación, ya ha reservado el hotel para nosotros y está muy ilusionado, sabe que me gusta el golf y allí hay muchos campos, en fin no he podido negarme.

—As hecho bien, al fin y al cabo es tu amigo y se la debemos.

—Se ha ofrecido a volver pronto a la empresa, así nosotros podremos seguir con las vacaciones o viaje de novios, también nos lo merecemos.

—Si y yo debo empezar a pensar por dos.

—¿Que quieres decir?— dijo sin comprender nada.

—Quiero decir que vas a ser padre.

La cara de Salvador cambió por completo, se acercó a mí, me abrazó y casi me estrujó, al soltarme su cara había cambiado y la felicidad se mostraba en ella.

—¿Cuando lo has sabido?

—Hace un mes que lo sé, pero esta mañana me he hecho la prueba y ha salido positiva.

—Dios mío voy a ser padre — volvió a abrazarme y besarme como un loco.


Tía Agueda la siguiente persona en enterarse fuiste tú ¿lo recuerdas?

—Si y no sabes lo feliz que me hiciste. Pero...

—Si todo cambió; trece días más tarde tomábamos el avión a Sevilla, Roberto que había salido con su coche el día antes, nos esperaba en el aeropuerto para llevarnos al hotel y despedirse hasta la hora de cenar, pues había reservado mesa en un conocido chiringuito de la cercana población de Lepe.

Llegábamos justo a tiempo para descargar las maletas e ir al comedor, el resto de la tarde la pasamos paseando y conociendo Huelva, a las ocho en punto Roberto estaba en el hotel con una señorita que según nos contó era su prima.

Fuimos a cenar y durante la misma nos preguntó por nuestros planes — Salvador le dijo.

—Mañana he pedido un coche, quiero mostrar Sevilla a mi mujer y por lo tanto estaremos todo el día ocupados. El resto de los días quiero navegar y jugar al golf hace años que no lo hago.

—En ese caso mañana te dejo libre, pero el Sábado salimos en mi yate de recreo, el domingo debo regresar y tu ya tendrás tiempo de jugar al golf.

Salvador me miró y yo le dije que aprobaba el plan; el resto de la noche los dos hombres solo hablaban de la embarcación, yo no entendía nada de barcos, no sabía que era la popa o babor solo entendí que la embarcación tenía ocho metros de largo, lo que me hizo pensar que debía ser suficientemente estable.

Al día siguiente estábamos desayunando cuando nos informaron que el coche de alquiler había llegado.

Pasamos todo el día visitando las maravillas de Sevilla, recorrimos sus calles en coche de caballos. Sin desmerecer a la giralda me encantó el parque de María Luisa. Salvador me dijo que la fachada había salido en muchas películas, entre ellas Lauren de Arabia. En fin el día fue maravilloso y la ciudad se ganó un lugar en mi corazón. El día fue completo cuando regresamos al hotel nos estaban esperando para llevarse el coche. Cenamos y paseamos cerca del mar.

Para mí el día se presentaba con miles de preguntas, ¿cómo me sentiría sobre una embarcación? terminamos de desayunar y Salvador miró el reloj le dije.

—Debo subir a la habitación a por el bolso y...

—No hace falta que cojas nada vamos a subir en un barco y creo que Roberto llevará todo lo que nos pueda hacer falta.

—He dejado un bolso con toallas y cremas quisiera llevarlo.

—Está bien yo subiré mientras tu espera por si llega Roberto.

Salvador bajaba mientras Roberto entraba por la puerta, subimos a su coche y nos fuimos al puerto. Allí habían embarcaciones de todos los tamaños y de todos los gustos, yo esperaba que Roberto nos indicase un yate de los más grandes como el suyo, pero no fue así, no obstante no era de los más pequeños y Roberto se mostraba complacido y orgulloso de su embarcación, subimos abordo por la parte trasera y nos mostró las diferentes partes de la misma.

Por la parte trasera tenía una escalerilla para subir a bordo en caso de bañarse y dos bancos a los lados para sentarse, nos dijo que levantando los asientos se accedía a los chalecos salvavidas, un siento sobre elevado al lado de la puerta del camarote, tenía un volante y varios relojes como un automóvil, deduje que era para el conductor y tras Salvador me introduje en el camarote, parecía una caravana de camping, con su mesa, sus camas e incluso cocina. “era confortable y me sentí segura abordo.

Salvador y yo salimos del camarote y pasamos a la parte delantera junto a la barandilla, la parte delantera era una terraza para tomar el sol. Al volver a la parte trasera Roberto estaba hablando por teléfono sobre el muelle y escuchamos como decía.

—Si, si mañana vuelvo a Madrid... ¡Cómo! ¿Que estas en el aeropuerto de Sevilla? ... ¿pero cómo se te ha ocurrido venir sin avisar’?... si, si ahora voy a por ti... si voy a por ti espera... pero espera adiós, adiós, no tardaré... pero recuerda estoy en Huelva.

Se dirigió a nosotros — lo siento no puedo acompañaros, sobre el asiento tienes el mapa, tenía previsto llevaros a comer a Lagos en Portugal, si sales ahora te dará tiempo de darte un chapuzón antes de llegar en la pequeña bahía. Muéstrale la zona a Daniela “es preciosa” le gustará. Siento no poder acompañaros. ¡A! bajo el asiento tienes combustible y las llaves están puestas — con estas palabras Roberto soltó amarras mientras seguía diciendo — en verdad debo salir corriendo perdonadme.

—¡Lo entiendo! — contestó Salvador y mientras Roberto salía a paso ligero del embarcadero, Salvador subió al asiento del piloto y puso la embarcación en marcha, yo me senté a su lado.

Pronto salimos a mar abierta — como decía Salvador — lo vi feliz al volante y a su lado el viento parecía acariciarnos, no teníamos sensación de calor. No nos alejamos mucho de la costa y salvador iba informándome de los sitios por donde pasábamos.

—Mira Lepe donde estuvimos cenando — así me fue indicando los pueblos por donde pasábamos no los recuerdo todos, pero si Ayamonte e Isla Canela, a continuación la desembocadura del Guadiana sirviendo como frontera natural entre España y Portugal, a continuación El Algarve, Faro y entramos en lo que decía mi marido que era una enorme bahía, nos acercamos a unas largas playas, desde el mar el paisaje era precioso. Salvador paró el motor, echó el ancla y dijo.

—Vamos a bañarnos.

—¿Como dices, quieres que nos bañemos aquí?

—Si, no temas, no hay peligro.

—Yo soy el peligro no soy buena nadadora y me canso al momento.

Salvador levantó el asiento de uno de los bancos que había en un lado y vio las latas de combustible; levantó el otro y encontró varios chalecos hinchables y dos de corcho.

“Recuerdo que cogí el de corcho “por si los otros se pinchaban” mi marido se lanzó al agua mientras yo me ataba fuertemente las cintas del chaleco con dos nudos por miedo a perderlo, él espero pacientemente a que yo bajara por la escalerilla poco a poco, con escalofríos fui entrando en el mar ¡el agua estaba fría! Pero pronto me acostumbré a ella. Durante un tiempo disfrutamos del agua, jugamos y reímos, pero no es mi medio natural y pronto me cansé, subí a bordo y pregunté a Salvador, por el bolso con las toallas, mientras este subía.

—Creo que se quedó en el coche de Roberto, buscaré en el camarote debe tener algunas. Afortunadamente me había atado bien el chaleco y al mojarse no conseguía deshacer el nudo “eso me salvó”. Salvador salió corriendo del Camarote, se arrojó sobre mi cubriéndome con su cuerpo y lanzándome al agua, al tiempo que gritaba ¡Una bomba! ¡Una bomba! Solo recuerdo una bola de fuego tras él y nada más.


* * *


—¿Te sientes mal?

—No Tía Agueda, pero no sabes cuantas veces he vivido este momento en sueños, hasta convertirse en un pesadilla. No sé si nuestros cuerpos cayeron al mar, pero si vi la enorme bola de fuego y restos por el aire, un gran estruendo y no se mas. Nunca...sabré...

—No sigas si te es doloroso.

—No tía he aprendido a vivir con esto; por más que lo intento no recuerdo nada mas, Salvador debió cubrir con su cuerpo el mío, creo que le debo la vida y siento que su cuerpo no se haya recuperado, no tengo de el mas que fotografías... en fin seguiré hablando.

Como he dicho perdí el conocimiento al despertar noté un gran peso en mi cuerpo como si se hundiera en una nuve, no podía moverme y tenía sueño, mucho sueño tampoco podía abrir los ojos, me dejé caer como en un pozo sin fondo, Sentí que alguien tocaba mi mano izquierda e intenté abrir los ojos, los parpados me pesaban como el plomo pero abrí el izquierdo, no entendía nada, antes de saber donde estaba volví a cerrar los ojos y Escuché:


—Tem sofrido um acidente escute näo pode falar nem se mover. Mova a mäo esquerda.


No entendía muy bien lo que pasaba pero intenté mover la mano que me tocaban y seguí escuchando:


—Chama ao doutor dize-lhe que vinga que a paciente tem acordado...


Cambió de lado y siguió hablando mientras tocaba mis dedos de la derecha.


—Mova os dedos da dereita.


Creo que debí moverlos pues la señora siguió diciendo:


—Ja temos mulher... escute con atençäo, näo pode falar nem se mover só escutar e mover o braço esquerdo, cedo poderá fazer o mesmo com o dereito, se rompeu a mandibula e a...


Alguien entró y la señora calló, casi lo agradecí pero al momento un doctor empezó a mirarme el ojo, levantarme el brazo, comprobar los aparatos que habían a mi alrededor etc. Mientras yo tomaba conciencia de que estaba en un hospital escuché la voz ronca del doctor:


—Sou o doutor Hernesto está vocé em boas mäos, tem sofrido um acidente, demorará em se recuperar, mas ficará bem.


El doctor siguió hablando pero creo que me dormí de nuevo.

Poco a poco los ratos de lucidez fueron aumentando y solo tenía ganas de llorar. Entre las enfermeras había una que me trataba con una inmensa delicadeza, yo en mi interior la prefería y contrariamente a otras, cuando no tenía trabajo se sentaba a mi lado y hablaba. Al menos me distraía la bauticé como Amable.

Solo podía mover mi brazo izquierdo, e intenté mover el derecho; el dolor fue intenso en el hombro y desistí, pero pensé que con mi mano izquierda podría explorar mi cuerpo y así empecé por mover una pierna y comprobar que me dolía la barriga cuando la levantaba en demasía; moví la otra y sentí la misma sensación, pero las piernas las tenía bien. Seguí con mi plan y me palpe con cuidado los vendajes, mi cabeza estaba vendada por completo, solo quedaba libre mi ojo izquierdo y parte de la mejilla. El brazo derecho y el hombro también estaban vendados y unidos al cuerpo para que no lo moviera. Palpé mi barriga y note unas grandes compresas. No podía mover la boca ni hablar. Comprendí la gravedad de mi estado.

Dos enfermeras entraron por la puerta, una de ellas era Amable diciendo en portugués.

—Hoy tocan curas.

Me quitaron la compresa de la barriga y me la cambiaron por unas gasas, a continuación me lavaron y me cambiaron el pañal, noté mucho daño cuando me elevaron el cabezal de la cama y me sentaron, empezaron a quitarme el vendaje de la cabeza, apenas tenía fuerzas para mantenerme semi sentada, las enfermeras me ayudaban a estabilizarme.

Entró el doctor y estuvieron hablando entre ellas, tras curarme la cabeza la volvieron a vendar a continuación descubrieron el hombro y el doctor movió mi brazo con un dolor intenso, pero ese mismo dolor me hizo saber que tenía movimiento lo cual me satisfizo y más, cuando tras vendarme no lo unieron al tronco, para que lo moviera. Después miró mi boca y palpó mi cosida mandíbula. La intervención me dejó rendida y me dormí.

Una voz conocida me llamaba, era Amable que terminaba su turno y en su idioma me decía que se iba. Yo no podía más que mover mi mano izquierda pero tuve un momento de lucidez y le hice entender que quería escribir. Movió la cabeza afirmativamente y al día siguiente me trajo un bloc y un bolígrafo, lo sujeté junto a la mano derecha y sin mirar escribí. “España”— ella dijo.

—Pero mujer haberlo dicho antes — respondió Amable como si yo pudiera hablar— mis madre es de Badajoz, tengo prisa después hablamos.

Me quedé sola con el bloc y pensando en las palabras de amable.— Después hablamos — ¿cómo iba a hablar con la mandíbula cosida?

El carro con la comida se escuchaba por el pasillo y yo por primera vez pensé en comer. ¡Dios mío lo que daría por un plato de sopa! Alguien debió escucharme, pues una señora entró con un tazón de caldo y una pajita la dejó sobre la mesa sin pensar que yo no podía...

Amable no tardó en entrar — ¿Te han traído el caldo? Venga es hora de que tomes algo de alimento — introdujo la paja entre dos hilos de mi boca y empecé a sorber aquel néctar de los dioses, a partir de aquel día los caldos y zumos fueron mi alimento.

Llevaba cerca de una semana ingresada, y el tormento para mover el brazo era diario.

El doctor entró con dos policías y entendí como le preguntaban por mi estado, Amable estaba a mi lado y se dirigió a ellos.

—No puede hablar, pero escribe frases cortas en el bloc.

—Puede preguntarle cómo se llama.

—No habla por que tiene la boca cosida pero si escucha, pregúntele usted mismo — contestó amable.

El doctor intervino — puede que la conmoción cerebral que sufrió haya afectado su memoria no esperen grandes declaraciones de ella.

Un guardia se acerco y me preguntó si sabía lo que había pasado.

El doctor en realidad tenía razón no recordaba lo ocurrido y con mi poca lucidez creí conveniente no hablar demasiado y escribí “no sé”

—¿No sabe usted que pasó?

Volví a sacar la misma hoja “no sé”

El otro guardia dijo necesitamos una documentación saben su nombre. El doctor les contestó que estaba registrada como desconocida y naufraga.

¡Naufraga! Me habían recogido en el mar, en ese momento vino a mi mente la explosión y un calambre recorrió mi cuerpo. La enfermera y el doctor se dieron cuenta y acudieron con rapidez, yo levanté la mano izquierda tranquilizándoles y pensé que debía tener un nombre, escribí “Fátima” fue el primero que vino a la mente.

El policía se inclino y dijo — ¿que mas?

Me quedé pensando sin prisa algo portugués y escribí Clara Coelho; a lo que el policía preguntó.

—¿Es este su nombre?

Y yo volví a sacar el “no sé” — el doctor dijo que podía tener flashes y recordar cosas, algunas sin sentido. Nuevamente el policía preguntó.

—¿Sabe donde vive o donde nació?

Nuevamente no sabía que contestar, algo me vino a la mente estaba en Portugal y escribí “Sao” no sabía que más poner; ellos lo entendieron como Sao Paulo y hablaron entre ellos diciendo que no podían negarme una documentación y menos si era Brasileña. Pero necesitaban una dirección, Amable intervino facilitándoles la suya. Por fin parecía que los policías tenían lo que querían.

Cuando se fueron escribí a Amable ¿cuánto tiempo llevo aquí?

—Estuviste cuatro días en coma, y con hoy son ocho días desde que te recogieron mañana empezaremos a quitar algunas grapas y puntos. Debes mover el brazo o perderás movilidad ¿Entiendes?

Ya lo creo que lo entendía con el dolor que pasaba al moverlo y escribí “si entiendo, quiero ir al aseo”

—Te ayudaré.

Me quitó los goteros, mientras decía — esta noche será el último que te pondrán, mañana te los quitarán y todo el alimento será bebido, si tienes dolor los volveremos a poner — me cogió bajo el brazo izquierdo y me ayudó a levantarme con cuidado, mis piernas temblaban y noté la gran flojedad que acumulaba, mi cuerpo lo sentía pesado, intenté caminar y paré al momento a tomar resuello nunca cuatro pasos habían sido tan extenuantes, mientras notaba como la sangre circulaba por mi maltrecho cuerpo y recuperaba fuerzas, seguí avanzando di el primer paso, luego otro y otro; el aseo parecía lejano pero yo sacaba fuerzas de flaqueza sin saber de dónde, Amable me quitó el pañal y me sentó en la taza, me dio un vaso de plástico y me hizo un ademán, yo entendí — cuando termines llama.

Por fin un poco de intimidad, me levante sin llamar parecía que el paseo me había sentado bien, me miré en el espejo; las partes que sobresalían del vendaje de mi cara estaban amarillas, con el amarillo que queda después del morado o negro, abrí el camisón y mi cuerpo era como se suele decir “un mapa” mi pecho derecho seguía negro, levanté un poco el vendaje del hombro y vi las grapas, era suficiente para mí y entendía por donde estaba pasando; llamé con el vaso y la puerta se abrió, ayudada por Amable me dejé caer nuevamente en la cama, a partir de ese día no volví a llevar un pañal.

La enfermera me dijo.

—Escúchame con atención mañana tengo el día libre, pero si no te importa pasaré a verte con mi hija, le dije que tenía una española y quiere conocerte. Pero antes quiero que mires en este sobre cuando tengas, ganas es para ti de parte de la policía.

Amable se fue pero dejó el sobre a mi alcance, en el la policía me informaba de la comisaría a la que debería acudir cuando saliera del hospital, debiendo aportar fotografías para la nueva documentación. Amable había introducido unos recortes de periódicos en el interior, en ellos pude entender que un yate había saltado por los aires, posiblemente por la explosión de una bombona de gas y un pesquero había recuperado el cuerpo flotando de una señora, añadiendo que tras prestarle los primeros auxilios en Lagos, había sido trasladada a Lisboa.

Durante toda la tarde mi cabeza sentía la explosión y no me dejaba descansar, a mi mente de improviso venían flases de la explosión. La visiones siguieron durante la noche y a la mañana siguiente era consciente de todo lo que había ocurrido.

Amanecía el noveno día y decidí seguir con la amnesia; consideré que era como mi escudo de salvación, tiempo tendría para poner mi mente en orden.

Tomé el desayuno y cuando vinieron las enfermeras a cambiarme y quitarme parte de las grapas y puntos, yo estaba sentada. Empezaron por quitar todos los vendajes y después con cuidado quitaron una de cada dos grapas, haciendo comentarios entre ellas, siguieron con la cabeza donde estaban los puntos, antes de terminar vino el médico dando orden de colocarme un gotero al día de antiinflamatorios y quitarme tanto las grapas del hombro como los puntos que quedaban en dos días. De momento no volverían a vendarme. De mi boca no dijo nada y deduje que iba para largo.

El cansancio producido por las curas me dejó agotada y me dormí. Un zarandeo me dijo que había llegado la comida, la bebí y me volví a dormir una voz familiar me despertó, era Amable con su hija miré su muñeca, eran las cinco me incorporé su hija me miraba con una sonrisa sacó el móvil y me hizo una foto. Yo cogí el bloc y escribí “estoy fea” y ella respondió.

—Es para que te recuerdes cuando estés guapa. No tardó en teclear con sus ágiles dedos algún mensaje, no sabía si mandaba mi foto a algún amigo pero tampoco me importaba. Le escribí.

—¿Cómo te llamas? Y respondió Candela.— Volví a escribir — ¿y tu madre? La respuesta fue.

—También Candela.

Debí suponerlo, pero en ese momento mi mente se iluminó y escribí.

—Necesito recuperar mi ropa y mis maletas ¿podrías dejarme un móvil y darme una dirección donde mandarlas?

Candela (antes Amable) se sentó a mi lado sacando su teléfono del bolso y entregándomelo.

—Escúchame con atención: seguirás una semana más aquí y después volverás a los quince días para descoserte la boca. Mi hija y yo hemos decidido que te quedes con nosotras, no podemos dejar a una paisana desamparada, mientras reemprendes tu vida. Manda las maletas a mi domicilio Calle del Mallao Nº 35 2º Puerta 3.

Un rayo de esperanza se cruzaba en mi camino, nunca sabrá Candela cuanto le agradecí su ayuda en un momento tan delicado para mí.

Mis dedos tocaban nuevamente un móvil, busque en google el hotel donde me alojaba en Huelva y les mandé un mensaje en el cual les decía que mi bolso se encontraba sobre el escritorio de la habitación 230 les pedía que por favor recogieran mi ropa y la de mi marido y mandasen las maletas a la dirección que les facilitaba. Al tiempo que les comunicaba donde podían encontrar mis tarjetas de crédito y les confiaba mi número secreto para que pudieran cobrar, confiando en su buena fe.

Veinte minutos más tarde Candela recibía un Mensaje que decía.


En atención a su petición, nos ponemos en movimiento para atenderle, siempre a su disposición Hotel Náutico. Posdata: En breve mandaremos detalle de la factura.


Escribí a Candela:


—Gracias por ayudarme en este momento sin conocerme.


—No me las des, solo quiero enseñar a mi hija valores olvidados y que sepa que las personas estamos para ayudarnos y...

—Mama nos vamos — interrumpió la joven — perdone Fátima pero he quedado con las amigas.

Yo moví la mano saludando y pidiendo que me ayudaran a sentarme en la silla, lo hicieron y las dos abandonaron la habitación. Nuevamente me quedaba sola y recordé que no tenía vendas, instintivamente mi mano izquierda palpó cuidadosamente mi cabeza buscando la cicatriz, esta empezaba en medio de la misma bajando por la frente junto al ojo derecho, cruzando la mejilla y llegando bajo la barbilla. Comprendí que tendría el rostro desfigurado. Mi hombro y brazo tenían una cicatriz de unos veinte centímetros y yo había escuchado que habían tenido que colocarlo en sitio., lo cual daba entender que se había dislocado y posiblemente a eso se debía el dolor que sentía y que me lo movieran insistentemente.

Candela me había dicho que había perdido el hijo que esperaba, entendí la herida del abdomen y al momento entendí que no solo había perdido a Salvador también el hijo que me lo hubiera recordado; por primera vez mis ojos lloraron a raudales y sentí como un fuerte dolor apretaba mi pecho.

No sé el tiempo que estuve llorando, pero de momento sentí la necesidad de mirarme en el espejo. El soporte del gotero tenía ruedas, lo cogí y apoyándome en el fui al aseo. No llevaba vendas y lo que vi en el espejo era horrible los moratones iban dejando paso a un amarillo difunto, el ojo derecho apenas se veía debido al hinchazón de los alrededores. Lo poco que pude ver de él era que estaba completamente rojo, por del desrame que había padecido, cerré el ojo izquierdo y comprobé que aun me veía. Sentí algo de satisfacción, pero el resto de mi cara era horroroso. Volví a la cama llorando y me dormí, mientras me preguntaba ¿qué futuro me esperaba? Ahora lloraba por mi.


Las enfermeras entraron decididas a no dejar una grapa ni un punto en mi cuerpo, curaron mis heridas y una hora más tarde salían con el trabajo cumplido.

Al día siguiente vino el médico acompañado por Candela “sonriente”. Revisó todas mis heridas i me mandó a rayos quería cercionarse de como se encontraban mis huesos. Dos días después volvió y mirando las placas me informó de que el próximo lunes me daría el alta poniéndome fecha para volver y soltar mi boca.

Más tarde vino Candela diciendo.

—Fátima he recibido dos maletas, tu ropa ya está en mi casa. Hoy es viernes no libro hasta el martes y tengo turno de mañana, te traeré ropa y si te dan el alta nos iremos cuando yo termine.

Asentí con la cabeza y con las manos le pedí un pañuelo para cubrirla.

3. Mi vida en la clínica de cirugía

El fin de semana lo pasé moviendo las piernas y caminando para fortalecerlas, los caldos y los zumos me habían proporcionado más energía, la suficiente para poder caminar tramos relativamente cortos, que aumentaban día a día.

Candela cumplió su palabra y me llevó a su casa. Un aire de libertad me invadió pese a no poder hablar y no estar en mi casa. Diez días después volvía al hospital y tras dormirme me descosían la boca, con cuidado el doctor movió mi mandíbula, estaba despertando y sentí un fuerte dolor que fue menguando poco a poco.

Al llegar a casa me miré en el espejo el interior de la boca, me faltaban muchos dientes sobre todo los del lado derecho, pero lo tomé como un nuevo acto de libertad. Solo mis cicatrices me acomplejaban y me obligaban a taparme el rostro, mientras mis piernas ya me soportaban y me iba fortaleciendo.

Candela vino con buenas noticias.

—Mira he conseguido la dirección de un cirujano plástico, según me han informado en el hospital, es de lo mejor de Europa y está aquí en Lisboa.

Cogí el papel que me ofrecía Candela y leí la dirección, no tenía ni idea de dónde estaría la clínica, pero no importaba, tiempo tendría de buscarla.

Había pasado varios días en casa de Candela intentando recuperarme, hablaba mal el portugués pero lo entendía casi perfectamente.

Mi cabeza empezó nuevamente a pensar, era jueves y me di el fin de semana para practicar y hablar lo más correcto posible y así fue cómo me pasé los días charlando con Amable y su hija. Creo que fui un poco pesada. El lunes empezaría a salir a la calle y mi cabeza no dejaba de planear el futuro.

Entré en mi habitación en busca de mi móvil y lo puse a cargar; registre mi bolso. Lo tenía todo mis tarjetas de crédito, los quinientos euros que llevaba, mi carnet de identidad y la pequeña libreta donde tenía anotados teléfonos y el pin de mi móvil.

Tenía la posibilidad de disponer de una identidad portuguesa y no quise desaprovecharla, mi futuro era incierto y podría serme muy util.

El lunes por la mañana decidida, salí a la calle y paré un taxi, que me llevó a un fotógrafo, hable con el hombre y me ofreció retocar la foto, volteando el lado izquierdo al derecho de ese modo presentaría las dos mejillas iguales. El Photoshop es un gran invento y una hora más tarde cogía otro taxi para ir a la comisaría, donde entregué los papeles que me habían facilitado los policías que acudieron al hospital. Salí con un nuevo DNI a nombre de Fátima Clara Coelho, domiciliada en casa de Candela.

Había pasado con el taxi por la puerta de un banco español, no estaba muy lejano, me dirigí a él, probé mi tarjeta en el cajero y saqué dos mil euros. Mis cuentas funcionaban. Tomé un nuevo taxi y le di la dirección del cirujano no tardamos en llegar. Afortunadamente solo quedaban dos personas en la consulta me acerque a la enfermera que estaba tras la mesa y le di mis datos, tras de mi llegaron otras dos personas.

Media hora más tarde la enfermera me llamaba.

—Fátima pase usted a la puerta uno.

Por el lado de la enfermera se accedía a un pasillo miré sobre la primera puerta a mi derecha y entré. El doctor de unos sesenta años, miraba unos papeles y sin levantar la vista dijo — ¿Que le ocurre? — yo como contestación me quité el pañuelo de la cabeza sin decir nada, el hombre miró por encima de las gafas y soltó los papeles.

—Por favor siéntese en la camilla, obedecí y me desabroché la blusa. El doctor me observó detenidamente se fue a su mesa y llamó por el interfono — Jenevra ¿cuántos quedan? — escuché como decía — acaba de pasar la señora Da Silva a su hijo y solo queda un caballero — el doctor se dirigió a mí.

—Puede esperar un poco, necesito observarla con detenimiento, espere en la sala.

Me abroché la blusa, me puse el pañuelo y salí, mientras el doctor abría la puerta que comunicaba los dos consultorios y escuché como decía — Joäo cuando termines pasa.

Quince minutos más tarde, un joven asomaba por la puerta del pasillo y me invitaba a seguirlo. Directamente me senté en la camilla y me quité la blusa, los dos doctores se volcaron en mi me pellizcaban la mejilla y hablaban entre ellos con palabras técnicas que yo no entendía; lo que si entendí es que debían realizar injertos y el trabajo sería largo y costoso. Los dos doctores me dijeron que me vistiera mientras ellos pasaban a la consulta de al lado. Debieron estar discutiendo, cuando pasaron nuevamente el doctor más veterano se despidió diciéndome, que me dejaba en manos de su hijo. El joven se sentó en un taburete frente a mí con los informes del hospital en la mano, que yo había dejado a la enfermera.

—Fátima, escúcheme con atención, puedo disimularle las cicatrices o puedo dejarla perfecta en un noventa o mas por cien pero eso puede ser muy largo y costoso, tendría usted que quedarse aquí por una larga temporada.

—¿Como de costoso y como quedaría? Quiero el cien por cien.

—Si se refiere a la cicatriz hay medios, pero está muy cerca del ojo. Piense que todos tenemos pequeñas cicatrices. Creo que debe confiar en mí. He hablado con mi padre y lo tomaríamos como un caso especial pero...seguiría siendo costoso.

—¿Cuánto? — pregunté con decisión.

—Debería ingresar doce mil euros al contado y cada mes le cobraríamos dos mil euros por la estancia; le advierto que será duro y la estancia larga.

Lo miré a la cara, parecía un hombre sincero y competente.

—Deme un número de cuenta y ya hablaremos — contesté con seriedad, el doctor me acompañó y la enfermera me facilitó los datos, me despedí y volví a casa de Candela, esta se había ido a trabajar en el tuno de tarde y su hija volvería sobre las cinco. Pasé por el supermercado y llené la nevera. Esperé a la hija de Candela y le dije que me acompañase, apenas tenía ropa y toda de verano, estábamos a mediados de octubre, por las noches y mañanas refrescaba.

Compramos ropa para las dos. Candela alucinaba probándose vaqueros de marca, parecía una modelo paseando por la tienda, yo disfrutaba viendo su ilusión y su rostro sonriente.

Cuando vino su madre y la vio, me llamó la atención, mientras ella reía y volvía a probarse la ropa paseando ante nosotras.


Al día siguiente busqué en la maleta de mi marido y solo encontré ropa y efectos personales, ni una tarjeta o documentos de los que solía llevar en la cartera. Seguramente la llevaba encima o en el barco cuando estalló. Busqué en googel la ubicación de una sucursal del banco donde yo trabajaba en España y la encontré no muy lejos de la Clínica. Cerca en la misma acera, había también una sucursal del banco Espíritu Santo, donde tenía la cuenta la clínica. Mi cabeza pensó con rapidez y paré un taxi para que me llevara a él. Con trescientos euros abrí una cuenta a nombre de Fátima en el banco Espíritu Santo y después me fui a mi banco cubierta con mi pañuelo. Entré y pregunté por el director, estaba ocupado y tuve que esperar un buen rato casi media hora, pero no tenía prisa; mientras lo hacía recordé cuando Salvador al casarnos me llevo al banco y me puso en su cuenta, yo quise quitar mi vieja libreta, pero él me dijo que la conservara y acumulara reservas en ella, donde cobraba mi nomina. También me dijo que utilizara la tarjeta de su cuenta, pues el futuro siempre es incierto y no lo conocíamos. En ese momento comprendí cuánta razón tenía.

Un señor salió del despacho y yo entré, el director muy amable me dio la mano y me invitó a sentarme, a continuación se sentó en su mesa preguntando.

—¿Qué desea?

Sacando las tarjetas de mi cuenta y la que teníamos mi marido y yo conjunta, se las entregué y le dije.

—Quiero saber el estado de estas dos cuentas — cogió la de mi cuenta y tecleó el ordenador.

—¿Quiere un extracto?

—Si por favor.

Me entregó el extracto mientras yo le acercaba la otra tarjeta y mientras el tecleaba el ordenador yo pude comprobar que mi último ingreso de nómina como trabajadora había sido el uno de Octubre, perteneciente al mes de Septiembre. Mi libreta arrojaba un saldo de nueve mil ochocientos euros. Levanté la vista y vi al director mirándome con cara de asombro.

—¿Qué ocurre con la cuenta? ¿Han sacado dinero últimamente?

—No señora — contestó — solo pueden sacar el señor Salvador y usted. Hay descuentos de impuestos y recibos diversos.

Nunca había visto la cuenta de Salvador, en realidad no me había fijado nunca... le dije.

—Puede girar la pantalla — cuando lo hizo comprendí su asombro, por un momento yo también me asombré.

—Bien señor...

—Amadeo — contesto rápidamente – me llamo Amadeo.

—Pues Amadeo de hoy en adelante usted pasará cada quince días alternándose, dos mil euros de esta cuenta, a esta del banco Espíritu Santo y a esta otra cuenta de la Clínica Sócrates, coincidiendo la de la clínica con el día uno de cada mes y la otra con el quince y ahora quisiera hacer un ingreso de doce mil euros a la clínica. El director seguía mirándome fijamente sorprendido. Me descubrí el rostro y le dije.

—Si es para operarme y según me he informado el tratamiento será largo. Pero no pienso cancelar la cuenta con ustedes.

—Perdone, no ocurre nada, prepararé los papeles, necesito su autorización ¿su marido?

—Mi marido falleció en el accidente yo soy la única titular de la cuenta.

—Entiendo, déjeme unos minutos...

Preparó los papeles los firmé y me fui con el recibo del ingreso, antes de salir saqué otros dos mil euros, me acerque a una tienda de electrodomésticos y compre un pequeño ordenador portátil, pensé que podría ser mi compañero en la clínica.

El fin de semana lo pasé sin salir de casa cocinando, Candela me enseñó unas recetas de su tierra y me decía que debía estar fuerte.

El lunes me presenté con el recibo en la mano, preguntando a la recepcionista ¿cuándo ingreso? Esta llamó a Joäo y al momento salía por el pasillo, miró el ingreso y me dijo.

—Veo que se ha decidido, pues bien la espero mañana a las nueve, le haremos las pruebas necesarias y el miércoles empezaremos.


Ese mismo martes tras instalarme en la habitación doce y hacerme un electrocardiograma, entró un señor que me hizo un molde de la boca, y comprobó el estado de los dientes que faltaban; yo le dije que no me importaba que arrancase las que quedaban con tal de tener una dentadura perfecta. El dentista me dijo que confiase en el, a continuación me puso algunos tornillos y se fue.

Joäo entro sobre la una, preguntando si había venido el dentista, le contesté que sí y añadí.

—Doctor, quiero retocar mi nariz y mi mentón prominente, no quisiera que nadie me reconociera al salir de aquí.

—En ese caso tendré más trabajo ¿pero por qué...?

—Hay personas con las que tengo que trabajar y no quiero que me recuerden “por motivos personales”

—No suelo preguntar a mis pacientes por sus motivos y no voy a hacerlo con usted, solo le pido que siga mis instrucciones y le aseguro que nadie la conocerá.


Me había puesto en sus manos y al día siguiente empezaba el calvario, mi cabeza fue rapada nuevamente, las operaciones se sucedían a intervalos de más o menos días, el doctor tenía que realizar varios injertos o micro injertos; en fin yo sufría y callaba.

Supe que en navidad no quedaba nadie en la clínica, el veintitrés vino el dentista por cuarta vez y mi boca quedó perfecta, tras el entró Joäo y comprobó como mi mejilla agradecía la ayuda de los dientes. A continuación me dijo.

—Puede usted irse a casa hasta el día siete de Enero, pero no puede beber alcohol ni exceso de grasas, debe huir del sol, mejor lleve el pañuelo no lo deje. ¿Me ha entendido?


Había entendido perfectamente, esa misma tarde Candela venía a recogerme. Mientras circulaba en su coche vi un mercadillo, le dije que parara, me apetecía visitarlo o pasear después de tantos días sin salir, me quedé mirando un puesto de Mantelerías artesanas y ropa de cama, compre e hice dos paquetes.

Uno “Tía Agueda” te lo mandé a ti y el otro a mi madre con una carta en cada uno, en la que os pedía perdón por no pasar las fiestas en vuestra compañía, pero que asuntos urgentes me retenían en Portugal.


—Si recibí el paquete y la carta pero yo ya había informado a la policía de tu desaparición y la de Salvador. Te contaré como fue.

Ante la falta de noticias vuestras, decidí haceros una visita, pero no cogí la llave que tengo de vuestra casa y tuve que volver a por ella; volví y abrí no encontrando a nadie cogí la llave del buzón que guardáis en el cajón de la entrada y saque las cartas me di cuenta que todas eran del banco o de hidroeléctrica, deduje que eran recibos del banco, las puse en el bolso y me fui a la policía les informé de lo ocurrido y delante de ellos abrí algunas cartas del banco, ellos comprobaron las salidas y vieron que algunas se dirigían a Portugal, lo cual demostraba que estabais vivos y ´siendo mayores de edad no podían hacer nada si no mediaba una denuncia, me aconsejaron que ante las dudas podía contratar un investigador privado y eso hice.

—Si tía, el tal Emilio estuvo en la clínica cuatro días antes de que yo saliera por navidad de ella. Se presentó y preguntó por Daniela Comes. Como era natural nadie me conocía como tal, yo me había registrado como Fátima. Entonces él sacó un recibo del banco y dijo que el ingreso lo había hecho Daniela, la enfermera llamó a Joäo y a su padre y se dieron cuenta que era mi ingreso de doce mil euros. Pues los posteriores provenían del banco Espíritu Santo, Lo hicieron pasar a mi habitación y Joäo me preguntó lo que ocurría — visiblemente molesto.

Yo pensé que era el momento de decir la verdad y le pedí a Joäo que me acercara la carpeta que tenía en el armario, de la que no me desprendía y que siempre tenía cerca. Poco a poco les fui mostrando los recortes de periódico, el informe del hospital, en el se informaba de un cierto grado de amnesia debido a las lesiones, el informe de la policía y mis dudas sobre mi identidad.

—¿Sabes ya quien eres? — preguntó el doctor.

—Sí Soy Daniela Comes, pero debo reconocer que hasta que fui al banco no estaba segura.

—¿Si ahora está segura, como utiliza su falsa identidad? — preguntó Emilio.

—Tengo miedo y el no utilizar mi nombre me da un plus de tranquilidad, pero tengo claro que, volveré a mi casa y a mi identidad.

—Puede utilizar su identidad Española tranquilamente en Portugal, no tiene por qué utilizar una falsa – me dijo Emilio.

—Ya le he dicho que me siento más segura, no hay otro motivo.

—¿Puede contarme lo que pasó o recuerde en la nave? ¿Le importa si lo gravo?

—Si durante un tiempo han venido flashes a mi cabeza en forma de pesadillas. Y no, no me importa que lo grave.

He recordado que mi marido y yo navegábamos hacia la población de Lagos donde pensábamos comer. Paramos para darnos un baño antes de entrar en el puerto, subimos a la embarcación y mi marido entró en el camarote en busca de toallas; al momento salió y se precipitó sobre mi lanzándome al agua y protegiéndome con su cuerpo, al mismo tiempo que la embarcación saltaba por los aires; afortunadamente yo todavía llevaba puesto el chaleco de corcho, “no soy buena nadadora” y el chaleco debió mantenerme a flote hasta que me rescataron. No sé nada mas cuando recobre el conocimiento estaba en Lisboa.

—Entiendo ¿La embarcación era de ustedes?

—No era de un amigo, el tenía que volver a Madrid y nosotros empezábamos las vacaciones.

—¿Tiene idea a que se pudo deber la explosión?

—Dude en contestar pero al final dije — No, no tengo idea.

Emilio insistió.— ¿Cree que pudo ser el motor o alguna bombona de gas?

—Recuerdo haber visto dos bombonas cuando entré en el camarote por primera vez, pensé que sería bonito cocinar y comer en el mar.

—¿Sabe algo de su marido?

Las palabras del investigador hicieron volver a mi mente la imagen de mi marido lanzándose sobre mí, mientras gritaba ¡Una bomba! Sin darme cuenta mi cuerpo empezó a temblar y no podía hacer nada por evitarlo, Joäo corrió y me inyectó un calmante.

Vi la mirada de Emilio asustado, mi cuerpo dejó de temblar y mirándolo fijamente le dije — “si él me protegió con su cuerpo... mire como he quedado yo”. Mis ojos empezaron a cerrarse y solo pude ver a Joäo mirando al investigador. ¡Me dormí!

Eran más de las tres cuando desperté y la comida estaba sobre la mesilla, comí como pude y me volví a dormir durante aproximadamente una hora.

Al día siguiente entró Emilio con unos folios, me pidió que los leyera y los firmase si estaba de acuerdo. Contenían exactamente mi declaración del día anterior, los firmé y nos despedimos. Eso fue todo lo referente a él.

Candela vino a por mí y pasé las fiestas navideñas con ella, recordando las palabras del doctor sobre lo que debía o no debía comer o beber; aunque en año nuevo nada pudo evitar tomar un sorbo de cava.

El siete volví a la clínica y con ello volvieron las intervenciones, mi cara había cambiado pero quedaban retoques, parecía que nunca iba a terminar; llegaba el turno de la barbilla y la nariz. Desperté con la nariz taponada, solo podía respirar por la boca. Cuando Joäo realizó la primera cura, la enfermera aguantaba una bandeja bajo mi barbilla, nunca creí que en el interior de mi nariz pudieran caber tantas gasas, ni que fuera tan molesta su extracción, mis ojos lagrimeaban como una catarata sin yo quererlo.

Siguieron mas intervenciones y mas retoques, los meses pasaban y mi labios engordaron un poco, mi boca quedaba perfecta, también mis senos, tuvieron que ser equilibrados a consecuencia del golpe en el derecho. Habíamos pasado la fase de las reparaciones y llegábamos a la de la imagen. Me estaba convirtiendo en otra persona, el doctor Joäo se sentó en mi cama con ganas de hablar.

—Bien Fátima ¿o prefieres que te llame Daniela?

—No por favor aquí quiero seguir siendo Fátima.

—En ese caso Fátima solo nos queda modelar tu tronco o cintura, para lo cual necesito una fase de recuperación que aquí no puedes llevar a cabo, he pensado que tras la intervención podrías alojarte en mi casa “en Sintra” allí podrás llevar a cabo los ejercicios pertinentes y fijar tu nuevo cuerpo. Al tiempo que dejaras de pagar a la clínica.

Yo no conocía Sintra y no esperaba nada malo, de una persona que conocía mi cuerpo mejor que yo; lo tomé como una nueva liberación y como una gentileza por su parte. Nada tenía que perder y sí mucho que ganar. ¡Acepté!

El veintisiete de junio me llevaron a quirófano por última vez; desperté cuando una ambulancia me llevaba a Sintra y me dejaba en la puerta de un hermoso chalet, al bajarme vi a Joäo con una silla de ruedas sobre los tres escalones que me separaban de la puerta; de la camilla pasé a la silla con ayuda, apenas podía doblar mi cintura, notaba todo mi cuerpo dolorido y presionado; no era para menos las vendas rígidas me envolvían.

4. Mi vida en Sintra

Joäo me introdujo en la sala que servía como recibidor, había varias puertas alrededor y una hermosa escalera a la derecha. Ya en el interior me observó y dijo.

—¿Crees que estás lo suficientemente despierta para asimilar lo que te diga?

—Contesté con un ¡sí! — una señora cuarentona y regordeta estaba a su lado.

—En ese caso te presento a Meçia, ella es el alma de la casa y tu mejor apoyo cuando yo no esté. Lleva muchos años conmigo, ahora ella te mostrará tu habitación yo debo regresar.

La señora cogió la silla y me llevó a una habitación bajo la escalera diciéndome, la puerta de al lado es el aseo, lo usamos todos en la planta baja “no hay otro”. Me introdujo en una habitación, era espaciosa y con un gran Ropero “vacío” me gustó tenía un gran ventanal desde el cual se accedía a un jardín.

No tenía muchas ganas de pasear... y le pedí acostarme con su ayuda lo conseguí y me quedé dormida.

Joäo me despertó, eran las seis de la tarde. Mi cuerpo seguia rígido como si llevase una armadura. Lo miré y dije.

—¿La señora...?

—¿Meçia? Ya se ha ido, termina a las tres, pero nos ha dejado la cena.

—¿Puedo levantarme?

—No es aconsejable hoy, pero mañana aunque te duela el cuerpo es conveniente que te levantes, si quieres te ayudaré a sentarte en la silla y cenaremos en el comedor. Desde allí se ve la puesta de Sol.

—No, no me siento con fuerzas.

—En ese caso te entraré la cena, debes estar hambrienta.

Joäo salió y no tardó mucho en entrar con la cena; mientras yo daba buena cuenta de la misma Joäo me dijo que prestara atención a sus palabras.

—En primer lugar no saldrás al jardín o fuera de la casa sin ponerte la crema que te he dejado en un tubo sobre el comodín, la crema del tarro te la pondrás sobre las partes heridas o donde tenías las cicatrices Tres veces al día, cuando la termines me pides mas. He encargado un menú especial a Meçia. El próximo lunes por la tarde vendrá tu entrenadora física, se llama Amaral es mulata y una gran deportista, en cuanto te quite los vendajes, harás media hora de natación en mi piscina y espero que antes de terminar el verano se convierta en una hora. Ahora ya todo depende de ti. ¡Ah! en el ropero tienes un espejo de cuerpo entero.

Se me olvidaba yo duermo en el piso superior te dejo el móvil a mano, lo he preparado para que solo tengas que pulsar si me necesitas, no obstante también tienes una campanilla sobre la mesilla.


Joäo recogió los platos y salió de la habitación, yo encendí con el mando, la televisión que había dejado sobre el comodín, a los pies de mi cama. No recuerdo cuando me dormí ni el programa de la televisión. Al despertar escuché un canturreo, era Meçia y debía estar en la cocina.

Con paciencia analicé mi cuerpo, necesitaba imperiosamente ir al aseo, hice un doloroso esfuerzo y me senté en la cama, pensé que podía cogerme de la silla y caminar, pero comprobé que las piernas no me dolían, me dirigí al aseo y me senté, tenía más dolor al sentarme y levantarme que si andaba, me sentí fuerte y capaz.

Joäo había estado en todos los detalles mi bolsa de aseo estaba en la estantería y las toallas limpias. No sé cuánto tiempo estuve en el aseo, pero al llegar a mi habitación me dirigí como un autómata al ropero abrí la puerta y me miré concienzudamente mi cuerpo, mi tronco estaba vendado como si tuviera una faja. Mis senos habían aumentado y también mis labios, no tenía una sola cicatriz excepto una pequeña señal junto al ojo, que no me afeaba y mi cabello llevaba tres meses de crecimiento, mi nariz... no la reconocía “era perfecta”.

¡Dios mío era otra persona! Y si el resto dependía de mí, no defraudaría a Joäo. Me puse la bata limpia y salí de la habitación, siguiendo el canturreo de Meçia entré en la cocina.

—Buenos días señorita Fátima — dijo Meçia con alegría.

—Lo de señorita sobra, por favor.

—Ahora le sirvo el desayuno, pan tostado con aceite, tomate y café con leche.

—Sin tomate por favor. ¿Sabe cuando se fue el doctor?

—Siempre se levanta a las siete y media, suele correr o nadar y tras ducharse desayuna. Yo entro a las ocho y le sirvo el desayuno, antes de las ocho y media desaparece.

Desayuné y tras ponerme la crema salí al jardín. No era muy grande pero si lo suficiente para albergar la piscina, unos grandes árboles, la barbacoa un columpio y una puerta acristalada que daba a un gimnasio. Meçia salió tras de mí.

—Mire cuando llueve el señor corre en la cinta del gimnasio, no así cuando hace “buen tiempo, en realidad lo usa poco, “mejor menos trabajo para mí”. Voy a subir las sábanas a la habitación del señor; si quiere verla suba.

Yo me quedé mirando la escalera, me parecía un gran reto pero me sorprendí al ver que no se convertía en una dificultad. Meçia cambiaba la cama de Joäo, miré su habitación, nada que ver con la mía, aunque no necesitaba más para cubrir mis necesidades. En la parte superior había otras dos habitaciones una dedicada a los niños, lo que me hizo preguntarle a Meçia si Joäo estaba casado, ella me respondió.

—Lo estuvo se casó con una drogadicta — dijo con tono despreciativo.

—¿Puedes explicarte?

—Si yo llevo aquí doce años desde que construyeron esta casa, su habitación era la mía, hasta que me casé hace algo más de cuatro años. Por lo que se el señor e Isabel se conocían de cuando eran estudiantes y los dos eran revolucionarios, al terminar los estudios el señor se dedicó a trabajar con su padre, años más tarde se volvieron a encontrar y se enamoraron. Se casaron y vinieron a vivir aquí, su padre le regaló la casa, hasta entonces había sido el hogar de reposo de la familia, al poco falleció su madre y su padre se quedó en Lisboa definitivamente; lo que hizo que algunos días el señor se quedara con su padre, Isabel se quedaba sola en la casa y... no me es agradable contarlo, se dedicó a consumir drogas, yo lo detecté y se lo comuniqué al señor. No sé qué pasaría pero el señor se quedaba poco con su padre, un año más tarde nació la pequeña. Cuando esta cumplió un año yo era recién casada y ya vivía en mi casa de Cascáis.

El señor al llegar a casa se encontró a la niña llorando en la cuna y a su mujer en estado de coma, me llamó para hacerme cargo de la pequeña y se llevó a la señora al hospital, solo duró esa noche. Las drogas adulteradas habían terminado con ella.

Yo no sabía que había vuelto a... en fin... no le he conocido otra mujer, su padre por su parte hace tres años que tiene nueva compañera y la niña le llama “abuela”. No sería de extrañar que esta tarde trajera a la niña, pues tiene vacaciones y no necesita que su abuela la lleve al colegio.

Meçia tenía razón a las cuatro entraba Joäo con una preciosa niña, yo estaba sentada frente el televisor.

—¡No te levantes! — ordenó Joäo dirigiéndose posteriormente a la niña — mira Isabel esta señora es Fátima una paciente del papa, tú te quedarás aquí para cuidarla y hacerle compañía ¿Vale?

—Sí Vale — se dirigió a mi — señora yo la cuidaré y se pondrá pronto buena, me llamo Isabel y dibujo brujas.

—Pues Isabel, yo me llamo Fátima y te enseñaré a dibujar princesas y globos sonrientes.

—¿Has oído papa? Me enseñará a dibujar globos.

—Sí pero ahora debo cambiarle el vendaje.

—Entramos en mi habitación y me dio la sensación de dejar de ser un robot, para volver a serlo tras vendarme nuevamente. Durante cuatro días alternos me cambió las vendas, una tarde vino con Amaral y me dijo.

—No ha podido venir antes, a partir de ahora ella se hará cargo de ti.

Me libré del vendaje que sustituyó una faja elástica y empezaron las sesiones de gimnasia, eran agotadoras solo la presencia de Isabel que me acompañaba, reducía mi sacrificio.

A principio de agosto Joäo tomó vacaciones y las tardes fueron más agradables, aunque me obligara a hacer unos largos en la corta piscina, siempre ayudada por la niña. En realidad el verano no hubiera sido el mismo sin ella. Era preciosa y parlanchina, nunca me dejaba sola, una gran compañía.

El mes de agosto se hizo corto, la pequeña volvía al colegio en septiembre y solo la vería los fines de semana, mientras que su padre volvía al trabajo y vendría por las tardes, sin un horario fijo, volvía entre las siete o las ocho.

Me encontré con las tardes libres y sola. Me di cuenta que no había salido de la casa y empecé a salir y pasearme. Sintra es preciosa y me dedique a ver cada tarde una parte de ella “disponía de tiempo” así pude visitar la ciudad en su totalidad mucho mejor que un turista.

Mi primera visita fue al casco viejo del pueblo antiguo, enclavado en la falda de una montaña, repleto de calles estrechas y empinadas, con muchas tiendas de regalos o suvenir. La tranquilidad que se respira durante la semana, es interrumpida los fines de esta o las fiestas. Cerca de la estación descubrí el Palacio Nacional, construcción del siglo XVl que perteneció a la Familia Real Portuguesa. No soy muy entendida en arquitectura, pero creo que es una mezcla de varios estilos aunque según me dijeron predomina el Manuelino.

La Quinta da Regaleira, es una finca con un pequeño palacio e impresionantes jardines y cuevas.

Una nueva visita y una nueva impresión. El Palacio Da Pena y el Castelo dos Mouros, declarados Patrimonio de la Humanidad, también fue residencia de la Familia Real. Su parte exterior está muy bien conservada y su colorido llama la atención. La segunda vez que lo visité entré al interior, es muy detallista. La parte del Castillo no me pareció tan cuidada.


Muchas tardes libres se tradujeron en largos paseos y visitas en taxi a Candela, Cascáis o Estoril. En un mes conocía todos los alrededores y mi portugués era fluido me había acostumbrado a usarlo, tal vez por necesidad.


Veintinueve de octubre, Yo puedo decir que estaba completamente restablecida y fuerte. Joäo se presentó con una caja, se acercó y solo me dijo con una sonrisa.

—Pruébate esto.

Sin responder cogí la caja y la abrí ¡Dios mío! — exclamé era un vestido de noche color vainilla claro con una hermosa pedrería en el cuerpo no muy cargada. Salí corriendo a mi habitación y me puse el vestido, abrí el armario y me vi de cuerpo entero, era una desconocida, no era yo, pero me gustaba lo que veía, no tardé nada en volver con el vestido puesto y pasearme por el salón. Pero inmediatamente volví a la habitación a por unos zapatos de tacón, Joäo sonreía sentado en el sillón, mientras yo desfilaba por la sala intentando mostrarme como una mujer fatal.

—¿Te gusta? — me preguntó.

—Me encanta hacía tiempo que no me sentía mujer...

—Fátima me preguntó si mañana puedes acompañarme a una cena, claro está luciendo el vestido.

No tuve palabras para responder, le di un beso en la mejilla y me retiré a mi habitación. Cuando salí Joäo estaba en la cocina calentando las cocletas de bacalao, que había dejado Meçia y el tomate, tenía costumbre de untar las cocletas con el tomate. Mientras cenábamos me comentó.

—En mi habitación hay ropa de abrigo, mi mujer apenas llegó a usarla y en un cajón del armario joyas. Me gustaría que las usaras y...

—No sigas sé lo que debo hacer.

Al día siguiente apenas comí llamé un taxi y me fui a Lisboa, tiré de tarjeta y compré todo lo necesario, empezando por los zapatos. Llamé a Candela, trabajaba de tarde, así que volví pronto a Sintra, me preparé y solo me faltaba vestirme, impaciente me pasee por el salón mirando el reloj, el televisor no me distraía, solo sabía que a las cinco empezaba una conferencia de medicina y que Joäo no vendría hasta terminar la misma. Por fin escuché su coche parar en la puerta y sus zapatos al subir los tres escalones; le abrí la puerta y entró como una exhalación, mientras decía.

—Ponte apunto yo estoy en un momento.

Mientras me ponía el vestido escuché la ducha y en menos de media hora bajaba por la escalera como un príncipe, con su traje a rayas negras y grises muy finas, camisa blanca y Pajarita. Me miró y movió la cabeza en señal de aprobación. Con una indicación salimos a la calle, me abrió la puerta del coche y subí como una reina. La siguiente parada era el Casino de Estoril. Dejó las llaves puestas en el coche i un joven le entregó una ficha.

Me sentía exultante, todos nos saludaban o lo saludaban, vi a su padre y nos dirigimos hacía el, su padre me presentó a su esposa Genebra mucho más joven que él. Ella era “la abuelita” de Isabel. Pensé que tenían derecho a ser felices. Otras personas se fueron uniendo a la conversación entre saludos y presentaciones. Pero pronto empezamos a andar y sin darme cuenta estaba sentada a la mesa, la orquesta tocaba mientras servían los platos uno tras otro, al terminar brindamos con champan francés.

Ya llevábamos dos horas en la mesa y mucha gente se levantaba y charlaba formando corrillos, Joäo me susurró al oído.

—Te apetece bailar.

Yo miré y no vi nada que...— Si me apetece pero no creo que aquí...

Se levantó y yo le seguí, fuimos despidiéndonos de todos los que nos salían al paso hasta llegar a la puerta entregó la ficha y apareció el coche. No sé donde me llevó pero nos pasamos la noche bailando, me sentía feliz a su lado, cuando volvimos y cerramos la puerta, me miró fijamente cogiéndome por los hombros. No sé cómo ocurrió pero nuestros labios se unieron, nuestras bocas no querían soltarse y Joäo cogiéndome en brazos subió la escalera llevándome a su habitación. No hacían falta palabras el deseo era mutuo y el hechizo de la noche nos envolvía.

Al día siguiente yo estaba en la cocina cuando el bajó una sonrisa y un beso en la mejilla, nuestras miradas eran de cómplices durante el desayuno. A partir de ese día me sentí feliz, había recuperado mi autoestima y pasamos un mes donde los dos nos sentíamos felices. Los anuncios de la televisión me recordaron que se acercaba la navidad y que el año anterior no había visitado a mi familia. Un halo de nostalgia empezó a invadirme y cada día me llamaba mas recuperar mi vida anterior, empecé a pensar cómo afrontar la situación me había enamorado de él y no quería, le encontraba un cierto parecido con Salvador o tal vez era solo mi imaginación... Dios mío que complicado es el mundo de los sentimientos.

Tras pensarlo detenidamente un día lo invité a cenar en un pequeño restaurante de la población, fuimos y volvimos dando un paseo, mientras caminábamos mi semblante cambió, debía abordar el problema.

—Joäo, anoche tuve una pesadilla, volví a recordar el momento de la explosión, tengo cuentas pendientes en mi país y no he visto a mi familia en más de año y medio.

—Si lo entiendo, entiendo que quieras ver a tu familia si quieres podemos ir por navidad y...

Le interrumpí.— ¡No! es algo mas fuerte debo regresar sola y no mezclarte en nada. Como te he dicho debo arreglar mis asuntos personales sola.

—Entiendo no dijiste toda la verdad al investigador.

—Sí la dije, solo evité decir una palabra y por ella debo regresar sin saber... — mi boca se calló.

—Te entiendo en parte pero ¿volverás? yo deseo que vuelvas al principio eras mi obra de arte, mi obra cumbre, pero me ocurrió como a los pintores que se enamoran de la modelo. Te quiero Fátima y no quisiera separarme de ti, no quiero perderte, mi hija te quiere y por favor... creo que tu también me quieres.

—Yo también te quiero y me gustaría ser la madre de Isabel... pero no podré ser feliz mientras no solucione mi vida anterior... — Volví a quedarme muda, pero esta vez ´me armé de valor y continué.

Joäo un día vendrás a casa y yo no estaré, perdóname pero no sería capaz de despedirme, quiero que entiendas que cada persona tiene su “destino trazado” y yo debo cumplir con el mío.

El solo dijo — ¿volveré a verte? Por favor.

Yo lo paré, me volví hacia él y mirándole a los ojos dije.

—Eso solo dios lo sabe, pero vivamos el presente mientras podamos.

En realidad los días que sucedieron no fueron tan felices, había algo flotando en el ambiente que nos producía tristeza y nos alejaba más cuantos más días pasaban.

Yo empecé a mirar los vuelos a Madrid y encontré uno que salía a las once de la mañana el diecinueve de diciembre, “ese era mi vuelo” hable con Candela y me dijo que ese día trabajaba de tarde, le pedí que viniera a las ocho y media a por mí y así lo hizo.

Apenas salió Joäo de la casa, subí a la habitación y llené la maleta, que ya tenía preparada con antelación y una bolsa de mano. Escuche el claxon de Candela esperándola en el salón, dejando una carta y las llaves sobre la mesa, me despedí de Meçia, salí y subí al coche.

El trayecto al aeropuerto fue triste y silencioso, nos despedimos con lagrimas en los ojos, prometiendo volver a vernos. Aún recuerdo sus palabras dándome ánimos.

—No sé qué dios te guía, pero ten fe y fuerza no tienes nada que ver con la mujer que yo conocí; no lo dudes nadie te reconocerá.

5. Regreso a Madrid

La mejor prueba de las palabras de Candela. ¡Tía Agueda! fue cuando me presenté en tu casa y no me reconociste, tuve que mostrarte las fotos para convencerte.

—Si lo recuerdo estabas muy cambiada, me hiciste prometer que te llamaría Fátima y que eras portuguesa, querías mantenerte en el anonimato. En cuanto al detective; ya había presentado los papeles a la policía de tu declaración, la desaparición y fallecimiento de tu marido. Pero en realidad yo no esperaba verte tan cambiada.

—Me llevé una grata sorpresa cuando fui a mi piso y lo encontré limpio y en orden.

—Desde que supe que estabas viva, me encargué de mantenerlo en buen estado esperando tu regreso. ¿Qué pasó con tus padres?

—Cuando regresé a mi casa, después de visitarte, le mandé un correo a mi hermana con fotografías eso les previno y cuando llegué me miraron concienzudamente buscando los más pequeños resquicios de las cicatrices. Solo mi padre me dijo.

—No pareces mi hija, antes te parecías a tu madre.

Le mostré las fotografías del hospital y respondió.

—Bueno, al menos estás visible.— pero yo noté que no aprobaba mi cambio de imagen.

—Sigue, sigue, ¿Que ocurrió después?


Regresé a mi casa, mi mente estaba confusa y las fotografías de Salvador no ayudaban, me llenaban de tristeza y me culpaban de enamorarme de Joäo; me hacían recordar y dudar de mi comportamiento. Decidí retirarlas todas y mi primer pensamiento fue revisar mis papeles, necesitaba tenerlo todo en regla y sin sorpresas, el carnet de conducir estaba en vigor y me quedaban dos años para renovarlo, no así el de identidad al que le quedaba un mes, pedí hora y me hice las fotos. No tuve problemas para renovarlo, creo que nadie se fijó en las fotos.

Pero la vuelta al hogar no fue más que la vuelta a los recuerdos, la segunda noche me levanté mojada en sudor, acababa de revivir el momento más escabroso de mi vida, volvía ver la explosión y a Salvador lanzándose sobre mí. Lloré sobre la cama que habíamos compartido tantas veces. Otro día vi como me arrebataban un bebé de las manos y Salvador gritaba, mientras salía corriendo tras el ladrón.

Comprendí que había llegado el momento de la venganza, pero no sabía cómo llevarla a cabo. Pensé que debía ser astuta; que antes debería conocer al contrincante y sus costumbres, partía con la ventaja de que no me conocía, para eso me había sometido a las operaciones, “para que nadie me reconociera”.

Empecé a trazar un plan debía ganarme la confianza de Roberto y así tal vez conseguiría su confesión y saber como lo hizo, empresa harto difícil. Tenía claro que él era el culpable. Volver a mi antiguo trabajo lo creía imposible con una documentación falsa y declarar mi identidad lo creía nefasto; tenía que buscar otra forma de vengarme manteniéndome fuera de la empresa. Mi cabeza no hacía más que pensar y trazar mil planes diferentes.

Seguirlo sería imprescindible para conocer sus costumbres y así empecé a buscar como trazar mi plan; durante una semana lo seguí y comprendí que era un hombre solitario y de ideas fijas, todos los días solía desayunar y cenar en el mismo restaurante. Cuando salía de la empresa a las tres, se dirigía a un bar cercano experto en comida clásica, tras comer solía tomar un café y un brandy, sin prisas, si no tenía algún compromiso y sobre las seis, regresaba a su buhardilla. Volvía a bajar sobre las nueve a cenar. Yo cené un día en el mismo restaurante sin que él me viera y comprobé la ligereza de su cena, “eso si” con su café y su copa de brandy. Los fines de semana acudía siempre a la misma sala de fiestas, allí se relacionaba con algunas personas y tras dos o tres Güisquis se iba a su casa en taxi. Durante las dos o tres semanas que lo observé, no le conocí a ninguna mujer que le acompañara a su casa. Me preguntaba, que ocurría con aquella persona que gastaba bromas a las empleadas y llegué a la conclusión, de que no era nadie fuera de su radio de acción, donde se sentía superior o protegido por su cargo.

Era el momento de dar el segundo paso y empecé a ir a comer al mismo restaurante que él, cogiendo la mesa frente a la suya, durante dos días lo observé disimuladamente en ocasiones me miraba, pero sin más un día decidí ocupar su mesa cuando vi que se acercaba. El camarero muy amablemente me pidió que me cambiara, yo pregunté si le ocurría algo a la mesa, respondió que estaba reservada y mientras el miraba sin acercarse me cambié de mesa. El resto de la semana no fui por el restaurante y decidí dar un nuevo paso.

Busqué por Internet en Portugal empresas que hubieran trabajado con nosotros y hubieran fracasado o cambiado de dueños, recordaba algunos nombres, mi marido me contó, que en una ocasión había visitado Porto a principio de año antes de conocerme.

Mi búsqueda dio sus frutos, Oceanic SA. Una empresa dedicada al trasporte marítimo de contenedores, fue adquirida con capital americano, la mayoría de sus operarios despedidos y cubiertas sus plazas por americanos de la empresa. Desde ese momento había dejado de trabajar con Indimar SA. A la empresa le habían cambiado el nombre ahora se Llamaba Natrom & Company.

No lo dudé me fabrique una carta de recomendación, con mi nombre portugués y falsifiqué la firma de Salvador, ofreciéndome trabajo en caso de venir a Madrid. Pensé que si conseguía entrar en la empresa aunque fuera de recepcionista estaría más cerca, de él y tendría que fijarse en mi.

Armada de valor entré en la empresa y me dirigí a recepción. El señor Ricardo ya no estaba, su sitio era ocupado por una joven, en su distintivo se leía “Gloria”.

—Buenos días.

—Buenos días — contestó — ¿que se le ofrece?

—Desearía hablar con el señor Salvador el director — me miró con cara de sorpresa.

—El señor Salvador, no es el director de la empresa, yo solo llevo en ella seis meses pero sé que desapareció y el director es el señor Roberto. Pero para hablar con él tiene que pedir permiso.

—Llevo una carta de recomendación del señor Salvador de su puño y letra, ofreciéndome trabajo en esta empresa.

—Mire ahora entra. Espere.

Gloria abandonó su puesto tras el mostrador y se dirigió a Roberto.

—Señor Roberto una señora dice tener una carta de recomendación de don Salvador.

Roberto miró al mostrador y me vio, no sé lo que pensó, pero estaba claro que me conocía del bar, le dijo.

—Manda a alguien con ella a mi despacho — cogió el ascensor y subió mientras Gloria llamaba un repartidor o recadero.

—Llévala al despacho de don Roberto.

—Seguí a Rogelio — uno de los antiguos recaderos que quedaban — subimos al ascensor y recorrimos el trayecto tantas veces recorrido por mí; en la cuarta planta conocía a todo el mundo, afortunadamente nadie me conocía a mí.

Rogelio llamó a la puerta de Roberto y tras escuchar ¡adelante! la abrió y me indicó que pasara quedándose fuera.

Roberto estaba sentado tras la mesa, levantó el culo del asiento y me indicó una silla frente a él, cuando me senté dijo.

—¿Quería usted hablar conmigo? ¿Dígame que desea?

—Buenos días — dije ya que el no los había dicho. — Verá usted hace unos años conocí a don Salvador en Oporto y me ofreció trabajo si venía a Madrid. Aquí llevo una carta firmada por el, que lo atestigua — saqué la carta y se la di, la tomó y la leyó volviendo a entregármela.

—¿Se llama usted Fátima?

—Si ese es mi nombre.

—Mire usted, el señor Salvador ya no tiene nada que ver con esta empresa, yo soy el director y tomo mis propias decisiones, esa carta es de hace tres años y... creo que en este momento no hay plazas libres. No puedo dar trabajo a todos los que quieren trabajar con nosotros.

—En mi caso yo trabajé con ustedes y conozco su empresa, recuerdo la voz de una tal Helena o Leandro. Yo trabajaba en Oceanic SA. Antes de que la comprasen los americanos y ustedes trabajaban mucho con nosotros.

—Si recuerdo la empresa, ¿es usted española o Portuguesa?

—Soy de ascendencia española aunque mi nombre sea portugués. También domino el inglés y podría entenderme perfectamente en italiano.

Roberto me miró, marco en el interfono recepción y apretando el botón habló con Gloria.

—Recepción.

—Si don Roberto, soy Gloria.

—No habían unos impresos para cubrir dos o tres vacantes.

—Si señor, según me dijeron, los empleados también pueden acceder al puesto que quedará vacante, para mejorar su estatus dentro de la empresa, en estos momentos hay cuatro demandas.

—En ese caso, entréguele un impreso a la señorita Fátima... si la que usted me ha presentado. Ahora baja.

Yo me levante de la silla y el añadió.

Entienda es cuanto puedo hacer por usted, los empleados tienen preferencia y aquí el trabajo hay que ganárselo.

—Gracias don Roberto por la oportunidad, lucharé por conseguir el empleo.

Rogelio seguía en la puerta para llevarme abajo; mientras pasaba al lado de las empleadas mi cuerpo pedía saludarlas, pero mi cabeza decía que siguiera a Rogelio sin volver la vista. Dios mío como me costaba disimular, bajamos y me dirigí nuevamente a Gloria.

—Gloria yo...

—Si ya lo sé, tome debe rellenar estos impresos, si quiere puede hacerlo ahora mismo y los pondré en cola.

—¿Hay muchos?

—Solo doce solicitudes de empleados y tres del exterior, la mayoría hijos o parientes de otros empleados. Lo que no saben es que tras el examen habrá un jurado muy estricto, pues las plazas a cubrir son muy comprometidas y el director no quiere mojarse las manos.

—Todo el caso lo lleva el ejecutivo de finanzas y el señor Leandro que es uno de los que se jubilan. No sé si tendrá alguna oportunidad, como le he dicho tiene que pasar un examen y después una entrevista personal. A mí no me pidieron tanto, aunque estuve más de un año para conseguir la plaza, me daba lo mismo de que fuera, solo quería meter la cabeza en la empresa.

—¿No te presentas?

—No yo solo soy Administrativa y con conocimientos de informática. No sabes cómo se las gastan los que han rellenado las solicitudes.

—No importa la carrera que tengan solo que contesten bien el examen y recuerda que sabe más el diablo por viejo que por diablo.

—Si lo entiendo pero yo soy muy joven y presentan algunos con carrera de abogados.

Sonreímos mientras yo firmaba la solicitud y se la entregaba. Dos días más tarde fui a comer al bar me puse de espaldas un poco alejada pero podía verme por el espejo que cubría el pilar y yo a él disimuladamente. Cuando terminé pedí la cuenta y me disponía a salir cuando al pasar junto a él me llamó.

—Señorita... era Fátima.

—Si, así me llamo — dije volviendo la cabeza para mirarlo— ¡Oh! Perdone don Roberto no me había dado...

—No pasa nada, solo quería que supiera que el martes es el examen, seguramente le mandaran un mensaje al móvil.

—Gracias por avisarme, que aproveche. Nuevamente gracias.

No cruzamos mas palabras pero yo había conseguido que se fijase en mi, ya no era una desconocida para él. En realidad era el primer escalón de una larga escalera, pero a mí me parecía que había escalado el Everest.

Al día siguiente recibía el mensaje en el móvil y el martes a las nueve me presentaba en recepción con una veintena de personas. Nos llevaron a una sala de la planta baja y contestamos una serie de preguntas tipo test, a continuación desarrollamos unas preguntas en su mayoría de comercio y por último, unos problemas técnicos. Algo muy fácil para una persona que hubiera trabajado en la empresa como yo había hecho. No obstante solo cinco pasamos el corte.

Esa misma semana otro mensaje al móvil me informaba que estaba seleccionada y que debía presentarme ese mismo viernes a la prueba verbal. Mi cita era a las diez, cuando entré solo habían dos personas sentadas y nos llamaban por el nombre, yo era la tercera y tras de mi llegaron otras dos personas, la entrevista duraba entre diez y quince minutos, cuando salía el primero se presentó Roberto y entró en la sala. Cuando llegó mi turno y entré vi a tres personas sentadas tras una mesa y a Roberto dando vueltas tras ellos. Inmediatamente reconocí a los tres.

Don Leandro estaba a la derecha, Don Luis (el ejecutivo de finanzas) a la izquierda y en medio doña Filomena de Castro, que llevaba la oficina de construcción.

Después de las pertinentes preguntas sobre mi capacidad y conocimientos para ocupar un puesto de responsabilidad, llegaron las preguntas personales y doña Filomena preguntó.

—Dice usted que ha trabajado con nuestra empresa ¿cómo podemos saber que no nos miente?

—He reconocido la voz de don Leandro, lo tiene sentado a su derecha y podría recordar otras dos voces, la de una tal Helena y otra chica con la que hablé pocas veces, pues coincidió con la venta de la empresa donde trabajaba. Quiero recordar a Dani... o Daniela.

Leandro dijo en voz baja a sus compañeros, “su voz me suena” creo que no miente. Debía aprovechar la ocasión y dije.

—Su último contrato con Oceanic SA. Cumplirá dos años en mayo. Los tres se miraron y don Luis dijo.

—Sí tiene usted buena memoria, no dudamos de que conoce nuestra empresa. Roberto se paseaba tras ellos y observaba; decidió interrumpir.

—Usted me mostró la carta con la que el antiguo director le ofrecía trabajo, ¿puede decirme como la consiguió?

—Sí durante dos días fui su acompañante y guía en Porto u Oporto “como lo llaman ustedes” le mostré todo lo referente a la empresa incluida la base de contenedores en Lisboa, seguramente quedó complacido y antes de irse me entregó la carta; desgraciadamente unos meses después la empresa cambiaba de dueños.

—¿Solo le acompañó, o hizo algo mas para convencerlo?

Me quedé un momento parada e indecisa la pregunta era directa — Señor Roberto, su pregunta o insinuación me insulta, mi sueldo siempre lo he ganado con mi trabajo honradamente. Perdonen señores pero no acepto insinuaciones sobre mi honestidad o vida privada, la entrevista ha terminado. Abrí la puerta y salí con la convicción de que no me llamarían. En mi pecho se acumulaba la rabia. ¡Como odiaba a Roberto! me fui a casa con la intención de no salir.

Sonó el teléfono, era un mensaje de don Leandro pidiéndome disculpas en nombre de Roberto. No contesté y para distraerme el fin de semana fui al teatro e intenté pensar que no me afectaba, aunque en realidad Roberto había tirado por los suelos mi plan, o al menos es lo que pensaba; pero nada más lejos de la realidad. El lunes a las tres recibía un mensaje de Roberto, pero no quise abrirlo al ver de quien provenía.

El martes recibía un mensaje de la empresa, comunicándome que a partir del diez de marzo empezaba a trabajar en la misma, debiendo presentarme en recepción a las ocho.

Miré el mensaje de Roberto y decía escuetamente.

—Las palabras tienes direcciones opuestas de ida y vuelta, su comportamiento al abandonar la sala convenció a los presentes.

Estuve un rato digiriendo el mensaje de Roberto, comprendí que era muy posible que tuviera razón y mi actitud se convirtiera, en un punto de inflexión a mi favor.

Me presenté en recepción y me dirigí a Gloria.

—Buenos días Gloria, he recibido un mensaje...

—Buenos días Fátima, espera que mire donde te toca — Gloria saco varios sobres en el interior iba el cargo designado a cada uno, abrió el sobre en el que ponía Fátima y sacó un folio — perdona me lo han dado esta mañana. Dios mío sustituyes al señor Leandro.

Otros dos chicos se acercaron a recepción.

—Por favor, he recibido...

—Si, si ya lo sé, ¿es usted?

—Gregorio Navarro Egea.

Gloria fue abriendo sobres.

—Gregorio suba usted a la tercera planta con el ascensor y diríjase a la mesa veintidós.

Inmediatamente me vino a la cabeza, cuando yo trabajaba en la mesa veintitrés. Gloria siguió preguntando al otro chico.

—¿Juan Francisco León Iparraguirre?

—Si yo soy.

Gloria llamó a un chico con síndrome, diciendo.

—Súbelos a la cuarta el señor se queda con Joanna y la señorita con Helena.

El muchacho, solo dijo “vale” y se dirigió a los ascensores nosotros lo seguimos, Juan se presentó añadiendo.

—Estoy nervioso, no sé lo que nos espera.

—No lo estés yo he trabajado en empresas como esta y no se comen a nadie, ya verás cuando termine la semana serás uno más en la empresa y no te acordarás del día de hoy.

Llegamos y salimos del ascensor yo seguía tras Carlitos como si no supiera donde iba. A don Leandro le había causado buena impresión y me había propuesto para ocupar su sitio. También me di cuenta que la falsa carta había cumplido su cometido.

Carlitos presentó a Juan Francisco a Joanna y seguimos hasta llegar a Helena, donde Carlitos volvió a hacer las presentaciones. Helena estaba igual que cuando la dejé, pero yo parecía otra persona incluso me había puesto tacones para parecer más alta cosa que no solía utilizar anteriormente. No tardó en explicarme cual era mi trabajo e inmediatamente me senté en mi antigua silla empezando a trabajar, de vez en cuando preguntaba algo, para no levantar sospechas.

Roberto no vino en unos días, tenía unas reuniones en Barcelona y Valencia, a la semana siguiente lo vi entrar y sin mirar mientras pasaba llamó a Helena, debió de preguntarle por mi y por mi trabajo, pues a los cinco minutos volvía y me comunicaba que don Roberto quería verme.

Llamé a la puerta abierta y entre.

—Buenos días don Roberto.

—Cierre la puerta — dijo mientras se quitaba la chaqueta y la colgaba en el perchero, se volvió hacia mí mirándome fijamente.

—¿Señora o señorita Fátima?

—Digamos que ni lo uno ni lo otro, pero creo que no tiene importancia mi vida privada “vivo sola”

—Perdone creo que le debo una disculpa, por mis palabras del otro día., pero precisamente eso rompió la balanza a su favor. En cuanto a mi pregunta actual solo iba dirigida a mi trato respecto a usted, ya que a partir de hoy nos veremos a diario. Solo espero que sea merecedora del puesto que ocupa. Leandro ha sido su más firme valedor y... Bueno ya tiene el empleo puede retirarse.

—Perdone si lo he juzgado mal, pero solo pido que comprenda mi estado de nervios, sola, pidiendo trabajo y fuera de mi país.

—Lo comprendo.

Salí rápidamente y ocupe mi sitio. Las palabras de Roberto me dejaron un poco confusa, parecía un hombre “diferente”. Durante un tiempo lo estuve observando; su comportamiento había cambiado, parecía mucho más centrado en el trabajo y educado con los empleados.


Llevaba un mes trabajando y no sabía cómo llamar su atención, parecía esquivo conmigo. Dicen que la ocasión la pintan calva, mientras estábamos en el aseo Olga y yo, esta me preguntó si conocía un buen restaurante y al tiempo económico.

—¿Dime qué ocurre?

—Rompí con mi novio hace un año, ahora salgo con un chico varios meses y me gusta a rabiar, había pensado invitarlo a cenar el sábado por mis treinta y seis años. La pareja que tuve anteriormente no era para mí y corté, “pero este es mi hombre”.

—Te importaría celebrarlo en compañía y después de cenar cada mochuelo a su olivo.

—¿Quien sería la compañía?

—Llevo un mes en la empresa Helena me ha comunicado que me van a hacer fija, yo quería invitarla a cenar pero tiene marido e hijos. Necesito invitar a alguien y salir solo voy a los teatros; también había pensado invitar a Gloria la de recepción hemos hecho buenas migas y tiene novio. Por descontado yo pagaría.

—Si podría estar bien, pero el pago a medias, arréglalo.

Hable con Gloria y aceptó, las cité en el restaurante donde iba a cenar Roberto y pedí la mesa anterior a la que él tenía reservada. Quería que nos viera al entrar. La cita era a las nueve y Roberto solía entrar regularmente entre las nueve y media o nueve y quince.

Me arregle todo lo que pude y a las nueve en punto estaba en el restaurante, no tardaron en llegar Olga y su acompañante, nos presentamos y la simpatía de Samuel se hizo patente.

—¿Qué tal si pedimos unos Martinis mientras esperamos?

Aceptaron y vimos entrar a Gloria cuando el camarero dejaba los Martinis en la mesa. Nuevamente nos presentamos y los hombres congeniaron, el novio o pareja de Gloria era informático (Angel) y según ella “un Coco” en su trabajo.

Yo miraba a la puerta y respiré cuando lo vi aparecer. Roberto se dirigió a su mesa como un imán, al pasar junto a nosotras se quedó parado. Yo me levante sorprendida y lo saludé.

—¡Don Roberto! ¿Usted por aquí?

—Si suelo cenar en este restaurante; buenas noches.

—Mire, a Olga y Gloria ya las conoce; Angel y Samuel son sus parejas.

Se saludaron cortésmente y yo añadí — si quiere puede cenar con nosotros celebramos el cumpleaños de Olga.

—No puedo negarme; Olga ha sido mi secretaria durante cuatro años y la aprecio en lo que vale.

—En ese caso será mejor que no hablemos de trabajo.

La cena fue tranquila y amenizada sobre todo por Angel, el cual no se cansaba de contar anécdotas de las que todos nos reíamos. Samuel le ayudaba e incluso Roberto parecía animado. Eran más de las doce cuando Samuel nos comunicó que al día siguiente tenía guardia y por lo tanto debía abandonarnos. Pedimos la cuenta y cuando el camarero la trajo, Roberto puso una tarjeta sobre ella diciendo.

—En una reunión inesperada es justo que la empresa invite a sus empleadas modelo.

Le dimos las gracias y nos dejaron solos, yo no sabía que decir y creo que a él le ocurría lo mismo, por fin preguntó.

—Tienes alguna cita o pensabas ir a algún sitio.

—No aquí solo conozco a las compañeras de trabajo, suelo ir a los teatros me encantan los musicales, pero siempre voy sola.

—Te gustaría acompañarme, suelo reunirme los sábados con unos amigos.

—Si me gustaría, pero quisiera dejar claro que me gusta separar el trabajo de mi vida privada y no por esta noche quiero un trato de favor.

—Entiendo y me gusta tu forma de proceder ¿nos tuteamos como dos amigos?

—Me encantaría.

—En ese caso vamos.

Roberto me llevó a un club donde la gente dialogaba tomando cerveza y combinados, pasamos entre la barra y una tira de mesas, al fondo se ampliaba en una sala con mesas alrededor y un diminuto escenario. Nos acercamos a unas mesas y me presentó a sus amistades o amigos dos de ellos acompañados de sus respectivas parejas; rápidamente un señor que andaba por allí nos consiguió sillas y nos sirvió dos Gin-tonics, diciéndole a Roberto con una sonrisa picarona.

—Estos los paga la casa.

Yo pregunté — ¿ese escenario tan pequeño, para qué es?

—Dentro de poco lo verás, mira la segunda mesa son representantes o buscadores de talentos, solo vienen cuando el dueño “que es quien nos ha servido” les llama. Eso quiere decir que hoy tenemos buenas actuaciones.

Yo pensé que con el pequeño escenario y con solo una guitarra y un órgano no podría haber un gran espectáculo. Las conversaciones circularon entre los asistentes y encontré algún “fantasma” entre los amigos o conocidos de Roberto, e incluso miradas indiscretas o... en fin.

Un señor salió al escenario cargado con dos pequeños timbales, le siguieron otros dos uno de ellos tomó la guitarra y tras dar unas notas dijo “vamos” afirmando con la cabeza el que estaba delante del micro. La guitarra empezó a sonar y en un momento el local se llenó de duende. Entendí por que estaban allí los representantes, tras cinco hermosas canciones interpretadas por una excelente voz, abandonaron el escenario, unos minutos más tarde, tomaba la guitarra otro señor, tras unos acordes empezó a contar chistes y la sala se llenó de risas, durante media hora fue la atracción con canciones a las que había cambiado la letra o contando anécdotas, hasta que dijo que ya se había cansado y se fue.

Yo pregunté quién era y me respondieron que era un frutero del mercado de San Fernando. Solía tener permiso del dueño para hacer lo que quisiera.

Lo consideré un artista, me había hecho reír y cuando me di cuenta, eran cerca de las tres de la mañana, las dos parejas abandonaban el local, miré a Roberto y este entendió. Cogimos un taxi y antes de llegar a mi casa le dije que parara.

—¿Vives aquí? — preguntó Roberto.

—No al volver, me gusta tomar el aire antes de entrar en casa, lo he pasado muy bien, gracias Roberto creo que lo necesitaba.

—Yo también gracias a ti, buenas noches.

—Buenas noches.

El taxi se fue y yo conseguí que Roberto se fijara mas en mi. Parecía que mi plan empezaba a dar sus frutos. El lunes acudimos al trabajo como si nada hubiera sucedido, hasta que el viernes me llamó Roberto a su oficina.

Apenas entré y sin darme tiempo a hablar me dijo.

—Fátima el sábado, estoy invitado a una cena y me preguntaba si querrías acompañarme.

—¿A quién debo acompañar al director o a Roberto?

—Pues... Yo verás...

Roberto no esperaba mi pregunta y quedó confuso. Yo lo miré fríamente mientras el recapacitaba y contestaba.

—Yo quisiera creer que acompañas a Roberto y no al director, pero no quiero mentirte, es una cena privada de negocios en la que me sentiría honrado que me acompañaras como amiga.

—En ese caso le acompañaré, pero quiero dejar claro que con Roberto puedo salir, no así con mi director.

—Quiero entender tu postura, pero somos la misma persona.

—De mi vida privada mando yo y usted de mi trabajo; no quisiera mezclar una cosa con la otra, ni que los empleados crean que tengo un trato de favor.

—Ya entiendo y me alegro que pienses así, pero a Roberto le gusta tu compañía y es él quien te lo pide aunque no pueda dejar de ser lo que es.

—Está bien en ese caso le acompañaré.

—¿Quedamos a las ocho donde te dejé el otro día?

—De acuerdo a las ocho.


Esperaba en la esquina cuando vi aparecer el BMW de Roberto y me apresuré a subir. Nos dirigimos hacia el aeropuerto pasamos de largo y llegamos a Alcalá de Henares, paramos en un lujoso restaurante con aparcadero propio. Al entrar al local un camarero nos llevó a la mesa reservada por su amigo Javier Usía Clemente. Dueño de la empresa Exprés Mundi S.L., con el que habíamos estado el sábado anterior. Nos esperaba con una señorita (Rosalía). A la que Roberto debía conocer, por la familiaridad con que se comportaba, la cena fue agradable hasta que tras los postres, Javier hizo un disimulado gesto a Rosalía que yo capté; no tardando en levantarse de la silla y decirme.

—¿Me acompañas?

Sobraban las palabras me levanté y la acompañé al Aseo. Era el momento que Javier esperaba para hablar con Roberto, Rosalía me retuvo todo cuanto pudo en el aseo, yo lo entendía y disimulaba contestando sus preguntas y cuando regresamos, Roberto le estaba diciendo.

—Tienes que hablar con Román él es quien lleva el asunto, por descontado si lo aprueba yo lo avalaré.

Nos sentamos a la mesa y deberían tener las cosas claras, porque Javier dijo que ya podíamos irnos.

Roberto vivía cerca de La Gran Vía en un ático con una hermosa terraza, posiblemente más grande que el ático. Yo lo había visitado con Salvador la misma semana en que partimos hacia Huelva.

Mientras volvíamos a Madrid me preguntó que deseaba hacer, yo le contesté que me encantaría pasear por La Gran vía y la Plaza. Aparcó en el sótano de su finca y salimos a la calle. Madrid hervía de gente por la Gran Vía y paseando terminamos en la plaza, hacía una buena noche y nos sentamos Roberto pidió un Güisqui y yo un Gin-tonic.

—Fátima no sé si es el momento, pero me gustaría saber de ti.

—Todos los momentos pueden ser buenos o malos, este es un momento como otro, en ocasiones contando nuestros problemas parece que descanse nuestra conciencia y hace tiempo que no los cuento. ¿No sé si eres la persona en quien puedo...?

—Siempre estás a la defensiva, en alguien debes confiar, yo he aprendido a apreciarte. Espero que confíes en mi, bajo la promesa de no contar nada.

—Está bien, eres la primera persona en quien confío. Estoy casada y por mi educación soy fiel a mi marido aunque he tenido que huir de él.

Roberto quedó sorprendido y yo seguí hablando.— Tanto mi marido como yo trabajamos en la empresa que tu ya conoces el ocupaba un alto cargo y le sentó fatal que se vendiera, antes de venderse ya bebía ocasionalmente, pero la venta hizo que se emborrachara a diario. Un día que yo estaba en el supermercado, cerca de casa, cogió el coche y se fue; su estado era tal que se salió de la carretera, chocando frontalmente con un muro de piedra. El resultado fue catastrófico quedó incrustado en el vehículo y lo tuvieron que sacar los bomberos, le cortaron una pierna y la otra quedó sin fuerzas, tras cuatro meses de hospital, lo declararon invalido solo puede moverse en silla de ruedas. Pese a que yo le había pedido la separación en dos ocasiones, al verlo tan inútil me dio lastima y lo cuidé, pero quería encontrar trabajo y el no me permitía que me alejara, contraté una mujer para que lo atendiera, pero esta le conseguía alcohol, se convirtió en su cómplice y los dos en mi pesadilla. Le volví a pedir la separación y me dijo que nunca me dejaría libre y que ese sería mi castigo. ¿Castigo de qué? Le pregunté y dijo que me hacía culpable de su desgracia.

Tras varias intentonas recibí toda clase de insultos, así un día me fui al banco quité mi antigua libreta donde estaba el y la puse solo a mi nombre, dejándole la suya. Miré los vuelos y llenando solo una bolsa con lo más preciso me vine a Madrid, el resto te lo puedes imaginar.

Roberto me miraba atónito.

—Dios mío y yo creía...

—No tienes que disculparte, ya lo hiciste admitiéndome; empieza a hacer frío y quisiera retirarme.

Nos fuimos paseando, el vivía cerca y yo llamé un taxi, Roberto quiso acompañarme subió conmigo y me dejó en la misma esquina. Después volvió a su casa en el mismo taxi.

A partir de ese día las salidas fueron constantes. Dos semanas después fuimos a bailar a petición mía, Roberto sintió por primera vez mi cuerpo junto al suyo y noté su excitación.

En pocos días su trato conmigo había cambiado, intentaba mostrarse gracioso y no hablar de la empresa. Mientras tanto Javier Usía había venido varias veces a hablar con Román, en una de ellas los escuché discutir y Román le dijo visiblemente enojado.

—Me tienes harto si no firma Roberto yo tampoco.

—Dame los papeles.

Javier salió del despacho de Román con los papeles y unos minutos más tarde volvía al despacho con los papeles firmados por Roberto. Esos papeles debían pasar por las manos de Olga y le pregunté lo que ocurría con ellos.

—Dentro de poco tendré las copias ya te diré.

Helena me miraba de vez en cuando disimuladamente, buscaba algo en mi que no podía encontrar.

—¿Para qué quieres informarte de esos papeles?

—Simple curiosidad — cambié la conversación – Helena he notado que en ocasiones me observa mientras trabajo.

—Si es verdad, Tu voz y tu mirada me son familiares también tu forma de mover las manos o colocarte frente el ordenador, me recuerdas mucho a una persona a la que apreciaba y no sé que ha sido de ella.

—Me alegro de parecerme a alguien a quien usted aprecia, pero en Portugal prácticamente hacía el mismo trabajo y se cogen vicios.

—Si tienes razón, son cosas mías tal vez nostalgia, en fin...

—Helena me gustaría saber sobre el antiguo director y su señora he escuchado que desaparecieron, pero no se a quien preguntar y me gustaría estar informada. No conozco o confío en mucha gente.

—Yo tomo el autobús en la esquina si te viene de paso, podríamos hablar de regreso a casa.

El autobús no me acercaba demasiado a mi casa, pero decidí aceptar y nos fuimos juntas.

—¡Escucha! Daniela, que así se llamaba mi compañera a la que tú me recuerdas, se casó con el entonces director de la empresa Salvador; él era muy guapo y educado, Daniela más bien resultona con el pelo largo y unos ojos como los tuyos que encandilaban a los hombres, creo que a Roberto también le gustaba.

Se casaron en secreto, nadie en la oficina lo sabía hasta que esta quedó embarazada y me lo contó, cometí la torpeza de confesárselo a Roberto por entonces subdirector y sé que se enfadó, pero como ocurre con los amigos pronto hicieron las paces. Salvador y Daniela tomaron vacaciones mientras que Roberto se hacía cargo de la empresa, “No regresaron de las vacaciones” nadie sabía de ellos. El abogado de la empresa fue a la policía y esta le dijo que eran mayores de edad y no tenían noticias de ellos, podían haberse fugado o seguir de vacaciones. No disponían de datos sobre ellos vivos o muertos.

En fin Roberto siguió actuando de director y unos meses más tarde vino la policía; estuvieron hablando con Roberto en su despacho.

Nadie sabe nada de la conversación, Roberto no ha dicho nada, nadie sabe donde están, prácticamente nada sabemos “han desaparecido”, es todo cuanto puedo contarte. Me gustaría saber que están bien en algún lugar paradisíaco, eran buenas personas y valían mucho.

—Por lo que me cuentas, solo Roberto sabe algo del caso y no quiere decir nada. Tal vez no le interese.

—Fátima me bajo en la próxima, ¿tú también?

—No, yo sigo unas paradas mas voy a ver a una amiga.

—Tía Agueda aproveché para venir a verte.

6. Un paso adelante

Los domingos solían dejarme el periódico en el buzón, era una vieja costumbre de Salvador que yo seguí. Bajé a por él mientras se calentaba la leche, lo dejé sobre la mesa mientras sacaba las tostadas, y el aceite.

Con todo sobre la mesa me puse el periódico a la izquierda, como tenía por costumbre, miré la primera página mientras movía la leche y lo que vi me hizo abrirlo por la pagina cinco. En primera página se anunciaba la denuncia presentada por varias empresas a Exprés Mundi S.L. y en el interior se especulaba sobre la posible suspensión de pagos o quiebra de la compañía. Leí detenidamente el articulo.

No lo pensé desayuné rápidamente y llamé a Roberto, este no contestaba, me vestí y tomé un taxi para ir a su casa. Llamé insistentemente a su timbre y ya me decidía a marchar cuando escuché su voz ronca por el portero automático.

—¿Quién es?

—Soy Fátima, ¿ha leído usted el periódico?

—No, no suelo leerlo los domingos, solo los lunes en la oficina.

—Lleva algo de gran interés, debería leerlo.

—Sube, sube, último piso.

—Abrió el portal y subí en el ascensor, cuando llegué la puerta estaba abierta, llamé al timbre y una voz dijo.

—Pasa y siéntate, Roberto estaba en el aseo, solo tardó unos minutos en salir cubierto con el batín.

—¿Qué ocurre? ¿Qué es eso tan importante?

Como respuesta le enseñé el periódico que el cogió y abrió, informándose del contenido, me miró y su cara cambió de color, pasando a un blanco pálido, se dejó caer sobre el sillón.

—Dios mío, le acabo de firmar un aval por dos millones de euros — no parecía capaz de pensar me miró con sorpresa — ¿Que podemos hacer? — preguntó mirándome sin reaccionar. Yo vi en ese momento un hombre rendido sin ideas, sin capacidad de reacción y con una urgente necesidad de ayuda; le contesté con aplomo.

—Solo puedo decirte lo que yo haría.

—Adelante habla.

—En primer lugar mañana lunes antes de abrir el banco me presentaría en persona y anularía el aval. Segundo ¿sabe porque Román dilataba el aval?

—Si según él nos deben tres mensualidades de un préstamo de nuestra financiera, pero esas serán pagadas inmediatamente cuando les concedan el crédito.

—O sea que sacan un préstamo para pagar otro y mientras tanto... Roberto creo que el asunto es grave y peligra el antiguo y el nuevo préstamo. El lunes deberíamos saber cómo afrontar el problema y tenerlo todo claro, o posiblemente hagamos tarde.

—Si pero hoy es domingo y la gente no trabaja.

—No es un día más de la semana y la gente no trabaja si no es necesario o preciso y hoy se cumplen las dos premisas.

—¿Pero qué podemos hacer? Me juego el puesto. Yo estoy dispuesto a todo, en estos momentos prefiero una falsa alarma a una mala operación.

—Roberto yo creo que deberíamos informarnos bien antes de dar un paso y eso solo podemos hacerlo en la oficina, deberíamos avisar a algunas personas que nos ayuden y citarlas en la oficina pero no tengo sus teléfonos.

—Coge mi portátil y marca “listado telefónico” están todos los de la empresa.

—Bien son las nueve y media “vístase” mientras yo los llamo.— el primero al que llamé fue a Román contándole lo sucedido y la importancia de su presencia en este momento, contestó.

—Me encuentro en Santander con mis padres, no pensaba volver hasta esta tarde después de comer y aunque salga ahora tardaré en llegar. Fátima todo lo que necesitas saber sobre la empresa está en mi ordenador, solo tienes que poner mi nombre y se abrirá, busca el listado de empresas y lo tendrás todo en tus manos.

—Gracias Román, voy a ir con Roberto. Adiós.

La siguiente llamada fue a Helena contándole lo que ocurría y que necesitaba su ayuda; esta me comunicó que pensaban irse a comer a casa de su suegra, pero que mandaría a su marido con los niños y ella acudiría a la oficina.

Llamé a Gloria y le pregunté si su pareja podría entrar en las cuentas de los bancos o de algunas empresas.

—Espera está aquí — le trasmitió el mensaje y tomando el móvil contestó.

—No siempre depende, en ocasiones hay lo que llamamos puertas traseras, no es fácil pero puedo intentarlo. Si tenemos los números de cuentas del banco es más fácil — En ese caso, venid los dos a la oficina os necesitamos.

Roberto salía con toda rapidez, bajamos al sótano y cogimos su coche, en ese momento recordé que el Mercedes de mi marido debería seguir en el sótano de nuestra finca. No tardamos en llegar al edificio y aparcar en el interior del sótano, subimos a la planta baja e informamos al vigilante de la llegada de otras tres personas. Cogimos el ascensor y yo me dirigí directamente al despacho de Román. Ante la mirada atónita de Roberto abrí su ordenador y puse la clave “Román” inmediatamente se abrió, no me costó encontrar el expediente de Exprés Mundi S.L. inmediatamente me puse a hacer copias del expediente actual y los anteriores. Mientras tanto llegaba Helena y unos minutos después Gloria con Angel. Mientras terminaba de sacar las fotocopias les explicaba.

Necesitamos saber todo lo posible sobre la empresa Exprés Mundi S.L. mañana pueden utilizar un aval de dos millones de Euros y tenemos fundadas sospechas de que puede estar en quiebra.

—¡Pero eso es muy grave! — exclamó Gloria.

—Por eso os hemos llamado, necesitamos saberlo todo sobre la empresa o al menos lo más posible. Helena ¿podrías revisar con Gloria, los papeles de Román? haber que sacas en concreto. Debe ir su cuenta del banco en algún sitio dásela a Angel cuando la encuentres.

—Venga dame las fotocopias que has sacado— dijo Helena.

Roberto me miraba, yo me dirigí a Angel.

Siéntate aquí este es mi ordenador, busca toda la información que puedas. Me acerqué a Roberto, con una mirada y un movimiento de cabeza, le hice entender que me siguiera, ya en su despacho le dije que tuviera preparados los teléfonos de los compromisarios por si era necesario llamarlos.

—¿Para qué? — preguntó.

—¿Quieres tomar tu solo las decisiones?

Se quedó mirándome fijamente y moviendo la cabeza negativamente.— Yo seguí diciendo — si el problema se resuelve con retirarles el aval, no hace falta avisar a nadie, pero hay otro préstamo y no sabemos bien en qué estado se encuentra.

—Si tienes razón, me quedaré aquí y procuraré no interrumpir, mientras tanto cogeré el listado, vete, vete no pierdas tiempo.

Me senté junto a Angel, mientras este me decía. He accedido a dos cuentas.

Exprés Mundi S.L. solo tiene en metálico, dos mil trescientos euros. Dispone de muchos empleados y detecto por las entradas y salidas que tiene un gran volumen de trabajo, no entiendo como... Imprimiré unos extractos... La firma autorizada... perdona hay dos buscaré sus cuentas. Ya las tengo miremos.

La cuenta de Javier Usía Clemente dispone de cien mil doscientos euros“ ya me gustaría a mí tener estos movimientos” este tío gasta a manos llenas; imprimiré.

El otro es José Usía Bastos en su cuenta particular dispone de ochenta mil euros, pero debe tener un préstamo pues periódicamente le descuentan veinte mil, también paga seguros sociales y sueldos. Todos los meses le ingresan por cuenta de la empresa veinticinco mil. Según lo que veo no le sobra mucho. Lo imprimiré.

—Tengo claro el anterior préstamo — dijo Helena — se lo concedió Salvador por medio de nuestra financiera y lo avalaron con todos los bienes de la empresa. Según este certificado de compromiso, era para renovar y ampliar la flota de vehículos y contenedores los cuales compraron y pagó nuestra financiera directamente a los vendedores. Parece que se aseguró para conocer el origen del préstamo y que no se perdiera un centimo.

—Hay un listado de bienes, camiones, furgonetas, cuatro naves de logística, en Sevilla, Valencia, Barcelona y Madrid.

—Angel mira que puedes encontrar de proveedores, mira estas empresas del periódico. Según la noticia deben a estas cuatro, alrededor de Millón y medio.

—Helena atemos cabos.

—Un momento — dijo Gloria — según las cuentas del hijo “actual director” este cobra como su padre, veinticinco mil euros al mes, pero parece no tener suficiente, hay grandes salidas de dinero en líneas aéreas privadas y facturas o pagos en el extranjero. En dos años ha gastado de la empresa. Un millón doscientos mil euros más los sueldos.

—Ya me gustaría cobrar la mitad —dijo Angel.

—Déjame que lo vea — pidió Helena y cuando los tuvo en sus manos dijo — conozco estos pagos son casinos y líneas aéreas privadas. Parece que el señor director vive a lo grande.

—Mirad esto — dijo Angel

—¿Qué ocurre?

—Tienen varios contenedores retenidos en Ámsterdam, por falta de pago. Ascienden a unos ochocientos mil euros.

—El asunto es más Grave de lo que creía entre padre e hijo se están comiendo la empresa no le dejan margen de recuperación; debemos tomar... Helena hablas tu con Roberto o lo hago yo.

—Mejor lo haces tú, yo no quiero meterme en el asunto y ya que lo tenéis todo más o menos claro, me voy con mis hijos y mi marido, comeré con ellos, hasta mañana.

Cogió su bolso y salió de la sala, le pedí a Gloria que intentara poner en orden lo que habíamos sacado, mientras yo hablaba con Roberto. Este se levantó como un rayo cuando yo llamé a su puerta.

—Pasa, pasa, ¿dime que habéis encontrado?

—Lo suficiente para preocuparse por ellos y por descontado, “no avalarles” pues aunque lo hagamos no tendrán suficiente para salir del bache.

—¿Tan gordo es?

—Si peor de lo que creía, su padre tiene una hipoteca sobre su casa y el apartamento de Benidorm. A los proveedores les deben alrededor de millón y medio, a nosotros del préstamo anterior de tres millones, solo han pagado ochocientos cuarenta mil euros, o sea que nos deben dos millones ciento sesenta mil, mas debemos tener en cuenta que llevan tres pagos atrasados y que dentro de una semana vence el cuarto.

—Dios mío — Roberto se hundió en la silla con las manos en la cabeza.

—Roberto también tienen retenidos unos contenedores en el puerto de Ámsterdam, cuyo pago asciende alrededor de ochocientos mil euros. Si quiere mi consejo, yo empezaría a llamar a los compromisarios y los citaría para las cinco. Esto no se lo puede comer usted solo. Voy a concretar las cuentas con Gloria.

Dejé a Roberto y volví. Mientras Gloria me preparaba un borrador Angel me dijo.

—He encontrado algo. Mire esto parece ser que los contenedores son de material informático y su valor en el mercado, podría estar cercano a los dos millones y medio o incluso más.

—En ese caso, ya lo entiendo, lo fía todo a recuperar los dichosos contenedores. Pero aún recuperándolos no podrá hacer frente a todas las deudas. Solo sería alargar el tiempo para terminar fracasando estrepitosamente.

—Yo en su lugar cogería el dinero y desaparecería — dijo sonriendo Angel.

—Calla tonto, no digas esas cosas — contestó Gloria.

—Tal vez no sea una tontería no sabemos lo que Javier está pensando — contesté.

—Fátima ya he terminado mira estas son las conclusiones.

Tomé los folios y me asomé al pasillo Roberto, no soltaba el teléfono.

Si queréis podéis esperaros a hablar con Roberto, aunque tardará en dejar el teléfono o podéis iros, como queráis.

—Yo prefiero irme es mas de la una y tengo que hacer la comida.

—No hace falta Gloria, te invito a comer donde tú quieras.

En ese caso Fátima mas motivo para irme, quiero aprovechar la ocasión de estar con Angel.


Me senté en mi sitio y cerré el ordenador, los papeles acudieron a mis manos como un imán, me quedé absorta en ellos pensando en un sin fin de soluciones y cómo enfocar la situación. Tan absorta estaba que no vi salir a Roberto me sorprendió cuando dijo.

—Daniela es tarde, te parece bien que comamos en el restaurante de enfrente.

Levanté la vista y solo dije —Si.

El camarero se sorprendió al vernos en domingo.

—Perdone don Roberto no he reservado su mesa.

—No importa nos valdrá cualquiera — contestó.

Mientras comíamos le pregunté — ¿cuántos compromisarios vienen?

—Solo diez confirmados y dos... podemos decir indecisos, creo que son suficientes para no cargarme todo el muerto.

—Sabes Roberto he estado estudiando la viavilidad de la empresa y todo se debe a una mala administración, si yo estuviera en tu lugar intentaría comprar la empresa.

—¡Cual! Exprés Mundi. Si tú misma dices que está en quiebra y que no pueden...

—Si pero los contenedores pueden ser una gran arma a favor de quien los recoja... y los proveedores, siempre se puede hablar de una rebaja, a eso se le llama “diálogo y negociación” hay otro nombre para llamarlo “quiebra” pero lleva consigo la suspensión de pagos y las empresas no la desean. Mejor una rebaja y seguir trabajando con otros dueños.

—Espera no sigas ya tengo bastante para hoy – me miró fijamente mientras pensaba lo que iba a decirme — escúchame voy a pedirte un gran favor, esta tarde yo fingiré una ronquera y tu hablarás por mí, tus palabras son más fluidas y lo tienes todo controlado.

—¡Pero Roberto! eso...

—No hay pero que valga, hazme este favor. Solo tú sabes cómo está todo, las cuentas los impagados tienes ideas y yo... para mí ha sido todo muy rápido. Yo estoy... un poco bloqueado; no puedo asimilarlo todo en un momento, a mi me gusta madurar las ideas y darles muchas vueltas. ¡Por favor! Fátima.

Su mirada lo decía todo, lo vi tan perdido que no pude contestar más que — Esta bien te ayudaré como tú quieres, pero solo por esta vez y si me das libertad para plantear el problema.

—Como quieras.

Pedimos el café y Roberto pidió un brandy. Inmediatamente le dije delante del camarero.

—¿No te lo había prohibido el médico?

Me miró sorprendido pero contestó — Si perdona café solo, no lo recordaba.

Cuando se fue el camarero preguntó — ¿por qué no quieres que tome un brandy?

—¿Has olvidado con quien tienes que hablar esta tarde, quieres oler a brandy? Pide unos caramelos de eucalipto te irán mejor.

—Perdona nuevamente y gracias por estar en todo.


Al volver al despacho lo puse todo en orden e hice fotocopias, las puse en carpetas y las repartí en la sala de juntas. A las cinco no tardaron en aparecer los primeros compromisarios y Roberto se los llevó directamente a la sala de juntas, yo lo escuchaba carraspear a menudo y toser. En unos largos quince minutos estaban todos. Roberto me dijo podemos empezar.


—Vamos Roberto acelera y no nos hagas perder más tiempo — era doña Consuelo, tanto ella como su marido Rodrigo eran accionistas.

—Intentaré ser breve, habrán notado mi irritada hummmm garganta. Tengo orden de hablar lo menos posible y en este caso he recurrido a Fátima, hummm, perdonen Fátima por favor.

Todos volvieron su vista hacia mí y yo empecé queriendo dar una pequeña explicación. Era la única persona que quedaba en pié y don Rodrigo me dijo.

—Siéntese por favor, la escucharemos igual.

—Gracias. Como saben don Roberto les ha llamado por lo que considera un asunto grave, hace unos días se concedió un aval por dos millones de euros a la compañía Exprés Mundi S.L. el aval se hará efectivo mañana lunes. “De por sí” el aval no sería noticia si no hubieran llegado a nosotros “afortunadamente a tiempo” noticias que lo desaprueban.

Esta mañana ha salido en el periódico una información, según la cual la citada empresa debe a proveedores alrededor de millón y medio de euros. El señor Roberto ha llamado a varios empleados de confianza y hemos estado toda la mañana investigando sobre el asunto, llegando a la conclusión de que la información es cierta.

Un murmullo se escuchó por la sala. Roberto levantaba y bajaba las manos con las palmas extendidas, queriendo apaciguar o hacer callar a los accionistas. Me hizo un ademán y proseguí.

El señor Roberto ha decidido que el lunes a primera hora retirará el aval a la susodicha empresa.

—En ese caso “caso resuelto”, no era tan grave el problema podías haberlo resuelto sin nosotros — dijo doña Celia de Aro.

Proseguí.— Hay mas doña Celia; hace algo más de dos años antes de que Don José propietario y director de la empresa delegara en su hijo Javier, le concedimos un préstamo de nuestra propia financiera para la compra y renovación de contenedores y flota de vehículos, de esta cantidad periódicamente se han ido pagando los plazos y los intereses, hasta hace tres meses en que se han dejado de pagar, si les retiramos el aval nos quedamos sin cobrar.

—¿Cuánto nos deben? — preguntó don Cesar Carrascosa.

—Han pagado hasta el momento ochocientos cuarenta mil euros, les quedan por pagar dos millones ciento sesenta mil.

—Estamos cogidos por las dos partes — exclamó don Cesar.

—Calla Cesar — inquirió doña Consuelo, hay mas ¿Verdad señorita?

—Fátima, me llamo Fatima y si hay mas, don José tiene hipotecados sus bienes particulares, con un préstamo del que le faltan por pagar setecientos quince mil euros y en Ámsterdam tienen retenidos contenedores por valor de unos ochocientos mil euros.

—Don Rodrigo se quedó mirando a Roberto y preguntó ¿esto no se podía haber evitado?

Roberto carraspeó hummm hummmm y me hizo una seña con la mano para que todos la vieran. Yo me dirigí a Roberto y le pregunté. ¿Lo digo todo?

—Sí hummm.

Como les he dicho antes. Esta mañana hemos estado trabajando ayudados por una persona que se ha conectado con sus cuentas particulares del banco, sabemos que no es muy ortodoxo. Podríamos tasarlo de espionaje industrial; pero se trataba de defender a los accionistas y su confianza. Así es como nos hemos informado de todo, incluso de lo que contienen los contenedores y creemos que si los sacamos del puerto, podíamos recuperar el dinero que nos adeudan o una gran parte de él. También hemos tenido en cuenta, los bienes de la empresa valorados en alrededor de nueve millones de euros.

—¿Qué ocurre si la dejamos caer?— preguntó don Silverio Granell — Solo tardaríamos en cobrar algún tiempo, tienen vienes para embargar no es así.

—En ese caso, antes tendríamos que denunciar, pero hay más empresas que ya lo han hecho y no sabemos si el juez nos concedería sus bienes. Posiblemente habría una subasta y si quedaba desierta otra. En fin, al final de tres o cuatro años de subastas se venderían por una cuarta parte y seguramente no cobraríamos la totalidad de nuestra deuda.

—Total que tiremos por donde tiremos, como dicen en mi tierra “nos coge el toro” ¿no es así? — don Cesar parecía irritado y doña Celia le dijo.

—Tienes más razón que un santo esto cada vez está más liado.

—Creo que no — dijo don Rodrigo —¿Roberto te estás guardando un “as” en la manga?

Nuevamente Roberto me señaló con la mano.

—Venga hable Fátima,— inquirió doña Remedios

—Si hay una solución pendiente de que ustedes la aprueben. La solución es comprar la empresa.

El murmullo volvió a la sala, don Rodrigo dio un golpe en la mesa mientras gritaba, ¡dejad hablar! Se hizo el silencio y proseguí.

—Si comprar la empresa, hemos comprobado que con ayuda inicial la empresa es rentable y lo puede ser más. Es la forma más fácil de recuperar el dinero y salir ganando.

—¿Y qué pasa si no quieren vender? — Preguntó don Francisco Campos con gran serenidad.

“Don Francisco” anotó Roberto en una esquina del informe, para que yo lo leyera y supiera quién era.

—Don Francisco, si no se avienen a razones ¡lanzamos una OPA! Creo que estamos en condiciones de hacerlo.

—¿De cuánto dinero hablamos y cuando lo recuperaríamos? —siguió preguntando don Francisco.

—Creo que con los dos millones que nos pedían sería suficiente, podríamos recuperar los contenedores, rebajaríamos los gastos de la empresa en seiscientos mil euros al año... los prestamos podrían seguir su curso... dos años máximo para recuperar la inversión inicial y tres para que sea rentable. Claro está, siempre y cuando podamos invertir los dos millones o algo más.

—Por mi parte compramos — dijo doña Consuelo — y ¡sí! podemos invertir eso y mucho más si como dices en tres años tenemos beneficios.

Don Francisco tomó nuevamente la palabra.— Mi pregunta es ¿necesitamos a esa empresa o solo es por el hecho de recuperar el dinero?

Roberto carraspeó antes de decir.— hummm Digamos que esta empresa nos complementa.

Don Rodrigo intervino.— Señores yo lo tengo claro, por mi compramos, quienes estén de acuerdo que levanten la mano “quiero irme a casa”.

La votación fue unánime y nos levantamos de la mesa. Doña Consuelo se cogió de mi brazo y mientras lentamente nos dirigíamos al ascensor me decía.

—Usted es de las mías, estos tontos engreídos necesitan una mujer con agallas detrás para tomar buenas decisiones, a mi no me engañan usted es la que lleva el asunto, conozco a Roberto y no es capaz de pensar tan rápido, no lo deje solo en este asunto.

—Yo solo soy su...

—No se caliente la cabeza y hágame caso, conozco a la gente. — se dirigió a su marido —¡Rodrigo deja de hablar y vámonos! — dijo gritando y bajo su tono de voz — Quiero ir a casa de mi hija, no he visto a mis nietos en toda la semana.

7. La adquisición

Eran las diez del lunes cuando entró Roberto y al pasar junto a nosotras dijo venid las dos a mi despacho. Lo seguimos y sin quitarse la chaqueta como tenía por costumbre se volvió diciendo.

—He concertado una visita con Javier y su padre para esta tarde a las cinco, me gustaría que me acompañarais las dos, así lo que no se le ocurre a uno se le ocurre a otro.

—Perdone don Roberto pero yo tengo que recoger a mis hijos del colegio, podría acompañarlo, Román es su campo y...

—Y no sabe nada del asunto, no está informado, en este caso no me sirve ¿y tu Fátima puedes acompañarme? Te aseguro que no tendrás que hablar he estudiado el caso en profundidad y se cómo enfocarlo.

—Puedo ir no tengo obligaciones — contesté.

—En ese caso decidido. Pídele al abogado impresos para comprar acciones y si no los tiene que los invente, debemos estar preparados.

Al sentarnos Helena comentó en voz baja.

—¿Qué bicho le habrá picado a este? La reunión de ayer debió darle alas; parece otro más activo.

—Creo, que le tiene ganas a Javier, de Exprés Mundi, nos invitó a cenar para conseguir el préstamo, que posiblemente lo hubiera hundido ante los accionistas.

—¿Estas saliendo con él?

—Solo de vez en cuando, nada serio, el se ofrece y yo no tengo amistades. Te aseguro que no pasamos de simplemente salir juntos y en ocasiones, el también parece tener pocos amigos. — Helena hizo una mueca moviendo la cabeza como insinuando y yo contesté.

No es tan guapo como para perderme.


Comimos en el restaurante y nos fuimos a las oficinas de Exprés Mundi, apenas llegamos a la puerta Javier salió a nuestro encuentro, saludando efusivamente a Roberto y diciéndome — Fátima que bueno verte por aquí, cuando no quieras trabajar con Roberto me lo dices aquí siempre serás bien recibida.

Yo sonreí y Roberto preguntó con seriedad.

—¿Está tu padre?

—Si pasad, pasad os espera en el despacho.

Seguimos a Javier y encontramos a don José ojeando una carpeta. Nos invitó a entrar y a sentarnos. Mientras Javier se colocaba detrás de su padre

—Bien don Roberto dígame el motivo de su visita.

—Iré directamente al grano. Estos días nos pidió un aval de dos millones de Euros, en un principio se lo concedimos pero hoy lo hemos anulado.

Don José sufrió una sacudida con cara intrigada preguntó.— ¿Por qué?

—Es fácil de entender ustedes no pueden hacer frente al aval como tampoco pueden hacer frente a su préstamo con nuestra financiera.

—No hagas caso papa, no están bien informados. Se equivocan. Roberto deberías preguntar e informarte mejor.

—No, no nos equivocamos, hay cuatro empresas que les han denunciado por falta de pago y posiblemente hayan mas, respecto a nosotros, nos adeudan tres meses.

—Eso es “pecata minuta” en unos días lo solucionamos.

—¿Si? Con nuestro aval y dime como solucionas el problema de los contenedores que tienes paralizados en Ámsterdam.

Don José se dirigió a su hijo, has llevado a cabo tu proyecto de...

—Papa Nos haremos ricos con el proyecto. Te lo aseguro.

—No puedes comerte la hamburguesa sin dar bocados, te dije que lo afrontaras cuando tuvieras disponibilidad de dinero para hacerlo.

Perdone don Roberto veo que conocen mejor la empresa que yo mismo, prosiga.

—Don José su empresa está en quiebra, no podrá pagar nuestros plazos ni a los proveedores y perderán los contenedores, con los dos millones que iban a pedir no hubieran tenido bastante solo les queda efectivo, para pagar las nominas de un mes.

—Puedo vender parte de la empresa...

—Usted sabe que no es lo mismo comprar, que querer vender, cuando usted vende por necesidad los precios bajan. Y mientras tanto la ley se le echará encima embargando sus bienes, “ya de por si embargados” ¡sí! sabemos que sus bienes particulares también sufren una hipoteca.

Don José apoyó los codos en la mesa y se sujetó la cabeza con las manos, unos segundos y la levantó. Mirándonos fijamente se dirigió a Roberto.

—Usted no ha venido aquí solo a informarme de mis males, suelte lo que tenga que decir.

—Don José nuestro trato siempre ha sido cordial y no queremos que pase el mal trago que se le viene encima, ni pasearse por los juzgados, como un delincuente.

—No hay mal trago, esto es pasajero y lo solucionaremos nosotros — dijo Javier indignado.

—Si lo puedes solucionar como hasta hoy; gastando un millón doscientos mil euros en dos años en aviones particulares y casinos.

Don José miró a su hijo — me dijiste que yo cobraría suficiente para hacer frente al préstamo, pero no me dijiste lo que tu cobrabas.

—No le creas papa solo son conjeturas...

—Solo tiene que ver las salidas, don José todo está escrito. Pero si no quiere escucharme lo entenderé y denunciaré como las otras empresas.

—Siga usted Roberto ¿que ha venido a ofrecerme?

—Por la amistad que nos une y el tiempo que nuestras empresas se han servido la una a la otra, no puedo consentir su fracaso o el de su empresa. He hablado con los accionistas de mi empresa y los he convencido de lo que creo, lo mejor para usted.

—¿Y cual es su decisión?

—No es una decisión es una oferta de amistad y nuestra oferta es comprarle la empresa a cambio de hacernos cargo de todas las deudas, incluida la hipoteca de sus casas, usted se queda con sus bienes libres de hipotecas y pagos. Nosotros intentaremos que la empresa sea nuevamente rentable o en caso contrario la liquidaremos. Ustedes tienen una sociedad limitada en cuyo caso necesitamos saber cómo están repartidas las acciones. O como podemos hacer la transacción si aceptan.

—Estás muy seguro de poder quedarte con la empresa — nuevamente intervino Javier con rabia — te vamos a pagar tus malditas letras y no podrás hacernos nada.

—Dentro de cinco días cumplirá el cuarto plazo, el mismo día que tienes que abonar las nóminas ¿Dispones solo de ciento veinte mil euros al contado? mas... Debo decirte que cuatro proveedores ya han denunciado. ¿A cuántos más les debes?

—Don José no lo sabemos todo y no sabemos con qué nos podemos encontrar, usted decide.

—Si tienes razón, estas comprando un problema... y creo que todo tiene un principio y un fin.

Don José quedó mudo por unos segundos con la cabeza baja, como pensando cuando la levantó fue para decir.

—Las acciones están repartidas de la siguiente manera, mi mujer, mi hijo y mi hija disponen del diez por cien cada uno y yo del setenta restante.

—En ese caso usted tiene la palabra, vendiéndonos sus acciones podemos cerrar el trato.

—Si pero ¿qué me queda a mi? ¿Cómo voy a trabajar a mi edad? ¿De qué viviré?

Don José tenía razón y yo pregunte — ¿Qué edad tiene? — aunque sea indiscreto preguntar.

—Sesenta y tres cumplo en quince días.

Nos quedamos mirándonos y Roberto reaccionó.

—Donde podemos reunirnos en privado, mi secretaria y yo.

—Por favor que podamos imprimir — interrumpí.

—Pasad a la oficina junto a esta tenéis de todo.

Apenas cerramos la puerta le dije a Roberto, no podemos dejarle sin nada, un sueldo más o menos no se notará en nuestra empresa.

—Te parece bien tres mil euros mensuales hasta que cumpla los sesenta y cinco.

—Su señora no estará acostumbrada a trabajar, necesitan servicio.

—Lo siento Fátima no pienso darles ni un céntimo mas, tendrán que valerse por sí mismos tu cobras la mitad y... Redacta el contrato de compromiso y prepara el borrador de la compra de acciones. No hay más que hablar.

Unos minutos más tarde entrábamos de nuevo en el despacho de don José. Su hijo lo estaba asediando para que no vendiera y el solo le preguntaba ¿que había hecho con su empresa? Roberto le puso la oferta sobre la mesa y el compromiso de la venta de acciones.

—Don José lea y si está conforme, firmaremos.

Leyó y miró a Roberto, este dijo.

—Me debo a mis compromisarios y no puedo hacer mas, la oferta de su sueldo es por mi cuenta y riesgo. ¿Entiende?

—Si completamente — don José sacó su pluma y se dispuso a firmar, mientras su hijo gritaba.

—¡No firmes papa! No firmes, esto es un atraco a mano armada, será nuestra ruina.

—Es la única salida que tengo, gracias a ti.

—¿Y yo que salida tengo?

José se levantó cogiendo los papeles a Fátima y miró a su hijo contestando.

La misma que yo tenía, cuando empecé con un moto-carro. Al menos tú tienes una carrera y bienes para vender, aprende a vivir por ti mismo.

—Me voy, nunca creí que hicieras esto conmigo.

—Si vete pero antes deja las llaves y la tarjeta sobre la mesa.

Javier tiró las llaves y la tarjeta sobre la mesa visiblemente irritado, mientras su padre le decía.

—Esa no la otra.

Sacó la otra tarjeta y la arrojó al suelo con desprecio, dando un portazo mientras salía.

—Ya podemos firmar don Roberto.


Se firmaron los contratos y don José entregó las llaves a Roberto diciendo.

—A partir de este momento ustedes son los dueños de la empresa, por favor no la dejen caer, es mi vida y cuando usted quiera podemos formalizar la venta de acciones ante el notario. Espero su llamada.

Don José visiblemente afectado salió del despacho y nosotros nos encargamos de cerrar las puertas. Mientras Roberto me llevaba a mi casa, se le notaba un alo de satisfacción que no podía evitar. Me dejó en la esquina (de siempre) y ya me iba cuando me llamó de nuevo.

—¡Fátima! ¡Fátima! — me volví — mañana te harás cargo de la nueva empresa.

—No, no me corresponde a mi debes decírselo a Helena, ella puede ser una gran directora y además, deberías ir mañana a su casa a por ella y acompañarla. Es más deberías llamarla y comunicárselo personalmente hoy mismo, para que esté prevenida, también deberías abrirle una línea de crédito directa, la necesitará. Di media vuelta y me marché.

Una hora más tarde, me llamaba Helena.

—Fátima, Fátima soy Helena....

—Si dime.

—Fátima he hablado con Roberto y me ha nombrado directora de Exprés Mundi yo... no se... me ha pillado por sorpresa, no he sabido que decirle y tampoco esperaba que Roberto se decantase por mí, “tal vez Román o Fermín eran la persona adecuada” estoy nerviosa.

—No sufras y tranquilízate, lo harás bien solo tienes que apoyarte en las personas que ya conocen el trabajo en la empresa, tendrá un segundo de abordo y con este deberías tener una larga conversación ¿quién sabe más de nuestra empresa que nosotras? además a mi me ha dicho que te acompañará mañana. ¿Sabes una cosa? Me alegré enormemente cuando me lo comunicó, podrás aumentarte el sueldo tu misma, para eso eres la directora. Me alegro de tu ascenso y no temas, nadie está más capacitada que tu. Respira hondo y como suelen decir “Vista y al toro”.

—Gracias Fátima, créeme, me da pena dejar mi mesa y tu compañía, eran muchos años y...

—No te pongas ahora sentimental ahora, soy yo quien pierde tu compañía y consejos. Hasta pronto.

—Hasta pronto.


Dos días más tarde, hablé con Roberto.

—A mi lado hay una silla vacía y yo no puedo con todo el trabajo.

—Es cosa tuya — me contestó — tu me dijiste que nombrara directora a Helena. Cubre su plaza como creas conveniente.

Cogí el interfono y llamé a recepción.— ¿Gloria puede ocupar alguien tu puesto?

—Si no hay problema.

—Pues en ese caso sube, te quedas conmigo.

—¿Para siempre? O solo...

—Depende de ti.

Ahora subo. La alegría de Gloria se notaba incluso a través del interfono, al momento se sentaba en mi sitio y yo en el de Helena.


La normalidad volvía a la empresa y a mi vida, Roberto me llamó y me invitó a salir el sábado yo acepte, la semana anterior había sido intensa pero no sabía, el estado actual de mis relación con él. Ese mismo día me acordé nuevamente del vehículo de mi marido, cogí las llaves y bajé al sótano, allí estaba el Mercedes lleno de polvo, su color negro apenas se distinguía en los laterales, intenté abrirlo pero el mando no funcionaba tuve que utilizar la llave. Busqué en la guantera y encontré una tarjeta del taller donde solían hacerle las revisiones. Llamé.

—Buenas tardes ¿en qué puedo servirle?

—Mi coche lleva casi dos años parado, el mando no funciona y no sé en qué estado se encuentra, ustedes le hacían las revisiones a mi marido y me preguntaba si podrían llevárselo.

—Dígame la matricula.

Apenas les dije la matricula, me dieron el nombre de mi marido y la dirección, les pregunté nuevamente si podían venir a por él y me dijeron que les esperase que mandarían una grúa. Media hora más tarde el coche estaba cargado y el conductor me dijo.

—Posiblemente tendremos que cambiar la batería y hacerle una puesta a punto, lo lavaremos y se lo entregaremos nuevo.

—Al escuchar nuevo pregunté — ¿Pueden cambiarle la pintura?

—Si señora ¿qué color quiere?

—No sé ¿a usted como le gustaría?

—Yo dejaría el techo negro y el resto lo pintaría color champan.

—Me gusta la idea ¡píntelo!

—Tardaremos un poco, le avisaré cuando lo tenga terminado. Subió a la grúa y salió del sótano.

Ese sábado Roberto me llevó a cenar al Escorial, en el restaurante era conocido y le saludaron efusivamente.

—¿Me dejas que yo elija?

—Contesté que sí y pidió “lo de siempre”. Nos sirvieron la bebida y un plato de almendras fritas para entretenernos, ya habíamos dado cuenta de las almendras cuando nos sirvieron en una cazuelita de barro, cochinillo troceado y dorado sobre una cama de patatas. Debo reconocer que estaba delicioso al terminar la cena, comprobé como me miraba y sin más Roberto me preguntó.

—Fátima ¿cuándo vas a tomarme en serio?

—Yo lo miré y contesté, te tomo en serio “como un amigo” cuando no estamos en el trabajo, no creo que tengas queja de mi.

—Y no la tengo en el trabajo, pero no quiero ser solo tu amigo, “creo que me he enamorado de ti” y deseo que nuestras vidas se unan. Te quiero como esposa no como secretaria.

—Eso no es posible, sabes que estoy casada y yo soy una persona muy leal, no soy capaz de engañar a mi marido, mi conciencia no me lo permite — agaché la cabeza y puse cara de tristeza — aunque me gustaría que desapareciera de mi vida. Pero yo no puedo hacer nada al respecto. No quisiera volver a verlo, pero mientras viva... Dios mío llévatelo. Debió fallecer en el accidente...

Pareció entender el mensaje y volvimos a Madrid.

Esa misma semana me dijo que el viernes tenía una cena de negocios y que le gustaría que lo acompañara, yo le pregunté sobre la misma y me contestó que, solían ir empresarios con sus señoras y hablaban de negocios, intercambiaban ideas, se cerraban pactos, se contrataban servicios y se cambiaban acciones. Por último me dijo — Estará Helena como directora de Exprés Mundi.

La presencia de Helena me convenció y decidí acompañarlo.

La cena era a las nueve y se sirvió puntualmente, para dar tiempo a hablar de negocios. No había sitios reservados y yo no quise sentarme hasta no ver a Helena, por fin la vimos entrar y buscamos sitio para estar juntos. Ella venía con un empleado de la empresa al que había ascendido a vicepresidente.

Al preguntarle por su marido dijo que había preferido quedarse con los niños.

Cenamos y poco más tarde pasamos al fondo del salón donde servían licores; unos camareros paseaban entre nosotros sirviendo bebidas en especial cava, mientras otros retiraban mesas y dejaban asientos alrededor. Yo hice una pregunta indiscreta.

—¿Esto quien lo paga?

—Se cobra por adelantado — contestó Roberto — y cada cual paga sus plazas.

—Que no son baratas — añadió Helena.

—Buscas algo en concreto — le pregunté.

—Jesús y yo creemos que tenemos suficiente infraestructura para cubrir el norte de la península, hasta hoy nuestra empresa no la tiene bien cubierta y creemos que allí tenemos una gran posibilidad de expansión...

—Vaya — dije sonriendo — ¿Tú eras la que tenía miedo de ser directora? Parece que has tomado pronto la iniciativa,

—No te rías Fátima, no sabes el miedo y la vergüenza que pasé hasta ponerme al corriente. Afortunadamente Jesús era más director que el propio Javier y me he apoyado en el.

—Solo la he informado de los pormenores de la empresa, yo no tomaba decisiones. Informaba a Javier y el decidía.

Roberto levantó la mano y saludó a una pareja, el señor le devolvió el saludo.

—Puede que Feijo Ribero tenga algo para ti, si no viene iremos a por él. Es el mayor importador de bacalao y Salmón ahumado; claro está, tiene muchos contactos tanto en Portugal como en Galicia. Por cierto que su mujer es Portuguesa.

—El tal Feijo no tardó en acudir y presentarnos a su señora. Las presentaciones eran obligadas y a continuación sonriendo se dirigió a Roberto.

—Ladrón, me quitaste la empresa Exprés Mundi, me llegaron noticias de que tenía problemas y estaba estudiando un posible interés por ella o una fusión, cuando supe que la habías comprado.

—Te hice un favor, estaba llena de deudas, pero ahora tienes la ocasión de trabajar con ella sin invertir un euro, Helena es su directora y Jesús su mano derecha, creo que llegas en el momento oportuno.

Intervine en Portugués — señora Isabel, tengo entendido que es usted Portuguesa y yo hace tiempo que no lo hablo, que le parece si paseamos por la sala y hablamos entre nosotras.

Aunque Roberto y Helena no sabían de mi “fingida” procedencia, se quedaron mudos al escucharme hablar Portugués; Roberto quiso intervenir diciendo.

—Se me olvidó deciros que Fátima es de Oporto.

—O no, soy de Lisboa, estuve en Porto solo de visita con Salvador. En Porto solo conocía el entorno de mi empresa.

—Yo si soy de Porto — aclaró Isabel — vamos a dar un paseo y ellos que hablen de negocios.— Se cogió de mi brazo y nos alejamos, ella me hablo de su ciudad y yo aprendí algunas cosas más de las que había visto por Internet. Le hable de Sintra y me dijo que la había visitado en una ocasión, también me contó que su marido era gallego y que tanto su padre, como el de su marido trabajaban en lo mismo, ellos se conocieron en una cena de empresa de la que se fugaron, la fuga terminó en boda y al casarse unificaron las empresas.

El tiempo entre conversaciones agradables pasó veloz, Roberto vino a buscarme y nos retiramos.

El sábado salimos a bailar y al volver Roberto se empeñó en acompañarme a casa, paró el taxi en la esquina de siempre, le pagó y se quedó mirándome.

—Quiero conocer tu casa, ¿vas a negarme una copa?

Pensé que era hora de ver su reacción al saber donde vivía y empecé a andar por la acera que Bordeaba el pequeño parque y los edificios que llevaban a la calle posterior. Roberto pasó su brazo sobre mi hombro, posiblemente no sabía muy bien donde estábamos. Al llegar a la calle y torcer a la derecha, sentí como su brazo sufría una repentina sacudida, pero intentó disimular, sabía perfectamente donde estábamos. Paré frente al portal y busqué las llaves en mi bolso, su brazo había caído de mi hombro; subí los cinco escalones que me separaban de la portería y abrí la puerta, lo miré estaba blanco, me giré y le animé. ¡Vamos sube! Me siguió como un autómata, yo tomé las escaleras para subir al primer piso, me paré delante de la puerta y la abrí.

Roberto estaba blanco y los ojos se le salían de sus órbitas. Yo intenté no darle importancia y le animé.

—Vamos entra — movió su cabeza mientras con una voz apagada decía.

—Otro día — sin más palabras dio media vuelta bajando las escaleras apresuradamente; escuché el portazo al salir.


El martes todavía no habíamos cruzado una palabra, sonó mi móvil el taller me comunicaba que había terminado su trabajo y les dije que esa misma tarde pasaría a recoger el coche. Faltaba poco para terminar la jornada y me llamó; yo entré en su oficina como si nada sucediera, el paseaba como un animal en su jaula, me miró y entendí que no sabía cómo hacer la pregunta, por fin dijo escuetamente.

—¿Cómo es que vives... en esa vivienda? — yo lo miré fijamente mientras respondía tranquilamente.

—Leí en el periódico que se alquilaba, fui a verla me gustó y el precio era asequible; más bien diría barato para lo grande que es y el lugar donde está ¿Qué ocurre?

—¿Quien te la alquiló?

—Una señora entrada en años creo que se llamaba Agueda, firmamos un contrato yo podría ocupar el piso hasta que volviera su sobrino. Yo entendí que se encontraría trabajando en el extranjero, pues no pusimos fecha para la extinción del contrato. Pensé que mientras no viniera el sobrino... el precio me interesaba.

—Como se llamaba la señora.

—Agueda ya te lo he dicho, Agueda pero no recuerdo su apellido. ¿Pero qué ocurre? ¿No te gusta?

—Nada no ocurre nada, puedes irte.

—Roberto he de pedirte un favor, quería aprovechar el puente y visitar a mi marido, puede que al no verme durante un tiempo haya recapacitado y me conceda el divorcio.

—No hace falta que esperes al Jueves, te debo un domingo, tomate lo que resta de semana.

—Gracias Roberto.


Esa misma tarde, recogí el coche y preparé las maletas. Al día siguiente salía hacia La rioja para ver a mi familia; cerca de Navarrete, mi cuñado tenía una bodega familiar y una enorme casa de campo, al quedarse mi padre en silla de ruedas mi madre y él se habían trasladado allí, el terreno era llano y el tenía más libertad, prácticamente no necesitaba a nadie. Mientras que en el piso de Logroño se encontraba cerrado.

Sobre las doce ya estaba allí, me recibieron con los brazos abiertos, sobre todo mis sobrinas a las que siempre llevaba algún regalo. Descargué las maletas y entré en la cocina, allí como siempre estaba mi madre preparando la comida; la ayudé mientras ella me contaba todos los secretos de la masía.

Tras la comida mientras fregaba los platos mi padre desapareció, pregunté a mi madre por él.

—Tu padre aquí es feliz, pasea con la silla e incluso en ocasiones lo veo como se esfuerza por dar unos pasos, con las muletas que lleva siempre detrás de la silla. Ahora lo encontrarás tras la casa a la sombra de la casa y la higuera. Tiene su mesa, su botijo y algún libro entre manos.

—¿Que lee?

—No lo sé, no me fijo pero de todo.

8. La decisión es solo mía

Me quité el delantal y me fui en su busca; como había dicho mi madre allí estaba bajo la higuera con un libro entre las manos, cogí una hamaca playera y me senté a su lado mientras miraba los libros que estaba leyendo. Sobre la mesa tenía el Último Catón y algo de Bucéfalo de un tal Santiago Posteguillo... no recuerdo muy bien.

En sus manos reconocí “La sombra del viento”, un libro que yo había leído recientemente.

—Buenas tardes papá ¿ahora lees literatura de evasión?

—Durante muchos años lo que he leído era demasiado real, aunque en algunos casos superaban la fantasía. Hace dos semanas terminé uno de Isaac Assimov, me gusta este hombre, da la sensación de saber más de lo que escribe. ¿Y a ti como te va por Madrid?

—Muy bien papa, he recuperado mi antiguo puesto en la empresa.

—¿Les dijiste quien eras?

—No dispongo de una nueva identidad portuguesa, todos creen que soy Fátima y no lo dudan pues hablo perfectamente el portugués. He tenido que valerme de la astucia y de la inestimable ayuda de la suerte para conseguirlo. Ahora se definitivamente quien fue el culpable de la muerte de mi marido y de todo lo que he sufrido hasta llegar aquí.

—¿Tienes pruebas? ¿Quieres que lo denunciemos?

—No, no papa aunque pudiera demostrar... — me callé y recapacité. Papa este hombre segó la vida de mi marido la del hijo que esperaba, a mi me hizo perder parte de mi vida, mandándome al infierno del dolor y las agujas; además condenándome a no poder tener más hijos. — agaché la cabeza y la levanté con un fuerte suspiro —. Seguí hablando.

No, la venganza es solo mía no sé cómo ni cuándo pero...

—Daniela ten cuidado con lo que haces, no se puede ir por la calle con una pistola matando gente.

—Lo sé papa no soy tan necia, pero si no puedo cobrarme su vida tal vez pueda arruinársela. He tenido la ocasión y no he sido capaz de hacerlo, pero habrá más ocasiones. Solo tengo una duda, pues aunque no soy creyente la religión me merece un gran respeto y no sé si es licita la venganza.

—No sigas por ese camino, es un camino falso y egoísta. No ha mucho hablaba yo con Roque “el boticario” discutimos sobre el tema. El me decía que en los juicios jurando ante la biblia todos los acusados debían decir la verdad y yo le dije; que solo el uno o el dos por cien la decían, jurasen por lo que jurasen y que los propios abogados les enseñaban a mentir, también los jueces sabían que mentían.

El no entendía que mintieran a dios y yo le contesté que quien más mentía era su iglesia y posiblemente la que menos creía en su dios, pues quien cree cumple con él, cosa que no hace la iglesia ni sus seguidores.

—Pero papa...

—Si hija sí, no temas a dios pues no existe más que en aquellos a los que se lo han hecho creer, o que lo tienen por costumbre desde que nacen, uno cree en la religión mayoritaria de la nación donde nace. Dime ¿qué dios es el verdadero, Odín, Buda, Júpiter, Baal, el Sol, Osiris, Zeus? Hay un sinfín de dioses que han pasado a la historia igual que pasarán los que ahora tenemos. La iglesia lo sabe e intenta mantenerse con la fuerza y el engaño; pueden pasar muchos gobiernos, pero ella siempre estará del lado del vencedor, pase lo que pase, aprovechándose del pueblo en beneficio propio. Solo tienes que ver la opulencia y lo bien que viven sus obispos, nada que ver con las miserias que reparten entre los pobres y que no son suyas, las reciben de otras personas más misericordiosas. Verdaderamente no siguen el ejemplo de su dios.

—Pero ¡el Infierno!

—No se menciona en ningún evangelio, solo hay un pasaje en el que Jesús mencionó ¡serán arrojados al fuego de Guemma! Guemma era un valle tras las colinas de Jerusalén, donde se quemaban los cadáveres, la iglesia lo convirtió en el infierno al tiempo que imponía la confesión y creaba La Inquisición, siempre para imponer su poderío y su doctrina, no esperó a que dios castigara a los infieles, los inquisidores se convirtieron en dios por su cuenta. En fin crees que dios dejaría que se matara en su nombre, acaso no dicen ellos que todos somos hijos de dios y que este es justo, en ese caso ¿por qué matan a sus hijos y hermanos, valiéndose de las guerras y la Inquisición? No quiero hacerlo más largo; tu venganza no te la puedo quitar es solo tuya, pero recuerda no debes mancharte las manos de sangre, el brazo de la ley es largo y ten en cuenta que cada persona tiene su “destino trazado” y sobre eso no hay nada que hacer.

—Gracias papa, como decía Salvador siempre es un placer hablar contigo. Y ahora hablemos sobre los libros que estás leyendo...


Las palabras de mi padre resonaron en mi cabeza, la venganza era solo mía y cada persona tenía su “destino trazado” ¿cual sería el de Roberto? Comprendí que no tenía que tener miedo a nadie solo a mí misma, si había esperado un año no pasaba nada por esperar otro debía ser mas astuta, calculadora y esperar la ocasión. Los días que pasé con mi familia me hicieron recobrar nuevos bríos.

El domingo por la mañana preparé las maletas y apenas comimos me marché a Madrid.

Al día siguiente mi semblante era triste y así pasé toda la semana Roberto me invitó a cenar y bailar en una sala conocida, solo bailábamos cuando la música era lenta y yo notaba todo su cuerpo fundido con el mío, algún beso se le escapaba por mi cuello, pero yo no podía sentir ninguna sensación, solo impotencia y asco, me dejaba llevar.

No sé si por respeto o porque pero no me había preguntado por el viaje. Le dije que tenía calor y que deseaba salir a la calle. Hacía una espléndida noche y le pedí pasear. Fue entonces cuando me preguntó suavemente.

—¿No me has comentado nada de tu viaje a Portugal? Y te siento triste ¿Ha ocurrido algo desagradable?

—Poco hay que contar, me recibió con una sonrisa como quien ve aparecer al hijo prodigo, pero no quiso darme el divorcio, como siempre terminamos discutiendo; intentó pegarme y cayó de la silla. Dios mío como lo odio, quisiera verle muerto, pero yo no tengo valor para hacerlo. Me gustaría rehacer mi vida pero no sé como podré hacerlo, con este energumeno...

Unas lagrimas ficticias saltaron de mis ojos, mientras bajaba la cara para limpiarlas.

Roberto por favor llama a un taxi, no me encuentro bien. En esta ocasión el taxi me dejó en la puerta, le dije que no bajara y se fue. Cuando me dormí no sabía la gran victoria que había conseguido esa noche.

Días más tarde me llamó a su despacho y entregándome un periódico dijo.

—Busca, yo no sé nada, pero me han dicho que dentro está la solución a tus males, puedes irte.

Puse el periódico en el bolso y me lo llevé a casa. Comí y a media tarde me acordé del periódico, empecé a mirar hoja por hoja, hasta que llegué a una página de anuncios y vi un circulo hecho con rotulador alrededor de dos anuncios; era lo único que llamaba la atención, me fijé en ellos el de la izquierda era una empresa de exterminación de insectos y alimañas, el otro era un bar en una zona de tapas bastante conocida, con otros tres bares en la misma calle.

Conocía la calle por haberla pateado mientras estudiaba, pensé que tras las horas de la comida sería cuando más tranquilidad habría en la zona y así a las cuatro y media entré en el bar, apenas habían dos hombres sentados a la barra tomando café, busqué una mesa discreta y me senté, el periódico lo puse abierto por la parte marcada y doblado para que se viera. Un camarero se acercó.

—¿Que desea?

—Un café.

Se fue y a los pocos minutos volvió con el café. No sé porque le dije.

—¿No tendrá matarratas? — me miró y cogió el periódico, momentos más tarde vino a recoger el servicio, mientras decía si tiene problemas con las ratas lávese las manos, a la derecha de la barra tiene el aseo.

No lo pensé me levanté y entre en el aseo de señoras, a un lado estaban los lavabos y al otro las puertas con los inodoros, seguí las instrucciones y me lavé las manos una voz a mi espalda me habló.

—¿Quería usted deshacerse de una rata?

—Si de una rata muy grande.

—Esas son nuestra especialidad, pero le saldrá caro.

—Como de caro.

—Seis mil euros si la cosa es sencilla y el precio aumenta según la peligrosidad o gasto por nuestra cuenta, nuestras ratas suelen sufrir accidentes difícilmente reconocibles.

—¿Qué debo hacer?

—Necesitamos fotos y todos los datos posibles, no nombres ni direcciones particulares, puede añadir un plan que nosotros valoraremos pudiendo rechazarlo si no nos gusta, pagara dos tercios y tras el desenlace el resto.

—De acuerdo tendrá noticias pronto.

—Mejor los miércoles, una carta envuelta con el periódico, el camarero la recogerá. No quiero conocerla ni saber su nombre.

—Comprendo, hasta pronto.

Salí del aseo y me fui directamente a mi casa, mi mente empezó a pensar en lo que había ocurrido y mi cuerpo a sentirse mal; me sentía como una asesina y por momentos sentía que mis fuerzas flaqueaban. Pasé la tarde sin salir de casa y me acosté temprano, el desasosiego me asaltó toda la noche; soñaba con Salvador pidiendo venganza y su imagen saltando sobre mi, me sobresaltaba; desperté varias veces, de madrugada me volví a dormir y vi un recién nacido que se diluía de mis manos. Sonó el despertador, me levanté sudando y cansada.

Durante el día los sueños me convencieron de que debía seguir con mi venganza Roberto debería pagar con su vida dos muertes y mi martirio. A partir de ese día estuve madurando ideas.

El sábado volvimos a salir juntos, nuestras vidas seguían un guión pre establecido, sabía que debía ganármelo y esa noche consentí que me besara en los labios por primera vez, su beso fue apasionado y al separarnos se quedó mirándome y preguntó.

—¿Has arreglado tus cosas con tu marido?

—No pero creo que pronto estarán arregladas, ¿estás dispuesto a ayudarme?

—¿Qué clase de Ayuda?

—Solo llevarme a Lisboa alojarte en un hotel y al día siguiente volver conmigo, no puedo decirte nada más.

—¿No pasaré la noche contigo?

—No la pasarás solo.

—Entiendo no quieres involucrarme en tus asuntos.

—Así es quiero mantenerte al margen, mis cosas son mis cosas.

—¿Y cuándo será...?

—En quince días, si no ocurre nada.

—De acuerdo solo quiero que estés libre y podamos...

Yo le interrumpí poniendo mi dedo índice en sus labios, a continuación lo besé, sus labios no querían separarse pero yo me separé.


El miércoles fui al bar, llevando un bolso grande de enea donde ocultaba el periódico y en su interior el sobre con las instrucciones; la foto, matrícula del coche, día, hora y hotel donde se hospedaría. En las instrucciones explicaba que a las nueve de la mañana del domingo saldría del hotel para dirigirse a Sintra con el vehículo.

Entré en el bar y me senté en la misma mesa que la vez anterior apartada de la puerta, dejando el periódico sobre ella; el camarero delgado y de pelo rojizo se acercó, le indiqué el periódico con disimulo y pedí un café, cogió el periódico y se fue mientras yo pensaba quien sería el hombre misterioso que se ocultaba en el aseo de señoras. Por un momento pensé en el cocinero o en el dueño del Bar. Las veces anteriores solo había visto al camarero y al señor canoso que estaba tras el mostrador, ninguno de los dos entraba o salía del aseo. Seguí con la mirada al camarero y vi como dejaba el periódico sobre una esquina del mostrador y el señor canoso lo dejaba debajo y me hacía el café. El camarero me trajo el café, pasaron unos minutos y me dijo que pasase al baño mientras retiraba la taza, no vi a nadie en el bar ni quien cogió el periódico, levantándome me dirigí al aseo y abrí el grifo del lavabo como la vez anterior, una voz dijo parece un plan correcto podemos utilizarlo, pero al no ser en nuestro país le costará mil euros más “tendremos más gastos” ¿el dinero?

—He traído cinco mil, como usted dijo el resto al terminar.

—Estoy de acuerdo, déjelo sobre el lavabo y cumpla las fechas y horas, volverá un mes después de la extinción de la plaga a pagar el resto.

—Seguí sus instrucciones y dejé el sobre con el dinero, mientras pensaba que si me citaba un mes después debería ser para librarse de sospechas. Recogí mi bolso y salí a la calle ya no había vuelta atrás. No muy lejos había un supermercado y decidí ir de compras, al doblar la esquina un señor me interceptó.

—Por favor señorita, no se asuste soy policía— me mostró su placa y el mundo me cayó encima mis piernas parecían flaquear, intenté disimular y armarme de valor preguntando.

—¿Ocurre algo?

—No, no ocurre nada, no era mi intención asustarla, “perdone” estamos investigando el trato de blancas y sabemos positivamente que por aquí se oculta una mafia dedicado a ello, usted tiene buena presencia y quería saber si la habían molestado.

—No, nadie se ha metido conmigo, yo frecuentaba estos bares en mi época de estudiante y de vez en cuando me da morriña, me gusta recordar aquellos días, pero suelo venir en horas tranquilas a tomar un café, antes de pasar por el supermercado.

—Entiendo y le pido disculpas si la he molestado, también por aquí hay trafico de drogas esto no es lo que era. Por la noche el ambiente es insoportable, el olor lo inunda todo.

—Todo cambia con el tiempo, en fin ahora no parece haber peligro.

—Así es, lo sabemos, como sabemos de algunos pequeños papeleros, pero no podemos encerrar a todo el mundo, solo buscamos a los grandes ¿entiende? En fin vuelvo a pedirle disculpas.

—¡Oh! No, no se disculpe no ha sido una molestia y mas sabiendo que me protege la policía. Hasta la vista.

—Adiós.

Dejé al policía que me seguía con la mirada y me fui de compras.


El viernes no quise salir y le prometí salir el sábado a cenar y al baile, la cena fue por todo lo alto y después bailamos. Roberto estaba encendido y me preguntó.

—¿Cuando me darás una prueba? Sabes que estoy loco por ti.

No sé si lo pensé bien o no, solo pensé que debía asegurar su colaboración, le respondí — esta noche ya no tengo escusa para no acostarme contigo, en una semana quedaré libre, si me llevas a Lisboa.

—No lo dudes, te llevaré.

—No lo pensó dos veces interrumpimos el baile y nos fuimos a su casa, en el ascensor solo le faltó desnudarme y al entrar en su casa los besos y caricias se hicieron intensos, yo fingía corresponder pero esa noche solo el disfrutó, mientras que yo no sentí nada, solo una especie de asco y vergüenza por lo que hacía. Al día siguiente dormía mientras yo lo dejaba y volvía a mi casa, por el camino llegué a pensar que lo ocurrido, había sido como el último cigarrillo que se daba a los condenados antes de la ejecución.

El domingo lo pasé sin salir pese a que Roberto me llamó en dos ocasiones, preguntándome si quería ir a comer o a cenar. Me disculpé diciéndole que tenía una fuerte jaqueca, posiblemente debido a lo que bebimos la noche anterior. Pero que recordase que el sábado próximo debíamos partir temprano hacia Portugal.

El resto de la semana apenas hablamos, aunque él me sonreía cuando nos cruzábamos o hablábamos en el despacho. Por mi parte intentaba corresponder y llegó el viernes, quedamos para cenar en su restaurante de costumbre; al terminar le dije que quería pasear y mientras caminábamos le volví a decir.

—Recuerda, mañana temprano salimos hacia Lisboa.

—Si lo sé, he llevado el coche a revisión y tengo el depósito lleno. No temas no soy un niño y ¿ahora no podríamos ir a mi casa?

—No estoy de humor, desearía que entendieras mi estado de ánimo, pronto podré resarcirme con creces de estos años y darte lo que te mereces.

Mis palabras cayeron como agua bendita sobre Roberto.

—Te entiendo y comprendo tu estado de ánimo, yo también perdí a un gran amigo y a su mujer, dos grandes personas.

Sus palabras me revolvieron las tripas y tuve que fingir para no gritar lo que sentía por él.

La noche no dio para mas, yo tomé un taxi y me fui, sin querer que me acompañara.

9. Regreso a Portugal

Con solo un bolso más bien grande esperaba su llegada, cuando lo vi aparecer doblando la esquina. Mis dudas desaparecieron, subí al coche y dejé el bolso a mis pies.

—¿Solo llevas ese bolso?

—Recuerda, tengo ropa en Portugal, todo un ropero a mi disposición.

—Perdona no había pensado en ello, yo siempre llevo mi pequeña maleta conmigo, me gusta bañarme, cambiarme y afeitarme cada día.

—Eso es algo que me gusta de ti, sueles oler muy bien, — Roberto sonrió.

Durante el camino yo intentaba desviar la conversación hacia algo intrascendente, al tiempo que intentaba distraer mi mente y no pensar en lo que iba a ocurrir; poco antes de las dos entramos en Lisboa; yo le advertí que redujera la velocidad y poco a poco lo dirigí a un restaurante donde aparcamos en la misma acera y entramos a comer.

Le dije — el bacalao portugués es de lo mejor que he probado y lo condimentan de muchas maneras, todas riquísimas — el me dijo que pidiera por los dos y pedí un menú degustación. Nos sirvieron distintos platos que degustamos sin prisa, acompañado con un vino espumoso rosado de la tierra, al terminar mientras tomábamos un café “Brasileño” le dije.

—Roberto ha llegado el momento de separarnos, atiende bien mis instrucciones confío ciegamente en ti, por favor no me falles.

—¿Ya nos separamos? ¿No puedes acompañarme al Hotel?

—No escúchame por favor y recuerda que yo tengo mi casa, me estarán esperando y no quiero que me vean contigo.

—Está bien, no te fallaré.

—Mira a la derecha cuando salgas verás el hotel “La Nao”, al lado de la entrada está la cochera ponte delante de la puerta y al ver tu matrícula la abrirán, puedes subir a recepción con el ascensor del sótano. La habitación está reservada a tu nombre y pagada. Esta tarde puedes pasear por los alrededores que son preciosos y mañana a las nueve en punto saldrás del hotel y te dirigirás a Sintra a por mí, pon el Tom — Tom o el móvil y te llevará directo por Estoril y Cascáis. Yo lo programaría esta noche.

—No temas no te fallaré, no soy un niño.

—Recuerda sal a las nueve, yo te esperaré a la entrada del pueblo con una maleta, la cargaremos y regresaremos. Seré libre y...

—Vale, Vale, no te emociones, no haré más preguntas y seré puntual.

Pagó la cuenta y salimos a la calle, le indiqué donde estaba el hotel, lo vio y esperé en la puerta hasta que el coche entró en el garaje. Entonces bajé la calle hasta la esquina y llamé un taxi, diciéndole al conductor que me llevase al aeropuerto. Mi avión para regresar a Madrid salía a las cinco veinte.

Durante todo el trayecto estuve intentando no pensar y distraerme con... Empresa harto difícil, pues no podía quitármelo de la cabeza ¿Qué ocurriría si el plan fallaba y Roberto volvía por la oficina?

A las siete ya estaba en mi casa, los nervios no me dejaban estar quieta y decidí cenar en el restaurante donde habíamos cenado la noche anterior. Me senté en la mesa y el camarero al acercarse preguntó.

—¿Esperamos?

—No esta noche vengo sola.— pedí la cena, pero no tenía hambre mi estómago me traicionaba, al verme el camarero preguntó.

—¿No está buena la comida?

—No, no es la comida soy yo, por favor la cuenta.

—Entiendo — respondió y añadió — hoy paga la casa y espero que se le pase pronto. Hay muchos hombres solteros.

Seguramente creyó entender que habríamos roto. No respondí solo me levanté dándole las gracias y me fui.

El domingo no salí de casa y el lunes fui al trabajo como siempre, Gloria debió notar algo y me dijo.

—¿Que te ocurre estás triste y rara?

—He pasado una mala noche, anoche no me sentó bien la cena.

—Se te nota ¿cenaste con Roberto?

—No me dijo que se iba de viaje. Cené sola.

No sé qué ocurría pero parecía que nadie echaba en falta a Roberto. Fermín salió de su despacho, pidió unos papeles a Olga y preguntó por Roberto, esta le dijo que no había venido, el contestó.

—Está bien lo dejaremos para mañana.

Terminó el trabajo y todos nos fuimos a casa. Yo no sabía cómo tomármelo y mi cabeza no me dejaba descansar tan pronto me sentía aliviada por no haber aparecido, como seguía con mis dudas y me preguntaba ¿qué ocurrirá si aparece? ¿Y si la policía lo descubre todo? En ocasiones me sentía como una asesina pero al momento pensaba en lo que me había hecho y que en caso de denunciarlo la lentitud de la justicia...

No confiaba mucho en la justicia la encontraba lenta, desfasada y torpe, me la imaginaba con los ojos vendados y sin la balanza. Seguía sintiendo temor pero era por si aparecía, no quería ni pensar en la opción de que lo descubriera la policía. Con mis pensamientos a flor de piel me fui a pie a mi casa necesitaba desahogarme. Miré en el portal antes de entrar e incuso me volví por si lo veía. Pasé el día inquieta, no cené y mi cuerpo parecía tener calentura; un café con leche y un somnífero.


El despertador sonaba de forma estridente, lo paré, mi cuerpo pesaba una tonelada y me fui directa a la ducha. Cuando salí de la habitación y miré el reloj comprobé que iba con retraso, cogí el bolso y salí a toda prisa sin desayunar, me vino justo subir al autobús. Apenas entre en el despacho me dirigí a la máquina del café. Gloria me acompañó.

—¿Que te ocurre? Te encuentro nerviosa.

—No me ocurre nada.

Sin darme cuenta le di con mi mano al vaso de plástico del café con leche y lo derramé, sobre la máquina.

—No pasa nada Fátima, sacaremos otro — contestó Gloria — pero algo te pasa ¿Has discutido con Roberto?

—¡No somos nada y no tengo!...

—Esta bien siéntate yo te llevaré el vaso.


El liquido caliente y el trabajo parecían tranquilizarme, intentaba centrarme y olvidarme de todo. Las horas iban pasando lentamente pero a las once en punto entraron dos señores, acompañados del conserje y se dirigieron al despacho de Roberto a continuación, se dirigió al despacho de Román y a los dos minutos salió el conserje diciendo.

—Os llaman al despacho de Román a Olga; Gloria, Constancio y Fátima. El se fue y nosotras mirándonos las unas a las otras con extrañeza, entramos en el despacho saludando pero sin hacer preguntas. Fermín también entró “era el único ejecutivo que estaba en su despacho”.

Román tomó aire y nos miró antes de decir.

—Los señores son policías — yo noté fuego en el estómago y Román prosiguió — acaban de informarme, que Roberto a fallecido.

Mis piernas flaquearon y gracias a la ligereza de Olga y Gloria no caí al suelo. Inmediatamente entre los policías y Constancio me sentaron en una silla. Gloria les dijo.

—Salían juntos.

Yo recuperé el resuello y en voz baja dije — no éramos novios ni pareja solo salíamos ocasionalmente. ¿Pueden decirme como ha sucedido?

—Si ha sido un accidente, según los testigos iba a velocidad excesiva en una zona turística, alguien se cruzó y al esquivarle, chocó con la valla de “La boca del Infierno” se encuentra pasando Cascáis en dirección a Sintra; el vehículo dio una vuelta en el aire y cayó dentro de la cavidad, quedando el techo hacia abajo y las ruedas arriba, en el momento que más agua entraba. No pudo salir al estar aprisionado y se ahogó según los médicos aunque presentaba diversas heridas, consecuencia del accidente. ¿Conocen ustedes el lugar?

—Yo si viví unos años entre Lisboa y Sintra.— Miré a mis compañeras y les dije lo podéis encontrar en Internet. — El policía prosiguió.

—La policía portuguesa nos informó ayer, hemos estado en su casa y un vecino nos ha dirigido aquí. Necesitamos saber donde debemos mandar el cuerpo.

Román se quedó mirándome sin saber...Yo intervine.

—Guarda las cartas de la familia en el cajón izquierdo del despacho, allí debe estar la dirección de sus padres; creo que viven en Huelva.

Román llamó a recepción para que alguien trajera las llaves del despacho. Nosotras abandonamos el despacho y cuando trajeron las llaves él y Fermín acompañaron a los policías al despacho de Roberto.

Mis piernas habían dejado de temblar y me dirigí nuevamente a la máquina del café. Los policías debieron encontrar lo que buscaban y se fueron. Román y Fermín entraron en el despacho de Román y me llamaron. Román fue directo.

—Fátima ¿conocías el viaje de Roberto?

—Si lo conocía, me hizo reservarle un hotel para la noche del sábado, que pagué con mi tarjeta. Creo que yo tuve la culpa de todo — agaché la cabeza — si no le hubiera hablado de la belleza de Sintra ¡tal vez! — tomé aire y seguí hablando — aunque yo creía que iba por negocios.

—Tú no tienes la culpa de nada; tenía que ocurrir y ha ocurrido le gustaba apretar el acelerador.

Fermín intervino.

—Yo lo siento tanto como vosotros, pero necesito que me firmen unos contratos ¿y si no está Roberto?

Román se quedó mirando — ¿Qué hacemos?

Yo contesté mucho más tranquila — eres el vicepresidente Román a ti te corresponde asumir sus funciones.

—Como bien dices solo lo soy en funciones, en realidad desde que dejó el puesto Roberto nadie ha ocupado su despacho.

—Pues en este momento estés o no en su despacho asumes todas las funciones, tu eres el más antiguo y el que le cubrías la espalda, para todos eres el Subdirector — dijo Fermín — y podrías empezar por echarme dos firmas.

Román agachó la cabeza y antes de que saliéramos dijo — está bien asumo mi responsabilidad “de momento” pero voy a solicitar una reunión con los accionistas en breve; Fátima hay que mandar un correo a los compromisarios y una carta particular explicando lo sucedido, por favor hazte cargo.

A partir de ese día mi cuerpo y mente se serenaron, dejé de sentirme culpable y la muerte de Roberto la achaqué a su costumbre de correr demasiado.

Durante unos días las visitas eran frecuentes por parte de los compromisarios y la oficina de Román parecía una feria. El era un hombre muy competente y trabajador, un gran conseguidor de contratos, su mayor virtud era el cara a cara con los clientes, en privado o por teléfono directamente, pero no le gustaba aparentar, mandar, o tener cargos de tanta responsabilidad, como era entregar las cuentas anuales y sobre todo hablar en público o con varias personas mirando.

Don Rodrigo se pasaba muy a menudo por la empresa, solía ocupar el despacho de Roberto y antes de mi marido. Él era el Presidente Honorífico y hacía honor a su cargo.

Habían pasado tres semanas y parecía que las cosas se normalizaban.— Olga me comento.

—Esto me recuerda a cuando perdimos al anterior director y a su mujer, pero entonces tardaron tres meses en considerar a Roberto como director tras un cónclave de compromisarios.

—¿Te ha comunicado Román cuando será el próximo?

—No, no ha dicho nada y espero que sea pronto “está nervioso y creo que descolocado, me repite mucho las cosas.

Yo había notado los mismos síntomas.

Dos días después se reunían don Rodrigo y Román en el despacho y media hora más tarde nos llamaban a Olga y a mí. Cuando entramos don Rodrigo se dirigió a nosotras.

—No sé a quién de las dos le corresponde, pero en diez días o sea dentro de dos viernes quiero una asamblea de compromisarios y ejecutivos. Abra que mandar correos y cartas ¿a quién le corresponde el trabajo?

Nos miramos las dos y yo dije — puede hacerlo Gloria, no es un problema yo le ayudaré.

—En ese caso comuniquen que se debe a la elección del nuevo director.


Antes de cumplir el mes, yo deseaba terminar cuanto antes con el exterminador de alimañas y...

Ese mismo miércoles a las cuatro salía de mi casa en dirección al bar, hacía un sol de justicia e iba buscando la sombra. En la esquina vi al policía hablando con otro señor, al pasar junto a él lo salude y se quedó mirándome, no sé porque lo hice pero me volví y le dije.

—¿Quiere un café? — por un momento dudó pero decidió acompañarme, mientras caminábamos le comunique que me cambiaba de domicilio y que tardaría en volver por la zona. Nos sentamos en una mesa del exterior y yo como siempre pedí un café; el pidió lo mismo y charlamos de drogas y mafias mientras lo consumíamos. En realidad se despachó agusto, yo apenas abrí la boca.

Llamé al camarero y le pregunté — ¿el aseo está libre? — el contestó.

—Lo están limpiando espere un momento después de las comidas “ya se sabe” —Respondió.

Saqué un billete y le dije que se cobrara los cafés, cosa que no consintió el policía, pagando el la consumición. Al traer las vueltas, el camarero me comunicó que habían terminado de limpiar el aseo y podía pasar. Con una sonrisa me levanté y entre al bar, accedí al aseo y abrí el grifo. Una voz a mi espalda dijo.

—Ha venido una semana antes de lo convenido.

—Quiero terminar con esto, se que la extinción ha sido un accidente pero aquí le dejo su dinero.— Introduje mi mano por encima de la hebilla de mi pantalón y de entre mis bragas saqué un sobre y lo dejé, sobre el lavabo mientras la voz decía.

—Afortunadamente como usted dice fue un accidente, pero nosotros cumplimos el trato solo le faltaban unos kilómetros.

—No quiero saber nada más ni como, solo deseo que no nos encontremos nunca jamás. Adiós.

Salí del aseo y dije al guardia que seguía sentado — ¿nos vamos? — Esta vez volvimos por donde habíamos llegado, nos despedimos en la esquina y no lo he vuelto a ver.

Ese mismo fin de semana decidí hacer una visita a mis padres, el cuerpo me pedía hablar con mi padre. Les llamé por teléfono y el sábado antes de comer estaba en la masía. Esperé a que mi padre se fuera debajo la higuera y le seguí; me senté a su lado y le conté todo lo sucedido sin esconder nada. Me miró unos largos segundos sin decir nada y por fin habló.

—Hija sabes que no soy creyente pero creo que tú tienes un ángel de la guarda que hace su trabajo. Te queda toda una vida por delante y debes aprovecharla, seguramente todo lo malo que tenía que pasarte ya te ha ocurrido y solo puedes encontrar tranquilidad y felicidad, pero tendrás que luchar para conseguirlo “aquí nadie regala nada” la vida es una lucha constante. No temas al fracaso y sigue tus instintos, estoy convencido que ellos te llevaran al triunfo y a la felicidad. Si crees que has encontrado tu sitio, no luches mas y vive, pero si no eres feliz lucha por serlo, la vida puede parecer muy larga pero en realidad es corta. Es cuanto puedo decirte y Daniela quiero que sepas que estoy muy satisfecho de tener una hija como tú.

—Gracias papa, tus consejos siempre son mi estímulo. Te aré caso y a partir de hoy intentaré ser feliz sin renunciar a nada. Pienso que peor no me puede ir después de lo que he pasado. Creo que soy una mujer nueva con un nuevo e incierto futuro, seguiré tus consejos sin precipitarme.

La conversación cambió y hablamos de libros, en la mesa había un libro de un escritor que desconocía se llamaba Valera me dijo que era un buen narrador y me recomendó sus libros.

El domingo después de comer regresé a Madrid.


Parecía que mi conciencia había quedado tranquila y mi vida empezaba de nuevo. Ese día empecé a pensar en recuperar mi identidad; conservaba la dirección de la comisaría donde me habían hecho el carnet Portugués y creí que lo mejor era saldar cuentas lo mas legal posible. Concerté una visita con un psicólogo y le expliqué lo que me había ocurrido, entregándole copias de los papeles del hospital e informándole de que había recuperado la memoria por completo.

Después de unas pruebas convenciéndose de mi completa curación, me preguntó.

—¿Y qué desea de mi, si como dice está usted perfectamente?

—Desearía un certificado de mi recuperación, la policía portuguesa me proporcionó un documento de identidad, que en estos momentos considero falso y quiero devolverlo con su certificado, fotocopia de mi carnet Español y mi agradecimiento por sus atenciones.

El doctor se quedó mirándome fijamente antes de decirme — ¿Sabe Daniela? Agradezco su sinceridad, otras personas intentarían aprovecharse de su falso documento de identidad le haré el certificado.

El doctor me redactó el certificado y yo tras hacer innumerables copias, mandé todo el dossier a la comisaría portuguesa. Desde ese momento desaparecía Fátima y quedaba Daniela.

Mientras tanto Gloria se había encargado de mandar las cartas y los correos a socios y compromisarios.

10. Desenlace final

Ese mismo viernes se celebraba la reunión en la empresa, el día antes entré en el despacho de Román.

—Román por favor ¿Podemos hablar?

—Si un momento y termino... ya está. ¿Dime que deseas?

—Quiero saber si deseas ser presidente.

—No, no lo deseo yo estoy muy bien con mi trabajo, tengo libertad, y un buen sueldo, no deseo para nada complicarme la vida con responsabilidades, ya tengo suficientes con mis hijos, hay otros que tal vez deseen el puesto pero... ¿porque lo preguntas?

—Creo que debes saber algo antes de la reunión ¡Yo soy Daniela la mujer de Salvador!

Román se dejó caer sentado sobre su silla mirándome fijamente.

—Si lo sé no me parezco en nada, pero esta foto te lo hará comprender — le mostré la foto de mi cara desfigurada.

—¡Dios mío! No has dicho nada y has conseguido tu antiguo puesto, esto parece...— tituveaba.

—Un milagro ¿No es así?

—Si un milagro y ahora ¿qué quieres de mi?

—Quiero hablar a la asamblea antes de que elijan director.

—¿Piensas presentarte?

—Quiero descubrir quién soy y reclamar mis derechos y los de mi marido a la asamblea.

—Daniela no pides nada que no merezcas y como diría un “genio”, por mi parte “deseo conseguido” sé cómo eres y como la empresa funcionó mejor desde que apareciste. Te diré como lo haremos, entrarás conmigo te sentarás en mi silla a mi lado, sabes que entraré como director en funciones, no hará falta una silla más yo ocuparé la de Roberto a don Rodrigo lo tendremos enfrente. Abriré la sesión y te pasaré la palabra. El resto es cosa tuya ¿de acuerdo?

—De acuerdo, ahora debo confeccionar unas carpetas. Gracias Román.

—Gracias a ti, me quitas un peso de encima.

Durante el resto del día estuve haciendo fotocopias y llenando las carpetas. Al día siguiente sobre las diez y media entraba don Rodrigo con su señora; doña Remedios no tardó en saludarme y decirle a Gloria.

—¿Puedes traer una silla?

Gloria no tardó en traerla y las dos nos juntamos para hacerle sitio.

—No temáis yo fui una de las primeras secretarias de la empresa y entonces no era como ahora, solo tenía una vieja máquina de escribir y en ocasiones me tenía que vendar los dedos. ¿Sabes cómo están las apuestas? Me refiero a los aspirantes.

—No, se habla poco o nada pero le aseguro que habrán sorpresas y gordas.

—Eso me gusta ¿alguna mujer?

—Es posible...

—¿Usted estará dentro?

—Si al lado de Román.

—¿Y va a intervenir como con el tonto?

—Digamos que de forma diferente pero intervendré.

—Usted me tranquiliza sabe dónde va y lo que quiere, cuando yo era secretaria sabía mas del negocio que mis superiores y en ocasiones les daba la comida mascada, como se suele decir.

—Doña Remedios, usted ha debido ser un diablo.

—No lo sabes tú bien salía con mi marido pero no me proponía casarse y un día que sabía que me escuchaba, aunque estaba de espaldas, le dije a una compañera — “o Rodrigo me pide matrimonio esta semana, o dejo de salir con el” — al día siguiente estaba en mi casa con este anillo que llevo.

Doña Celia entraba por la puerta.

—Mira Fátima te dejo; debo saludar “al tostón” de doña Celia todo sea por la empresa, menos mal que no la veo muy a menudo.

Remedios se levantó, mientras la sala continuaba llenándose de gente. La música sonó a las once en punto y los compromisarios fueron entrando en la sala y sentándose en su sitio, esta vez no había carpetas sobre la mesa. Román pasó frente a mí y me hizo un ademan para que lo siguiera, juntos entramos en la sala, todos estaban sentados. Era natural pues no había director, yo me senté al lado izquierdo de Román, donde él se sentaba con anterioridad. La puerta se cerró.

Un codazo de doña Remedios, hizo que don Rodrigo mirase por encima de las gafas y dijera.

—Buenos días, todos sabéis el motivo de esta reunión y creo que sin más preámbulos debo pasar la palabra al señor Román.

Román se levantó.

—En primer lugar quiero agradecer la asistencia a todos y espero que tras esta reunión tomemos la mejor decisión para la empresa. En lo que a mí respecta no tengo interés en tomar el relevo de Roberto, muchos de ustedes me conocen y saben que me siento más integrado en mi cargo actual. Cualquier ejecutivo está capacitado para ocupar el puesto vacante; pero creo que antes deberíamos escuchar a Fátima, a la que muchos de ustedes conocen y saben de su valía. Fátima por favor.

Me levanté por educación y hablé: Señoras y señores les doy las gracias por permitirme dirigirme a ustedes, ruego que tengan un poco de paciencia conmigo.

Dicho esto me dirigí a la puerta y la abrí, Olga y Gloria entraron con las carpetas que había preparado y las repartieron; los asistentes se miraban unos a otros no entendiendo nada. Olga y Gloria abandonaron la sala y cerraron la puerta.

Señores por favor pido un poco de atención.— Las voces se callaron y noté su mirada clavada en mi.

En las carpetas que les han entregado, pongo a su disposición mi vida y mi verdad, podrán comprobar lo que ha sido de mi vida estos dos últimos años. Podrán comprobar que no me llamo Fátima soy “Daniela” si Daniela la esposa de Salvador su anterior director. Podrán comprobarlo con el dossier que les he entregado con todas las fotos y los certificados correspondientes.

A partir de ahora Fátima desaparece y vuelve Daniela.

Los asistentes miraban en las carpetas las fotos y los certificados. El silencio se podía cortar con un cuchillo tan solo se escuchaba el pasar de las hojas; por fin don Cesar lo interrumpió.

—Todo esto está muy bien, pero ¿como sabemos que usted está completamente curada de su amnesia?

—Si pueden comprobarlo hay un informe sobre mi amnesia y también hay otro sobre mi completa curación, es el último.

—Cesar — dijo doña Remedios — creo que la prueba está a la vista, está mejor que nunca.

Don Rodrigo intervino.— Y bien Fátima ¡perdón digo Daniela! ¿Y qué es lo que usted desea? Ya sabemos que los últimos años de su vida no han sido un camino de rosas.

—Quiero recuperar los derechos de mi marido y reclamo su cargo creo que estoy capacitada para ocuparlo, aunque entenderé una negativa por su parte y respetaré su consideración al creer que otra persona esté más capacitada para ocuparlo; por lo tanto abandonaré la sala y ustedes podrán dialogar libremente — me levanté y como había dicho salí de la sala. Olga y Gloria no tardaron en preguntar y yo en darles explicaciones de lo que había sucedido.

Por Román me enteré mas tarde de lo sucedido en mi ausencia, tal vez por el hecho de ser mujer las opiniones se dividieron, no había un consenso pero sí discusiones. Don Cesar se aferraba a mi enfermedad en los últimos años, mientras doña Celia veía bien que hubiera una mujer por primera vez de directora, don Juan Carlos preguntó por los méritos que pudiera tener una simple secretaría, para aspirar al siempre difícil y comprometido cargo de Director.

Don Gregorio Varón de Iniesta preguntó ¿tenemos más posibilidades?

Román contestó — Cualquier ejecutivo de los aquí presentes, podría ocupar el puesto, yo por mi parte me desmarco de la competición. Pero en ese caso deberíamos subir de categoría a alguien de la planta para ocupar su lugar y las más preparadas son Olga y Daniela; puede que también Escudero. A no ser que rescatemos a Helena.

¡Helena! ¡Sí! — exclamó don Manuel — ¿que ha sido de ella? Era la mano derecha de Salvador.

—Si era la mano derecha de Salvador — comentó Román — y Daniela era la derecha de Helena.

—¿Que quiere decir?

—Yo se lo explicaré — contestó don Rodrigo — usted don Cesar estuvo en la reunión para la compra de Exprés— Mundi S.L. Pues bien me he informado este último mes y puedo asegurarle que la compra a sido un éxito, como lo ha sido el poner en la dirección a Helena. No creo conveniente bajo ningún motivo, sacarla de la dirección de Exprés-Mundi, cuando una cosa funciona es mejor no tocarla y en este caso funciona y muy bien.

—Dilo todo Rodrigo — habló don Silverio — yo también estuve en la reunión y me dio la sensación de que quien mandaba era Fa... Daniela “Perdón” Creo que Roberto no sabía nada de lo que aquí se expuso. Era Daniela quien llevó el peso de la investigación y tomó las decisiones.

Román volvió a intervenir.— Yo no estuve en la reunión pero si puedo asegurar que fue Daniela quien eligió a Helena como directora y subió a Gloria de recepción, Roberto no intervino para nada, puedo asegurar que desde que apareció por la empresa, la dirección ha ido mejorando y tras enterarme ayer de quien era en realidad, lo entiendo y la apoyo plenamente.

Fermín intervino — Yo por mi parte me sentiría más seguro con Daniela de directora, ella tiene algo que “o se tiene o no se tiene”. En los momentos difíciles es quien toma la iniciativa.

—Venga es que sois tontos, pusisteis como director a un pelele — recalcó doña Remedios — y no lo pensasteis tanto. Pensad un poco ¿quien después de un año puede recuperar su sitio con una personalidad diferente? ¿Cual es el problema que es una mujer? ¿Que más tiene que demostrar? Por mi parte tiene mi voto, prefiero una persona lista que un figurín sin ideas.

Está bien — intervino don Rodrigo — creo que ya hemos hablado bastante, es la única que reclama el puesto. Deberíamos votar si le damos la dirección o no, en cuyo caso y teniendo en cuenta que Román declina el honor, hay alguien de ustedes (dirigiéndose a los ejecutivos) que querría dar un paso al frente y reclamar el puesto o competir con ella – todos se miraron moviendo la cabeza negativamente don Rodrigo prosiguió — no siendo así y en vista de que es la única decidida, he visto que en la carpeta hay varios cuartos de folio en blanco usémoslos para votar con un sí o un no. Votemos.

Fermín se levantó y tomó un jarrón del mueble bajo el gran espejo que presidía la sala y empezó a recoger los votos doblados en su interior. Cuando llegó a su sitio tras moverlos, empezó a sacar las papeletas. Solo una salió con el no.

Don Rodrigo no esperó mas, salió de la sala y me llamó, comunicándome la noticia, entre en la sala y di las gracias a todos los asistentes prometiéndoles que no les defraudaría y dedicaría mi vida en luchar por la sociedad, después de mis palabras se levantaron y aplaudieron las felicitaciones se sucedieron una tras otra. ¡Era la directora! pero sobre todo ocupaba el lugar que perdió mi marido.


Tía Agueda y aquí estoy convertida en directora de una gran empresa y con el firme propósito de cumplir mi promesa.

—Todo eso está muy bien pero ¿Que vas a hacer con tu vida?

—Nada como le dije a mi padre seguir con mi vida, no donde la dejé, pues eso es imposible pero honraré a Salvador.

—¿Estás segura de que eso es lo que quieres? ¿Que ha sido del doctor, no piensas en él?

—Mentiría si dijese que no lo quiero, pero no se puede tener todo, a veces pienso en visitarlo, pero después razono y creo que tal vez le hiciera egoístamente un flaco favor. La distancia es el mejor remedio para olvidarlo o que me olvide. No puedo regresar a Portugal y abandonar la empresa. No se puede tener todo y yo me debo a Salvador, él no lo pensó y salvó mi vida.

—Pero ahora no puede librarte del mayor tormento, si en verdad amas al doctor ¿Estás segura de que lo has pensado bien?

—Si es lo mejor para los dos. “Me olvidará” y tal vez sea feliz con otra mujer.

Daniela se acercó nuevamente a la ventana limpiándose unas sutiles lagrimas con disimulo.

11. Marco

¡Un momento! “Soy Marco” y yo también debo decir algo en esta historia, no crean que terminó aquí sigan leyendo.


Un mes más tarde, el cargo de Daniela ya había sido asimilado por todos; ocupaba su despacho (anteriormente de su marido) y dirigía la empresa con mano firme. Las secretarias seguían siendo sus amigas, pero los fines de semana se encontraba sola, pese a que visitaba en numerosas ocasiones a mi Madre. Cuando yo libraba intentaba llevármela con mi tribu, pero la tristeza se reflejaba en su rostro sin darse cuenta y pese a que intentaba disimularlo yo lo notaba y ya había decidido intervenir mandando una carta.


Sábado cinco treinta de la tarde; treinta y ocho días después de su nombramiento. Sonó el timbre del portero automático.

—¿Quién es?

—Traigo un paquete para Daniela.

—Yo soy suba al primero. No espero al que subía y cerró.

No tardó en sonar el timbre de la puerta, Daniela miró por la mirilla y solo vio un hermoso ramo de rosas rojas. Abrió la puerta y tras el ramo apareció Joäo. No lo pensó dos veces y se lanzó en sus brazos. Yo que estaba tras él lo empujé y cerrando la puerta me marché.

Dos horas más tarde venían a cenar a mi casa y a ver a Isabel, a la que yo había dejado en la portería para que no la viera... Daniela y la niña se abrazaron; yo me fui a la cocina llorando. “Soy un sentimental”

Más tarde pudimos hablar tranquilamente, Daniela no se atrevía a decir nada su felicidad era completa y no quería estropear el momento, pero Joäo se decidió a hablar, cuando mi madre le preguntó.

—¿Y ahora que pensáis hacer? — acababa de poner el dedo en la llaga, Daniela lo miró intrigada.

—Señora Agueda cuando recibí la carta, me puse en contacto con un colega de aquí, trabaja en un hospital San Pablo y le ofrecí abrir una clínica aquí en Madrid. Ha aceptado y estamos buscando local en Madrid, aunque él me ha confirmado que nos pueden ceder una sección del hospital donde él trabaja. Sea como sea quedan dos semanas para que Isabel empiece las vacaciones y nos traslademos a Madrid, solo volveré a Lisboa algunos días para ayudar a mi padre. ¿Cree que podré encontrar vivienda aquí?

—No me hagas eso – contestó Daniela — sabes que mi casa es tu casa ¿dime Isabel quieres vivir conmigo?

—Mi papa ha dicho que cuando termine la escuela viviremos contigo.


Las risas se extendieron por la sala, y yo me fui nuevamente a la cocina la felicidad que se reflejaba en sus rostros era contagiosa y yo no puedo evitar ser un sentimental.


Ahora si — Fin.


Publicado el 11 de julio de 2022 por Manuel Martinez Sanchis.
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