Rápida Ojeada sobre los Leones

Manuel Payno


Cuento


Modas

Desde que comenzamos a redactar El Museo, deseábamos una que otra vez dedicar una hoja para hablar de modas; mas día por día se fue quedando este propósito en el olvido. Posteriormente El Liceo ha publicado algunos artículos ilustrados con litografías, y hemos creído satisfecha ya la necesidad del público en esta materia, bien que para algunos sea la variación, decadencia o progreso de una moda, punto de la más alta importancia.

Como probablemente la explicación de la forma de los chalecos, casacas, etcétera, sea obra de algunas líneas, ocuparemos un poco más de papel en hacer varias explicaciones conducentes.

Nuestros apreciables suscriptores habrán oído desde tiempos muy atrás designar a los que acostumbran seguir las imperiosas leyes de la moda, con sobrenombres exclusivos. Se han llamado elegantes, dandys, petimetres, fashionables, pisaverdes, etcétera: ahora todos estos nombres han caído en desuso, y sólo se conocen en París con el pomposo título de leones.

¿Quién había de pensar allá en los tiempos de cristianidad y de religión que el progreso y la ilustración habían de exigir que el hombre degradando la noble estirpe, se abatiera hasta tomar el nombre de una bestia feroz que anda en cuatro pies? Pues ello es que no sólo sucede, sino que para poderse llamar león se requieren cualidades de que suelen estar escasas muchas gentes. Al principio las hermosas y amabilísimas lectoras del Museo se habrán escandalizado y asustado al oír el nombre de león, figurándose naturalmente en su imaginación, dientes, uñas y rugidos y… les explicaremos cómo es un verdadero león, y acaso quedarán (así lo esperamos) un poco más contentas. Figuraos, queridas niñas, un joven de veinte a veinticuatro años, delgado pero muy bien proporcionado y compartido, de fisonomía agradable, ojos grandes y picarescos, boca pequeña que al sonreír deja ver dos líneas de dientes de marfil, un pequeño y ordenado bigote sombrea su labio, y su pelo rizado y lustroso dividido con una raya por el lado izquierdo, cae hasta la mitad de las orejas. El león es cuanto a figura a poco más o menos como lo hemos procurado describir; pero además, es rico, pues hijo de un conde o marqués, o cuando menos de un rico banquero o negociante de la India, puede disponer sólo para sus dijes y caprichos de 5 o 6 000 pesos cada año, así es que se abona con un sastre y diariamente estrena un vestido redondo, como suele decirse; se perfuma con las esencias más delicadas; usa de los adornos más elegantes y más exquisitos; anda en un magnífico tilbury, tiene palco en la ópera y en el teatro francés, y concurre a los paseos y a las soirées más selectas, llamando siempre la atención por la serenidad con que pierde sus escudos al ecartée o al voish. El león, aunque no es literato, conoce los escritos modernos y emite su opinión sobre ellos: el trato social le da cierta viveza y cierta flexibilidad escantadora, y sobre todo, es admirable cuando se dedica a trastornar la cabeza de una beldad; el león, aunque no ha sido granadero de la guardia imperial ni ha asistido al incendio y a las nevadas de Moscú, es de ánimo fuerte, y como además posee la esgrima y tira perfectamente la pistola, por quítame allá esas pajas se desafía y se da de balazos o estocadas con el lucero del alba: el león, por último, reconociendo la superioridad de sus dotes físicas y morales, es inconstante y no está satisfecho si no lloran por él cuatro o cinco beldades a un tiempo. Éste es en compendio un león, amables lectoras, y ya veo que al leer esto sonríen ustedes ligeramente y dicen para sus adentros: no es tan bravo el león como lo pintan. Ahora si echáis una ojeada a la litografía que acompaña a este artículo, y animáis con vuestra imaginación a ese par de elegantuelos, y os los figuráis leones, aseguramos que no os causarán tanto miedo como al oír simplemente el nombre sustantivo que han elegido para ser conocidos en el mundo.

Esta especie de leones, a la cual pertenecía Alcibíades en Grecia y Byron en Inglaterra, puede considerarse hoy como indígena de París; mas es posible que se propague fácilmente, pues los buenos sastres con tribuyen mucho a su desarrollo e incremento. En cuanto a México, la juventud actual por lo común se viste con aseo y elegancia; pero es difícil hallar todavía entre ella el verdadero tipo de león, y más bien se notan por una anomalía indefinible algunos leones viejos que dan bastante materia para esa suave y dulce conversación con que sazonan las comidas del café del Progreso y de la casa de diligencias, que se llama crónica escandalosa.

Concluido este episodio, pasemos al objeto principal de este artículo que es el de dar una idea ligera de las modas. Confesamos que en esta materia no es nuestra autoridad de lo más respetable; pero nos hemos valido de algunos amigos inteligentes en la materia, y más bien ellos que no nosotros son los autores de esta parte del artículo.

La estampa que acompañamos, y que es de las últimas que han recibido de París los señores Cussac y Gaillard, representa uno de los trajes más elegantes que se estilan hoy.

La casaca es de cuello y solapa muy ancha, a la vez que la dimensión de los faldones en longitud y latitud ha disminuido mucho. Para que el chaleco pueda verse bien, la casaca no quedará muy cerrada, y a pesar de lo cual, las mancuernas no se usan absolutamente. Los colores más elegantes para casaca son bronce de oro y verde brillante oscuro. Estos paños son franceses de finísima clase y los han recibido recientemente los señores Cussac y Gaillard, calle del Espíritu Santo número 8, y don Pedro Laforgue en la primera calle de Plateros.

Los chalecos más elegantes son los de cuello derecho sin vuelta, de sedas claras, y para baile los de seda brillante o con trama o labor de lama de plata. No han prescrito por esto los chalecos de vuelta que están en uso entre la gente de buen tono, prefiriéndose para el diario los de seda oscuros, piqué claro o cachemir amarillo caña, que son hermosísimos. En punto a chalecos, recomendamos los cortes que acaba de recibir don Pedro Chabrol, calle del Refugio. Son de un piqué cruzado blanco y realzados de forma que parecen bordados a mano. Esto es lo más decente que puede apetecerse en clase de chalecos de lienzo, y aun se usan también para baile.

Los pantalones al menos, según todos los últimos figurines, se usan en París bastante angostos de abajo; pero en México aún no se adopta esa moda, y ningún sastre de tono de la capital ha cortado hasta ahora pantalón angosto. Esto me agrada, pues manifiesta que ya vamos teniendo carácter, y por nuestra parte deseamos que el pantalón se mantenga en un justo medio.

Corbatas de chal o cuadrada oscuras, bota de charol, sombrero negro de ala ancha, copa regular un poco aclarinada.

Estas modas tienen ya muy poco tiempo de vida, pues se aproxima a toda prisa el invierno, bien que en México es tan benigno, que más bien puede asegurarse que disfrutándose de una continuada primavera, no reciben mucha variación ni las modas de hombres ni las de señoras.

No obstante, en casa de los señores Cussac, Urigüen, Laforgue, Van Gool, Chabrol y otros, hay grandes preparativos para las modas de invierno.

Los paltos se harán de un excelente paño labrado café y azul oscuro con cuello y vueltas de seda negra, sumamente largos, cosa que, aunque poco fea para la vista, es muy cómoda, con el punto muy bajo y los botones de una dimensión casi igual a la de un peso.

Lo que verdaderamente vale la pena son los caprichosos y excelentes cachemires imitación china de la fábrica de Talamon y Compañía de París que nos han enseñado los señores Cussac y Gaillard, y que se emplearán en chalecos de invierno de solapa y doble botonadura de seda.

Los últimos casimires llegados son de grandes cuadros escoceses; pero los de fondo oscuro listados y realzados son los que tienen más demanda.

Uno de los talleres más acreditados y donde se trabaja con tanta delicadeza como puntualidad, es el de los señores Cussac y Gaillard, en el cual hemos visto hermosísimos y finos géneros para toda clase de ropa, tanto de otoño como de invierno. Son recomendables además por la afabilidad con que constantemente tratan con sus parroquianos.

Don Pedro Chabrol es uno de los que mejor hacen pantalones en México, así como otras piezas de ropa, en las que se nota elegancia y suma comodidad. Los precios de la ropa de Chabrol son equitativos, y ésta es una recomendación que no debe quedarse en el tintero, tanto más, cuanto que no abundan en México leones que quieran prodigar gruesas sumas en la construcción de chalecos y casacas.

Don Pedro Laforgue, bastante conocido por la elegancia y propiedad con que viste a los militares, acaba de recibir dos excelentes cortadores (no pintados, sino en cuerpo y alma) que tienen una gracia particular para las levitas que se usan de falda regular, de cuello y solapa muy anchos.

El taller de los señores Urigüen y Ragneau es bastante conocido por la oportunidad con que recibe de su compañero de París los más selectos géneros y los más modernos figurines. En cuanto a precio, no nos atrevemos a recomendarlo; pero se dice vulgarmente que lo barato cuesta caro; y en punto a ropa, vale más pagar media docena de pesos más con tal que esté bien hecha.

Recomendamos también a nuestro compatriota don Desiderio Valdés (segunda calle de la Monterilla), uno de los artesanos más laboriosos y honrados que tiene México. Tiene particular gracia para entallar los chalecos y formar con ellos un cuerpo gallardo: su formalidad y la exactitud en ejecutar lo que se le encarga, lo hace digno de que no se consigne al olvido.

En cuanto a sombreros, pocos son (a no ser que carezcan de cabeza) los que no han tenido que ver con los señores Ancecy y Toussaint (primera sombrerería del portal de Mercaderes).

Respecto a la moda de sombreros, no se sigue en México rigurosamente la de París, pues Ancecy con una admirable fertilidad de invención cambia a cada paso la forma. Los de última moda en el día son los de ala un poco ancha y copa aclarinada, que constituye a poco más o menos un verdadero chapeau crombleu como lo usaba el portero Pipilit, de Los misterios de París.


Publicado el 19 de noviembre de 2020 por Edu Robsy.
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