Amor con Vista

Pedro Calderón de la Barca


Teatro



Personas

EL CONDE OTAVIO.
CÉSAR.
EL CONDE FABRICIO, padre de Fénis.
EL VIREY DE NÁPOLES.
JULIO.
LEONARDO.
UN CAPITAN.
CELIA.
LISENA.
FÉNIS.
FLORA, criada.
TOMÉ, criado.
ALBANO, criado.

Acto primero

CELIA Y LISENA, damas.

Cel.
Escribióme que partia,
Ya no es posible tardar.

Lis.
Lo que tanto ha de durar
¿Sientes esperar un dia?

Cel.
No es la pena que resisto
Amor en todo rigor,
Porque nadie tiene amor
Á las cosas que no ha visto.

Lis.
Engéndrase amor del ver,
Tambien del imaginar,
Y quien se piensa casar
Ya sabe que ha de querer.

Cel.
Deseos de ver me dan
Si á la verdad corresponde,
Como me han pintado al Conde
Tan gentil hombre y galan.

Lis.
¿Quién duda que será ansí
Y que no te han engañado?

Cel.
Sin los ojos me he casado,
Quejosos están de mí,
Que por no tener enojos
Con lo que se ha de querer,
Les da el alma su poder
En causa propia á los ojos;
Que ellos los primeros son
En tanto que el bien se alcanza,
Los que van con la esperanza
Á tomar la posesion;
Mas cuando no me contente,
Yo te aseguro de ser,
Sólo en mudarme mujer,
Y no suya eternamente.

Lis.
La dicha, Celia, no estriba,
De una mujer, en que sea
Lindo el hombre en quien se emplea
Para que contenta viva;
Un discreto entendimiento
Y una dulce condicion,
Partes principales son
De un dichoso casamiento;
Ruega que las tenga el dueño
Que esperas, para que seas
Dichosa si en él te empleas.

Cel.
En esta jornada empeño
No más que haberlo tratado,
Aquí el Conde ha de venir
Y en ese cuarto vivir
Que le tengo aderezado;
Supliquéle que viniese
Solo y secreto.

Lis.
Y es justo,
Porque no siendo á tu gusto,
Como se vino se fuese;
Que á los que te han deseado
En Nápoles, no has de dar
Ocasion de murmurar,
Celia, el no haberte casado.
Y áun tuviera por mejor
Que no viviera en tu casa,
Que si despues no se casa,
No queda tan bien tu honor.

Cel.
Si él viene aquí disfrazado,
¿Quién ha de saber quién es?

Lis.
La pretension del Marqués,
Que dos años te ha mirado.

FLORA.

Flora.
No pido albricias, pues ya
Sabrás que el Conde ha venido,
Con decir que albricias pido.

Cel.
¿Venido?

Flora.
Á la puerta está.

Cel.
Confieso que me he turbado;
¿Mucha gente?

Flora.
Sólo un hombre.

Cel.
¿Y él qué traza?

Flora.
Gentil hombre
Y á lo virote emplumado;
¿Ha de subir luégo aquí,
Ó en su cuarto se ha de entrar?

Cel.
Eso le has de preguntar,
Flora, al Conde, que no á mí.

EL CONDE OTAVIO, TOMÉ, criado.

Otav.
Aunque atrevimiento sea,
Que claro está que lo es,
Turbado pido los piés
Que toda un alma desea;
Mal dije en haber pensado
Que turbado y necio estoy,
Si en entrambas cosas doy
Indicios de desposado,
Porque en el concierto nuestro
Es atrevimiento injusto,
No sabiendo vuestro gusto
Presumir del ser tan vuestro.
Mas como breve ocasion
No da lugar al consejo,
Cuanto callo y siento dejo,
Celia, á vuestra discrecion;
Que el estar necio y turbado
Justa disculpa ha tenido,
De mí, por recien venido,
Y de vos, por desposado;
Con esto quiero rendirme,
Que no es razon perdonarme,
Ni á mí por necio alargarme,
Ni á vos por turbado oirme.

Cel.
Entrambas cosas creyera
Trasladábades de mí,
Si lo que habeis dicho aquí
Esas dos faltas tuviera;
Vos seais muy bien venido,
Que con este desengaño
No podia llamarse á engaño
Ni la vista ni el oido.
Hable vuestra señoría
Á mi prima.

Otav.
Deslumbrado
Del sol, podré disculpado
Deciros que no la via;
No tengo qué os ofrecer,
Pedid de mi voluntad,
Á mi dueño la mitad,
Que la dí en llegando á ver.

Lis.
Quitársela no es razon
Á quien tan bien la merece,
Lo que la mia os ofrece
Es deuda y obligacion;
Que en fin, ya sabeis mi nombre,
Y cómo ménos turbada,
Pues no soy la desposada,
Digo que sois gentil hombre.

Otav.
Bésoos las manos, que ya
Con ese crédito puedo
Perder á mi dueño el miedo,
Que atenta mirando está
Las faltas que vos no veis,
Como no soy para vos.

Cel.
Si os hablais ansí los dos,
Que me turbe escusaréis,
Pero si no estais cansado
Entrad donde esteis mejor.

Otav.
En viendo vuestro valor
Descansé de mi cuidado.

(Con reverencia se entren los tres.)

TOMÉ, FLORA.

Tomé.
Detenga vuesa merced
El chapin por cortesía,
Si merece mi osadía
Locutorio por la red;
Y aunque no me ha preguntado
Quién soy, ni á lo que he venido,
Puesto que habrá presumido
Que soy del Conde criado,
Si el Conde se ha de llamar
Viniendo aquí de secreto,
Sepa que es al mismo efeto
Esto en que la quiero hablar.

Flora.
Atenta á la cara estoy
Más que al libre razonado.

Tomé.
¿Si la tengo de criado?
Pensó bien, el mismo soy.

Flora.
¿Qué me quiere, finalmente?

Tomé.
¿Esta ropa que he traido,
Tiene lugar conocido
Donde estar seguramente,
Ó ha de alojarse en posada?

Flora.
Si sabe que ésta ha de ser
La que el Conde ha de tener,
¿No es la pregunta excusada?
Aposento se le ha hecho
Que el Rey le puede ocupar.

Tomé.
¿Y al alma qué le han de dar?

Flora.
Daránle de Celia el pecho.

Tomé.
¿Hallaré yo quien me dé
Algun aposento á mí?

Flora.
Para que le sirva sí,
Y cerca del Conde esté.

Tomé.
¿Y para la voluntad?

Flora.
¿Tan presto quiere aposento?

Tomé.
Soy frágil, y luégo intento
No padecer soledad.

Flora.
¿El nombre?

Tomé.
Tomé.

Flora.
Buen nombre.

Tomé.
¿El suyo?

Flora.
Flora.

Tomé.
Convienes,
Flor, con el nombre que tienes.

Flora.
¿Es burla?

Tomé.
Dichoso el hombre
Que tuviera en su jardin...

Flora.
No lo digas; estas llaves
Son del cuarto.

Tomé.
¡Qué suaves
Ojos! hoy serás mi fin.

Flora.
Pon la ropa en él, y adios,
Y mira que desde aquí
Corre esa hacienda por tí.

Tomé.
¿Cuándo hablarémos los dos?

Flora.
Advierte lo que te digo
Y deja burlas.

Tomé.
Sí haré.

(Flora se entre.)

OTAVIO.

Otav.
Contento vengo, Tomé.

Tomé.
Del que tienes soy testigo,
Despues que vi la Condesa.

Otav.
¿No te ha parecido hermosa?

Tomé.
Cual suele salir la rosa
De su verde cárcel presa,
Ó la azucena esmaltada
De rayos de oro en marfil.

Otav.
Por mi vida que es gentil
Y digna de ser amada.

Tomé.
¿Cómo te va de deseo?

Otav.
Aunque he visto su valor,
En la cartilla de amor
Las primeras letras leo;
Quiérola, no hay qué tratar,
Es buena para mujer,
Y aunque es acabar de ver
Comenzar á desear,
No me ha sucedido ansí.

Tomé.
Tanto habrás imaginado,
Que es ménos lo que has hallado;
Las llaves me han dado aquí
Del aposento en que estés.

Otav.
Pienso que será excusado,
Que Celia á entender me ha dado
Que su pensamiento es
Que nos desposemos luégo.

Tomé.
¿Tan bien le pareces?

Otav.
Tanto,
Que de permitir me espanto
Que un hora tenga sosiego;
En obedecerla estoy,
Que aunque no estoy muy perdido,
Para amores de marido
Bastantes indicios doy,
Pero al fin el yugo es grave.

Tomé.
Agora debes de estar
Como quien mira la mar,
Cuando ha de entrar en la nave.
Yo imagino el casamiento
Como si ella se secase,
Y en las arenas dejase
Los hijos de su elemento,
Que como allí se verian
Tantas formas de pescados,
Se verian los cuidados
Que los casamientos crian;
Enojos, impertinencias,
Gastos, hijos, condiciones,
Celos, iras y áun traiciones,
Si se descuidan, ausencias;
Pero como se verian
Tambien perlas y corales
Y otros diversos metales
Que ó se pierden ó se crian,
Así se miran tambien,
Acertado un casamiento,
La honra, el gusto, el contento
Y el fin para el sumo bien.

FÉNIS, dama, huyendo.

Fén.
Si le corre obligacion
Á un hombre por hombre, el ser
Amparo de una mujer,
Aquí teneis la ocasion;
Caballero pareceis,
Confirmaldo en ampararme.

Otav.
No acierto á determinarme,
Tal confusion me poneis.

Fén.
Mirad que me han de matar,
Si no me escondeis.

Otav.
Tomé,
¿Qué haré?

Tomé.
Qué lindo qué haré;
Conmigo podeis entrar,
Que aquí hay aposento y llave
Donde segura estaréis.

Fén.
Alma y vida me daréis.

(Éntrense.)

Otav.
La mujer es bella y grave,
Algun suceso habrá sido
Entre honor y amor causado,
Ejemplos de desdichado
En vísperas de marido;
Mal principio, triste agüero,
Desdichas son prevenidas.

EL CONDE FABRICIO, viejo, con la espada desnuda.

Fabr.
Quitaréle dos mil vidas.
¿Habeis visto, caballero,
Una mujer por aquí?

Otav.
En este punto llegó
Una silla en que se entró,
Si es la mujer que yo vi;
Y no la sigais, que lleva
Cuatro valientes soldados.

Fabr.
¿Qué se cansan mis cuidados?
Aquí la traicion se prueba,
Todo estaba prevenido,
Silla y soldados de guarda;
¿Qué es lo que mi honor aguarda?
Traicion de Leonardo ha sido,
Á su casa voy, ¡ah cielos!

(Váyase.)

Otav.
Qué bien despachado va
Si es marido; sí será,
Que hablaba en traicion y celos.

CÉSAR Y ALBANO, criado.

Cés.
¡Qué tarde me has avisado!

Alb.
Por detener á Fabricio.

Cés.
Fué de poco seso indicio
El haberla amenazado.

Alb.
¿Qué llamas amenazar?
Y áun ejecutar su muerte.

Cés.
¡Que pudo salir de suerte
Que no la viese pasar
Estando esperando enfrente!

Alb.
Ya te he dicho cuanto pasa.

Cés.
¿Si se entró en alguna casa?

Otav.
Este es galan ó pariente.

Alb.
De Celia á la puerta está
Un gallardo forastero.

Cés.
¿Habeis visto, caballero,
Un hombre mayor que va
Desnuda la espada?

Otav.
Aquí
Sin color me preguntó
Por una mujer, y yo
Que la vi, le respondí,
Entrar en una bordada
Silla que dos turcos llevan,
Pero es error que se atrevan
Bríos de la edad pasada,
Á un caballero que allí
Ella Leonardo llamó,
Por cuyos brazos entró
Adonde os digo.

Cés.
¡Ay de mí!

Otav.
Porque lleva seis soldados,
Y áun españoles parecen.

Cés.
Aquí con mi honor fenecen
Mis amorosos cuidados,
De los dos concierto ha sido,
No tuve celos en vano.

Otav.
Aquel caballero anciano
¿Es su padre ó su marido?

Cés.
Su padre, que locamente
Por amenazarla dió
La causa, que la obligó
Á que su deshonra intente.

Otav.
¿Quién es?

Cés.
El conde Fabricio.

Otav.
¡Que es mujer tan principal!
Y este Leonardo, ¿es su igual?

Cés.
Llevársela no es indicio,
Vos, ¿quién sois?

Otav.
Un caballero
Milanés que en este punto
Llegó á Nápoles.

Cés.
Pregunto,
Haciendo salva primero
Al secreto y cortesía,
¿Sois el conde Otavio?

Otav.
Soy
Quien comienza desde hoy
Esta empresa ajena ó mia.

Cés.
El daros satisfaccion
Me toca de aquesta dama
Por mi honor y por su fama,
Pero no en esta ocasion,
Dadme licencia que luégo
Os vuelva á ver.

Otav.
Id con Dios.

(Váyanse.)

TOMÉ.

Tomé.
Aguardaba que estos dos
Se fuesen; muriendo llego
De risa por una parte,
Y por otra de pesar.

Otav.
No te acabaste de entrar,
Tanto que áun pudo toparte
Cuando el padre de esa dama,
Que nos ha pedido ayuda,
Vino, la espada desnuda,
Para defender su fama.
Díjele que la llevó
En una silla un galan,
Y que seis soldados van
En su escolta, y lo creyó,
Diciendo traicion ha sido
De Leonardo, y fuése airado;
Tras esto, el más agraviado
Si pensó ser su marido,
Y como viste gallardo,
Vino y de la misma suerte
Fuego por los ojos vierte
En busca del tal Leonardo,
Que seguro de su ofensa,
No sabrá qué responder;
¿Qué has hecho desta mujer?
Y ella ¿qué dice ó qué piensa?
Porque, vive Dios, que ha sido
Defenderla necio error,
Porque son cosas de honor
Donde hay padre y hay marido.

Tomé.
Señor, si tan cierto sabes
Que es aquesta noble dama
Hija del conde Fabricio,
¿Por qué te pesa de darla
Favor en esta ocasion?
Que un padre injusto la casa
Contra su gusto. ¿Es delito
Huir la desnuda espada
De un hombre que con la ira,
Cerca estuvo de matarla?
Y á tí, porque la defiendas,
¿Puede resultarte infamia?

Otav.
Nunca te he visto tan necio.
¿Parécete que es ganancia
Dar á Celia pesadumbre
Por esconderla en su casa,
Y á su padre y su galan
Para que se ofendan causa?
Que bien dicen, que ninguno
Sabe, cuando se levanta,
En qué ha de acabar el dia,
Porque ¿quién imaginára
Lo que nos ha sucedido?

Tomé.
Señor, tú puedes dejarla
Por los respetos que dices,
Puesto que es cosa inhumana;
Pero yo, si dos mil vidas
Me cuesta, no he de entregarla
Al tirano que la fuerza.

Otav.
Necio, ¿qué furor te engaña?
¿No es locura que á su padre
Escondas, sin irte nada,
Una mujer principal?

Tomé.
Yo sé que me disculpáras
Si la habláras ó la vieras.

Otav.
Si la viera, ó si la hablára,
La aconsejára su honor.

Tomé.
¡Ah señor! que en nuestras almas
Tiene gran juridicion
La hermosura en la desgracia;
Aquel mero mixto imperio
Que tiene una hermosa cara
Bañada en líquido aljófar
Sobre dos rosas de nácar,
¿Á qué bárbaro no rinde
De la más desierta Arabia?
¿Á qué fiera donde el Nilo
Las siete bocas desagua?
Parece que á las mujeres
Dió naturaleza sábia
Horca y cuchillo en los ojos,
Y más si lloran con gracia.
Si vieras tú como yo,
Dos estrellas animadas
Llover perlas en claveles
Por dos caminos de plata,
Si vieras entre suspiros,
Que con una mano blanca
Limpiaba soles un lienzo,
Que el dolor bañaba en agua,
Si vieras unos cabellos
Que descompuestos bajaban
Á servir de celosías,
Porque dos niñas se bañan,
Y que entre aquestos efetos,
Formaba tiernas palabras
El instrumento más dulce
De las acciones humanas,
Diciendo: ¡Ay padre cruel!
¿Por qué me fuerzas y casas
Con un hombre que aborrezo?
¿Qué dijeras, qué intentáras?
No es hombre quien esto sufre,
Aspid de la Scitia helada
Anima su ingrato pecho,
Pues que la deuda no paga
Á las mujeres debida,
Desde las primeras fajas,
Desde la primera cuna,
Y áun ántes que el hombre salga
Á la luz del sol, que allí
Como víbora los mata,
Con achaques, con antojos,
Y áun con la vida.

Otav.
No hagas
En su defensa, Tomé,
Conmigo oracion tan larga;
No tienen hombre en el mundo,
Que como yo satisfaga
La deuda á los nueve meses,
Pero en la presente causa,
¿Qué puedo yo hacer por ella?

Tomé.
Sólo hablarla y consolarla,
Ya que se valió de tí,
Que ella te dará la traza
Como tú la favorezcas.

Otav.
¿Á dónde está?

Tomé.
En esta sala.

Otav.
¿Viéronla entrar?

Tomé.
Fué ventura,
Que en corredor ni ventana
No estaba persona entónces.

Otav.
Abre, y pon luégo la aldaba.

FÉNIS.

Fén.
Si donde la belleza
Del exterior ornato y compostura
Confirma la nobleza,
Y las obligaciones asegura
De un noble caballero,
De vuestros piés favorecerme quiero.

Otav.
Tened, tened, señora.

Fén.
No juzgueis mi desgracia á culpa mia,
Pues oyéndome agora,
Culparéis de un tirano la porfía,
Cuyo acero desnudo,
Si no fuera por vos, matarme pudo.
Pensaréis que ha nacido
De ser liviana yo, la inobediencia
De que estará ofendido,
Pues sabed que es valor mi resistencia,
Y una virtud causada
Del mismo honor á que nací obligada.
Es el conde Fabricio
Mi padre, de alta sangre y de alto nombre;
Mas como el buen juïcio
Y la virtud hagan perfecto al hombre,
Entre gente que sabe
No hay alto nacimiento que se alabe
Dos nobles caballeros
Me han pretendido, en sangre y renta iguales;
Pero satisfaceros
Puedo segura yo que con ser tales,
Ninguno me ha inclinado
Á ser oido, cuanto más amado.
César llaman al uno,
Leonardo al otro; el César con el nombre
No sufre igual ninguno,
En el valor, en rico y gentil hombre;
Pero no le ha valido
Para ser á Leonardo preferido.
Pidiéndome arrogante,
Mi padre concertó mi casamiento,
Leonardo al mismo instante
Le declaró tambien su pensamiento,
Con que dudoso el viejo,
Si no la voluntad, mudó consejo.
César en esto airado,
Por quitar á Leonardo la esperanza,
Libre y desatinado,
Dijo, mintiendo extraña confianza,
Entre algunos señores,
Que tenía de mí falsos favores;
Y Leonardo presente
Á la conversacion de cierto dia,
Se alabó libremente
De que por prendas de mi amor tenía
Lo que puede la boca
Permitir de licencia al que la toca.
La honestidad consiste
En resistir los labios una dama,
Que si no los resiste,
Para su infamia abrió los de la fama;
Porque quien los entrega,
Confiesa más que con la lengua niega.
Melindre no os parezca
Que mis labios sintiesen sus agravios,
Que no es bien que merezca
La puerta del amor, que son los labios,
Quien ántes de tenellos,
Tan necio se alabó de merecellos.
Esta loca mentira
Me dijo visitándome Leonardo,
Para moverme á ira,
Y desde entónces esta afrenta guardo,
De suerte en mi sentido,
Que le aborrezco cuando no le olvido.
Mi padre, que debiera
Por la misma razon tenerle en poco,
En darme persevera
Á un hombre para mí tan necio y loco,
Que hoy quiere, hoy dice, hoy jura
Que tengo de firmalle la escritura.
Nuestros deudos se juntan,
Aunque él estaba ausente y recatado,
Luégo por mí preguntan,
Yo salgo, y miro con el rostro airado
Á mi padre, al notario,
Cual bravo con la espada á su contrario,
Tomo la pluma, escribo,
Al tiempo de otorgalla, que no quiero,
Ni admito, ni recibo
Á César por marido, y con severo
Rostro en la escrita suma,
Á espaldas vueltas arrojé la pluma.
No suele así cometa
Pasar resplandeciendo por el viento,
Y por senda imperfeta,
Correr para morir fuego violento,
Que yo partí encendida
De los agravios de que estoy corrida;
En leyendo lo escrito
Saca mi padre contra mí la espada,
La puerta solicito,
Todos le tienen, y salí turbada,
Donde me hubiera muerto,
Si no fuérades vos mi dulce puerto;
Á cuyos piés os ruego
Que miéntras pasa del rigor la furia
No permitais que ciego
Intente hacerme tan notable injuria,
Que como el alma os muestra,
Miéntras tuviere vida seré vuestra.

Tomé.
¡Vive Dios que me ha cogido!
Gusto de señora tienes,
Que yo esperaba un romance,
Y en verso grave procedes.

Otav.
Vuestra pena, y la ocasion
Me la ha dado de tal suerte,
Aunque otro intento tenía
Ántes, señora, que os viese,
Que determino, y es justo
Ser desde agora obediente
Á cuanto vos me mandeis,
Puesto que la causa es fuerte;
Que no sé qué he visto en vos
De aquello que no se entiende,
Que me ha mandado serviros,
Aunque la vida me cueste.
Yo soy en aquesta casa,
Desde esta mañana, huésped,
Que á tratar un casamiento,
Y que en su nombre concierte,
Por embajador me envia
Cierto amigo, que pretende
Á Celia, desde Milan;
Así porque no tuviese
Más segura voluntad,
En cuantos amigos tiene,
Como porque yo venía
Á negocios diferentes
Á Nápoles con el Duque,
Aquel Giron excelente,
Que de Sicilia ha venido
Habrá, señora, diez meses,
Donde sucedió al marqués
De Villena, su pariente,
Aquel Pacheco famoso,
Que de tan nobles Maestres
De Calatrava y Santiago,
Honor de España, desciende.
Esto quiso que tratase
Con esta dama, de suerte
Que hoy la he visto, y es señora
Que al conde Otavio merece;
Que aquéste es el apellido
Deste caballero ausente,
Soldado de buena fama
En Asti como en Verceli;
Entre el Alpe y Apenino
Caudaloso el Pó desciende,
Donde tiene algunas villas
Que le adoran y obedecen.
No perderá Celia nada
Cuando efetuado quede,
Aunque no me ha parecido,
Por algunos accidentes;
En este cuarto que veis,
Y que con vos se ennoblece
Aunque no lo imaginaba,
Me mandó que me aposente,
Porfié, no aprovechó,
Obedecí y acetéle;
Mi nombre es Cárlos, si acaso
En mi persona os parece
Que hay algo noble, eso soy,
Y para ser vuestro siempre.
Mirad agora qué traza
Dais en el rigor presente,
Que estoy tal de haberos visto,
Que me obliga á que os confiese
Que me pesará en el alma
Con envidia de que llegue
Otro alguno á mereceros.
Si á Celia quereis que os lleve,
Ella hará las amistades
Con vuestro padre y parientes;
Si quereis estar aquí
El tiempo que os pareciere,
Aposentos hay y llaves
Que os aseguren y cierren;
Esto será con secreto,
Porque Tomé solamente
Ha de acudir á serviros.

Tomé.
Y Tomé dice que puede
Entregarle esta alcaidía,
Porque desde Adan deciende
Por línea recta de alcaides,
Y la guardará fielmente,
Porque fué un agüelo suyo
Alcaide de los Donceles;
Que llevarla á Celia agora,
Es notable inconveniente,
Que no vive sin envidia
La hermosura en las mujeres.
Ea, pues, vusiñoría
Escoja aposento y éntre,
Que un huésped en casa honrada
Convidar puede otro huésped,
Y sálgase fuera Cárlos,
Que sólo se le concede
Que pueda ver esta dama
Los miércoles y los viérnes.

Otav.
Señora, Tomé es un loco,
Aquí no hay cosa que os fuerce
Si no es vuestra voluntad.

Fén.
Esa basta.

Otav.
Si lo fuese.

Fén.
No sé lo que puede ser.

Otav.
¿Cómo es vuestro nombre?

Fén.
Fénis.

(Éntrese.)

Otav.
¡Qué bien parecen las cosas
Que con los nombres convienen!

Tomé.
¿Qué quiéres concetear
Deste pájaro celeste
Si lo es de hermosura y gracia,
Y traer en cultos fuelles
Los céfiros orientales,
Con que sus llamas enciende,
Y que en canela y aromas
La purpúrea pluma envuelve
Para volver á nacer?

Otav.
¡Ay Tomé!

Tomé.
Pues bien, ¿qué tienes?
No hay borrico que suspire
En viendo los alcacéres,
Como tú por cualquier hembra.

Otav.
Mucho esta Fénis ofende,
No he visto cosa.

Tomé.
No más.

Otav.
Loco me deja.

Tomé.
Detente.

Otav.
¿Qué haré de Celia?

Tomé.
Casarte.

Otav.
¿Cómo casarme?

Tomé.
Ó volverte.

Otav.
¡Hay tal mudanza!

Tomé.
¿Qué dices?

Otav.
¡Qué confusion!

Tomé.
Ya no puedes
Hacer otra cosa.

Otav.
Calla,
Que el hombre que más entiende,
Adónde amanece sabe,
Pero no dónde anochece.

(Váyanse.)

LEONARDO, FABRICIO Y CÉSAR.

Leon.
Yo no soy hombre á quien hablar se puede
Con esa libertad.

Fabr.
No lo es la mia
Cuando el agravio á la prudencia excede.

Leon.
Para mí lo será vuestra porfía
Si en ese loco engaño persevera.

Cés.
Aquí la fe no estriba en cortesía,
Y hablando cuerdamente, no quisiera
Que el Conde en esto hubiera anticipado
Lo que deciros yo mejor pudiera.

Fabr.
De vos tambien me llamaré agraviado,
César, aunque conozco que es respeto
Á las muestras del tiempo que ha pasado,
Que llegando á poner en justo efeto
Lo que debo á quien soy, no ciño espada
Para que á ajena mano esté sujeto.

Cés.
Yo no respeto vuestra edad pasada,
Mas digo que me toca por la mia,
Como parte en su honor más agraviada.

Leon.
De alguno de los dos saber querria
En qué se funda engaño tan notable
Para satisfacer vuestra porfía.

Cés.
Déme licencia el Conde que yo hable.

Fabr.
Decid, pues todo tiene un mismo intento,
Y un mismo sentimiento inreparable.

Cés.
Yo le pedí, Leonardo, en casamiento
Al Conde, á Fénis, y con más ventura
Que vos sin oponer merecimientos,
El gusto de su parte me asegura,
Y para que quedase concluido,
Hoy habemos firmado la escritura;
No vino en esto Fénis, y sentido
El Conde amenazóla con la espada,
Del desprecio de entrambos ofendido,
La casa, en detenerle alborotada,
No vió salir á Fénis, que á sentilla,
No hubiera sido Troya desdichada,
Pues fué caballo griego cierta silla,
Incendio injusto que su casa espera
Si no puede el peligro reducilla;
No vino sola, puesto que pudiera,
Que con soldados españoles vino,
Que fuera mayor mal si se supiera
La causa de intentar un desatino.
Fénis como este inobediente al Conde,
Aunque no es en el mundo peregrino,
Dicen que sois, y que por vos se esconde,
Conociendo los turcos y criados,
Y que la voz comun señala adónde;
Agora no os admire que agraviados
Vengamos á pediros, como es justo,
Si obliga á caballeros tan honrados,
Excuseis la ocasion deste disgusto
Restituyendo á Fénis, que, en efeto,
No os está bien un caso tan injusto,
Y basta para un hombre tan discreto.

Leon.
Aunque reportado y sabio
Fundasteis vuestra razon,
De la injusta presuncion
Debo formar justo agravio,
Es verdad que yo he servido
Á Fénis, tan desdichado
Que para ser despreciado
Apénas dicha he tenido,
Tambien lo es que la pedí,
Y que el Conde se excusó,
Si de Fénis entendió
Cuán desestimado fuí;
Pues si César es testigo
De aqueste aborrecimiento,
¿Cómo tanto atrevimiento
Pudiera intentar conmigo?
¡Yo silla, yo turcos, yo,
Yo españoles, yo soldados!
De un hombre estais agraviados
Á quien siempre aborreció.
¿De tanto desprecio mio
Tanta ventura se infiere?
Digo que si un hombre hubiere
Que afirme tal desvarío,
Quiero quedar por infame.

Fabr.
¿Y si hay un hombre que os vió?

Leon.
¿Á mí?

Fabr.
Sí.

Leon.
Si fuere yo,
Que lo que he dicho me llame.

Fabr.
Venid conmigo.

Leon.
Yo iré,
Pero no ha de haber traicion,
Que con esa condicion
Solo y sin armas saldré.

Fabr.
¿Será de Celia segura
La casa?

Leon.
Ninguna habrá
Como ella.

Fabr.
Pues allí está.

Leon.
Mi inocencia me asegura.

Fabr.
Necia disculpa.

Cés.
Fingida,
Pero no le ha de valer,
Que á Fénis ha de volver
Ó le ha de costar la vida.

(Váyanse.)

FÉNIS Y EL CONDE OTAVIO.

Fén.
¿Qué crédito os puedo dar,
Cárlos, en tiempo tan breve?

Otav.
El que á sí misma se debe
La que me pudo matar.

Fén.
¿En dos horas puede amar
Un hombre con tal rigor?

Otav.
En años diréis mejor,
Y esta verdad asegura
Que al hacer vuestra hermosura
El cielo, nació mi amor;
Y ántes es muy cierta cosa,
Porque si el cielo sabía,
Como es cierto, que os habia
De hacer, Fénis, tan hermosa,
Mi voluntad amorosa,
Qu’es tan antigua recelo,
Y deste breve desvelo,
Puedo decir con verdad,
Que es amor y voluntad,
Desde que lo supo el cielo.
Luego viene á ser mi amor,
Cuando pensó fabricaros
El cielo, para obligaros
Á la antigüedad mayor;
Mirad si debeis favor
Á quien há tanto que os ama,
Y su dulce dueño os llama,
Pues desde el tiempo que fuistes,
Vos para Fénis nacistes,
Y yo para vuestra llama.
Cuantos siglos han pasado
Desde que pensaba haceros
Tiene mi amor en quereros,
Y me debeis de cuidado,
Y así cuantos han amado
Lo han aprendido de mí,
Que el primer amante fuí,
Pues cuando el cielo pensó
Haceros, amaba yo,
Pues ántes que fuese os vi;
De suerte que me han debido
Su principio los amores,
Y vos los mismos favores
Que si os hubiera servido,
Porque si yo hubiera sido,
Esto que os digo os dijera
En cualquier tiempo que os viera,
Pues es cierto de los dos,
Que ó no naciérades vos,
Ó que yo luégo os quisiera.

Fén.
Si como en burlas hablais
Con esas vanas quimeras,
Hablára el alma de véras,
Que vos decis que me dais,
No dudeis, si lo dudais,
Que estuviera agradecida,
Pero siéntome ofendida
De que finjais voluntad,
Que el amar con libertad
No es de voluntad rendida.
Buscar sutiles caminos
De decir altos concetos,
Bien puede ser de discretos,
Pero no de amantes finos;
Obligar con desatinos,
En las obras suele estar,
No en el estilo de hablar,
Que el más bajo entendimiento
Sabe hallar un pensamiento
Sutil, si quiere engañar.
Cárlos, yo estoy en estado,
Que podré hablaros y veros,
Pero no podré quereros,
Aunque me habeis obligado,
No por ajeno cuidado,
Sino por desdicha mia,
Sólo deciros querria,
Que ya con llana amistad,
Obliga mi voluntad
Vuestra mucha cortesía.
Discreto sois, bien me veis
En las desdichas que estoy,
Soy quien vos sabeis que soy,
Pues ya mis padres sabeis,
Y no porque me ampareis
Os digo, testigo es Dios,
Ni por saber de los dos,
Lo que hacer el tiempo quiere,
Que si algun hombre quisiere
En el mundo, seréis vos.

TOMÉ.

Tomé.
¡Que no le baste al amor
Ser ciego, sino que quiera
Hacerse sordo tambien!

Fén.
¡Ay triste si viene Celia!

Tomé.
¿No habés oido los golpes
Con que nos quiebran la puerta
Padre y marido de Fénis?

Otav.
Retírate como puedas,
Y abre tú.

Tomé.
Voy.

Fén.
¡Cielo santo!
No os parezca inobediencia.

(Éntrase.)

LEONARDO, FABRICIO Y CÉSAR.

Tomé.
Entrad, que aquí está don Cárlos.

Fabr.
Por Dios, señor, que me pesa
De inquietaros.

Otav.
Escribia
Ciertas cartas.

Fabr.
Hablad, César.

Cés.
Mejor es que vos digais
Lo que á la puerta de Celia
Os dijo el señor don Cárlos.

Fabr.
Señor don Cárlos, quisiera
Excusaros este enojo,
Pero por mi honor es fuerza;
¿Hoy no os pregunté si vistes
Una mujer á esta puerta?

Otav.
Es verdad, y respondí
Que dos turcos de librea,
Con seis soldados de escolta,
En una silla la llevan,
Y vos dijistes entónces:
Traicion de Leonardo es ésta.

Cés.
Lo mismo á mí me dijistes.

Leon.
Buena manera de prueba,
Para saber que soy yo
Dueño de tan loca impresa;
Decid, caballero noble,
¿Iba yo entónces con ella?

Otav.
Yo no os he visto en mi vida.

Leon.
¿Pues es razon que se infiera,
Que aborreciéndome Fénis,
Autor deste insulto sea,
Y que digais que la tengo?
¿No era cosa más discreta
Buscarla entre religiosas,
Donde estará con decencia,
Como se ha de presumir
De una señora que deja
Por altiva, ó por su gusto,
El casamiento de César?

Cés.
Dice bien, mucho se ha errado,
Que si luégo se siguiera,
Fuera el reducirla fácil.

Fabr.
Hija indiscreta, ¿qué intentas?
¿Por qué me quitas la vida?

(Vase.)

Cés.
Y á mí el alma, que me llevas
En el desden con que huyes,
Y en el dolor que me dejas;
Tengo yo de ser Apolo
Para pedir que te vuelvan,
Fénis, los dioses, laurel,
Ó como Anaxarte, piedra;
Arrepentido de amarte,
Buscar quisiera las hierbas
De los montes de Tesalia,
Para olvidar tu belleza.

(Vase.)

Leon.
Yo, caballero, no soy
Quien de Fénis se lamenta,
Mas soy quien en tal fortuna
De mi enemigo se venga;
Mirad el estado mio
Por aquella ingrata bella,
Que me alegro de que falte
Para que César la pierda.

(Vase.)

Otav.
Extraño suceso.

Tomé.
Extraño
Si las fábulas le cuentan.

Otav.
¿Dónde está escondida Fénis?

Tomé.
Ese pabellon de tela
Que está en el cuarto aposento,
Es del sol de su belleza
El ocaso en que se ha puesto,
Y la nube que le cerca.

Otav.
La noche baja, Tomé,
Y á Fénis no se le acuerda
Cómo ha de pasar la noche.

Tomé.
Si aquí nos bajan la cena,
De criados y criadas
Será imposible esconderla,
Y si por ventura subes,
Señor, á cenar con Celia,
¿Qué le darémos á Fénis?

Otav.
De la cena se te acuerda,
Y no de toda una noche.

Tomé.
Eso no te cause pena,
Conmigo podrá dormir.

Otav.
¡Qué burlas, Tomé, tan necias
Para tantas confusiones
Como esta noche me esperan!
Nunca la vieran mi ojos,
Nunca, Tomé, te dijera
Que la metieras aquí.

Tomé.
¿Quiéresla bien, bien de véras?

Otav.
¿Verá nadie su hermosura
Sin que por ella se pierda?
Yo aseguro que en el mundo
Sucedió cosa como ésta,
En término de dos horas,
Pues casándome con Celia,
En su misma casa tengo
Por quien el dejarla es fuerza.

Tomé.
Ten ánimo, que á la parte
Del corredor que á esa huerta
Mira, he visto un camarin,
Cifra sutil de Venecia;
De la mitad de tu cama
Haré á Fénis en qué pueda
Pasar esta noche, y cuantas
No sepan sus padres de ella;
Cerraráse por de dentro,
Que aldaba tiene la puerta,
Para que de tí segura,
Si no de sí misma, duerma;
Puesto que siendo quien es,
Aunque sin llave estuviera,
Yo sé que la respetáras
Por no infamar tu nobleza;
Pero en duda, porque amor
Cuando todos duermen vela,
Quitémosle la ocasion.

Otav.
Entro á despedirme della
Para ver á Celia. ¡Ay cielos!
¿Quién pensára que estuviera
La dulce gloria de Fénis
En el infierno de Celia?

Acto segundo

CELIA Y LISENA.

Lis.
Con razon tu dicha alabas,
Pues á la fama responde.

Cel.
¿No es galan, Lisena, el Conde?

Lis.
Como tú le imaginabas,
Que á tus melindres no hubiera,
Con ménos gracia y valor,
Satisfaccion.

Cel.
Fué temor
Que ménos gallardo fuera;
Así suelen engañar
Los casamientos ausentes.

Lis.
No es poco que te contentes.

Cel.
No pudiera imaginar
Mayor dicha que he tenido,
Puesto que el temor no cesa.

Lis.
Cortés estuvo en la mesa,
Gracioso y entretenido.

Cel.
Sí, pero no me miró
Como quien tiene deseo,
Que no le enamoro creo,
Y que vengo á estarlo yo;
Si tuviera bien impresa
Mi voluntad, con mirar,
Más habia de cenar
En mis ojos que en la mesa.
No le veo con cuidado
De enamorado, Lisena,
Que más estuvo en la cena
Inquieto que enamorado:
¿Y cuál hombre con amor
Se despidiera tan presto?

Lis.
El que le tienes te ha puesto
Ese excusado temor,
Que el irse fué cortesía
Por no parecer cansado,
Ni ha de estar enamorado
Y tan perdido en un dia;
Ayer te vió, ¿qué le quieres?

Cel.
Que esa disculpa le des,
Lisena, es justo, despues
Que somos propias mujeres,
Pero no cuando nos miran,
Que es bien que atentos estén,
Miéntras esperando el bien
Con la esperanza suspiran;
No es tan cortés el amor.

Lis.
El irse presto lo es.

Cel.
No le quiero tan cortés,
Más necio fuera mejor;
Luégo que el Conde llegó,
Más atento me miraba,
Para volverse cenaba,
Segun la prisa se dió;
¿Y cuál hombre no me hubiera
Esta mañana enviado,
Por cumplimiento, un recado,
Cuando por amor no fuera?

Lis.
Á un hombre cansado quieres
Poner culpa.

Cel.
Si lo está,
De mí disculpa tendrá.

Lis.
Brava en los principios eres,
No comiences por celosa,
Que desenamoran celos.

FLORA.

Flora.
No han hecho dama los cielos
En casarse más dichosa.

Cel.
¿Qué hay, Flora? ¿está levantado
El Conde?

Flora.
Cuando llamé,
Agua le daba Tomé,
Entré y díle tu recado,
Recibió los buenos dias
Con mucho gusto y placer,
Que sabe muy bien hacer
Amorosas cortesías;
Dije que le suplicabas
De tu gente se sirviese,
Que de que sólo estuviese
Con notable pena estabas:
Respondióme que no habia
De servirle, hasta casarse,
Ninguno, por no obligarse
Despues á descortesía.
Tomó el almuerzo Tomé,
Con tanto me despedí.

Cel.
¿No te preguntó por mí?

Flora.
Eso muy despacio fué,
Y con un grande recado
Del deseo que tenía
De verte.

Cel.
¡Y dormido habia
Hasta las diez descuidado!

Flora.
¿Pues cansado, qué ha de hacer?

Cel.
¿Cómo no ha subido aquí?

Flora.
Por darte lugar ansí
Que te puedas componer,
Que fuera estilo grosero
Usar de esa libertad;
Merece tu voluntad,
Que es un galan caballero,
Bien hablado y entendido.

Cel.
¿Juzgasle tú enamorado?

Flora.
Si al espejo te has mirado,
Ociosa pregunta ha sido;
Las joyas que te ha de dar
Dijo que estaba esperando.

Cel.
Amor le pido, que cuando
Se ama es la mayor amar.

Flora.
Eso yo te lo aseguro,
Y que se muere por tí.

Cel.
¡Que yo trate de esto ansí!
Que me desconozco os juro.

Lis.
En lo justo no hay recato,
Licencia tiene quien ama.

Flora.
Como enfrente de su cama
Está puesto tu retrato,
Díjele yo si quisiera
Tener el original;
Y dijo que dicha igual
Pedir al cielo pudiera.

Cel.
Toma, Flora, aquel vestido
Que hice para la entrada
Del Virey, que ser amada
Deseo.

Flora.
Los piés te pido,
Y cree que lo serás.

Lis.
Perdida, Celia, te veo.

Cel.
Como es honesto el deseo,
Se atreven los ojos más.

(Váyanse.)

CONDE OTAVIO Y TOMÉ.

Otav.
Mala noche he pasado,
Conté las horas, no conté las penas.

Tomé.
¿De un hora enamorado?

Otav.
¿Qué importa si la sangre de las venas
Me abrasa aquel veneno?

Tomé.
Nunca duermo mejor que cuando ceno;
Cenó Fénis muy poco,
Ó fuese por melindre ó por cuidado,
Pero yo, como un loco,
Dejé un capon muy tierno y bien asado
En pura notomía,
Que así lloraba aunque cantar queria.
Cerró la puerta luégo,
Y trató de acostarse.

Otav.
¡Caso extraño
Y laberinto ciego,
Que Fénis sin temer humano engaño
En su casa amanezca,
Y entre dos extranjeros anochezca;
Y yo, que no pensaba
Verla en mi vida, esté como me veo!

Tomé.
Cuando ya se acostaba,
Hácia la puerta me llevó el deseo,
Permitiendo la llave
Entrar la vista á su persona grave.
Iban los alfileres
Quitando los marfiles de las manos,
Que son en las mujeres
Fácil prision de sus adornos vanos,
Porque en los rostros bellos
No hay hermosura como estar sin ellos;
Quitó luégo las joyas,
Ropa y jubon, al fin quedó en manteo,
Que abrasára mil Troyas,
Á no enfrenar respetos el deseo;
Que luégo manifiesta
Honra y valor una mujer honesta.
Bajó de los chapines
Fénis al suelo dos pequeñas basas
De ramos de jazmines,
Áun con estar á solas tan escasas,
Que apénas pude verlas,
Mas vi la honestidad vertiendo perlas,
Porque con el manteo
Hizo una rueda al desatar las cintas,
Y un muro á mi deseo.

Otav.
Agrádame el recato con que pintas
Esta hermosura honesta.

Tomé.
En fin, no sé cuál de las dos se acuesta,
Ó Fénis en la Holanda,
Ó la Holanda en su nieve, pero apénas
Que se sosiegue manda
Aquella blanca imágen de azucenas,
El fugitivo sueño,
Cuando su pena se revela al dueño.
¡Ay, dijo, Fénis triste!
¿Adónde estás sin padres y sin honra?
¿Por dónde me trujiste,
Fortuna, á padecer tanta deshonra?
Quitárasme la vida
Con darme muerte adonde fuí nacida,
Que aqueste caballero,
En sabiendo mis padres este engaño,
Ha de ser lo primero
Matarle á él, y tengo de su daño
Más pena que del mio;
Aquí dos tiernas lágrimas le envio:
Que por la misma llave
Presumieron los ojos que saldrian,
Y que á su pecho grave
Entre las alas de un suspiro irian.
Calló, quizá pensando
Que la estabas entónces escuchando.

Otav.
Ella se ha levantado.
¿Cerraste bien la puerta?

Tomé.
No imagines
Descuido en mi cuidado.

Otav.
Hácia esta cuadra suenan los chapines;
¡Por Dios que sale hermosa!
Tal suele el nácar descubrir la rosa.

FÉNIS.

Fénis.
Buenos dias, si es que yo
Buenos os los puedo dar.

Otav.
Vos los podeis comenzar,
Pues con vos el sol salió,
Y á quien á escuras vivia,
Mirad si darlos podeis,
Pues hasta agora no habeis
Traido á la tierra el dia.
Ya que os habeis levantado,
Parece que habeis traido
Flores en los piés, que ha sido
Volver esta sala en prado.
Daba en aquestos cristales
El sol, y en viéndoos salir
Fuése, porque á competir
No tiene rayos iguales.
Preguntaros cómo habeis
Dormido, no será justo,
Que si el sueño sigue al gusto,
Muchos disgustos teneis,
Y tal el sueño habrá sido;
Pues yo os prometo que yo
No he dormido.

Fén.
¿Por qué no?

Otav.
Porque vos no habeis querido.

Fén.
¿Yo os quito el sueño?

Otav.
¿Pues quién?

Fén.
Pues ya me dais ocasion,
Hablaros claro es razon;
Escuchad.

Otav.
Decis muy bien.

Fén.
¿Podré yo fiarme agora
De un hombre que me ha engañado?

Otav.
¿Yo á vos?

Fén.
Sí, que os he escuchado
Cuanto habeis hablado á Flora;
Que érades Cárlos fingiste,
Siendo vos el conde Otavio.

Otav.
¿Eso teneis por agravio?

Fén.
Mintiendo, agravio me hicistes,
Pero esto no importa nada;
Mas de venir á casaros
Con Celia, no hay disculparos
De haberme dado posada,
Que soy mujer principal
Y tan buena como vos,
Y posar juntos los dos,
Si os está bien, me está mal,
Porque, cuando hubiera sido
Mi desdicha hallarme aquí,
Era gran disculpa en mí
Qu’estaba con mi marido;
Pero, pues no puede ser,
Y á tanto peligro estoy,
Que vuestra mujer no soy
Y que vos teneis mujer,
Mire Tomé si parece
Gente en casa y yo me iré.

Otav.
¿Quereisme escuchar?

Fén.
Sí haré
Qu’el ser quien sois lo merece.

Otav.
Que soy el Conde es verdad,
Y que á Celia vine á ver;
Pero no que es mi mujer,
Que hay mucha dificultad,
Porque en duda si contenta,
Del ver al ejecutar,
Es jornada por la mar
Que suele correr tormenta;
Porque vine disfrazado,
Os dije que Cárlos fuí,
Y si ayer á Celia vi,
¿Cómo puedo estar casado?
Cuando de verla bajé
Os vi á vos, y aunque traia
La imágen que visto habia,
Vuestra mano entónces fué
Como pincel de pintor,
Que lo que otro pintó mal,
Borra con destreza igual
Para pintarlo mejor;
Vos, sobre aquello borrado,
Pintastes una figura,
Que de la misma hermosura
Fué peregrino traslado.
Mirad lo que me debeis,
Pues de lo que entónces vi,
No ha quedado más en mí
Del lienzo en que vos pinteis;
Luégo mudé pensamiento,
Y aquella imaginacion
No mudó la ejecucion,
Sino sólo el casamiento;
En la misma casa ha sido
Donde me vengo á casar,
Ni vos podeis excusar
El ser yo vuestro marido,
Si esto se viene á saber;
De suerte que no hay engaño,
Si al llegar el desengaño
Digo que sois mi mujer.

Fén.
El remedio está dudoso,
Conde, y el peligro cierto,
Que despues de descubierto,
Es mi deshonor forzoso,
Si vos, por la obligacion
De Celia, habeis de dejarme;
Y así es mejor no engañarme,
Que será baja traicion.
Yo me puedo agora ir:
Mira si hay gente, Tomé.

Otav.
Fénis, Fénis, si esta fe,
Si este amor llamais fingir,
¿Cuál ha sido verdadero?

Fén.
Dejadme.

Otav.
Señora, oid,
Que os han de ver advertid,
Mirad que soy caballero
Que sabe su obligacion.

Fén.
Y yo las que tengo sé.

Otav.
Tenla, detenla, Tomé.

Tomé.
Temo que dais ocasion
Para que os sientan en casa.
¿Dónde te vas á perder?

Fén.
Tomé, ¿qué tengo de hacer
Si el conde Otavio se casa?

Tomé.
No casará, vive el cielo.

Otav.
Júralo, Tomé, por mí.

Fén.
Ayer á entrambos os vi,
¿Qué os debo?

Tomé.
Un honesto celo,
Una piedad, un amor,
Una estimacion nacida
De un alma, Fénis, rendida
Á la fe de tu valor;
No pagues mal la posada
Del alma y del camarin,
La cena y cama, que en fin,
Estás por noble obligada;
¿Qué huésped, por vil que sea,
Fénis, se va sin pagar?

Fén.
Tomé, ¿quiéresme dejar?

Tomé.
¿Quieres que Celia te vea?
Mira aquel hombre, por Dios,
Qu’está en los huesos por tí.

Fén.
No pienso quedarme aquí,
Si no me matais los dos.

Tomé.
Plega á Dios, si se casáre
Mi amo, si no es contigo,
Que me mate el más amigo
De quien el alma fiáre;
Mira que de véras juro.

(Llaman.)

Otav.
Que llaman, Tomé.

Tomé.
Señora,
Éntrate siquiera agora,
Que por tu honor lo procuro.

Fén.
Más peligro es hoy tu engaño
Que mis desdichas ayer.

(Éntrese.)

Tomé.
Voy abrir.

Otav.
¿Quién puede ser
Que no pretenda mi daño?

CÉSAR.

Cés.
Desde ayer me prometí
Serviros, aficionado
Á vuestro ingenio y agrado,
Y á lo que hicistes por mí;
Y hoy que de cierto he sabido
Que sois persona tan grave,
Que ya en Nápoles se sabe,
Conde, á lo que habeis venido,
De que os doy el parabien,
Vengo á ofreceros persona,
Casa y vida.

Otav.
Si me abona
Lo que vos decis tan bien,
Y que ya sabeis de mí,
El no me haber descubierto
Me perdonad, que al concierto
Vine disfrazado ansí.
Ya me dicen que teneis
Á Fénis.

Cés.
Engaño ha sido,
Que Fénis no ha parecido.

Otav.
¿Qué decis?

Cés.
Que no penseis
Que soy tan dichoso yo;
Y pues que me habeis hablado
En cosa que me ha costado
La vida que me llevó,
Quiero descansar un poco
Con un hombre tan discreto,
Que quien ama está sujeto
Á hablar siempre como loco,
En la tema que porfía.

Otav.
Desde ayer que un ángel ví,
Os juro que estoy ansí,
Y que sólo hablar querria
En materias amorosas.

Cés.
Teneis razon de querer
Tan bien nacida mujer,
Y de partes tan hermosas.

Otav.
Perdido estoy como vos.

Cés.
Sí, pero más bien pagado,
Oid, Conde, mi cuidado:
Hija del conde Fabricio,
Otavio, es la bella Fénis,
Que sin conceptos del nombre,
Serlo de hermosura puede;
Si vos la hubiérades visto,
Fuera alabanza más breve,
Porque ninguno la vió
Que el alma no le rindiese;
De lo que conozco en vos,
Era mujer propiamente
Para vuestro entendimiento,
Porque divino le tiene.
Si la hubiérades tratado,
Dijérades claramente,
Porque los siglos pasados
Las Sibilas encarecen,
Que es menester que á Lucano,
Versos Argentaria enmiende,
Ni que las letras latinas
Á Carmenta se debiesen,
Que es menester que coronen
Filosóficos laureles
Á Telesila, y que Aspasia
Dulce retórica enseñe.
Quien oye á Fénis, escucha
El libro más elocuente,
Quien la ve, mira un jardin
De azucenas y claveles;
Que estoy loco por su amor,
Dirá, Conde, quien me oyere,
Pero cuerdo en su alabanza,
Que á toda alabanza excede,
Si soy dichoso en casarme
Y pasan estos desdenes,
Vos veréis que no os engaño,
Que áun de vos pienso valerme
Para que me honreis con Celia,
Si el cielo quiere que llegue
El dia de nuestras bodas,
Y que los enojos cesen,
De lo que os diré nacidos,
Que no porque me aborrece.
Hijo del príncipe Arnaldo,
Que hoy en Nápoles mantiene
La mayor casa, es Leonardo,
Aquel mozuelo insolente
Que ayer conmigo venía,
Y los dos, con poca suerte
De agradar sus bellos ojos,
Habemos servido á Fénis.
No es mejor que yo Leonardo,
Que pienso que cuando herede
Al Almirante, mi tio,
Puesto que no lo desee,
No habrá en Nápoles señor
Que me iguale; finalmente,
Las diligencias de entrambos,
Como entre amantes sucede,
Hicieron que con la envidia
Locos nuestros gastos fuesen;
Las justas y los torneos,
Cuyo espectáculo vence
Romanos amphiteatros,
Naves y fieras silvestres,
Con aplausos generales
Y con versos excelentes,
Ocuparon muchos dias
Las plumas y los pinceles;
Sólo quiero referiros
Una entrada que merece,
Por pensamiento y grandeza,
Que Nápoles la celebre:
Movíase por sí misma,
Sin que instrumento se viese,
Una máquina, retrato
De toda la Arabia feliz,
Iba esmaltada de flores
Y de árboles diferentes
De los que aromas producen,
Y para que olor tuviesen,
En fuego secreto el ámbar
Espiraba al aire ambiente
Olor divino, formando
Una primavera alegre;
De aquesta máquina en medio,
Se miraba un monte fértil,
Más que los huertos de Adónis,
Más que de Tesalia el tempe;
En la cumbre un Fénis de oro,
En vez de llamas, en nieve,
Y un sol que luciente en alto,
Solicitaba encenderle;
La letra de aquesta empresa
Solo decia: «No puede»,
Con siete letras tan grandes,
Que eran á todos patentes;
Leonardo, con justa envidia,
Quiso tambien disponerse
Á vencer esta invencion,
Para la fiesta siguiente.
Sacó la misma provincia,
Y las mirras y laureles,
Canelas y inciensos hizo,
De plata las hojas verdes,
Puso el Fénis en el monte,
Entre mil llamas ardientes,
Y haciendo un sol de cristal
Que el fuego en secreto ardiese;
La letra d’esta arrogancia
Era: «Yo haré que se queme»,
Fiando en árboles de oro
Que la nieve deshiciese;
Á este tiempo la pedimos
Juntos, y yo por valerme
De la industria y la venganza,
De que arrogante dijese
Que su sol abrasaria
Lo que yo pintaba en nieve,
En una conversacion,
Porque Leonardo me oyese,
Dije que el Conde Fabricio,
Octavio, me daba á Fénis,
Y para desconfiarle,
Y que no la pretendiese,
Me alabé de dos favores
Que á los marfiles se atreven
De sus manos, y á las rosas
De sus labios neciamente.
Súpolo Fénis, y es dama
Tan belicosa y tan fuerte
De condicion, y en su honor
Una deidad tan celeste,
Que al firmar las escrituras,
Deudos y amigos presentes,
Puso la pluma ¡ay de mí!
En la tinta de mi muerte.
Para firmar la sentencia
En que dice que no quiere,
Al tomar Fénis la pluma
Tres dedos fueron jüeces,
Quiere amor que me sentencien,
Lo demas ya lo sabeis;
Dichoso vos muchas veces,
Pues os casais donde os aman,
No yo, donde me aborrecen.

Otav.
Pésame de vuestro mal.

Tomé.
Señor, mi señora viene.

Cel.
Voyme; gozalda los años
Que vuestro valor merece.

(Vase.)

CELIA, LISENA Y FLORA.

Cel.
Pues ya vusiñoría no desea
Verme, justo será que yo le vea.

Otav.
Señora, ¿tal exceso?

Cel.
No es exceso,
Siendo mi dueño vos.

Otav.
Aquí confieso
Que erraron mi ignorante cortesía
Y mi encogida y necia cobardía;
Fuera d’eso, he tenido una cansada
Visita, aunque la doy por disculpada,
Por ser quejas, señora, de un amante;
Sobrino pienso que es del Almirante.

Cel.
El marido de Fénis, una necia,
Que cuanto ve desprecia.

Otav.
Una que dicen que se fué temiendo
La espada de su padre.

Cel.
Estando haciendo
Las escrituras, dijo, en vez de firma,
Con que su loca presuncion confirma,
Que á César no queria, y es un hombre
Rico, noble, galan y gentil hombre.

Otav.
Tal me lo ha parecido.

Cel.
Es una loca,
Que entiende que á sus méritos es poca
La majestad de un rey.

Otav.
Vusiñoría
Se siente, aunque es su casa, que no es mia.

Cel.
Quien eso dice cuando el alma enseño,
Señal es que no quiere ser su dueño.

(Siéntense.)

Otav.
La casa, señora mia,
Es donde yo vi mi bien,
Aunque temiendo el desden
Del bien que no conocia,
Ayer fué el dichoso dia
Que en aquesta casa hallé
El bien que nunca pensé;
Que no pude imaginar
Que tal grandeza de amar
Cupiera en tan breve fe,
Y tanta gloria me da
Ver que rendí su desden,
Que no tengo yo más bien
Que el que en esta casa está;
Aquí dentro vive ya
Mi dueño, mi amada esposa,
Tan entendida y hermosa,
Que me pesa de tener
Sola un alma que ofrecer
Á su deidad amorosa.
Mucho el veros me suspende,
Pero si me atrevo á hablar
Desta suerte, es por pensar
Que hablo con quien me entiende;
Temo que desto se ofende,
Pero tanta discrecion
Disculpará la ocasion,
Que á no estar nadie presente,
Trasladára tiernamente
Á la lengua el corazon.

Cel.
Bésoos las manos, Otavio,
Por la merced que me haceis,
Á quien sois correspondeis,
Y con ser noble, á ser sabio;
No tengo yo por agravio
Que no hableis más tiernamente,
Que si os detiene esta gente,
Tiempo queda á los casados
Para decir sus cuidados
Con afecto diferente.
Gustosa estoy de que aquí
Hallásedes vuestro bien,
Pues hallé yo en vos tambien
El mayor bien para mí;
Yo sola dichosa fuí
En que en mi casa tengais,
Conde, el bien que deseais,
Que siendo vos mi marido,
El mayor que al cielo pido,
Con daros á vos me dais;
Mas mirad que no os mudeis
D’ese firme pensamiento.

Otav.
Quien sabe mi sentimiento,
Siente lo que no sabeis;
Como el alma no me veis,
Lo que no entendeis juzgais.

Cel.
¿De qué tema os enojais?

Otav.
Vos no teneis qué temer,
Que quien es ya mi mujer
No duda lo que dudais.

Tomé.
Señor, el Duque.

Otav.
¿Qué Duque?

Tomé.
El Virey.

Cel.
Pues no me vea.
Abre, Flora, el camarin,
Abre, que esconderme es fuerza.

Flora.
Dame la llave, Tomé.

Tomé.
Espera.

Flora.
¡Qué linda flema!

Tomé.
Ya la busco, no me turbes.

Flora.
De la carroza se apea.

Tomé.
Vive Dios, que la tenía
En la faltriquera izquierda;
Pienso que se me ha caido.

Flora.
¿Hay tan gran descuido? muestra.

Tomé.
¿Qué quieres, que no la hallo?

Flora.
No la busques, que ya entra.

EL VIREY Y CRIADOS.

Tomé.
¡Qué bien he librado á Fénis
De que no la viese Celia!
Todo se pierde si doy
La llave.

Otav.
Vuestra excelencia
Nos dé sus piés á los dos.

Virey.
Á daros la norabuena,
Señora Celia, he venido,
Y para que el Conde sepa
Que aunque viene disfrazado
No se esconde la grandeza.

Otav.
Aquí teneis un esclavo.

Cel.
Sillas. ¡Hola!

(Siéntense el Virey, el Conde, y Celia en medio.)

Cel.
Si supiera
Que tal merced merecia,
Me amaneciera en la puerta.

Otav.
Yo estaba bien descuidado
D’esta merced, que, á saberla,
Fuera á hacer mi obligacion.

Virey.
De quien á Milan gobierna
Tuve carta esta mañana
En que me avisa por ella
Cómo á Nápoles venis
Para casaros con Celia.
Tanta amistad el Marqués
Con vuestro padre profesa,
Y por lo que vos con él
Habeis andado en la guerra
De España contra Saboya,
Que me ha mandado que os tenga
Prevenida la posada,
Y así os suplico que sea
La mia, para serviros.

Cel.
Puesto que el Conde merezca
Esa merced, no es razon
Que vos permitais su ausencia,
Que aunque es pobre, aquesta casa
Es suya, y ya vive en ella;
Ni es bien que vuestro favor
Á mí me desfavorezca.

Virey.
Si ha sido descortesía,
Perdonad, que si supiera
Que ya estaba en ese estado
Lo que tanto amor concierta,
No le ofreciera mi casa;
Mas no sirviéndose della,
Algo tengo de hacer yo
Que al Conde obligarle pueda,
Y que volviendo á Milan,
El Marqués me lo agradezca.

Otav.
Giron gallardo, por quien
El turco de Italia tiembla,
Y dos canales de Europa,
De Felipe las banderas,
Como honrar á sus vasallos
Fué siempre condicion vuestra,
Á mí por la misma causa,
Que no porque lo merezca,
Celia y yo reconocemos
Esta merced, que con ella
Dará blason á sus armas
La antigüedad que profesan.

Virey.
Por lo ménos yo he de ser
Padrino, y es bien que sepa
Cuándo será el desposorio.

Cel.
Esta noche.

Virey.
¿Tan apriesa?

Otav.
Esta noche no, señor,
Hasta que mi ropa venga,
Y las joyas que he traido.

Cel.
Galas y joyas no sean
Estorbo, yo tengo joyas.

Tomé.
¡Qué bravamente le aprieta!

Salga por delante dellos FÉNIS, cubierta con el manto, y éntrese por la otra puerta.

Virey.
¿Qué es esto?

Cel.
¿Mujer aquí?
¡Hola! ¿Qué mujer es ésta?

Lis.
De aquella cuadra salió.

Virey.
Agora creo que es cierta
La boda, que hay rebozadas.

Tomé.
¡Qué locura! voy tras ella.

(Levántense.)

Virey.
Y yo, señores, me voy,
Suplicándo’s se me advierta
La noche que esto ha de ser.

Otav.
Dios guarde á vuestra excelencia.

(Cumplimientos al salir y váyase el Virey.)

Cel.
No sé por dónde comience,
Otavio, tan justa queja,
¡Vos mujeres en mi casa!
¿Quien viene á casarse en ella,
De tal calidad las trae,
Que con tanta desvergüenza
Salen delante del Duque
Sólo por hacerme afrenta?

Otav.
Sosegad, señora, el pecho,
Que ésta es una amiga vuestra,
Mejor dijera enemiga,
Pues infamaros desea.
Entróse aquí libremente
Sin que le diesen licencia,
Porque avisarme queria
De algunas cosas secretas;
Como llamastes, no quise
Que os diese el hallarla pena,
Y escondiéndola Tomé,
Fué tan libre y tan resuelta,
Que salió como la vistes.

Cel.
¿Pues qué os dijo que pudiera
Ser en mi ofensa?

Otav.
No importa.

Cel.
Decildo si es en mi ofensa.

Otav.
¡Qué diré, qu’estoy sin alma!

Cel.
No lo calleis.

Otav.
Bien quisiera;
Díjome que era galan
Vuestro el Duque, y si suspensa
Tuve la imaginacion
D’esta su visita incierta,
Fué por haber confirmado
Lo que me dijo con ella.

Cel.
¡Hay tal maldad! ¿tú conoces
Aquesta mujer, Lisena?

Lis.
Una doña Ángela suele
Verte en misa algunas fiestas
Y murmurar de tus galas.

Flora.
Y ten por cierto que es ella,
Que yo la he visto envidiosa
Burlar de que vas compuesta,
Con otras amigas suyas.

Cel.
Otavio, si por la puerta
De mi casa entró el Virey,
Fuego del cielo me encienda;
¿Hay tal traicion, por quitarme,
De envidia y de celos muerta,
Que no me case? Pues no,
No ha de ser d’esa manera.
Pluma y papel, Flora, presto,
Yo la diré en pocas letras
Quién es ella y quién soy yo.

Otav.
No es razon, escucha.

Cel.
Suelta.

(Vanse todas.)

OTAVIO.

Otav.
No hay cosa que no alcance
Con la industria remedio,
Pero aunque estando en medio
De tan perdido lance,
Salga Celia sin celos,
Si pierdo á Fénis, ¿qué me importa? ¡ay, cielos!
El Virey, que en su vida
Vió á Celia, ha remediado,
Con haberle culpado,
Que Fénis atrevida
Resolucion tomase,
Que delante de todos me dejase.
¿De qué mujer se cuenta
Mayor atrevimiento?
Tratar mi casamiento,
Causa le dió violenta,
Creyó que me casaba,
Y que á peligro de su honor quedaba,
Porque si no se fuera,
Cuando yo no podia
Resistirla, temia
Que despues no pudiera:
¡Ay Fénis, cómo has hecho
De nieve el nido en mi abrasado pecho!
¿Adónde vas? no creas
Que con Celia me case,
Por más que me obligase,
Que quiero yo que veas,
Aunque era amor de un dia,
Que fué verdad del alma, Fénis mia.

TOMÉ.

Tomé.
¿Con ese descuido estás?

Otav.
¿Descuido te ha parecido
Estar muerto, estar perdido,
Y estar ausente, que es más?
Cuéntame, Tomé, sin vida,
¿Por dónde Fénis se fué?

Tomé.
Yo la seguí y la rogué,
Señor, que fuese servida
De oir la satisfaccion
De la boda que ha creido,
Y á todo me ha respondido
Que palabras de hombres son,
Y que haber salido ansí,
Fué temor que no pudiera
Despues.

Otav.
Si ella á mí me oyera,
Como te escuchaba á tí,
Yo la volviera, Tomé.

Tomé.
Pues no va léjos de aquí.

Otav.
Pues ¿puedo alcanzarla?

Tomé.
Sí,
Pero volverla no sé,
Aunque á forzarla te atrevas.

Otav.
Cierra, y donde fué me guía.

Tomé.
Ven por aquí.

Otav.
¡Fénis mia!
Mira que el alma me llevas.

FÉNIS, con manto.

Fén.
Ya no tiene mi fortuna
Más desdichas que me dar,
Ni más tormentas el mar,
Que levantaron los vientos
De mis locos pensamientos
Cuando mi casa dejé,
Y tan necia me olvidé
De tantas obligaciones,
Por escuchar las razones
De un hombre que me ha burlado;
Pero quédese casado,
Y no en peligro mi honor;
Principios tuve de amor,
Amor que yo no sabía,
Tanta novedad me hacia
Al verme rendir á un hombre,
Que apénas supe su nombre;
Mas mudó mi pensamiento
Su talle, su entendimiento,
Pero no para aguardar,
Fénis, á verle casar,
Y que el Virey le apadrine,
Que no hay amor que me incline
Para que pierda mi honor;
Deteniéndome va amor,
¡Qué pasos tan perezosos!
Pero hay hombres cautelosos,
Aunque si el Conde lo fuera,
La puerta anoche rompiera,
Ó por lo ménos llamára;
¡Ay Dios, quién imaginára
La desdicha en que me veo!
Irme y volverme deseo,
Pero un hombre viene aquí,
Leonardo es éste, ¡ay de mí,
Que me ha conocido creo!

LEONARDO Y JULIO.

Leon.
No hay sacarlos á los dos,
Julio, de que á Fénis tengo.

Jul.
De hablar con Fabricio vengo,
Y está quejoso de vos,
Creo que quiere quejarse
Al Virey.

Leon.
¿Por qué razon
Donde sola mi aficion
Puede, Julio, averiguarse?
Fénis no me quiso á mí,
Siempre de mí se burló,
Pues ¿cómo la tengo yo?

Jul.
Ellos lo dicen ansí.

Leon.
¡Qué buen talle de mujer!

Jul.
Á lo español va tapada.

Leon.
El aire español me agrada.
Dama, ¿no podrémos ver
El cielo donde esa estrella
Tuvo dichoso lugar,
Que me holgaré de embarcar
Mis pensamientos con ella?
¿No hablais? ¿no me respondeis?
¡Qué aspereza, qué rigor!

CÉSAR Y ALBANO.

Alb.
Matarle será mejor
Si esa sospecha teneis.

Cés.
Verme y burlarse de mí
Es señal, que á Fénis tiene.

Jul.
Leonardo.

Leon.
¿Qué?

Jul.
César viene.

Cés.
¿No es éste Leonardo?

Alb.
Sí.

Cés.
Vive Dios, que esa mujer
Es Fénis.

Alb.
Dichoso has sido
En hallarla.

Cés.
Él ha querido,
Como debe de saber
Que al Virey se han de quejar,
Ponerla en parte segura;
Pues en vano lo procura,
Que hoy se la pienso quitar.
¡Ah, caballero!

Leon.
¿Quién es?

Cés.
César soy, que cobrar quiere
Esa dama que traeis,
Ántes que el Virey lo intente,
Que en los pleitos del honor
Las armas son los jüeces.

Leon.
Yo no conozco esta dama,
Si ella descubrirse quiere,
Os podrá satisfacer
De lo que á Fénis parece;
Tapada la hallé, y sin darme
Lugar á que la requiebre,
Porque no he visto en mi vida,
Por señas, tantos desdenes;
Esto no es satisfaccion,
Que en lo demas, cuando fuere
Necesario, estoy aquí.

Cés.
Como la dama que viene
Con vos se descubra el rostro,
Yo me iré, no siendo Fénis.

Leon.
Eso es dar satisfaccion,
Porque yo sé claramente
Que no es Fénis, y no quiero,
Cuando esta dama quisiese,
Que porque vos lo quereis,
Se descubra, que no puede
Ser con mi honor descubrirse.

CONDE OTAVIO Y TOMÉ.

Tomé.
Aquella es Fénis.

Otav.
Detente,
César y Leonardo son
Los que en su poder la tienen.

Tomé.
Espera, que dos á dos
Parece que reñir quieren.

Cés.
Para mí fuera bastante
Que un hombre noble dijese
Que no es Fénis, si lo es;
Pero mi amor no consiente
Que deje en dudas los ojos,
Que desengañarse pueden.

Leon.
Ya he dicho que es honra mia,
Que nadie por fuerza piense
Que le doy satisfaccion.

Tomé.
Éstos riñen, no te alteres,
Estate escondido aquí.

Cés.
Pues cuando á mí se me diese
Satisfaccion, ¿no soy hombre,
Leonardo, que la merece?

Leon.
De mí no, que soy mejor
Que vos.

Cés.
Quien lo dice miente.

Leon.
Con la espada no hay agravio,
Decid que los dos nos dejen.

(Acuchillándose dos á dos se entren.)

Tomé.
Llega, que es buena ocasion.

Otav.
El amor me favorece;
Fénis mia.

Fén.
Traidor Conde.

Otav.
Oye, escucha.

Fén.
¿Qué me quieres?

Otav.
Que vuelvas á darme vida,
Que si conmigo no vuelves,
Serás de mi muerte causa;
Mira que si aquestos vienen,
Te has de ver en más peligro,
Pues primero que te lleven
Me han de quitar dos mil vidas.

Fén.
Pues cuando volver pudiese
Acabar con mi aficion
Tan loca y tan neciamente,
¿Para qué quieres que vea
Tus bodas, y tan alegres,
Que hay novios enamorados,
Y que hay padrinos vireyes?
Yo fuera por convidada,
Á ser hábito decente
El que me dan mis desdichas.

Otav.
Si Celia mi mujer fuere,
Que Dios me quite la vida.

Fén.
¿Pues ya qué has de hacer?

Otav.
Quererte.

Tomé.
Fénis, el Conde te adora,
Advierte que si no vuelves,
Le han de hacer aquí pedazos,
Y que ya se junta gente.
Fénis, vuelve al camarin
Á ser cristal trasparente,
Á ser búcaro dorado,
Á ser de barro celeste;
Mira que todos los vidros,
De llorar por verte ausente,
Fénis, están llenos de agua.
¿Qué hará el Conde si te pierde?
No seas mujer ingrata,
Tu buena dicha agradece,
Pues casarás con un hombre
Á quien visitan vireyes,
Á quien adora su patria
Por el hijo más valiente
Que ha honrado á Italia en mil siglos,
Aunque los Césares entren.
Ea, Fénis celestial,
Fénis de coral y nieve,
Fénis linda, Fénis joya,
Y si diamante no siempre,
Mira un pobre caballero
Que tu rigor enmudece,
Y como cielo nublado
Está entre llueve y no llueve.

Fén.
¿Que, en fin, he de ser tan necia?
No hay cosa, Tomé, más débil
Que, rogada, la mujer.

Tomé.
Ántes no hay cosa más fuerte,
Como una vez diga nones.

Otav.
Ven conmigo, hermosa Fénis,
Que tú serás mi mujer,
Y yo tuyo eternamente.

Acto tercero

ALBANO Y CÉSAR.

Cés.
Dichas de las armas son.

Alb.
Por imposible he tenido
No salir ninguno herido
Entre tanta confusion;
Mas no saldrémos de presos.

Cés.
Todo fué desdicha mia.

Alb.
En las quistiones de dia
Son menores los sucesos.

Cés.
Volví neciamente á ver
La dama.

Alb.
¿En aquel lugar
Os habia de esperar?

Cés.
Amor no sabe tener
La rienda á ningun deseo,
Porque la imaginacion
Es la misma ejecucion.

Alb.
En vos el ejemplo veo.

Cés.
Del bien que espera y no alcanza,
Por engañar al temor,
Va siempre siguiendo amor
Los pasos de la esperanza.
Loco estoy; yo pienso, Albano,
Que me ha de acabar la vida
Fénis, si bien ofendida
Tanto de su ingrata mano.
¡Con qué crueldad escribió,
Cuando la escritura hacia
Fénis, que me aborrecia
Cuando la adoraba yo!
No corre cometa ardiente,
Como la mano cruel
Discurrió por el papel
Atrevida y diligente.
No sé qué rigor tan ciego
Á tanta furia la mueve,
Que de una mano de nieve
Saliesen letras de fuego.

Alb.
Vuestra locura mayor
Es pensar que una mujer,
Que á vos no os supo querer,
Á Leonardo tenga amor.
Cuanto á mí, sé claramente
Que algun deudo la escondió.

Cés.
Otavio nos engañó
Atrevido y imprudente.
¿Pero quién se ha entrado aquí?

JULIO.

Julio.
Yo soy, no os alboroteis,
Puesto que causa teneis
Para que lo esteis de mí.
Este papel os ha escrito
Leonardo.

Cés.
Mostrad.

Julio.
Tomad,
Que por antigua amistad,
César, su honor solicito.

(Vase.)

Cés.
Vos haceis lo que decis.
¡Papel á mí! ¿qué será?

Alb.
Desafío, claro está,
¿Ya os olvidais del mentís?

(Lee César.)

Porque la gente no impida mi satisfaccion, os aguardo en la playa, donde está una barca, en que los dos pasarémos á Pausilipo, y con espada y daga, solos, acabarémos en el campo lo que se comenzó en la calle.—Leonardo.

Cés.

Notable satisfaccion
De sí mismo.

Alb.
Dame pena
Pensar que aquéste os ordena,
César, alguna traicion.

Cés.
No hará, que es buen caballero,
Pero aunque serlo promete,
Tengo á prueba de mosquete
Un peto fuerte de acero;
El pecho me ha de guardar,
Que el pecho basta cubrir,
Porque quien no piensa huir,
No ha menester espaldar;
En mi recámara entremos.

Alb.
Iré con vos á la mar.

Cés.
No me habeis de acompañar;
Mirad que ocasion darémos
Á que se pierda el honor.

Alb.
Yo os dejaré.

Cés.
¡Fénis mia,
Si ha de llegar algun dia
En que agradezcas mi amor!

(Vanse.)

TOMÉ Y FLORA.

Tomé.
Los cofres llegaron ya.

Flora.
Ya lo vi todo, Tomé,
Y áun más de lo que pensé.

Tomé.
No te entiendo.

Flora.
Claro está.

Tomé.
Declárate más conmigo.

Flora.
No me puedo declarar;
Pero dí, ¿qué me has de dar?

Tomé.
Seré liberal contigo:
No te daré yo diamantes,
Pero algunas niñerías
De vidro, al fin, como mias,
Pero son muy semejantes.
¿No has visto retrato?

Flora.
Sí.

Tomé.
No tienen estimacion,
Aunque los vivos no son,
Pues los vidros son ansí,
Porque en la luz semejantes,
Ya que no en naturaleza,
Imitando su belleza,
Son retratos de diamantes.
¿Pero cómo estoy contigo?

Flora.
Si cosas falsas me das,
¿Qué puedes esperar más
De lo que has hecho conmigo?

Tomé.
Y vosotras ¿qué nos dais
Que no sea falso tambien?

Flora.
Si nos enseñais, ¿de quién
Bárbaramente os quejais?

Tomé.
Falsedad es vuestro nombre.

Flora.
Voime, que tengo que hacer,
No hay cosa mala en mujer
Que no la aprenda del hombre.

Tomé.
Dame siquiera una mano;
Mas dirás, Flora gentil,
No doy por vidro marfil.

Flora.
¿Lisonjas conmigo, hermano?

(Vase.)

OTAVIO.

Otav.
¡Qué cansado que has estado!
Fénis, ya puedes salir.

FÉNIS.

Fén.
No sé si ha sido el venir,
Conde, á esta casa, acertado.
Tomé, ¿vióme alguno?

Tomé.
¿Quién?
Todo estuvo prevenido.

Otav.
Fénis, mi ropa ha venido.
Pon esas manos, mi bien,
En las joyas que traia
Para Celia, que han de ser
Para quien es mi mujer,
Que eres tú sola, luz mia.
Y créeme, que quisiera
Que cuanto el sol celestial
Cria en la India Oriental
En esos cofres viniera;
Pobreza fué para tí,
Pero, Fénis, tu belleza
No ha menester más riqueza
Que el alma que tiene en sí.

Fén.
Estoy, conde, divertida
De verte tan empeñado
En la palabra que has dado.

Otav.
No la cumpliré en mi vida.

Fén.
¿Pues cómo piensas vencer
Este imposible?

Otav.
Al amor
No hay dificultad mayor
Que llegarla á proponer;
Y aunque de Celia es verdad
Que las quejas considero,
Al Conde, tu padre, quiero
Pedirte con libertad.
Toma esas joyas en fe,
Señora, de que eres mia,
Que mañana será el dia
Que desengañada esté.

Fén.
Verélas por ser tu gusto.

Otav.
Parte á dárselas, Tomé.

Tomé.
Un aparador seré,
Y vendráme el nombre al justo:
Una cintura verás
De sirenas, que recelo
Que el más alto paralelo
Del sol no relumbra más;
Vienen cinco apretadores
Con esmaltes carmesíes
De diamantes, de rubíes
En clavellinas y flores;
Viene tambien un collar
Tan brillante, rico y bello,
Que sólo en tu hermoso cuello
Ó en el del sol, puede estar.
Vienen tambien arracadas
De tanta vária invencion,
Que exceden la estimacion,
Siendo en gran precio estimadas,
Y tienen tanta eminencia,
Que pueden estar seguras
Que no hay orejas tan duras
Que no les diesen audiencia;
Otras joyas y cadenas,
Con bandas y con sortijas,
Para que á tu gusto elijas,
Todas de diamantes llenas.
Pensarás que son enredos,
Y encarecimientos vanos,
Harán dos Indias tus manos,
Y rayos del sol tus dedos;
Pues rosetas con que des
Lazadas á los zapatos,
Aunque á diez puntos, ingratos,
Competirán con los piés.

Otav.
¿Estás loco?

Tomé.
Ven conmigo.

Fén.
Tomé, sin codicia voy
De las rosetas.

Tomé.
Estoy
Tal, que no sé lo que digo,
Perdona, pues vas segura,
Que en llegando á hablar en piés
Me enloquezco, y pienso que es
La cifra de la hermosura.

(Vanse.)

Otav.
Quien dice que al amor engendra el trato,
Débale al trato lo que amor no debe,
Que la hermosura que no mata en breve,
Sin alma y luz parecerá retrato.

En la imaginacion siglos dilato
Pocas horas de amor que el cielo mueve,
Que quien veneno tan hermoso bebe,
En no morir correspondiera ingrato.

El alma la belleza ilustra y dora,
Que aquésta el cielo, aquélla el sol retrata,
Y si á matar se juntan, basta un hora,

Que es hermosura la que luégo mata,
Y costumbre de ver la que enamora
Con largo tiempo á quien despues la trata.

LEONARDO, alterado.

Leon.
Perdonad haberme entrado
En vuestro aposento ansí.

Otav.
¿Pues estaba abierto?

Leon.
Sí.

Otav.
Para vos siempre lo ha estado.
¿Qué suceso causa os dió?

Leon.
Pienso que á César he muerto,
Y á estar, Otavio, encubierto,
Vuestra amistad me obligó.

Otav.
Bien hicistes en fiar
Vida y libertad de mí;
¿Cómo ha sido?

Leon.
Pasa ansí:
¿Hay quien me puede escudar?

Otav.
Ninguno, porque Tomé,
En mis cofres ocupado,
Tendrá diverso cuidado.

Leon.
Pues escudadme.

Otav.
Sí haré.

Leon.
Generoso Conde Otavio,
De quien tan altas hazañas
Las plumas de las historias
Trasladarán de la fama,
Ya sabeis mi calidad,
Y juntamente la causa
De la enemistad de César,
Por quien mejor me llamáran
Pompeyo que no Leonardo,
Pues como en la edad pasada
Por Roma, Pompeyo y César,
Y hoy César por una dama;
Pienso que sabeis que es Fénis
Hija de Fabricio y Laura,
Nobles condes de Armelina,
Villa no léjos de Mantua,
De que la hubiérades visto
Notablemente me holgára,
Así porque su belleza
Disculpára mi desgracia,
Como porque no confio
De mi ignorancia alabarla.
Hizo la naturaleza
El cuerpo, como si hallára
Con quién competir, ó el arte
Tuviera tanta arrogancia;
El alma, el cielo, mas tiene
Sola una potencia el alma,
Que es un grande entendimiento,
Que las otras dos le faltan.
Yo no sé que haya tenido
Voluntad, que acompañára
Memoria, pues no se acuerda,
Y á quien la quiere desama;
Finalmente, la servimos
César y yo en hora infausta,
Pues no ha estimado á ninguno
Si no es para ser ingrata.
Ya sabeis cómo y por qué
Dejó su padre y su casa,
Y cómo tan neciamente
Que la tengo me levantan;
Si la he visto, plega al cielo
Que no tenga dicha en nada,
Y que César goce á Fénis;
Maldicion, Conde, que basta,
Porque con esta ninguna
De cuantas lo son iguala,
Que españoles, silla y turcos
Han sido invenciones falsas;
El acuchillarme César
Por una mujer tapada,
Fué sospecha de sus celos,
Fénis son cuantas se tapan.
Una palabra me dijo,
Que me ha obligado á vengarla,
Que si el alma puede herirse,
Es con hierro de palabras;
Verdades que no lo son
Si está desnuda la espada,
Que sólo afrenta la lengua
Adonde la espada calla.
Con esto, y no mucho seso,
Á César esta mañana
Escribí con un amigo
Que le aguardaba en la playa;
Vino César luégo al punto,
Que quien en salir se tarda,
Parece que reconoce
En su contrario ventaja.
Guiéle al mar, cuya orilla
Tenía una barca atada
Por mi órden, y en su borde
Desde la tierra una plancha.
Entramos dentro los dos,
Guié yo propio la barca
Adonde suelen ir muchas
Á gustos, que no á desgracias;
Desembarcamos, y luégo
Que pisamos la campaña,
Detrás de una huerta, á quien
Jazmines y hiedra enlazan,
Le dije: Aquí estamos solos,
Donde quiero ver si hablan
Las manos como las lenguas.
Él, la color demudada,
Sacó la espada diciendo:
La razon á nadie agravia;
Yo soy César. Respondí:
Hoy seréis César y nada.
Animoso y diestro César
Me daba el pecho, y guardaba
La cabeza, que venía
Con ménos cuidado y armas,
Viendo yo que era imposible
Herirle, y que el pecho estaba
Defendido como el mio,
(Que nunca se deja en casa
La defensa el que es discreto),
Por no guardar mi venganza
Para mejor ocasion,
Como cobardes la guardan,
Saqué de la faltriquera
Una pistola cargada,
Que hizo el mejor ingenio
De los que tiene Alemania;
Toqué la llave, dió fuego,
Que para mal nunca falta,
Y de aquel infierno breve
El alma de plomo exhala;
Traidor dijo, y respondí:
No se fie quien agravia,
Que no hay traicion si hay agravio,
Que entónces todo es venganza.
Dejéle mirando el pecho,
Y arrojándome en la barca
Pasé la mar, y en la orilla
Puse la turbada planta,
Y acordándome de vos,
Y que nadie en esta casa
Tendrá sospecha que estoy,
Miéntras que mis padres tratan
Cómo á Flándes pueda irme,
Ó por más seguro, á España,
Á ponerme en vuestro amparo
Vine, que en aquestas cuadras
Podré estar con más secreto
Para saber lo que pasa,
Que de tales caballeros,
Amparar en las desgracias
Á quien les pide favor,
Es el blason de sus armas.

Otav.
Pésame, señor Leonardo,
Por vos, por César, por mí,
Y de que hayais muerto ansí
Caballero tan gallardo.
Ya es hecho, debo ofreceros
Cuanto soy, pues es razon
Cumplir con la obligacion,
Y morir por defenderos.
¿Tomé?

Tomé.
Señor.

Otav.
¿Has oido
Algo de lo que ha pasado?

Tomé.
Todo, señor, lo he escuchado,
Aunque estaba divertido.

Otav.
Aquí habemos de esconder
Á Leonardo.

Tomé.
¿Estás en tí?

Otav.
¿No hay allí una cuadra?

Tomé.
Sí.

Otav.
Pues ¿por qué no puede ser?
Entrad, Leonardo, que adonde
Os pondrá Tomé, yo sé
Que nadie disgusto os dé.

Leon.
Dadme vuestras manos, Conde.

Otav.
Dejad agradecimientos;
Tomé esta noche será
Vuestro huésped.

Tomé.
¿Quién dará
Alcance á tus pensamientos?
Irme quisiera entre moros.

Otav.
Á Celia me voy á ver.

Tomé.
Siempre tengo yo de ser
El que ha de encerrar los toros.

(Váyanse.)

EL CONDE FABRICIO Y EL VIREY.

Virey.
En eso, Conde, está la diferencia
De los mayores á los verdes años.

Fabr.
Mal informado está vuestra excelencia,
Que no soy yo la causa destos daños.

Virey.
Diréis que en Fénis fué desobediencia,
Y aquí se ven más claros los engaños,
Que no era bien casalla á su disgusto.

Fabr.
Y ¿cuándo aciertan por su propio gusto?

Virey.
Pues muerto agora César, ¿no os parece
Que dividirse en bandos es forzoso
Todo este reino?

Fabr.
Si morir merece
La causa, haced castigo riguroso,
Bástame á mí lo que mi honor padece.

CAPITAN.

Cap.
¡Por Dios que ha sido César venturoso!

Virey.
¿Qué es eso, Capitan?

Cap.
Que César vive.

Virey.
Pues ¿quién tan falsa informacion escribe?

Cap.
Yo fuí con los soldados que mandaste,
Y saliendo del mar le hallé en la orilla.

Virey.
¿Y á quien ó dónde, Arnaldo, le dejaste?
Que tu poco valor me maravilla;
¿Cómo no le prendiste y le llevaste
Á Castilnovo?

Cap.
Apénas la barquilla
En que salió del mar César dejaba,
Cuando sin armas y en prision estaba,
Y le traigo, señor, á tu presencia.

Virey.
En paz, Arnaldo, esta ciudad has puesto.

CÉSAR y soldados con arcabuces.

Cés.
Los piés, señor, me dé vuestra excelencia.

Virey.
César, á vos os dan la culpa desto;
En fin, en poca edad poca experiencia,
Fuera más justo con partido honesto
Tratar la paz, que no con locos bríos
Pasar el mar á injustos desafíos;
Pues, por vida del Rey, que quien tratáre
De alborotar el reino...

Cés.
Estéme atento
Vuestra excelencia y mi justicia ampare,
Pues sabe el Conde que la paz intento,
Y cuando airado en que salí repare,
Mire su generoso nacimiento,
Y que un hombre su igual le desafía
Y entónces culpe la disculpa mia;
Danme un papel, ¿qué excusa hallar pudiera
Que fuera con mi honor? al mar camino,
Y á Leonardo, que estaba en la ribera,
El ánimo y el paso á un tiempo inclino;
En una barca, aunque la mar se altera,
Entramos juntos, y volando el pino
Del edificio breve, el rejon muerde
La blanca orilla de la tierra verde.
Con la espada y la daga me provoca,
La mia entónces con la suya iguala
Diestro valor, pero en distancia poca
Leonardo entre los céspedes resbala,
De la lealtad el término revoca,
Y al fácil plomo de una ardiente bala
Remite la sentencia de mi muerte,
Resistida mejor de un peto fuerte.
Yo, con la turbacion, «traidor» diciendo,
Quedé á mirar el golpe, que dudoso
El corazon se estaba estremeciendo
Al eco del sonido riguroso,
Y Leonardo la playa discurriendo,
Vengado mal, aunque le fué forzoso,
Salió con vida y sin honor, de suerte
Que pudo publicar mi incierta muerte;
¿Pues es justo, señor, que á Fénis tenga,
Y á un hombre como el Conde el honor quite,
Y que alterar á Nápoles prevenga
Cuando toda la culpa me remite?
Si tan injusto agravio no se venga,
Y tanto atrevimiento se permite,
Que se ha de alborotar el reino crea
Vuestra excelencia, si la paz desea.

Virey.
César Gonzaga, y vos, conde Fabricio,
No replicando á lo que yo intentáre,
Que de Dios y del Rey será servicio,
Haréis que este alboroto se repare;
Si de que tiene á Fénis hay indicio,
Leonardo, donde quiera que se halláre,
La infamia pagará con la cabeza
De atreverse á ofender vuestra nobleza,
Pero si no, las paces son forzosas,
Sin replicar á la razon razones.

Fabr.
Mi honor pongo en tus manos generosas,
¡Oh gloria de los ínclitos Girones!

Cés.
¡Ay, Fénis, entre todas estas cosas,
Tu sola en tanto mal mi vida pones!
Si tú sabes de tí, yo te lo ofrezco,
Si Leonardo lo sabe, te aborrezco.

(Vanse.)

LISENA, CELIA Y FLORA.

Cel.
Esto le vengo á decir.

Lis.
Pienso que ha salido fuera.

Cel.
¡Quién pensára que mintiera!

Lis.
Los hombres saben mentir.

Cel.
Siempre la culpa nos dan
De lo que la tienen ellos.

Lis.
Querellos y no creellos.

Cel.
No ha parecido galan,
Sino marido, en mentir.

Lis.
¿Doña Ángela qué responde?

Cel.
Responde que miente el Conde,
Y que se lo ha de decir,
Que no le ha visto en su vida,
Ni en mi casa entró jamas,
Y arrogante añade más,
De mis palabras corrida,
Que ella tiene talle y años
Para no ser envidiosa,
Sino envidiada.

Lis.
No hay cosa
Más necia que desengaños.

Cel.
Ángela dirá verdad,
Y el Conde es un gran traidor,
Que ni agradece mi amor
Ni me tiene voluntad;
Mal al Conde parecí.

Lis.
Si ha traido esa mujer,
¿Cómo le has de parecer
Lo que él te parece á tí?

Flora.
Hasta agora, por no darte
Pesadumbres, no queria
Decirte lo que sabía
D’este nuestro Durandarte;
Pero ya será forzoso,
Porque fuera deslealtad
Encubrirte la verdad.

Cel.
¡Qué casamiento dichoso!

Flora.
Yo he visto entrar la mujer
Con estos ojos.

Cel.
¿Tú?

Flora.
Yo.

Cel.
¿Cuándo?

Flora.
No há un hora que entró;
Sin esto, llegando á hacer
La cama hallé la mitad.

Cel.
¿Y la otra mitad?

Flora.
Sería
Para esta señora mia.

Cel.
Partirla no es voluntad.

Flora.
¿No ves que es á lo señor,
Que siempre están divididos?

Lis.
Son enfermos los maridos
D’esto que llaman amor.

Cel.
Llama á Otavio.

Flora.
Él viene aquí.

OTAVIO Y TOMÉ.

Otav.
En este jardin estaba.

Cel.
¿Ya cuando la noche viene
Aguas y flores agradan?

Otav.
Hállanse los pensamientos
Mejor entre flores y aguas.

Cel.
No serán los de Milan,
Pues allá no dejais dama,
Que de mí segura estoy.

Otav.
Vuestros, que vos sois la causa;
Que no hay sin vos pensamientos.

Cel.
Cierto que estoy obligada
Á ser siempre esclava vuestra.

Otav.
Reina mia, que no esclava.

Cel.
¿Quereisme mucho?

Otav.
Esa duda,
Señora, fuera excusada,
No hay amor que iguale al mio,
Dulces deseos me abrasan
De verme en la posesion
De tan ricas esperanzas.

Cel.
Bien haceis, alzad la voz
Para que os oiga la dama
Que teneis, como hombre noble,
Dentro de mi propia casa,
¡Ah, traidor!

Otav.
Quedo, señora.

Cel.
Y el Tomé, diciendo gracias
Siendo tan grande alcahuete.

Tomé.
Agora entró mi semana,
Vive Dios, que no hay respuesta;
Cogido nos ha la trampa.

Otav.
Por cierto que vuestro enojo,
Hermosa Celia, excusára
Quien vió entrar á quien decis,
Yo perdono su ignorancia;
Si supiera lo que ha sido...

Cel.
¿Hay otra invencion armada,
Otra doña Ángela fea
Envidiosa de mis galas?
¿Hay otra vecina d’estas
Que acechando por ventanas,
Más en la de sus vecinos
Viven que en sus propias casas?

Otav.
Señora, pues no se excusa
Hacer de vos confianza
Y deciros la verdad...

Tomé.
Jesus, todo se declara.

Otav.
Sabed que Leonardo ha muerto
Á César, y en una carta
Me escribió todo el suceso
Y me pidió vuestra casa,
Hasta la puerta llegó
En una silla.

Cel.
¡Qué extraña
Mentira!

Otav.
Un manto traia
Por encubrirse á la guarda
Del Duque que anda á buscarle,
Y ésta habrá sido la causa
De engañarse quién le vió,
Que así los ojos se engañan.

Cel.
Vos debeis de pensar, Conde,
Será mi ignorancia tanta,
Que con haberos oido
Está la fiesta acabada;
Si no ven mis propios ojos
Á Leonardo y él me habla,
Y cuenta cómo es verdad
Que mató á César Gonzaga,
No he de quedar satisfecha.

Otav.
Pues abre, Tomé, esa cuadra.

Tomé.
Señor Leonardo, salid.

LEONARDO.

Leon.
No os espanteis que me valga
Del valor del señor Conde
Y el favor de vuestra casa,
En una ocasion tan grave.

Lis.
Si no es figura encantada,
Este es Leonardo, señora.

Cel.
Que el Conde mi señor haga
Su obligacion es muy justo;
Entraos, que la gente pasa
De casa y no es bien que os vea,
Flora, traigan luégo cama.

Leon.
Bésoos mil veces los piés.

(Éntrese.)

Cel.
Perdonad, Conde, que estaba
Enojada con razon.

Otav.
Dadme licencia que vaya
Á vuestro cuarto con vos.

Cel.
No tanta desconfianza
Que os obligue á cumplimientos.

Otav.
Valióme, Tomé, la traza.

Tomé.
Demonio debes de ser.

(Váyanse.)

¿Qué hay, Flora?

FLORA Y TOMÉ.

Flora.
¿Qué quiere?

Tomé.
Aguarda.

Flora.
Mas qué, ¿me quieres reñir?

Tomé.
Tu culpa pienso que habla.

Flora.
¿Qué querias? ¿que yo fuera,
Tomé, traidora á mi ama?

Tomé.
No, mas no ser habladora,
Pero esto os viene de casta.

Flora.
Vosotros sois el silencio.

Tomé.
En fin, como hombre se llama,
Y como mujer la lengua.

Flora.
¡Qué discreta semejanza!
Tambien es mujer la honra,
Y el agravio es hombre.

Tomé.
Basta,
Yo me rindo á tu elocuencia;
Mas por Dios qué es cosa extraña
Ver de qué suerte en dos dias
De amor Celia al Conde trata,
Que de enojos y temores
Todo es celos esta casa,
¿Este es cuarto ó calabozo?
Que ya solamente falta
Que nos venga á visitar
Á media noche tu ama,
Ó que diga que los vidros,
Búcaros, fuentes y tazas,
Con otras cosas curiosas
D’este camarin, son damas.
No serán buenos casados
Si la vista no me engaña.

Flora.
¿Qué querias? ¿que sufriese
Que entrasen aquí sus daifas?
Tomé, Tomé, la mujer
Que ve su marido, y calla,
Andar con otras, ó tiene
Algo que él calle, ó es santa.

(Vase.)

Tomé.
Brava fortuna nos corre
Comenzando en mar bonanza,
Ya me pesa de haber sido
D’esta tormenta la causa:
Notable ingenio el de Otavio,
No se levanta borrasca
Que no se aparezca lüégo,
Como San Telmo en la gabia.
Quiero ver lo que hace Fénis.
Vidro hermoso, porcelana
De la China ó azafate
De Portugal de oro y nácar,
Bandeja de seda y perlas,
Caja de pastillas de ámbar,
Escritorio de Carey
Con molduras de oro y plata,
¿Qué haces entre esos vidros?

FÉNIS.

Fén.
Tomé, divertida estaba.

Tomé.
¿Mirabas las joyas?

Fén.
Sí;
Y son tan ricas y hermosas,
Tan de buen gusto y lustrosas,
Que á su dueño en ellas vi.
Pero ¿ves resplandecer
Tantos diamantes en ellas,
Que brillando como estrellas,
Cuando quiere anochecer,
Ponen codicia á los ojos
Del más honesto recato,
Y cuando fueran retrato
Del sol y sus rayos rojos?
Pues no hay joya para mí
Como el Conde, mi señor.

Tomé.
Bien puede ser que el amor
Haga ese milagro en tí,
Mas para mí d’este efeto
Fueron causa los diamantes,
Porque nunca, ¡oh Fénis! ántes
Te pareció tan discreto,
Tan lindo ni tan galan.

Fén.
Necio, no me habia dado
La palabra que ha jurado,
Que entónces los hombres dan
La mayor joya en valor,
Que es el alma y voluntad.

Tomé.
Ruido siento.

Dentro OTAVIO.

Otavio.
Esperad
Que yo os haré abrir, señor.

Tomé.
El Conde es éste y gran gente.

Fén.
Aguarda y luégo abrirás.

(Vase Fénis.)

Otav.
Abre, Tomé, ¿dónde estás?

Tomé.
Señor.

Otav.
Abre, impertinente.

EL VIREY, CONDE FABRICIO, OTAVIO, ALBANO, JULIO, EL CAPITAN.

Tomé.
Tráesme tan desvelado
Que en una silla dormia.

Otav.
Con mi ropa ha sido el dia,
Como ocupados cansado.

Virey.
Conde, no ha sido mi intento
Inquietar vuestra posada,
Que para ser respetada
Dió Celia merecimiento,
Cuando no fuera por vos.

CELIA, LISENA Y FLORA.

Cel.
¿Con guarda aquí su excelencia?

Virey.
La guarda es vuestra licencia.

Cel.
Mil años os guarde Dios.

Virey.
Dos caballeros han sido
Los que me han dado ocasion
Con cierta honrada quistion
Á cuya paz he venido,
Que, como justicia, aquí
No viniera ni otro efecto
Me trujera.

Cel.
Ese respeto
Por mis padres merecí,
Cuyas puertas adornaron
Los militares blasones
Que muestran.

Virey.
Esas razones
Y otras muchas me obligaron
De lo que vos mereceis;
Pero á mí se me han de dar
Las llaves, para buscar
Un hombre que aquí teneis,
Por atajar la inquietud
D’este reino.

Cel.
Yo, señor,
Deseo por vuestro honor
Su paz, aumento y quietud,
Mirad, si quereis mirar,
Primero arriba.

Virey.
Aquí creo
Que está lo que hallar deseo.

Tomé.
Á Fénis viene á buscar.

Otav.
No viene sino á Leonardo.

Tomé.
No te faltarán enojos,
Que ha puesto el Duque los ojos
En el camarin.

Otav.
¿Qué aguardo?
Perdidos somos, Tomé.

Virey.
Entrad y mirad ahí.

Cap.
Una mujer está aquí.

Cel.
¿Cómo es posible que esté?

Cap.
Salid, que el Virey os llama.

FÉNIS tapada.

Virey.
¿Otra vez tapada?

Cel.
¡Ah, Conde!

Tomé.
El Conde, que las esconde.

Virey.
Descubríos y hablad, dama.

Fén.
Óigame vuestra excelencia
Primero aparte.

Virey.
Decid.

Fén.
Que soy Fénis advertid.

Virey.
¿Fénis?

Fén.
Á vuestra prudencia
Pido piedad y remedio,
No me descubrais os pido.

Virey.
No haré, que á vuestro marido,
Porque hay tanta gente en medio,
Os daré, y con él iréis
Donde despues lo sabrán.
Llama á César, Capitan.

Cap.
César.

CÉSAR.

Cés.
Aquí le teneis,
Que no quiero replicaros
En hacer esta amistad.

Virey.
Otra quiero hacer, llegad,
Llegad que quiero casaros.

Cés.
¿Cómo, señor?

Virey.
Aquí está
Fénis.

Cés.
Si aquí la tenía
Leonardo, no será mia
Si fué de Leonardo ya.

Virey.
¿Dónde está Leonardo?

Tomé.
Aquí.

LEONARDO.

Leon.
Señor, la muerte confieso,
Puesto que os parezca exceso
Hablar en público ansí,
Que quise vengar mi honor
De un caballero agraviado;
Si fué pensamiento honrado
Remito á vuestro valor.
Fiéme de quien pensé
Que secreto me tuviera,
Y, si es quien es, no pudiera
No ser lo que siempre fué.

Virey.
Quedo, Leonardo, que estais
En todo engañado; oid:
César vive, y advertid
Cómo en su presencia hablais,
Que le traigo yo conmigo.

Leon.
¿Que no es muerto César?

Virey.
No,
Y advertid que quiero yo,
Leonardo, haceros su amigo,
Que vos estais satisfecho,
Como caballero honrado;
Mas ya que el cielo ha guardado,
Como vuestro honor, su pecho,
Decidme, ¿por qué negais
Que á Fénis habeis tenido,
Si estando vos escondido
Está donde vos estais?

Leon.
¿Yo á Fénis? si della sé,
Me quite el cielo la vida.

Virey.
¿Cómo no, pues escondida
Donde vos estais la hallé?
Descubríos, porque diga
Celia cómo estaba aquí.

(Descúbrese Fénis.)

Cel.
Yo, señor, jamas la vi,
Ni fué ni será mi amiga,
Pues en mi afrenta y agravio
La tiene escondida el Conde.

Fabr.
¿Por qué Otavio no responde?

Otav.
Porque está sin culpa Otavio,
Que se entró, Fabricio, aquí
Fénis huyendo de vos.

Virey.
Disculpa tienen los dos.

Otav.
La que puede haber en mí,
Es haber honestamente
Mirado para mujer
Á Fénis.

Virey.
No puede ser,
Que está su esposo presente,
César es ya su marido,
Y de Celia lo será
El Conde.

Cel.
Obligado está
Á cumplir lo prometido.

Cés.
Celia, ¿quereisme escuchar
Aquí aparte dos palabras?

Cel.
¿Á vos, César, para qué,
Adonde todos me agravian?

Cés.
Hablemos aquí los dos.

(Aparte los dos.)

Cel.
Decid.

Cés.
Celia, aquí nos casan
Á vos y á mí, á mí con Fénis
Que tengo en medio del alma,
Y á vos con el conde Otavio,
Cuya pasion se declara
En lo que habeis hecho y dicho;
Hoy nuestras dos esperanzas
Llegan á ser posesion,
Hoy nuestras penas se acaban.
Pregunto yo, ¿por qué le pintan
Ciego al amor?

Cel.
Cosa es clara
Que porque hace el mismo efeto.

Cés.
Luego está ciego quien ama.

Cel.
Ciego está como los dos.

Cés.
¿Pues quereis, Celia, que haya
Agora un amor con vista?
Será novedad extraña.

Cel.
¿Cómo?

Cés.
Quitando la venda
Con que los ojos le tapan
Á los nuestros para ver
De Otavio y Fénis las faltas.

Cel.
Ya me he quitado la mia.

Cés.
¿Qué veis?

Cel.
Al Conde en mi casa
Diciéndome mil requiebros
Con alma fingida y falsa,
Que fué un hombre que en un hora
Hizo tan grande mudanza,
Que puso el amor en Fénis
Y que le dió la palabra
De ser suyo, y la escondió
Donde yo misma la hallaba,
Y él, como yo estaba ciega
Desde los ojos al alma,
Me hacia con invenciones
Entender que me engañaba,
Y veo que quien agora
Hace cosas tan extrañas,
Las hará despues conmigo
Más traidoras si se casa.

Cés.
¿Eso veis?

Cel.
Y áun otras cosas,
César, que el respeto calla.

Cés.
Pues oidme á mí, que ya
Tengo la venda quitada.

Cel.
¿Qué veis?

Cés.
Veo una mujer
Que cuando juntos estaban
Sus parientes y los mios,
Á tanto amor siempre ingrata,
Tomó desdeñosa y libre
La pluma, escribiendo airada
En mi afrenta sus desdenes,
Y con atrevidas plantas
Huyó de mí, de su padre,
De su honor y de su casa;
Veo una mujer por quien
Me dió en el pecho una bala,
Que de milagro estoy vivo;
Y aunque su belleza es tanta,
Que, con una mano sola,
Todos mis cuidados paga,
Considérome casado,
Y que aquel deseo pasa
De su rigor en las bodas,
Y que estoy por la mañana
Pensando que estuvo Fénis
En esta ó aquella cuadra
Toda una noche y dos dias,
Y que un hombre, que la amaba...
Pero quédese esto aquí,
Que en materia de honra y fama,
Para no vivir con gusto,
Imaginaciones bastan.

Cel.
¿Tanto mira amor con vista?

Cés.
Mucho más cuando se acaba.

Cel.
¿Qué harémos?

Cés.
Haz lo que yo,
Celia, pues partes tan altas
Te darán mejor marido
Y vivirás descansada;
Duque generoso, escucha.

Virey.
La consulta ha sido larga,
Veamos qué sale della.

Cés.
Fénis estuvo guardada
Del Conde, del Conde sea,
Mi amor con vista se halla,
Y se la da libremente.

Cel.
Yo tambien, desengañada,
Le doy á Fénis al Conde,
Y porque César me agrada,
Mi mano y mi hacienda es suya.

Virey.
Á Lisena, vuestra hermana,
Dad á Leonardo, con quien
Queda la paz confirmada.

Tomé.
Flora, ¿tienes vista?

Flora.
No.

Tomé.
Pues amor con vista acaba,
Si el senado que las mira
Suple á nuestro amor las faltas.

Laus Deo et Mat. Virg.

En Madrid, á 10 de Diciembre de 1626.

Lope de Vega Carpio.

Véala Pedro de Vargas Machuca.

Es de las muy buenas comedias que ha escrito Lope de Vega, la fábula ingeniosa, los versos muy poéticos, escogidos y sentenciosos, con discretos avisos para los sucesos de la vida humana, y toda digna del teatro de la córte. — Puede representarse.

Madrid, á 11 de Diciembre de 1627.—Pedro de Vargas Machuca.

Esta comedia, intitulada Amor con vista, se puede representar reservando á la vista todo lo que no fuese de su lectura. Zaragoza y Febrero 13 de 1627.—El Dr. Luis Navarro Ordoñez.

Pódesse representar esta comedia vta. á informaçao do Cor. Gregorio de Ballaser en Lisboa, 12 Decembro de 1630.

Pódesse representar. Lisboa, 14 Decembro de 1630.


Publicado el 19 de junio de 2018 por Edu Robsy.
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