Libro gratis: Valerio: el Romano Reanimado
de Mary Shelley


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Cuento


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Valerio: el Romano Reanimado

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Edición física


Fragmento de «Valerio: el Romano Reanimado»

»En vano mi acompañante trató de sacarme de las riberas del divino río. Me quedé sentado, inamovible, junto a él. Mis ojos no recorrieron el paisaje circundante que había cambiado, sino que quedaron fijos en las aguas o se elevaron al cielo azul y brillante. “¡Estos… éstos, al menos, son los mismos… siempre, siempre los mismos!”, fueron las únicas palabras que musité cuando la caída de mi patria bajo la feroz agonía del fuego se agolpaba en mi mente. El sacerdote intentó tranquilizarme… yo guardé silencio. Al final, la fuerza de la pasión me conquistó, y después de muchas horas de loca contienda dejé que me condujeran al carruaje y, cerrando las cortinas, me abandoné a la meditación cuya amargura sólo se vio disminuida por mi pérdida de fuerza.

»Era de noche cuando entramos en Roma. “Mañana”, dijo mi acompañante, visitaremos el Foro”. Yo asentí. No deseaba que viniera conmigo, y, por lo tanto, me retiré temprano sin expresarle cuáles eran mis intenciones. Pero tan pronto me vi libre de importunio, requerí la presencia de un guía y fui rápidamente a visitar la escena de toda la grandeza humana. La luna había salido y proyectaba una brillante luz sobre la ciudad de Roma… si puedo llamar a eso Roma, que en nada se parecía a la Reina de las Naciones tal como yo la recordaba. Pasamos delante del Corso y vi varios obeliscos magníficos, que parecían decirme que la gloria de mi país no se había desvanecido. Me detuve junto a la Columna de Antonino, que se hundía profunda en la tierra y, rodeada por los restos de cuarenta columnas, proyectó en mi mente la noción de la decadencia. Mi corazón palpitaba con temor e indignación mientras me acercaba al Foro por caminos desconocidos para mí. Y el hechizo se quebró al contemplar las columnas rotas y los templos en ruinas del Campo Vaccino… por ese oprobioso nombre ahora debe designarse el Foro Romano. Miré a mi alrededor, pero no había nada como antes: vi ruinas de templos construidos después de mi tiempo. El Coliseo me era desconocido, y parecía como si el estado alterado de esas magníficas ruinas apagara de repente el entusiasmo de la indignación que antes había poseído mi corazón. Jamás me había atrevido a imaginarme el Foro Romano degradado y envilecido; sin embargo, en mi mente flotaba una vaga idea de columnas rotas, como las que recordaba de las imágenes caídas de los dioses abandonados a la descomposición en un lugar donde en el pasado yo los había adorado. Pero todo había cambiado, e incluso las columnas que quedan del templo erigido por Camilo perdían su identidad rodeadas por nuevos candidatos a la inmortalidad. Con calma me volví hacia mi guía y le pregunté:


19 págs. / 34 minutos.
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Publicado el 26 de octubre de 2017 por Edu Robsy.


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