El Presidente Burlado

Marqués de Sade


Cuento


Entretanto, el señor de Fontanis, tras el aseo que no hizo sino realzar el brillo de sus sexagenarios encantos, con unas inyecciones de agua de rosas y de lavanda, que en este caso no eran precisamente ornamentos ambiciosos, como dice Horacio, después de todo esto, y tal vez de algunas otras precauciones que no han llegado a nuestro conocimiento, fue a hacer acto de presencia a casa de su amigo, el anciano barón. Se abre la puerta de par en par, se le anuncia y el presidente pasa adentro. Por desgracia para él, las dos hermanas y el conde de d’Olincourt estaban divirtiéndose juntos como verdaderos niños en un rincón de la sala, y cuando apareció esta figura, por más que se esforzaron, les fue imposible evitar tal carcajada que la grave compostura de magistrado provenzal se vio prodigiosamente alterada; largo tiempo había ensayado delante de un espejo su reverencia de presentación y la estaba repitiendo bastante pasablemente cuando la desafortunada carcajada que profirieron nuestros jóvenes casi hizo que el presidente permaneciera curvado en forma de arco mucho más tiempo del que había previsto; se alzó, no obstante; una severa mirada del barón a sus tres hijos les hizo recobrar la seriedad y el respeto y empezó la conversación.

El barón, que quería liquidar de prisa aquel asunto y que ya había hecho todas las composiciones de lugar, no dejó que acabara esta primera entrevista sin anunciar a la señorita de Téroze que ése era el marido que le destinaba y que debería entregarle su mano dentro de ocho días como muy tarde. La señorita de Téroze no contestó nada; el presidente se marchó y el barón volvió a repetir que deseaba ser obedecido. La circunstancia era de las más crueles: no sólo esta hermosa joven adoraba al señor de Elbéne, no sólo le idolatraba, sino que, además, tan frágil como sensible, ya había por desgracia permitido a su delicioso amante cortar esa flor que, muy distinta de las rosas con las que

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Publicado el 13 de febrero de 2017 por Edu Robsy.
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