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El hábito de desangrar, la horrible promiscuidad de los grandes cuchillos y de las bestias destripadas, la vida nocturna de los mataderos, las espantosas escenas de las ratas acudiendo a desollar la carroña de los esqueletos, toda esa odisea que rodea a la matanza de animales que provocó, una noche, la admiración de Balzac, fomenta la inconsciencia del asesino así como la sangre fría de los ayudantes de Monsieur Deibler. Asesinan como abaten a los animales durante su jornada, y asunto acabado, no les queda sino la tranquilidad del trabajo bien hecho.
«Hay que escribir una carta —aconsejó la vieja al carnicero Doré—, y mientras Madame Dessaignes la lee, te la cargas».
Comienza el drama. Doré garabatea un sobre, a la luz de una farola, en un callejón desierto. Apostan a Chotin, el más joven, dieciséis años, para vigilar. Doré tiende la carta a Madame Dessaignes, Eugène Berlant se precipita sobre ella, la tira al suelo y el carnicero la desangra con una broca de berbiquí. Después, le aplastan la cabeza a talonazos. El primer golpe, el que convirtió a Madame Dessaignes en una pobre criatura agonizante, fue ejecutado pues por el carnicero, pero este está acostumbrado tan sólo a matar a seres bien vivos, por lo que el joven Berlant tiene la oportunidad de ir haciendo oficio: durante el saqueo de la casa, vuelve a bajar y remata a Madame Dessaignes a talonazos.
4 págs. / 7 minutos.
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Publicado el 28 de marzo de 2017 por Edu Robsy.
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