El Libro de Monelle

Marcel Schwob


Cuento



I. PALABRAS DE MONELLE

Monelle me halló en el páramo en donde yo erraba y me tomó de la mano.

—No debes sorprenderte —dijo—, soy yo y no soy yo.

Volverás a encontrarme y me perderás;

Regresaré una vez más entre los tuyos; pues pocos hombres me han visto y ninguno me ha comprendido;

Y me olvidarás, y me reconocerás, y me olvidarás.

Y Monelle dijo: Te hablaré de las pequeñas prostitutas, y conocerás el comienzo.

A los dieciocho años, Bonaparte el asesino se encontró a una pequeña prostituta bajo las puertas de hierro del Palais Royal. Tenía el semblante pálido y temblaba de frío. Pero «había que vivir», dijo. Ni tú ni yo conocemos el nombre de aquella pequeña que Bonaparte llevó a su cuarto del hotel de Cherbourg, en una noche de noviembre. Ella era de Nantes, en Bretaña. Estaba débil y cansada, su amante la había abandonado. Era simple y buena; un sonido muy dulce tenía su voz: de todo eso se acordó Bonaparte. Y pienso que después el recuerdo del sonido de su voz lo emocionó hasta las lágrimas, y que la buscó largo tiempo en las noches de invierno, pero no volvió a verla jamás.

Pues tienes que saber que las pequeñas prostitutas no salen más que una vez de la muchedumbre nocturna por una tarea de bondad. La pobre Anne se acercó a Thomas de Quincey, el comedor de opio, que desfallecía en Oxford Street bajo las grandes lámparas de aceite. Húmedos sus ojos, ella le acercó a los labios un vaso de vino dulce, lo abrazó y lo mimó. Después se sumió otra vez en la noche. Quizá murió al poco tiempo. Tosía, dice De Quincey, la última noche que la vi. Tal vez vagaba todavía por las calles; no obstante la pasión de su búsqueda, y por mucho que soportó las risas de aquéllos a quienes se dirigía, Anne se había perdido para siempre. Cuando tuvo más tarde una casa caliente, a menudo pensó, entre lágrimas, que la pobre Anne habría podido

Fin del extracto del texto

Publicado el 28 de marzo de 2017 por Edu Robsy.
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