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Maurice Leblanc


Novela



Primera parte. La doble vida de Arsenio Lupin

I. Una matanza

El señor Kesselbach se detuvo en seco en el umbral del salón, cogió del brazo a su secretario y murmuró con voz inquieta:

—Chapman, alguien ha penetrado aquí de nuevo.

—Vamos, vamos, señor —protestó el secretario—; usted mismo acaba de abrir la puerta de la antecámara y, mientras nosotros almorzábamos en el restaurante, la llave no ha salido de su bolsillo.

—Chapman, alguien ha penetrado aquí de nuevo —repitió el señor Kesselbach.

Y señaló a un saco de viaje que se encontraba sobre la chimenea.

Vea, la prueba está hecha. Ese saco estaba cerrado. Y ahora no lo está.

Chapman alegó:

—¿Está usted bien seguro de haberlo cerrado, señor? Además, ese saco no contenía sino objetos sin valor, cosas de tocador…

—No contiene más que eso porque yo retiré de él mi cartera antes de salir, por precaución…, sin lo cual… No, yo se lo digo, Chapman, alguien ha penetrado aquí mientras nosotros almorzábamos.

En la pared había un aparato telefónico. Descolgó el auricular, y dijo:

—Oiga… Es una llamada del señor Kesselbach…, del departamento cuatrocientos quince… Eso es… Señorita, tenga la bondad de pedir la Prefectura de Policía… El Servicio de Seguridad… Usted no necesita que yo le dé el número, ¿verdad? Bien; muchas gracias… Espero al aparato.

Un minuto más tarde proseguía:

—¿Oiga? ¿Oiga? Quisiera hablarle unas palabras al señor Lenormand, el jefe de Seguridad. Es de parte del señor Kesselbach… ¿Oiga? Pues sí, el jefe de Seguridad sabe de lo que se trata. Telefoneo con autorización suya… ¡Ah! No está ahí… ¿Con quién tengo el honor de hablar? ¡Ah! Con el señor Gourel, inspector de Policía… Me parece, señor Gourel, que usted asistió ayer a mi entrevista con el señor

Fin del extracto del texto

Publicado el 21 de marzo de 2017 por Edu Robsy.
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