Enviar a Kindle «Los Bandidos de Río Frío», de Manuel Payno

Novela


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  Novela.
1.616 págs. / 2 días, -1 horas, 8 minutos / 1 MB.
3 de noviembre de 2018.


Fragmento de Los Bandidos de Río Frío

Delante de la fachada de la casa, que tenía tres ventanas con rejas de fierro, bastidores apolillados y cuarterones de papel blanco supliendo los vidrios rotos, se hallaba un círculo de ladrillos donde se trillaba la cebada y se desgranaba el maíz. Cuatro sauces llorones torcidos, medio secos, adornaban el frente, y en una esquina un alto fresno cayéndose de viejo, sostenido en dos o tres partes con vigas y horcones, y cuyas raíces salían a tierra y habían levantado el enlosado y cuarteado una parte del rayador. Un carretón desbaratado y otro reforzado en sus rayos con líos de mecate, las gallinas y los gallos picoteando los insectos, un burrito, hijo desgraciado de una de las preciosidades del corral, y dos o tres perros amarillos y cascarrientos, lamiéndose unos a otros a falta de comida, formaban el escenario de esta propiedad raíz, situada casi a las puertas de la gran capital. Don Espiridión, quizá por el estado de prosperidad y de orden que guardaba su rancho, se consideraba en la comarca como uno de los agricultores más inteligentes y adelantados. Y en efecto ¿para qué necesitaba devanarse los sesos ni hacer más? Dos tablas de malos magueyes, como la mayor parte de los del valle, le producían una carga diaria de tlachique, que vendía a un contratista por dos o tres pesos. Otras dos o tres tablas de tierras deslavadas en el declive del cerro, le producían doscientas o trescientas cargas anuales de cebada, que vendían a tres pesos; y luego el frijol, la semilla de nabo, el triguillo temporal, una entrega de leche y el horno de ladrillo, le formaban una renta que no sólo bastaba a la familia para vivir, sino que en buen año algo ahorraban.


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