Voces de Occidente (Respuesta a 'Voces de la Perfieria', texto autoría de Jorge Iván Gaviria)

Sacrum Hemisferium

Miguel Ángel Loaiza Herrera


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VOCES DE OCCIDENTE* 

 

MIGUEL ÁNGEL LOAIZA HERRERA** 

 

 

 

Resumen 

Se habla de un concepto en la corriente idealista de la filosofía, este es denominado ‘Volksgeist’, por su traducción: el espíritu del pueblo. Concluye que todas y cada una de las comunidades humanas, agrupaciones, naciones e incluso simples tribus, crean en su conjunto a través de un tiempo ciertas características y peculiaridades que se vuelven inherentes a su hábitat o constructo poblacional. Paulatinamente ocurre una sucesión ininterrumpida de simbolismos, mitos, arte, música, costumbres, y pautas de conducta encaminadas a preservar por medio de la tradición aquellos valores que pretenden no solo conservar genéticamente a la comunidad de la manera más uniforme posible, evitando peligros, creando prejuicios, otorgándole si es posible, a todos los miembros y a todos los descendientes un ambiente de orden y bienestar, sino también, fijando una meta. 
Resulta sorprende encontrar que la idea del espíritu del pueblo, a pesar de ser reconocida por los pensadores europeos, es un término universal que no solo sobresale en la mayoría de sistemas de pensamiento oriental, sino en casi todas las religiones tanto extintas como vigentes. Pero, ¿cómo sabemos que está presente en todas las distinciones de grupos humanos alrededor del globo? ¿Es acaso debido a su importancia que ocupa un lugar tan especial?  
El espíritu del pueblo no es una idea como tal. Para entender lo que es, fragmentemos el término y dividamos ‘espíritu’ y ‘pueblo’. Espíritu es el otro nombre dado a lo que conocemos como alma, del latín ‘anima’ de animar. Se describía así a los entes que poseen potencialidad para moverse. En hebreo ‘néfesch’ se le designa como soplo o aliento, y aplica tanto para los humanos como para los animales. Esto último alude al hecho de que en el judaísmo no se considera que los animales tengan alma, pero sí que están hechos del ‘soplo’, ya que tienen la capacidad de moverse. En griego ‘psyché’, comprende la capacidad o voluntad del cuerpo para moverse. En cuanto al pueblo, son todas y cada una de las personas pertenecientes a una determinada cultura.  
Fundamentar cronológicamente cuándo y en qué momento empieza una cultura, extendería demasiado el texto, por tanto, nos centraremos ahora en analizar el sentimiento. Decimos sentimiento considerando que existen grupos humanos aislados, con poco o nulo contacto con la sociedad actual que ni siquiera han desarrollado una forma verbal o escrita de expresar ideas o sentimientos a tal punto de que podamos comprar y realizar divergencias o similitudes con nuestro respectivo repertorio de palabras. Sin embargo, es claro que aun padeciendo la incapacidad de expresar al resto del mundo su particular cosmovisión, todos los grupos humanos resguardan un espíritu del pueblo.  

 

 

*Reivindicación del derecho a la preservación de la civilización occidental fundamentada en el principio Fides et Ratio. 

**Mortalium Animos  

 

 

 

 

Como dijimos antes, no es un trayecto en una realidad efímera en lo que pretende participar el espíritu del pueblo, sino en el fin de los pueblos. Incluso culturas que se manifiestan a favor de la creencia en los ciclos infinitos del universo rechazando toda consideración escatológica, fatalista, apocalíptica o “del final de los tiempos”, todas las naciones aspiran a algo. Pues su voluntad se funda en una unidad, un acuerdo entre todos que no solo contiene normas para la sana convivencia y de ayuda utilitarista y altruista, sino también en la meta final. Este es el punto que nos incumbe: el espíritu, para sorpresa del posible lector ciudadano occidental del mundo presente, modernizado y, por tanto, casi obligado a sostener puntos de vista materialistas, tal vez se sorprende al enterarse que no tiene qué cometer suicidio intelectual al entender lo que es el espíritu del pueblo. Es simplemente voluntad; voluntad y movimiento. La voluntad es potencia, el movimiento es el acto. (Aristóteles, Metafísica, libro IX, 1).  

 
La voluntad en este caso, se entiende como la fuerza que genera la extensa cadena de ancestros que transmiten sus ideas sobre la realidad de un modo tal, que pareciera como si todos se relacionaras entre sí a pesar del obstáculo del tiempo y de la muerte. Mediante la educación de sus hijos, la línea de sabiduría que forjó el refugio en donde habita la familia o el pueblo, se hereda una voluntad. Se habla de democracia actualmente, como si ésta fuera la idea imperante producto de la cúspide del intelecto humano durante la Revolución Francesa. Pues bien, la democracia es mucho más antigua, no refiriéndonos a la idea de democracia griega de sufragio universal propuesta por Clístenes en el 500 a.C, sino a la democracia de los muertos.  
Se habla mucho hoy de las clases, pues bien, hablemos de la clase de la que menos se habla: "Tradición, significa dar votos a la más oscurecida de todas las clases: nuestros antecesores. Es la democracia de los muertos. La tradición rehúsa someterse a la pequeña y arrogante oligarquía de aquellos que casualmente, andan por ahí.” Chesterton, Ortodoxia, Colección Ad litteram, 2° ed., (Barcelona: Alta Fulla, 2000)  
 
Se entiende en el tipo de lógica más sofisticada –la lógica modal-, que existen razonamientos informales cuyas conclusiones parecen ser correctas, pero en realidad, estos contienen premisas que invalidan el silogismo. Las llamadas falacias argumentativas.  

Para encaminarnos a la parte central del tema, avancemos a un ejemplo: Falacia post ergo propter hoc`. Contiene un error de causalidad que relaciona dos hechos por el tiempo en el que ocurrieron. Pasé mi entrevista de trabajo; antes de esta tenía mi collar de la suerte, por tanto, pasé la entrevista gracias a mi collar de la suerte. Lógicamente hablando, no es necesario que por el collar haya una causalidad entrelazada entre este y el triunfo en la entrevista. Ahora bien, pasemos a la Falacia ad Populum.  
Este sofisma -adorado casi religiosamente por los ilustrados franceses-, afirma que solo porque una opinión comprenda una mayoría de personas, tal idea debe ser cierta. El problema con esta falacia, es que no prevé la parte más importante que se debe hacer al escuchar una idea: discernirla. Puede que, analizando la propuesta populista, se llegue objetivamente a la conclusión de que es cierta o en este caso, es lo más pertinente para los ciudadanos, sin embargo, generalmente la vigencia contemporánea de este sistema deriva en situaciones catastróficas. ¿La razón? Para nadie es un secreto que el auge del individualismo, el egoísmo y el hedonismo despegó de manera potencial desde el siglo pasado.  
Esto ocasiona que las decisiones que deberían presentarse para contribuir al bien de los conciudadanos, se conviertan en decisiones individualistas dirigidas únicamente a satisfacer los instintos y anhelos del sujeto posmoderno.  
No obstante, hay una diferencia superlativa entre la democracia propiamente entendida y la democracia propuesta inconsciente pero colectivamente por los pueblos.  
No se puede esperar, -a menos que se padezca de algún tipo de patología o desviación mental-, que uno no quiera estar bien; conservar su salud, evitar el dolor, la amargura, el hambre y todos los males naturales que nos acechan en la tormenta que llamamos vida. Los hogares pretenden ser barcos. Nuestras civilizaciones ayudan a integrar maneras de sobrellevar las condiciones adversar que nos suelen perseguir y tratar de limitar a lo largo de la vida. De hecho, la bandera misma de una nación, es el distintivo visual de lo que sea, las personas integrantes de aquel cuerpo social, quieren lograr o aspiran a convertirse. No se debe entender el fin de una nación solamente como la muerte física de sus hombres, sino también como el ideal de grupo o tripulación que se aspira llegar a ser. La idea es pues, el plan de navegación, y el momento de zarpar es el acto. Si tenemos claro que incluso las personas menos entendidas saben que el bienestar del grupo es el bienestar del individuo, sabremos que la tradición busca mantener el compendio de éxitos y la advertencia de fracasos que, como un regalo a la sabiduría, nos llegan por medio de nuestra ascendencia para cuidar e intentar prosperar con más oportunidades en el territorio que se nos ha asignado al nacer y que por seguro, tendrá una historia, un arte, un lenguaje, un derecho, una moral, una religión.  
 
De esto, convenimos que la idea como pueblo siempre será avanzar, remar e intentar hacerlo llegando lo más a salvo posible, o más aún, llegando al destino que divisamos, enfocamos y queremos.   
“Todos queremos progreso. Pero progreso significa acercarse al lugar donde queremos estar. Y si hemos tomado un camino equivocada, entonces seguir adelante no nos acerca más.” (C. S. Lewis, Mero Cristianismo).  
En materia de progreso, es evidente la imposibilidad de que todos los pueblos logren su cometido permaneciendo inmutables desde su origen. El análisis se puede tomar advirtiendo en primera la distribución geográfica de los clanes y las diferencias habitacionales que impiden pensar y actuar a todas las culturas de una misma manera. Estos factores pueden tanto ser un tropiezo como ser una ventaja para el desarrollo moral del pueblo, puesto que ya sea debido a aparentemente pequeñas hazañas como lo que impulsó a la comunicación de los pobladores indígenas de la península Apenina con los demás pueblos de Europa llevando a la creación del Imperio Romano, como el aislado milenario de las tribus que habitan las  islas del pacífico y que han mantenido prácticamente intactas sus primitivas formas de vida, resulta claro que las diferencias en las rutas del camino que toman las civilizaciones serán decisivas para su desarrollo, no solo moral, intelectual, físico o artístico, sino en sus posteriores juicios analíticos y sintéticos. 

Parece ser, que se asumía con humildad a través del tiempo, la prevalencia de ideas mejores sobre las peores. Existía una jerarquía en donde las ideas más cercanas a la verdad, o al destino punto donde se quería llegar, sumían su peso sobre lo falso, lo profano o lo errado. Claramente el choque de ideas solo podía darse cuando había un cambio dentro de las murallas de la sociedad en la que se habitaba. Fuera una guerra, un extranjero, un ciudadano venido del exterior con ideas ajenas, una anexión de territorio o expansión imperial. Casi cualquier variación en la realidad impersonal, representaba la llegada de una idea. ¿Pero qué pasaba si se consensuaba que no había ninguna jerarquía? ¿Qué pasaba si de repente, todos en el planeta hubieran convenido en que nadie, incluso ellos, gozaba de la verdad absoluta? En efecto, solo hay una opción; jamás se habría consolidado un orden y se habría estancado el mundo en una anomia. De hecho, no habría sobrevivido una sola cultura sobre la faz de la tierra. Esto a razón de que aun suponiendo que milagrosamente todas las culturas hubieran optado por la tolerancia entre estas, no hace falta una guerra o fuerza de coerción para el derrumbe de una civilización. Habiendo sistemas penales y morales diferentes, distintas ideas sobre la protección de las fronteras entre los países o comunidades, ideas diversas sobre el bien y el mal, sería como meter varias especies de animales carnívoros y herbívoros en una misma jaula y esperar lo mejor entre ellos. No solo aquello resultaría espantoso; impidiendo el intercambio de ideas empezando por aseverar que es mejor para todos aprender a cazar con armas más refinadas los alimentos, se cometería un crimen moral al dejar a otras personas faltas de este conocimiento a la merced de la ignorancia o las desviaciones desafortunadas que emergieron de su respectiva cultura.  
La reacción tiene dos matices; rechazo o aceptación. En ambas ocasiones, la cultura estudia y cavila la idea nueva. Luego puede rechazarla ya sea violentamente en forma de guerra o resistencia, o puede aceptarla incluso cuando se trate de una idea mala –es decir, contraproducente para la cultura- que se hizo pasar por una buena.  
Se anhela siempre lo mejor, el problema llega cuando el medio para llegar a este bien es errado y malo.  
Es una observación osada. -contemporáneamente se pensará-, hacer un juicio de bueno y malo en cuanto a las acciones humanas. Este mismo tipo de personas son las que con aparente inteligencia, acusan a la civilización occidental cristiana de los crímenes más abominables contra la humanidad, y profesan su sentencia de muerte por culpabilidad ayudando a su decadencia y destrucción.  
Tomamos el caso de la persecución y quema de albinos en varios países de África. El albinismo es simplemente un desorden metabólico hereditario que causa que el organismo no produzca melanina y resulte en una observable despigmentación de la piel y el cabello. Sin embargo, los demás miembros de la tribu los perciben como una maldición, un augurio para el pueblo. Un castigo que traerá pestes, hambre y miseria para los miembros de la comunidad. Pero, ¿a qué nos remite esto? Científicamente hablando, e incluso deduciéndolo analíticamente, sabemos que la condición médica de una persona albina no permee en la salud general de los miembros de la familia. Empero, no todas las culturas poseen este conocimiento. Sabemos que es malo quemar y matar seres inocentes, debemos hacer todo lo posible por detener el maltrato a otros, pero en este y muchos casos, sabemos que es un problema de ignorancia. El realismo moral siendo una rama de la meta-ética, nos ayuda a visualizar un entorno de posibilidades y diferenciar entre el mal indirecto y el mal directo, aunque ambos tipos de mal deban ser evitados. Y por tanto se concluye que el bien es uno solo, y allí está la búsqueda de las sociedades. “Es evidente que existe la verdad, porque quien niegue su existencia concede que existe, ya que, si la verdad no existiese, sería verdad que la verdad no existe, y claro está que, si algo es verdadero, es preciso que exista la verdad.” (Santo Tomás de Aquino, Suma Teológica, primera parte, cuestión 2, artículos 1-3) 

Así como en el derecho, el desconocimiento de la norma no es una excusa, en el intercambio de ideas entre culturas no hay apelaciones, sobre todo cuando una cultura tiene la convicción de contener si quiera una sola verdad imperativa que beneficiará a todos.  
¿Qué era el bárbaro en la Edad Antigua? No solo era un ser que no pertenecía a la construcción cultural dominante y esencialmente afín a la búsqueda de la verdad, sino alguien que se encontraba muy lejos a la verdad. No solo alguien lejos de conceder los últimos adelantos en aritmética, arquitectura, medicina e ingeniería, sino alguien aparentemente inferior. Europa no ha concebido al mundo a su imagen y semejanza, Europa ha sido una intelección de elementos de todo el género humano incluso desde recién acabada su última glaciación. Es incorrecto e históricamente deficiente pretender que en el mundo no existe más que una influencia pujante de pensamiento netamente europeo, pues de ser así, se dejaría a un lado los gigantes culturales del extremo oriental de Asia y las culturas del Medio Oriente.  
Europa se forja exactamente de la misma manera en la que las voces victimistas e irreverentes de los pretendientes modernos a intelectuales, aseguran, se forjaron América Latina y África.  
Los persas conquistan el este y llegan hasta Anatolia. Los anatolios comienzan sus rutas y relaciones mercantiles con el resto del Mediterráneo. Los romanos conquistan Galia, Hispania, Tracia, Germania, Britania y el resto de Europa. En el proceso la población local resiste o acoge las nuevas ideas. Si bien termina siendo tenaz como todas las guerras, las ideas comienzan a encontrarse, a compararse, a debatirse, a desarrollarse. Ahora hay nuevas posibilidades tanto de avance como de retroceso. ¿Qué pasará? Realmente, no pasan cosas realmente importantes para el crecimiento espiritual/moral. Sigue habiendo esclavitud, sigue habiendo sacrificios humanos, sigue habiendo tratos superlativamente distintos entre sí. Sigue habiendo infanticidio, enfermedades, altas tasas de mortalidad. Es la edad temprana del occidente, la verdadera era del oscurantismo. El espíritu del pueblo se encuentra algo trastornado, es el precio de relacionarse con culturas tan distintas. Aquel conjunto de tierra al norte del atlántico aún no es lo que conocemos como Europa, o mejor, el auténtico mundo occidental cuyas fronteras terminarían estirándose hasta ocupar todo el continente americano, Australia y Nueva Zelanda. Los vikingos y casi todas las tribus del norte sacrifican personas por la hambruna, la guerra e incluso el matrimonio. (Oxenstierna, Eric Graf. Los Vikingos (1977)) Los romanos dotan al patter familia de la facultad para exterminar a los primogénitos de su familia que no desee por cualquiera sea la causa, así como llegan a ofrecer en rituales paganos, sacrificios humanos por distintas razones a varias deidades del panteón de sus dioses (Rascovsky, Arnaldo (1992), El filicidio, Buenos Aires: BEAS. 99680-7-2, pag. 174) Relata Plutarco en ‘De Supertitiones’ el sacrificio ritual de otros pueblos aledaños a Roma.  
 
Pero ahora hay una unidad de pueblos desde Jutlandia hasta Sicilia, y los vestigios de ideas como el canibalismo ya casi son imperceptibles en todo el continente, pero ¿qué hay de las otras partes del mundo?  
Hay quienes dicen que el transcurso de la marcha en donde los pueblos ejercen su fuerza los unos sobre los otros, es una característica única de Europa desde 1492. El problema subyace en que desde la invención de la escritura en el 3.000 a.C, se tiene recuento de pueblos luchando. Y cuando dos pueblos pelean entre sí, ¿no resulta obvio que uno trata de anteponer su cosmovisión ante el otro incluso cuando meramente un bando está defendiendo sus fronteras de invasores? Porque si estos últimos no creyeran que sus ideas son mejores que las de los invasores, no se molestarían en retenerlos y aceptarían sus ideas junto con ellos.  
Añadiendo exageraciones e incongruencias históricas, se desconoce la situación similar e incluso peor de territorios lejanos a Europa y posteriormente colonizados por esta tanto en la época de la conquista como actualmente. Se habla de dignidad humana y de los supuestos tratos infrahumanos que se les daba deliberadamente a los indígenas americanos tras la llegada de los europeos o concretamente, de los españoles a América Latina. Ahora bien, ¿qué hay del trato que se daban ellos como pueblo?  
El año azteca ese dividía en 18 meses, por lo menos en 16 de esos meses se realizaban distintos tipos de sacrificios humanos. Alrededor de los 4 años de edad, iban ofrecidos niños al altar, sostenidos por los chamanes de sus cuatro extremidades, asegurando la extracción de la mayor cantidad de lágrimas con tortura previa -según su religión, para asegurar la abundancia-, y se les sacaba el corazón aún palpitante antes de ser preparados para cocerse e ingerir su carne en otro ritual. (Sahagún, Historia General, 87-88) El rey Ahutzotl sacrifica entre 14.000 y 80.000 personas todo en un transcurso de 4 días. Es decir, 5 muertes cada 2 minutos por 96 horas continuas. (Victor Hanson, Carnage and Culture: Landmark Battles in the Rise to Western Power (New York, NY: Anchor Books, 2001), 194.) Es inimaginable la carnicería y el baño de sangre resultante de un pueblo sin un destello de verdad o si quiera racionalismo.  
Lejos de ser un paraíso, las culturas precolombinas de este vasto hemisferio concentraban un índice altísimo de crueldad, atraso, sistema de castas y opresión. Si se piensa que los derechos humanos son inalienables, naturales, irrenunciables, ¿no se sigue que los derechos humanos son trascendentales? Es decir, no hablamos de judicializar a los descendientes de ciertas personas solo porque sus antepasados cometieron ciertos actos aquí o allá. Hablo de juzgar con una óptica imparcial y atemporal las acciones humanas que se puedan calificar ya sea de aberrantes o beneficiosas. El mundo presenta un frenesí de fanatismo por la Declaración Universal de aquellos derechos, considerados casi tan sagrados, al punto que no podríamos imaginar una sociedad carente de ellos. ¿Qué pasa entonces cuando revelamos la evidencia de que todas y cada una de las culturas a lo largo de la historia llegaron a practicar la esclavitud en algún momento? ¿Se alivianaría o desaparecería la carga de la culpa que parece, le corresponde únicamente al Occidente creado por Europa?  
Parece que en materia de dispersión, diáspora e incursiones extranjeras -hoy llamado también ‘inmigración’-, el viejo continente, causa eficiente de la creación de Occidente, no encaja en el consenso de opiniones. Hay silencio en todas las muertes que causó el Hombre de Combe-Capelle cuando se cruzó con el Hombre de Cromañón a finales del paleolítico. No se habla de la matanza de vascones que lograron los celtas al cruzar los pirineos y llegar al norte de la península ibérica. Nadie habla de los pobres celtas que sucumbieron en toda Iberia ante la llegada de los fenicios. Nadie habla de los pobres fenicios que sucumbieron en toda la península ante la llegada de los romanos. Nadie habla de los pobres romanos que murieron masacrados cuando las tribus germánicas rompieron las fronteras del imperio. Continuar con ese sentimentalismo de sujeto oprimido es un factor orquestado por las revoluciones para crear sujetos para las revoluciones, pero no suscitan problemáticas reales. Lo único que importa, es contar el número desafortunado de indígenas asesinados por el Imperio Español, la Compañía Holandesa de la Indias Orientales, y la Compañía Británica de las Indias Occidentales.  
No negando que muy seguramente hubo bastantes casos de excesos y abusos de soldados españoles, basándonos en la jurisprudencia, sabemos que era completamente ilegal tantos las conversiones a la fuerza como la aplicación del Santo Oficio para con los aborígenes.  
¿Sabía usted que, en 3 siglos y medio de Inquisición, se llegó a la exorbitante cifra de 3.000 ejecutados? (Ricardo García Cáercel, Inquisición: Historia Crítica, 1990) Por supuesto que todas esas muertes son una tragedia, sin embargo, ¿cuánta gente en una sola semana de ‘Igualdad, libertad y fraternidad’ se mataba en el hogar de las ideas en florecimiento de revoluciones en contra de la estabilidad del occidente? Imitando los pasos de su hermana izquierdista del periodo moderno, las víctimas de la campaña de ‘descolonización’ y destrucción de los valores de la sociedad cristiana, ascienden a 1.700.000 en la Revolución Rusa, y 60 millones en la dictadura de Stalin. Todo eso en menos de 50 años. En cuanto a la Revolución Francesa, se calcula un total de 130.000 civiles asesinados por las llamas ‘columnas del infierno’, por el simple hecho de declararse católicos y monarquistas.  Jacques Hussenet (dir.). «Détruisez la Vendée!» Regards croisés sur les victimes et destrucciones de la guerre de Vendée. La Roche-sur-Yon: Centro vendéen de recherches historiques, 2007) Entre 14.000 y 40.000 se estima el número de muertos ocasionados en un solo año del Reinado del Terror en el país galo. ¿Dónde están las voces disidentes que acusan la horda de crueldad con la que fueron masacrados estos hombres, mujeres y niños? ¿Dónde está la periferia, la heterodoxia vocacional que impide el olvido de los hechos que conformaron el primer genocidio de la historia moderna?  

Actualmente, no se habla de distintos tipos de racionalidades. Afirmándose incluso en principios matemáticos universales como la veracidad indiscutible de que 2 más 2 es igual a 4 en todos los mundos posibles, se toma la validez y la supremacía absoluta de ciertas afirmaciones como hechos científicos o morales. 
En su momento, la gente llegó a tener diferentes concepciones sobre la forma y estructura del planeta tierra. Los griegos creían que el gigante Atlas la sostenía como si de un disco se tratare. Los antiguos pensadores hindúes imaginaban la tierra cimentada sobre una tortuga gigante.  
¿En qué momento, cuando toda la evidencia empírica respalda al monje medieval europeo, basándose en la observación de fenómenos físicos, que la tierra es una esfera que se suspende sobre la nada, se le puede reprochar el descubrimiento a este último, en base a un absurdo principio de validez equitativa en la forma de describir la realidad del mundo? ¿Con qué derecho o sesgo mental se puede concluir que aquel monje no debería mostrarles a otros su respectivo punto de vista errado y a su vez enseñarles la verdad?  
 
 
 
 
Ya que no existe el éxito lineal, no se puede ver a la desintegración como un proceso natural. Corren ríos de sangre, como habla el poema. La sangre de nuestros mártires, nuestra estirpe, nuestra familia, nuestros héroes nacionales, nosotros.


Publicado el 12 de octubre de 2018 por Miguel Loaiza.
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