Primera novela histórica publicada por Mark Twain. Ambientada en 1547, cuenta la historia de dos niños de apariencia física idéntica: Tom Canty, un mendigo que vive con su padre abusivo en Offal Court, Londres, y el príncipe Eduardo, hijo de Enrique VIII de Inglaterra.
Tom Canty es un joven mendigo proveniente de una familia pobre de Offal Court, Londres. Tom tiene el deseo de tener una mejor vida, siendo alentado en esto por el padre Andrew, un sacerdote local (quien le enseñó a leer y escribir). Un día y, mientras merodeaba por el palacio, Tom ve a Eduardo, príncipe de Gales, hijo y heredero del rey Enrique VIII. Cegado por la emoción, Tom es casi atrapado y golpeado por la guardia real al intentar acercarse. Sin embargo, Eduardo los detiene e invita a Tom a su habitación en el palacio. Allí, ambos muchachos se conocen y quedan fascinados por las vidas del otro, así como también del hecho de que comparten una increíble semblanza. Posteriormente ambos deciden intercambiar sus ropas.
A pesar de ser una novela escrita para niños, "El príncipe y el mendigo" es una fuerte crítica hacia la desigualdad social y hacia la perspectiva de juzgar a los demás por su apariencia, siendo su principal tema la misericordia. Twain escribió sobre su libro que «mi idea es iluminar a la gente sobre la extrema severidad de las leyes de ese día al ser infligidas por el rey en persona y permitirle la oportunidad de ver como se aplican a los demás...».
De pronto se dio una orden y de inmediato toda criatura viviente se
esfumó de los escalones. Ahora el aire estaba cargado con el silencio
del suspenso y la expectación. Hasta donde alcanzaba la vista, podía
verse a miles de personas en los botes, que se levantaban y se protegían
los ojos del brillo de las lintemas y las antorchas, y miraban hacia el
palacio.
Una fila de cuarenta o cincuenta barcas reales se dirigió hacia los
escalones. Estaban ornadas de ricos dorados, y sus altivas proas y popas
estaban laboriosamente talladas. Algunas de ellas iban decoradas con
banderas y gallardetes, otras, con brocados y tapices de Arrás con
escudos de armas bordados; otras con banderas de seda que tenían
innumerables campanillas de plata pendientes de ellas que lanzaban una
lluvia de alegre música cada vez que las agitaba la brisa; otras, de más
altas pretensiones, puesto que pertenecían a los nobles de servicio más
cercano al príncipe, tenían los costados pintorescamente guardados con
escudos suntuosamente blasonados de armas y emblemas. Cada barca real
iba remolcada por un patache. Además de los remeros, éstos llevaban unos
cuantos hombres de armas de relucientes yelmos y petos, y una compañía
de músicos.
209 págs. / 6 horas, 6 minutos.
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Publicado el 16 de mayo de 2016 por Edu Robsy.
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