Casa con Dos Puertas Mala Es de Guardar

Pedro Calderón de la Barca


Teatro, Comedia



Personas

D. Félix, galan.
Lisardo, galan.
Fabio, viejo.
Calabazas, lacayo.
Herrera, escudero.
Laura, dama.
Marcela, dama.
Silvia, criada.
Celia, criada.
Lelio, criado.
Criados.

La escena pasa en Ocaña.

Jornada primera

Escena I

Campo á la entrada de la villa.

MARCELA y SILVIA, con mantos, como recelándose; detras LISARDO, CALABAZAS.

Marcela:
¿Vienen tras nosotras?

Silvia:
Sí.

Marcela:
Pues párate.—Caballeros,
Desde aquí habeis de volveros,
No habeis de pasar de aquí;
Porque si intentais así
Saber quién soy, intentais
Que no vuelva donde estais
Otra vez; y si esto no
Basta, volveos porque yo
Os suplico que os volvais.

Lisardo:
Difícilmente pudiera
Conseguir, señora, el sol
Que la flor del girasol
Su resplandor no siguiera:
Difícilmente quisiera
El norte, fija luz clara,
Que el iman no le mirara;
Y el iman difícilmente
Intentara que obediente
El acero le dejara.
Si sol es vuestro esplendor,
Girasol la dicha mia;
Si norte vuestra porfía,
Piedra iman es mi dolor;
Si es iman vuestro rigor,
Acero mi ardor severo;
Pues ¿cómo quedarme espero,
Cuando veo que se van
Mi sol, mi norte y mi iman,
Siendo flor, piedra y acero?

Marcela:
A esa flor hermosa y bella
Términos el dia concede,
Bien como á esa piedra puede
Concederlos una estrella:
Y pues él se ausenta y ella,
No culpeis la ausencia mia;
Decid á vuestra porfía,
Piedra, acero ó girasol,
Que es de noche para el sol,
Para la estrella de dia.
Y quedaos aquí, porqué
Si este secreto apurais,
Y á saber quién soy llegais.
Nunca á veros volveré
A aqueste sitio, que fué
Campaña de nuestro duelo;
Y puesto que mi desvelo
Me trae á veros aquí,
Crêd de mí que importa así.

Lisardo:
De vuestro recato apelo,
Señora, á mi voluntad;
Y supuesto que sería
No seguiros cortesía,
Tambien será necedad.
Necio ó descortés, mirad
Cuál mayor defecto es;
Vereis que el de necio, pues
No se enmienda; y así, á precio
De no ser, señora, necio,
Tengo de ser descortés.
Seis auroras esta aurora
Hace que en este camino
Ciego el amor os previno,
Para ser mi salteadora:
Tantas há que á aquella hora
Os hallo á la luz primera,
Oculto sol de su esfera,
De su campo rebozada
Ninfa, deidad ignorada
De su hermosa primavera.
Vos me llamasteis, primero
Que á hablaros llegara yo;
Que no me atreviera, no,
Tan de paso y forastero.
Con estilo lisonjero,
Aspid ya de sus verdores,
No deidad de sus primores,
Desde entónces fuisteis; pues
Aspid, que no deidad, es
Quien da muerte entre las flores.
Dijísteisme que volviera
Otra mañana á este prado,
Y puntual mi cuidado
Me trajo como á mi esfera.
No adelanté la primera
Ocasion; porque bastante
No fué mi ruego constante
A que corriese la fe
(Que adora lo que no ve)
Ese velo de delante.
Viendo, pues, que siempre es nuevo
El riesgo, y el favor no,
Quiero á mí deberme yo
Lo que á vuestra luz no debo;
Y así á seguiros me atrevo,
Que hoy he de veros ó ver
Quién sois.

Marcela:
Hoy no puede ser,
Y así dejadme por hoy;
Que yo mi palabra os doy
De que muy presto saber
Podais mi casa, y entrar
A verme en ella.

Calab:
(A Silvia.) ¿Y á ella,
Doncella de esa doncella
(La verdad en su lugar,
Que yo no quiero infernar
Mi alma), hay cosa que la obligue
A taparse?

Silvia:
Y si me sigue,
Tenga por muy cierto...

Calab:
¿Qué?

Silvia:
Que me persigue; porqué
Quien me sigue, me persigue.

Calab:
¡Ya sé el caso, vive Dios!

Silvia:
¿Qué va que no le declaras?

Calab:
Muy malditísimas caras
Debeis de tener las dos.

Silvia:
Mucho mejores que vos.

Calab:
Y está bien encarecido,
Porque yo soy un Cupido.

Silvia:
Cupido somos yo y tú.

Calab:
¿Cómo?

Silvia:
Yo el pido y tú el cu.

Calab:
No me está bien el partido.

Marcela:
(A Lisardo.) Esto os vuelvo á asegurar
Otra vez.

Lisardo:
Pues ¿qué fianza
Le dejais á mi esperanza
De las dos que he de lograr?

Marcela:
(Descúbrese.) La de dejarme mirar.

Lisardo:
Usar de esa alevosía,
Para turbar mi osadía,
Ha sido traicion, pues ya
Viéndôs, ¿cómo os dejará,
Quien sin veros os seguia?

Marcela:
Quedad, pues, de mí seguro
Que en breve tiempo sabreis
Mi casa, y entendereis
Cuánto serviros procuro.
Esto otra vez aseguro.

Lisardo:
Ya en seguiros soy de hielo.

Marcela:
Y yo sin algun recelo,
De que agradecida estoy,
Por esta calle me voy.

Lisardo:
Id con Dios.

Marcela:
Guárdeos el cielo.

(Vanse las dos.)

Escena II

LISARDO, CALABAZAS.

Calab:
¡Linda tramoya, señor!
Sigámosla, hasta saber
Quién ha sido una mujer
Tan embustera.

Lisardo:
Es error,
Calabazas, si en rigor
Ella se recata así,
Seguirla.

Calab:
¿Eso dices?

Lisardo:
Sí.

Calab:
Vive Dios, que la siguiera
Yo, aunque hasta el infierno fuera.

Lisardo:
¿Qué me debe, necio, dí,
De haber cuatro dias hablado
Conmigo en este lugar,
Para darla yo un pesar,
De quien ella se ha guardado?

Calab:
Debe el haber madrugado
Estos dias.

Lisardo:
Ya que estamos
Solos, y que así quedamos,
Sobre lo que podrá ser
Tan recatada mujer,
Discurramos.

Calab:
Discurramos.
Díme tú, ¿qué has presumido,
De lo que has visto y notado?

Lisardo:
De estilo tan bien hablado,
De traje tan bien vestido,
Lo que he pensado y creido
Es, que esta debe de ser
Alguna noble mujer,
Que, donde no es conocida,
Disimulada y fingida
Gusta de hablar y de ver,
Y por forastero á mí
Para este efecto eligió.

Calab:
Mucho mejor pienso yo.

Lisardo:
Pues no te detengas, dí.

Calab:
Mujer que se viene así
A hablar con quien no la vea,
Donde ostentarse desea
Bachillera é importuna,
Que me maten si no es una
Muy discretísima fea,
Que por el pico ha querido
Pescarnos.

Lisardo:
¿Y si la hubiera
Visto yo, y un ángel fuera?

Calab:
¡Vive Dios, que me has cogido!
La Dama Duende habrá sido,
Que volver á vivir quiere.

Lisardo:
Aun bien, sea lo que fuere,
Que mañana se sabrá.

Calab:
¿Luego crees que vendrá
Mañana?

Lisardo:
Si no viniere,
Poco ó nada habrá perdido
La necia esperanza mia.

Calab:
El madrugar otro dia
¿Poca pérdida habrá sido?

Lisardo:
El negocio á que he venido
A madrugar me ha obligado;
No lo debo á este cuidado.

Escena III

Sala en casa de Don Félix.

LISARDO, CALABAZAS; y luego DON FÉLIX, HERRERA.

Calab:
Cerca de casa vivió,
Pues de vista se perdió
Cuando á casa hemos llegado.

Lisardo:
Y tarde debe de ser.

Calab:
Sí, pues vistiéndose sale
Quien á los dos nos mantiene,
Sin ser los dos justas reales.

(Salen Don Félix y Herrera.)

Lisardo:
Don Félix, bésôs las manos.

D. Félix:
El cielo, Lisardo, os guarde.

Lisardo:
¿Tan de mañana vestido?

D. Félix:
Un cuidado, que me trae
Desvelado, no permite
Que sosiegue ni descanse.
Pero vos, que os admirais
De que á esta hora me levante,
¿No me dijisteis anoche
Que á dar unos memoriales
Habiais de ir á Aranjuez?
¿Pues cómo á Ocaña os tornasteis
Desde el camino?

Lisardo:
Si bien
Me acuerdo, regla es del arte
Que la pregunta y respuesta
Siempre un mismo caso guarden;
Y puesto que á mi pregunta
Fué la respuesta más fácil
Un cuidado, de la vuestra
Otro cuidado me saque,
Que es quien á Ocaña me vuelve.

D. Félix:
¿Apénas ayer llegasteis,
Y hoy teneis cuidado?

Lisardo:
Sí.

D. Félix:
Pues por obligaros ántes
Que me obligueis á decirle,
Este es el mio: escuchadme.

Calab:
En tanto que ellos se pegan
Dos grandísimos romances
¿Tendreis, Herrera, algo que
Se atreva á desayunarme?

Herrer:
Vamos hácia mi aposento,
Calabazas; que al instante
Que hayais vos entrado en él,
No faltará algo fiambre.

(Vanse.)

Escena IV

DON FÉLIX, LISARDO.

D. Félix:
Bien os acordais de aquellas
Felicísimas edades
Nuestras, cuando los dos fuimos
En Salamanca estudiantes.
Bien os acordais tambien
Del libre, el glorioso ultraje
Con que de Vénus y Amor
Traté las vanas deidades,
De su hermosura y sus flechas
Tan á su pesar triunfante,
Que de rayos y de plumas
Coroné mis libertades.
¡Oh nunca hubieran, Lisardo,
Luchado tan desiguales
Fuerzas, porque nunca hubieran
Podido los dos vengarse,
O hubiera sido su golpe,
Puesto que á todos alcance,
Por costumbre solamente,
Flecha disparada al aire,
Y no por venganza flecha
Bañada en venenos tales,
Que salió del arco pluma,
Corrió por el viento ave,
Llegó rayo al corazon,
Donde se alimenta áspid!
La primer vez que sentí
Este golpe penetrante,
Que sabe herir sin matar
(Y áun esto es lo más que sabe),
En la juventud del año,
Una tarde fué agradable
Del abril; pero mal dije,
Al alba fué. No os espante
Ser por la tarde y al alba;
Que con prestados celajes,
Si bien me acuerdo, aquel dia
Amaneció por la tarde.
Este, pues, como otros muchos,
Por divertirme y holgarme
Salí á caza, y empeñado
Llegué de un lance á otro lance
Al real sitio de Aranjuez,
Que, como poco distante
Está de Ocaña, él es siempre
Nuestro prado y nuestro parque.
Quise entrar á sus jardines,
Sin saber qué me llevase
A ver lo que tantas veces
Habia visto; que esto es fácil
Todo el tiempo que no asisten
Al sitio sus Majestades.
En el de la Isla entré...
¡Oh cómo, Lisardo, sabe
La desdicha prevenirse,
El daño facilitarse!
Pues como la mariposa,
Que halagüeñamente hace
Tornos á su muerte, cuando
Sobre la llama flamante
Las alas de vidrio mueve,
Las hojas de carmin bate;
Así el infeliz, llevado
De su desdicha al exámen,
Ronda el peligro, sin ver
Quien al peligro le trae.
Estaba en la primer fuente
(Que es un peñasco agradable
Donde, temiendo el diluvio
De sus cruzados cristales,
Parece que van viniendo
A él todos los animales)
Una mujer recostada
En la siempre verde márgen
De murta, que la guarnece
Como cenefa ó engaste
De esmeralda, á cuyo anillo
Es toda el agua diamante.
Tan divertida en mirar
Su hermosura en el estanque
Estaba, que puse duda
Sobre si es mujer ó imágen;
Porque como ninfas bellas
De plata bruñida hacen
Guarda á la fuente, tan vivas,
Que hay quien espere que hablen;
Y ella miraba tan muerta,
Que no pudo esperar nadie
Que se pudiese mover,
La naturaleza al arte
Me pareció que decia:
«No blasones, no te alabes
De que lo muerto desmientes
Con más fuerza en esta parte
Que yo desmiento lo vivo;
Pues en lo contrario iguales,
Sé hacer una estatua yo,
Si hacer tú una mujer sabes,
O mira un alma sin vida,
Donde está con vida un jaspe.»
Al ruido que entre las hojas
Hice (¡ay de mí!), por llegarme
A mirarla de más cerca,
Del éxtasis agradable
(¡No fuese de amor!) volvió
Con algun susto á mirarme.
No me acuerdo si la dije
Que ufana no contemplase
Tanta beldad, por el riesgo
De ser de sí misma amante;
Que donde hubo ninfa y fuente,
No fué posible escaparme
Del concepto de Narciso.
Ella, honestamente grave,
Sin responderme volvió
La espalda, y siguió el alcance
De una tropa de mujeres
Que andaba más adelante
Midiendo de los jardines
Ya los cuadros, ya las calles,
Hasta que su pié llegó
A hacer á todos iguales;
Porque al pequeño contacto,
Flores produjo fragantes
Tantas la arena, que ya
No pudo determinarse
Si era calles, ó era cuadros
El jardin por todas partes;
Pues fueron rosas despues,
Las que eran veredas ántes.
El traje que se vestia
Era un bien mezclado traje,
Ni bien de corte, ni bien
De aldea, sino á mitades,
De señora en el aliño,
De aldeana en el donaire.
En un airoso sombrero
Llevaba un rizo plumaje,
A quien tuvieron accion
La tierra despues y el aire
Por el matiz ó la pluma,
Sobre si era flor ó ave.
Seguíla hasta que llegó
A la cuadrilla, que errante
Coro tejido de ninfas,
A los templados compases
De hojas, pájaros y fuentes,
Sonoramente süaves,
Cada paso era un festin,
Cada descuido era un baile.
A todas las conocia,
En fin, como naturales
De Ocaña, y sólo ignoré
Quién era de mis pesares
La ocasion; que ya lo era,
Porque desde el mismo instante
Que la ví, sentí en el alma
Todo lo que hoy siento. Nadie
Diga que quiso dos veces;
Que aunque aquí mire, allí hable,
Aquí festeje, allí escriba,
Aquí pierda y allí alcance,
No ha de querer más que una;
Que no pueden ser iguales
En el mundo dos efectos,
Si de una causa no nacen.
De algunas de las que iban
Con ella, pude informarme
De quién era, y hallé en ella
Más calidad por su sangre,
Que por su beldad. La causa
De no haberla visto ántes,
Fué por haberse criado
En la corte con su padre,
Hasta que á Ocaña se vino,
Porque viva donde mate.
No os digo que la serví
Feliz y dichoso amante,
Porque dichas que se pierden
Son las desdichas más grandes;
Sólo digo que obligada
A mis finezas constantes,
A mis servicios corteses
Y á mis afectos leales,
Merecí que alguna noche
Por una reja me hablase
De un jardin, donde testigos
Fueron de venturas tales
La noche y jardin; que sólo
A los dos quise fiarme:
Porque al jardin y á la noche,
Que son el vistoso alarde,
Ya de flores, ya de estrellas,
Hiciera mal de negarles,
A las unas lo que influyen,
Y á las otras lo que saben;
Puesto que estrellas y flores
Siempre en amorosas paces,
Enlazadas unas de otras
Eran terceras de amantes.
Desta suerte, pues, teniendo
La fortuna de mi parte,
Viento en popa, del amor
Corrí los inciertos mares,
Hasta que el viento mudado
Levantaron huracanes
De una tormenta de celos,
Montes de dificultades.
Tormenta de celos dije:
Ved, si alguna vez amasteis,
¿Qué esperanza hay del piloto?
¿Qué seguro de la nave?
Bien crêréis, Lisardo, bien,
Cuando así escucheis quejarme
De los celos, que soy yo
Quien los tiene: no os engañe
El afecto de sentirlos
Desta suerte; porque ántes
Soy quien los he dado, y ellos
Son en sus efectos tales,
Que me matan dados, como
Tenidos pueden matarme.
¡Oh! ¿A qué nacen los que á ser
Dados ni tenidos nacen?
Hay una dama en Ocaña,
A quien yo rendido amante
Festejé un tiempo; ésta, pues,
Por darme muerte y vengarse,
Se ha declarado con ella,
Fingiendo finezas grandes
Que á mi amor debe. ¡Ay Lisardo,
Qué prontamente, qué fácil
En los celos las mentiras
Sientan plaza de verdades!
Con esto se ha retirado
Tal, que áun para disculparme
No permite que la vea,
No me deja que la hable.
Mirad, pues, si este cuidado
Consentirá que descanse,
Cercado de tantas penas,
Cargado de tantos males,
Muerto de tantos disgustos,
Lleno de tantos pesares;
Y finalmente teniendo
Sin culpa ofendido á un ángel,
Pues el padecer sin culpa,
Es la desdicha más grande.

Lisardo:
Don Félix, aunque los celos,
De quien así os quejais, basten
A dar pesadumbre dados,
En no ser tenidos traen
Anticipado el consuelo;
Que el dolor es tan distante
Desde darlos á tenerlos,
Cuanto hay de ser un amante
La persona que padece,
O la persona que hace.
Con lástima empecé á oiros
Cuando los celos nombrasteis;
Mas cuando dijisteis que eran
Engaños y no verdades,
La lástima se hizo envidia;
Porque no hay gusto tan grande
Cuando hay desengaño, como
Hacer damas y galanes,
O paces para reñir,
O reñir para hacer paces.
Id á ver á vuestra dama,
Que yo sé, aunque más se guarde,
Pues ella tiene los celos,
Que ella está en aqueste instante,
Más que vos desengañarla,
Deseando desengañarse.

Escena V

MARCELA y SILVIA, abriendo una puerta, que estará cubierta con una antepuerta, y quedándose detras de ella. — LISARDO, DON FÉLIX.

Marcela:
(Ap. á Silvia.)
Por esta puerta, que al cuarto
De mi hermano, Silvia, sale
Desde el mio, á verle vengo;
Porque aunque él esté ignorante
De que he salido hoy de casa,
Con esto he de asegurarle.

Silvia:
Detente, que está con él
El tal huésped, y ya sabes
Que no quiere mi señor
Que llegue á verte ni hablarte.

Marcela:
Y áun esa fué mi desdicha.
Oigamos desde esta parte.

Lisardo:
Y si en tanto que este gusto
Llega, quereis que yo trate
De divertiros, pues fué
Concierto que os escuchase
Un cuidado, y que os dijese
El mio, oidme, escuchadme.

Marcela:
Oye.

Lisardo:
Despues que troqué
El hábito de estudiante
Al de soldado, la pluma
A la espada, la süave
Tranquila paz de Minerva
Al sangriento horror de Marte,
La escuela de Salamanca
A la campaña de Flándes,
Y despues, en fin, que hube
(Sin valedor que me ampare)
Merecido una jineta,
Premio á mis servicios grande,
Por haberme reformado
Entre otros capitanes,
Ya la campaña acabada
(Que no me viniera ántes),
Pedí licencia, y partí
A España, por ver si honrarme
Merezco el pecho con una
De las cruces militares,
Que sobre el oro del alma,
Son el más noble realce.
Con esta pretension vine,
Y su Majestad, que guarde
El cielo para que sea
Fénix de nuestras edades,
Remitió mi memorial,
A tiempo que á desahogarse
De molestias cortesanas
Vino á Aranjuez, admirable
Dosel de la primavera.
Mas ¿qué mucho que se alabe
De serlo, si la más bella,
Las más pura, más fragante
Flor, la flor de lis, la reina
De las flores, tras sí trae
Cuantas á envidia del sol
Rayos brillan, luz esparcen?
Seguí la corte, traido
Más de mi afecto constante
Que de mi necesidad;
Porque de ministros tales
Hoy el Rey se sirve, que
No es al mérito importante
La asistencia, porque todos
Acudir á todo saben;
Gracias al celo de aquel,
Con quien el peso reparte
De tanta máquina, bien
Como Alcides con Atlante,
Llegué en efecto á Aranjuez,
Donde vos me visitasteis
En una posada, y viendo
Tan incómodo hospedaje,
Como tienen en los bosques
Escuderos y pleiteantes,
Que me viniese con vos
A Ocaña me aconsejasteis;
Pues los dias de la audiencia,
Dos leguas era tan fácil
Andarlas por la mañana,
Y volverlas por la tarde.
Yo, por vuestro gusto, mas
Que por mis comodidades,
Obebecí. Todo esto
Ya vuestra amistad lo sabe;
Pero importa haberlo dicho,
Para que de aquí se enlace
La más extraña novela
De amor, que escribió Cervantes.

Marcela:
(Ap.) Aquí entro yo ahora.

Lisardo:
Un dia,
Que madrugué vigilante,
Por llegar ántes que el sol
Nuestro horizonte rayase,
Junto á un convento, que está
De Ocaña poco distante,
Entre unos álamos verdes
Ví una mujer de buen aire.
Saludéla cortésmente,
Y ella, ántes que yo pasase,
Por mi nombre me llamó.
Volví en oyendo nombrarme,
Y diciendo á Calabazas
Que con el rocin me aguarde,
Llegué diciendo: «¡Dichoso
El forastero, á quien saben
Su nombre las damas!» Y ella,
Con más cuidado en taparse,
Me respondió á media voz:
«Caballero de esas partes
No es forastero en ninguna;»
Y añadió favores tales,
Que me obliga la vergüenza,
Por mí mismo, á que los calle;
Porque no sé cómo hay hombres
Tan vanos, tan arrogantes,
Que de que ha habido mujeres
Que los buscaron, se alaben.

Silvia:
(Ap.) Él cuenta nuestro suceso.

Marcela:
¡Oh quién pudiera estorbarle,
Antes que en Félix las señas
Alguna malicia causen!

D. Félix:
Proseguid.

Lisardo:
Ella, en efecto,
Siempre embozado el semblante,
Me despidió con decirme
Que como no examinase
Quién era, ni la siguiese,
Otro dia estaria á hablarme.
Seis veces, pues, corrió al sol
Las cortinas orientales
Sumiller el alba, y seis
Tapada hallé entre unos sauces
Esta mujer. Yo, enfadado
De recato semejante,
Determiné de seguirla
Hoy cuando á Ocaña tornase;
Pero no pude, porque
Volviendo ella por instantes,
Me vió y no quiso pasar
De la vuelta desta calle.

D. Félix:
¿Desta calle?

Lisardo:
Y á la cuenta
Vive hácia aquí, que al instante
La perdí de vista. Aquí
Me dijo que la dejase
Otra vez, porque su vida
Aventuraba mi exámen.

D. Félix:
¡Extraña mujer!

Marcela:
(Ap.) Ya es fuerza
Que las señas me declaren.

D. Félix:
Proseguid.

Lisardo:
Yo, pues...

Escena VI

CELIA, con manto. — Dichos.

Celia:
Don Félix,
¿Podrá una mujer aparte
Hablaros?

D. Félix:
¿Pues por qué no?

Marcela:
(Ap.) ¡Oh á qué buen tiempo llegaste,
Mujer ó ángel, para mí!

D. Félix:
Luégo irá el cuento adelante:
Permitid ahora, por Dios,
Que con esta mujer hable,
Que es criada de la dama
Que os dije.

Lisardo:
Pues que me maten,
Si ello no es lo que yo he dicho.
Ved el recado que os trae,
Y adios; porque para estotro
No importa que tiempo falte.

(Vase.)

D. Félix:
¿Era hora de vernos, Celia?

Celia:
No te admires ni te espantes
Que no me atreva á venir
A verte; porque si sabe
Mi señora que te he visto,
No habrá duda que me mate.

D. Félix:
¿Tan cruel conmigo está?

Celia:
Viniendo yo hácia esta parte
A un recado, no he querido
Dejar de verte y hablarte.

D. Félix:
¿Y qué hace tu hermoso dueño?

Celia:
Sentir, es lo más que hace,
Tu ingratitud.

D. Félix:
¡Plegue á Dios,
Si la ofendí, que él me falte!

Celia:
¿Por qué á ella no se lo dices?

D. Félix:
Porque no quiere escucharme.

Celia:
Si tú hubieras de callar,
Yo me atreviera á llevarte
Donde la hablaras.

D. Félix:
¡Ay Celia,
No habrá mármol que así calle!

Celia:
Pues vente agora conmigo:
Yo haré una señal si sale
Mi señor, y dejaré
La puerta abierta; tú entrarte
Hasta su cuarto podrás.

D. Félix:
Dasme nuevo aliento, dasme
Nueva vida.

Celia:
Aquesta es
La hora mejor; mas no aguardes,
Vénte tras mí.

D. Félix:
Tras tí voy.

Celia:
(Ap.) ¡Ay bobillos, y qué fácil,
A la casa de su dama,
Es de llevar un amante!

(Vanse D. Félix y Celia.)

Marcela:
¡Yo salí de lindo susto!

Silvia:
Pues ¿cómo afirmas que sales,
Si luégo han de verse, luégo
Proseguirá el cuento?

Marcela:
Antes
Lo habré remediado.

Silvia:
¿Cómo?

Marcela:
Escribiéndole que calle
Hasta que se vea conmigo;
Y esto ha de ser esta tarde.

Silvia:
¿Declarada por quién eres?

Marcela:
¡Jesus, el cielo me guarde!

Silvia:
Pues ¿qué has de hacer?

Marcela:
¿No es mi hermano
De Laura, mi amiga, amante?
¿No sabe lo que es amor?
Pues hoy he de declararme
Con ella, y hoy has de ver,
Silvia, el más extraño lance
De amor, porque yo fingida...
Pero no quiero contarle;
Que no tendrá despues gusto
El paso, contado ántes.

(Vanse.)

Escena VII

Casa de Fabio.

LAURA, FABIO.

Fabio:
Notable es la tristeza,
Que el rosicler turbó de tu belleza.
¿Qué tienes estos dias,
Que entregada (¡ay de mí!) á melancolías
Tales, á todas horas
Triste suspiras y rendida lloras?

Laura:
Si yo, señor, supiera
La causa de mi mal (Ap. A Dios pluguiera
No la supiera tanto),
El consuelo mayor, menor el llanto
Fuera, pues fuera entónces el sabella
El primer aforismo de vencella.
Pero la pena mia
Es, señor, natural melancolía,
Y así el efecto hace,
Sin que llegue á saber de lo que nace;
Que esta distancia dió naturaleza
En la melancolía y la tristeza.

Fabio:
No sé lo que te diga,
Sino que á tanto tu dolor obliga,
Que rigoroso y fuerte
Padeces tú el dolor, y yo la muerte;
Pues ya vivir no espero,
Miéntras tan triste á tí te considero.

(Vase.)

Escena VIII

LAURA:
¿Qué haré yo, que rendida,
A pesar de mi vida,
Vivo? ¿Qué es esto, cielos?
Mas bien se deja ver que estos son celos
Porque una ardiente rabia
Que el sentimiento agravia,
Una rabiosa ira
Que la razon admira,
Un compuesto veneno
De que el pecho está lleno,
Una templada furia
Que el corazon injuria;
¿Qué áspid, qué monstruo, qué animal, qué fiera,
Fuera ¡ay Dios! que no fuera,
Compuesta de tan varios desconsuelos
La hidra de los celos?
Pues ellos solos son á quien los mira,
Furia, rabia, veneno, injuria y ira.
¡Oh quién ántes supiera
Aquella voluntad, Félix, primera
Tuya, que no empeñara
Tanto la mia, que hasta el fin llegara!
Pues aunque no sabía
De amor, cuando tan libre (¡ay Dios!) vivia,
Tampoco no ignoraba
Que tarde ó nunca el que lo fué se acaba.
Quiere á Nise en buen hora,
Pero déjame á mí morir.

Escena IX

CELIA. — LAURA.

Celia:
Señora.

Laura:
Celia, ¿qué hay?

Celia:
Que he hecho
Mi papel, y sospecho
Que no muy mal, ¡así tu beldad viva!
Entré en su casa, díjele que iba
A un recado, y que acaso
Pasando por su calle, aunque de paso
Le quise ver. Con un suspiro entónces,
Que ablandara los mármoles y bronces,
Me preguntó por tí, turbado y ciego.
Encarecíle luego
Tu enojo, y que si acaso tú supieras
Que le habia ido á ver, muerte me dieras;
Y como que salia
De mí, le dije: ¿por qué no venía
Por instantes á darte
Satisfacciones y desenojarte?
Dijo, que porque estabas
Tal, que no le escuchabas:
Díjele, que viniera,
Que yo aunque á tanto riesgo me pusiera,
Hasta tu mismo cuarto lo entraria,
Con tal que no dijese en algun dia
Que yo le habia traido.
Juró el secreto, y muy agradecido
El caso se concierta,
Y está esperando enfrente de la puerta
La seña; voyla á hacer, pues no está en casa
Mi señor. Esto es todo lo que pasa.

Laura:
Llámale pues; que aunque de Nise creo
Los celos que me da, tanto deseo
Ver cómo se disculpa,
Que quiero hacerle espaldas á la culpa:

(Vase Celia.)

Pues la que más celosa
Se muestra, más colérica y furiosa,
Más entónces desea
Satisfacciones, aunque no las crea;
Que es dolor el de celos tan extraño,
Que se deja curar áun del engaño:
Pues cuando el desengaño no consiga,
Conseguiré á lo ménos que él lo diga.

Escena X

CELIA, DON FÉLIX. — LAURA.

Celia:
(Ap. á D. Félix.) Fuera está de casa Fabio,
Mi señor; el tiempo es este
Mejor para entrar á hablarla.

D. Félix:
Vida y ventura me ofreces.

Celia:
Disimula que llamado
De mí á entrar aquí te atreves.—
¿Señor Don Félix, qué es esto?
¿Cómo os entrais...

D. Félix:
Celia, tente.

Celia:
Hasta aquí?

D. Félix:
Celia, por Dios,
Que calles.

Laura:
¿Qué ruido es ese?

Celia:
¿Qué ha de ser? Que hasta esta sala
Se ha entrado el señor Don Félix,
Sin mirar, sin advertir,
Que si acaso ahora viniese
Mi señor, tú...

Laura:
¿Caballero,
Pues qué atrevimiento es este?
¿Cómo en mi casa, en mi cuarto,
Os entrais de aquesta suerte?

D. Félix:
Como quien morir desea
Nada mira, nada teme;
Y si mi muerte ha de ser
Venganza de tus desdenes,
Quiero morir á tus ojos,
Por hacer feliz mi muerte.

Laura:
(A Celia.) Tú tienes la culpa desto.

Celia:
¿Yo, señora?

Laura:
Si tuvieses
Cerrada esa puerta tú...

Celia:
Cerrada estaba.

D. Félix:
No tienes
Que reñir á Celia, que ella
De mi error ¿qué culpa adquiere?
Yo sólo tengo la culpa;
Ríñeme á mí solamente;
Castígame solo á mí,
Sino es ya que á reñir llegues
A Celia, por la costumbre
Con que la inocencia ofendes.

Laura:
Dices bien; error es mio
De que me he dejado siempre
Llevar, pues no habiendo tú
Escrito á Nise papeles,
No habiendo entrado en su casa,
Y no habiendo ella ido á verte
A la tuya, yo cruel,
Colérica é impaciente,
Inocente te persigo,
Que eres tú muy inocente.
Y siendo así, que yo soy
Tan desigual, tan aleve,
Tan injusta, tan mudable,
¿Qué me buscas? ¿qué me quieres?

D. Félix:
Sólo quiero persuadirte
Al engaño que padeces
De tus celos.

Laura:
¿Quién te ha dicho
Que yo tengo celos, Félix?

D. Félix:
Tú misma te contradices.

Laura:
¿De qué suerte?

D. Félix:
Desta suerte.
O tienes celos, ó no:
Si dices que no los tienes,
¿Para qué finges enojos,
Laura, de lo que no sientes?
Si los tienes, ¿por qué, Laura,
Desengañarte no quieres,
Pues ninguno al desengaño
Celoso la espalda vuelve?
Luego para disculparme,
O para satisfacerte,
Si los tienes, has de oirme,
O hablarme si no los tienes.

Laura:
Si fuera argumento tal,
Que negarse no pudiese,
Quien está enojada está
Celosa, muy sutilmente
Arguyeras; mas si no
Se sigue precisamente,
Pues puedo estar enojada
Sin que á estar celosa llegue,
Ni yo tengo que escucharte,
Ni tú que decirme tienes.

D. Félix:
Pues, vive Dios, que has de oirme
Antes que de aquí me ausente,
Celosa ó quejosa.

Laura:
¿Iráste
Si te oigo?

D. Félix:
Sí.

Laura:
Pues dí, y véte.

D. Félix:
Negarte que yo he querido,
Laura, á Nise...

Laura:
Oye, detente.
¿Y es estilo de obligarme,
Modo de satisfacerme,
Decirme, cuando aguardaba
Mil rendimientos corteses,
Mil finezas amorosas,
Fuesen verdad ó no fuesen,
Que hay duelos de amor, adonde
Queda bien puesto el que miente,
Decirme en mi misma cara
Que á Nise has querido? Advierte
Que con lo mismo que piensas
Que desenojas, ofendes.

D. Félix:
Si no me oyes hasta el fin...

Laura:
¿Desto disculparte puedes?

D. Félix:
Sí.

Laura:
(Ap.) ¡Plegue á amor!

D. Félix:
Oye pues.

Laura:
¿Iráste?

D. Félix:
Sí.

Laura:
Pues dí, y véte.

D. Félix:
Negarte que yo he querido,
Laura, á Nise, fuera error;
Mas pensar tú que este amor
Es como el que te he tenido,
Mayor error, Laura, ha sido;
Pues si á Nise un tiempo amé,
No fué amor, ensayo fué
De amar tu luz singular,
Que, para saber amar
A Laura, en Nise estudié.

Laura:
A ciencias de voluntad
Las hace el estudio agravio;
Pues amor, para ser sabio,
No va á la universidad;
Porque es de tal calidad,
Que tiene sus libros llenos
De errores propios y ajenos;
Y así en su ciencia verás
Que los que la cursan más
Son los que la saben ménos.

D. Félix:
Pues explíqueme mejor
Otro ejemplo: nace ciego
Un hombre, y discurre luego
Cómo será el resplandor
Del sol, planeta mayor,
Que rumbos de zafir gira;
Y cuando por fe le admira,
Cobra en una noche bella
La vista; y es una estrella
La primer cosa que mira.
Admirando el tornasol
De la estrella, dice: «Sí,
Este es el sol; que yo así
Tengo imaginado al sol;»
Pero cuando su arrebol
Tanta admiracion le ofrece,
Sale el sol y le oscurece.
Pregunto yo: ¿ofenderá
Una estrella, que se va,
A todo un sol que amanece?
Yo así que ciego vivia
De amor, cuando no te amaba,
Como ciego imaginaba
Cómo aquel amor sería:
Adoraba lo que via,
Presumiendo que era así
El amor; mas ¡ay de mí!
Que no ví al sol, ví una estrella,
Y entretúveme con ella
Hasta que el sol mismo ví.

Laura:
Eso no: pues si me doy
Por entendida contigo,
Que Nise fué mi sol digo,
Y que yo su estrella soy.
Pruébolo: pues si yo estoy
Contigo la noche fria,
Y ella de dia te envía
A llamar, y estás con ella,
¿Quién será el sol ó la estrella?
¿Cúya es la noche ó el dia?

D. Félix:
¡Vive Dios, Laura, que son
Engaños tuyos, y plegue
Al cielo, que si la he visto,
Que un rayo me dé la muerte,
Desde que á Ocaña viniste!
¿Qué más desengaños quieres
De lo que cuenta de mí,
Que escuchar que ella lo cuente;
Pues es el mayor desaire
Del duelo de las mujeres,
Confesar sus celos, donde
Lo escucha de quien los tiene?

Laura:
Yo sé que han sido verdades,
Y no engaños aparentes.

D. Félix:
¿De qué lo sabes?

Laura:
De que
Es mal que á mí me sucede,
Y no puede ser mentira:
Porque de los males suele
Decirse, Félix, que fueron
Astrólogos excelentes,
Porque siempre adivinaron,
Y dijeron verdad siempre.

D. Félix:
Por lo ménos ya confiesas
Que son celos, y los sientes.

Laura:
¿Si me estás dando tormento,
Es mucho que los confiese?

D. Félix:
Si tanto aprietan fingidos,
Ciertos, ¿qué...?

Celia:
Mi señor viene.

Laura:
Véte por aquesta puerta
De esotro cuarto; pues tiene
Puerta á la calle.

D. Félix:
Dí, ¿cómo
Quedamos?

Laura:
Como quisieres.

D. Félix:
Yo querré desenojada...

Laura:
A verme esta noche vuelve,
Que quiero verte esta noche,
Aunque de Nise me acuerde.

D. Félix:
¡Ay, Laura, cuánto te engañas!

Laura:
¡Ay, cuánto me agravias, Félix!

Celia:
¡Ay, cuánto no sirve una
Casa que dos puertas tiene!

Jornada segunda

Escena I

LAURA, CELIA por una puerta, y por otra MARCELA y SILVIA con mantos, HERRERA.

Laura:
Tú seas muy bien venida
A esta casa.

Marcela:
Y tú seas,
Amiga, muy bien hallada.

Laura:
Con tal visita, ya es fuerza
Que lo esté.

Marcela:
Yo pienso ántes,
Que te has de hallar mal con ella;
Que vengo á darte cuidado.

Laura:
Yo le tengo, hasta que sepa
En qué te puedo servir.—
Llega aquesas sillas, Celia,
Que aquí estaremos mejor
Que en el estrado.

Herrer:
Quisiera
Saber á qué hora vendré.

Marcela:
Al anochecer, Herrera,
Podrá venir.

Herrer:
El sereno
A esa hora tiene más fuerza.

(Vase.)

Marcela:
Mi amiga eres, Laura hermosa,
A quien dió naturaleza
Noble sangre, claro ingenio;
¿Pues de quién con más certeza
Me fiaré, que de quien es
Mi amiga, noble y discreta?

Laura:
Con tan grandes prevenciones
La proposicion empiezas,
Que ya, más que tú decirla,
Estoy deseando saberla.

Marcela:
¿Estamos solas?

Laura:
Sí estamos.—
Celia, salte tú allá fuera.

Marcela:
No importa que Celia lo oiga.

Laura:
Prosigue pues.

Marcela:
Oye atenta.
Mi hermano Don Félix, Laura,
Por amistad que profesan
Él y un noble caballero
Desde sus edades tiernas,
Le trajo á casa estos dias,
Que Aranjuez, sagrada esfera
Del cuarto Felipe, cifra
La luz del cuarto planeta.
Este hospedaje en efecto
Fué con tan vana advertencia,
Que para traerle á casa,
La primer cosa que ordena
Es, que retirada yo
A un cuarto pequeño della,
Les deje á los dos el mio,
Y que tal recato tenga,
Que escondida siempre dél,
Ni alcance, Laura, ni entienda
Que vivo en casa; que así
(¡Mas qué accion tan poco atenta!)
Pensó sanear la malicia
De que Ocaña no dijera
Que traia á casa un huésped
Tan mozo, teniendo en ella
Una hermana por casar:
Y fué aquesto de manera,
Que retirada á este cuarto
Que te he dicho, áun una puerta
Que sale al cuarto de Félix
(Porque nunca presumiera
Que habia mas casa), la hizo
Cubrir con una antepuerta,
Y por ella á aderezarle
Sola Silvia sale y entra.
Dejemos, pues, á Lisardo,
Que, sin que jamás entienda
Que hay mujer en casa, vive
Con este descuido en ella;
Dejemos tambien á Félix,
Que con esto sólo piensa
Que curó en salud el daño
De que me hable y que me vea;
Y vamos á mí, que viendo
La prevencion con que intenta
Mi hermano ocultarme, hice
De la prevencion ofensa;
Porque no hay cosa que tanto
Desespere á la más cuerda,
Como la desconfianza.
¡Cuánto ignora, cuánto yerra
En esta parte el honor!
Que es como el que olvidar piensa
Una cosa, que el cuidado
De olvidarla es quien la acuerda;
Es como el que desvelado
Se quiere dormir por fuerza,
Que llamando al sueño, es
El sueño quien le despierta;
Y es como el que halla en un libro
Borradas algunas letras,
Que por sólo estar borradas,
Le da más gana de lêrlas.
Este recato, en efecto,
En Félix mi hermano, esta
Curiosidad, Laura, en mí,
O este destino en mi estrella,
Despertaron un deseo
De saber si el huésped era,
Como gallardo entendido,
Cosa que quizá no hiciera
A no habérmelo vedado;
Que en fin la culpa primera
De la primera mujer,
Esto nos dejó en herencia.
Y para poder mejor
Hablarle, sin que supiera
Quién era la que le hablaba,
Fuí una mañana á esas huertas,
Paso de Aranjuez, por donde
Habia de pasar por fuerza.
Llaméle pensando, Laura,
Que el hablarle no tuviera
Mayor empeño que hablarle
Por curiosidad ó tema.
Mas ¡ay, que es fácil la entrada,
Cuanto difícil la vuelta
Del más hermoso peligro!
Dígalo el mar desde afuera,
Convidando con la paz
A cuantos á verle llegan,
Cuando jugando las ondas
Unas con otras se encuentran;
Pues el que más confiado
Pisó su inconstante selva
Ese lloró más perdido
La saña de sus ofensas.
Yo así apacible juzgué
El mar de amor; pero apénas
Reconocí sus halagos,
Cuando sentí sus violencias.
Pensarás que este cuidado
Sólo alcanza, sólo llega
A hallarme hoy enamorada;
Pues más mal hay que el que piensas
Porque de amor y de honor
Estoy corriendo tormenta.
Hoy, pues, Lisardo á Don Félix
(Que yo detras de la puerta,
Que te he dicho, lo escuchaba)
De todo le daba cuenta,
Si (no importa declararme)
No se lo estorbara Celia.
Doblada quedó la hoja,
Y temo que por las señas
Del rostro, que ya me vió
Lisardo, ó por la cautela
Con que le hablé, ó por haber
Seguídome hasta tan cerca
De casa, puedan en Félix
Moverse algunas sospechas;
Y así, ántes que el discurso
A enlazarse, Laura, vuelva,
Me importa hablar á Lisardo,
Para cuyo efecto queda
Silvia ya con un papel,
En que le digo que venga
A verme á esta casa, donde
Yo he de estar...

Laura:
Detente, espera;
Que has usado neciamente,
Marcela, de la licencia
De la amistad: pues primero
Que á ese Lisardo escribieras,
Ni á mi casa le llamaras,
Debieras mirar, debieras
Advertir desde la tuya,
Los inconvenientes desta.

Marcela:
Ya, Laura, los he mirado,
Sin que corran por tu cuenta.

Laura:
¿De qué manera? Si yo...

Marcela:
Escucha de qué manera.
Tu casa tiene dos cuartos,
Y del uno cae la puerta
A otra calle: á Silvia dije
Que le trajese por ella;
De suerte que entrando, Laura,
Por donde saber no pueda,
En fin, como forastero,
Si es casa tuya, ¿qué arriesgas?

Laura:
Arriesgo el que lo pregunte,
Y lo que hoy no sabe, sepa
Mañana, y piense que yo
Soy la tapada.

Marcela:
Que adviertas,
Te pido, que yo he de estar
De visita y descubierta,
Como si fuera mi casa,
Dentro de la tuya mesma.

Laura:
Cuando el verte á tí me libre
A mí con esa cautela,
¿Cómo me podré librar
Del peligro de que venga
Mi padre, y halle aquí un hombre?

Marcela:
¿Luego ha de venir por fuerza
Hoy, y luego han de cogernos
En el primer hurto? Esta
Fineza has de hacer por mí,
Pues es tan digna fineza
De tu sangre y mi amistad.

Laura:
(Ap.) ¡Oh quién decirla pudiera
El tercer inconveniente,
Pues no es el de menor pena
Que acierte á venir Don Félix,
Y me halle á mi hecha tercera
De su hermana y de su amigo!

Escena II

SILVIA, con manto. — Dichas.

Silvia:
A Ocaña he dado mil vueltas
Hasta hallarle.

Marcela:
Silvia, ¿qué hay?

Silvia:
Que dí tu papel, y apénas
Le leyó, cuando tras mí
Vino, y queda ya á la puerta
Que me dijiste.

Marcela:
Ya, Laura,
No hay como excusarte puedas.

Laura:
De mala gana te sirvo
En esto.

Marcela:
Quítame, Celia,
Este manto: llama, Silvia,
Tú á Lisardo, y tú no quieras

(Vase Silvia.)

Verle, que eres muy hermosa
Para criada.

Laura:
Ya quedas
Hecha dueña de mi casa,
Marcela: mira por ella.—
(Ap. ¡Oh, á qué de cosas se obliga
Quien tiene una amiga necia!)

(Vase.)

Escena III

SILVIA, LISARDO. — MARCELA.

Silvia:
Esta es la casa, señor,
De aquella dama encubierta,
Que ya descubierta veis.

Lisardo:
¿Quién vió dicha como esta?

Marcela:
Estaríades, señor
Lisardo, muy olvidado
De que iria mi cuidado
A buscaros.

Lisardo:
Mi temor
Confieso, y que la esperanza
Desta ventura perdí;
Que siempre andar juntos ví
Fortuna y desconfianza.

Marcela:
Aunque es verdad que pudiera
Hoy, por el gusto de hablaros,
Señor Lisardo, llamaros
A mi casa, no lo hiciera,
A no tener que reñiros
Un descuido contra mí.

Lisardo:
¿Descuido contra vos?

Marcela:
Sí,
De que me importa advertiros.

Lisardo:
Si vos misma disculpais
Mi ignorancia, con que ha sido
Descuido mal advertido,
Ya importa que le digais,
Porque no vuelva á incurrir
En lo que ignorante estoy.

Marcela:
¿A quién empezasteis hoy
Nuestro suceso á decir,
Que os estorbó una criada
La relacion?

Lisardo:
Ya os entiendo,
Y aunque pueda, no pretendo
Satisfaceros en nada;
Porque mujer que de mí,
Donde no soy conocido,
Tanta noticia ha tenido;
Mujer que se guarda así
De un hombre de quién yo soy
Amigo; mujer que tiene
Criada en su casa, que viene
Con las nuevas que le doy...
Harto callando la digo,
Harto con irme la muestro,
Porque ántes que galan vuestro
Fuí de Don Félix amigo.

Marcela:
Habeis sin duda pensado,
Por las nuevas que yo os doy,
Que dama de Félix soy;
Pues estais muy engañado;
Y esto me habeis de creer,
Si algo crê quien dice que ama,
Que no sólo soy su dama,
Mas que no lo puedo ser.

Lisardo:
Si los principios negais,
Mal argumento teneis.
¿De quién mi nombre sabeis,
Y de mí informada estais?
¿De quién, pues, habeis sabido
(Decir puedo en un momento)
Lo que en su mismo aposento
A los dos ha sucedido?

Marcela:
Para que aquí se concluya
Lo que á dudar os obliga,
Sabed que yo soy amiga
De una hermosa dama suya.
Esta, hablando, pues, conmigo
En Félix, nuevas me dió
De vos, porque en vos habló
Como de Félix amigo;
Y aunque él es tan caballero,
En nadie un secreto cupo
Mejor, que en quien no le supo;
Y así suplicaros quiero
Que á Don Félix no le deis,
Señor, más señas de mí,
Ni le digais que yo os ví,
Ni que mi casa sabeis;
Porque me van en rigor,
A una sospecha creida,
Hoy por lo ménos la vida,
Y por lo más el honor.

Lisardo:
Bien pensaréis que ha cesado
De mis dudas la razon,
Y ántes mayor confusion
Es la que me habeis dejado:
Porque si no sois...

Escena IV

CELIA, despues LAURA. — Dichos.

Celia:
Señora.

Marcela:
¿Qué hay, Celia?

Celia:
Que mi señor
Viene por el corredor.

Marcela:
(A Celia.) Esto me faltaba ahora.
¿Podrá salir?

Celia:
No, que viene
Por la puerta que él entró,
Y saber que hay otra no
Es posible, ni conviene.
Hasta aquí entra ya.

Lisardo:
¿Qué haré?

Celia:
Esconderos es forzoso
En esta cuadra.

Lisardo:
Dudoso
Estoy.

Marcela:
Presto, que si os ve...

Lisardo:
¡Vive Dios, que estoy perdido!

(Escóndese en un aposento. — Sale Laura.)

Marcela:
Cercada de penas muero.

Laura:
¿Ves, Marcela? En el primero
Hurto al fin nos han cogido.
¡En buena ocasion me has puesto!

Marcela:
¿Quién pudiera prevenir
Que ahora hubiese de venir
Tu padre?

Escena V

FABIO. — Dichos.

Fabio:
Celia, ¿qué es esto?
Esta puerta, ¿cuándo abierta
Sueles, por dicha, tener?

Laura:
Vínome Marcela á ver,
Y por estar esa puerta
La más cerca de una casa
Adonde ella estaba, yo
La hice abrir; por ella entró,
Y quedóse así: esto pasa.

Fabio:
Perdonad, bella Marcela;
Que como la luz del dia
Ya se va á poner, no os via.

Laura:
(Ap.) ¡Gran daño el alma recela!

Celia:
(Ap.) ¡Qué confusion!

(Vase.)

Silvia:
(Ap.) ¡Qué temor!

Marcela:
Yo, habiendo ahora sabido
La tristeza que ha tenido
Laura, me trajo mi amor
A verla, y ver si merezco
De sus penas consolar
La tristeza y el pesar.

Laura:
Son tantas las que padezco,
Que me añade más dolor
El remedio prevenido,
Y ántes pienso que has venido
A hacérmele tú mayor;
Que crece con el remedio
Este accidente.

Fabio:
No sé
Qué te diga, ni sabré
Hallar á tus males medio.—
Hola, traed luces aquí.

Escena VI

CELIA, con luces, que pone sobre un bufete; HERRERA. — Dichos.

Celia:
Ya aquí las luces están.

Herrer:
Las ocho y media serán,
¿Habemos de irnos de aquí
Esta noche, pues que ya
Ha anochecido, señora?
¿No es de recogernos hora?

Marcela:
Pena el dejarte me da,
Laura, con este cuidado; (Ap. á ella.)
Pero excusarle no puedo.

Laura:
Yo, en fin, á pagar me quedo
Las culpas que no he pecado.

Marcela:
¿Qué puedo hacer? (¡Ay de mí!)
Dame licencia.

Fabio:
Yo iré
Sirviéndôs.

Marcela:
No hay para qué
Me trateis, señor, así.
Quedad con Dios.

Laura:
(Ap. á Marcela.) Mejor es
Dejarle ir, para que pueda
Irse este hombre que aquí queda.

Fabio:
Yo tengo de ir con vos.

Marcela:
Pues
Me honrais tanto, replicar
A vuestra gran cortesía,
Pareciera grosería.

Fabio:
La mano me habeis de dar.

Marcela:
Sois tan galan, que no puedo
Negaros ese favor.

(Vanse Fabio, Marcela, Herrera y Silvia.)

Laura:
¿Hay, Celia, pena mayor
Que la pena con que quedo?
¿Quién crêrá que yo encerrado
Aquí tengo un hombre que
No conozco? Y si me ve,
¿Quedará desengañado
De que Marcela no ha sido
El dueño de aquesta casa?

Celia:
Todo cuanto aquí nos pasa,
Fácil enmienda ha tenido
Con irse ahora mi señor.
Retírate tú de aquí:
Yo le sacaré de allí
Sin que pueda del error
En que está, desengañarse;
Pues él sin veros se irá,
Ni á tí ni á Marcela.

Laura:
Ya
Sólo falta efectuarse.
La puerta abre; mas detente,
Que parece que he sentido
En esta sala rüido.

Celia:
Ya es otro el inconveniente.

Escena VII

DON FÉLIX. — LAURA, CELIA.

D. Félix:
Apénas la sombra fria
Tendió, Laura, el manto negro
Capa de noche que viste
Para disfrazarse el cielo,
Cuando á tu puerta me hallaron
Las estrellas; que el deseo
Tanto anticipa las horas,
Que á verte á estas horas vengo
Haciendo el tiempo en tu calle,
Porque no se pierda el tiempo.
Ví que mi hermana salia
De tu casa, y advirtiendo
Que tu padre la acompaña,
A entrar hasta aquí me atrevo;
Porque las paces de hoy
Me tienen con tal contento,
Que no quise dilatar
Sólo un instante, un momento
El verte desenojada.

Laura:
Pues no haces bien, si es que advierto,
Que un enojo apénas quitas,
Cuando otro vas disponiendo.
¿Tanto podia tardar
(Ap.) (Apénas á hablarle acierto.)
En recogerse la casa,
Que temerario y resuelto
Te entras aquí, sin mirar
Que ha de volver al momento
Mi padre?

D. Félix:
Sólo he querido
Que sepas, Laura, que espero
En la calle á que sea hora
Para hablarte; porque luégo
No digas que de otra parte
Vengo, cuando á verte vengo.
En la calle pues estoy.

Laura:
Eso sí; vuélvete presto,
Que al punto que se recoja
Mi padre, hablarnos podremos
Más despacio. No me tengas
Con tanto susto, que creo
Que sospechoso (¡ay de mí!)
Está ya del amor nuestro;
Tanto, que á esa puerta falsa
La llave ha quitado, (Ap.) (Esto
Digo por asegurar
El paso al que está acá dentro.)
Y anda todos estos dias
A casa yendo y viniendo.

D. Félix:
Por quitarte ese temor,
Me voy, y en la calle espero.

Fabio:
(Dentro.) Hola, bajad una luz.

Laura:
Él viene ya.

Celia:
Dicho y hecho.

(Toma Celia una luz y vase.)

D. Félix:
Si de esotra puerta dices
Que quitó la llave, es cierto
Que no hay por donde salir;
Y así, en aqueste aposento
Me esconderé.

(Va á entrar donde está Lisardo, y se pone delante Laura.)

Laura:
Aguarda, espera;
Que no has de entrar aquí dentro.

D. Félix:
¿Por qué?

Laura:
Porque siempre aquí
Está mi padre escribiendo
Mucha parte de la noche.

D. Félix:
¡Vive Dios, que no es por eso!
Porque al entreabrir la puerta
He visto un bulto allá dentro.

Laura:
Mira...

D. Félix:
Aquí, ¿qué hay que mirar?

Laura:
Advierte...

D. Félix:
Ya nada temo.

Laura:
Que entra ya mi padre.

D. Félix:
¡Ay triste,
En qué gran duda estoy puesto!
Si aquí hago alboroto, á Fabio
De sus ofensas advierto;
Si callo, sufro las mias.

Escena VIII

FABIO. — Dichos.

Fabio:
¡Vos aquí, Félix! ¿qué es esto?

Laura:
(Ap. á Don Félix.)
Mira, por Dios, lo que haces;
Pues en quien es caballero,
El honor de las mujeres
Siempre ha de ser lo primero.

D. Félix:
(Ap.) (Es verdad; disimular
Tomo por mejor acuerdo,
Si celos se disimulan.)
Buscando á mi hermana vengo. (A Fabio.)
Que me dijeron que aquí
Estaba.

Fabio:
Ya yo la dejo
En su casa, y vengo ahora
De servirla de escudero.

Laura:
Eso es lo mismo que yo
Le estaba, señor, diciendo.

D. Félix:
Dios os guarde por la honra
Que á mi hermana la habeis hecho.

Fabio:
Ella os espera ya en casa.

D. Félix:
(Ap.) (No sé (¡ay Dios!) lo que hacer debo.
Estarme aquí, es necedad;
Irme, si aquí un hombre dejo,
Es desaire; alborotar
Aquesta casa, desprecio;
Pues esperarle en la calle,
Si hay dos puertas, ¿cómo puedo
Yo solo? ¡Oh, quién á Lisardo,
Que es mi amigo verdadero,
Consigo hubiera traido!
Mas ya he pensado el remedio.)
Quedad con Dios.

Fabio:
Él os guarde.

D. Félix:
(Ap.) Hoy he de ver, ¡vive el cielo!
Si es verdad que la fortuna
Ayuda al atrevimiento.

(Don Félix se va muy aprisa, Fabio llega hasta la puerta con él, y Celia despues toma una luz y se va; Fabio toma otra luz.)

Fabio:
Alumbra, Celia, á Don Félix.
Laura, éntrate tú acá dentro,
Que tengo que hablar á solas
Contigo.

Laura:
(Ap.) Otro susto, ¡cielos!
Mi padre ¿qué me querrá?
Laura, ¿en qué ha de parar esto?

(Vanse.)

Escena IX

CELIA, que vuelve con la luz; despues LISARDO.

Celia:
Sin esperar que bajara
A alumbrarle, en un momento
Se me despareció Félix.
Bien se deja ver su intento,
Que es de dar presto la vuelta
A la calle; mas primero
Que él llegue, ya habrá salido
Estotro; que en su aposento
Está mi señor con Laura.
No hay que esperar. Caballero, (A Lisardo.)
En gran confusion estamos
Por vos.

(Sale Lisardo.)

Lisardo:
Ya sé lo que os debo;
Que aunque he entendido muy poco
Del caso, porque aquí dentro
Llegaban muertas las voces,
He entendido por lo ménos
Los empeños desta casa.

Celia:
Vamos de aquí.

Lisardo:
Vamos presto.

Celia:
(Ap.) Salga él una vez de casa,
Y más que sucedan luégo
Muertes de hombres en la calle.

(Apaga la luz y vase con él.)

Escena X

DON FÉLIX; despues LAURA.

D. Félix:
En un esconce pequeño
Que hace la escalera, ántes
Que la luz bajara, muerto
De celos y de desdichas,
Pude quedarme encubierto.
Poco lugar han tenido
De echar á este hombre, y no creo
Que, sabiendo que en la calle
Estoy, se atrevan á hacerlo.
El fin con que me he quedado,
A mis desdichas atento,
Es de sacarle conmigo
Hasta la calle, fingiendo
Que soy criado de casa,
Y que sé todo el suceso.

(Llégase á la puerta.)

Esta es la puerta, y está
Abierta. Ce, caballero,
Seguidme: seguro soy.
¿No me respondeis? ¿Qué es esto?
Obligaréisme callando,
¡Vive Dios! á que éntre dentro.

(Entra.)

(Sale Laura con luz.)

Laura:
Nada me queria mi padre
Que fuese de más momento,
Que decirme que mañana
Ha de ir á un cercano pueblo,
Adonde su hacienda tiene,
Y yo á mis desdichas vuelvo.
Celia, Celia, ¿dónde estás?
Pondré que se han ido huyendo
Todos, y que me han dejado
En el peligro. Y es cierto;
Pues nadie parece. ¡Ay triste!
¿Qué he de hacer en tanto aprieto?
Félix estará en la calle,
Cuando estotro está aquí dentro.
Pero aunque todo lo arriesgue,
Esto ha de ser; que primero
Soy yo. Perdone Marcela,
Esta vez. Ce, caballero,
A quien necia una mujer
En tanto peligro ha puesto,
No os espanteis de mirarme.

(Sale Don Félix embozado.)

D. Félix:
¿Cómo puedo, cómo puedo
Dejar de espantarme, Laura,
De mirarte...

Laura:
¡Ay Dios! ¡qué veo!

D. Félix:
Tan mudable...

Laura:
¡Ay infelice!

D. Félix:
Y tan falsa?

Laura:
¡Ay Dios! ¿qué es esto?

D. Félix:
Esto es, Laura, esto es
(Si es que yo á decirlo acierto<)
El desengaño mayor
Que á un hombre han dado los celos.
Pero miento, que no son
Celos, sino agravios estos.

(Paséase y ella tras él.)

Laura:
(Ap. ¡Yo estoy muerta!) Félix mio,
Mi bien, mi señor, mi dueño.

D. Félix:
Mi mal, mi muerte, mi ofensa,
¿Qué me quieres?

Laura:
Que te quiero;
Te quiero, no más.

D. Félix:
Y yo,
Pues tú lo dices, lo creo;
Porque no habiendo tenido
Un hombre en este aposento;
No habiendo dicho que estaba
Cerrado el paso por esto;
No habiendo venido tú
A hablarme por él; no habiendo
Visto yo... ¿Qué he de haber visto?
Nada digo, nada entiendo.
¡Mal haya yo, porque estuve
Antes á tu honor atento,
Y no...! Adios, Laura; adios, Laura.

Laura:
Detente, porque primero
Que te vayas, has de oirme.

D. Félix:
¿Puede ser mentira esto?

Laura:
Sí, bien puede ser mentira.

D. Félix:
¿Mentira lo que estoy viendo?

Laura:
¿Qué viste?

D. Félix:
El bulto de un hombre
Que estaba en este aposento.

Laura:
Algun criado sería.

Escena XI

CELIA, muy alborozada. — Dichos.

Celia:
Señora, ya por lo ménos
Nada sucederá en casa,
Que ya en la calle los dejo.

(Ve á Don Félix, y túrbase.)

D. Félix:
Mira, si era algun criado.

Celia:
¿Pues esto agora tenemos?
¿Cómo aquí?... No puedo hablar.

Laura:
¿Ves, Félix, con cuánto aprieto
Se eslabonan mis desdichas?
Pues culpa ninguna tengo.

D. Félix:
Pues yo la culpa tendré.

Laura:
Tanto te estimo y te quiero,
Que áun no quiero yo decirlo,
Porque te está mal saberlo.

D. Félix:
¡Qué antiguo sagrado es ese
De un culpado, en no teniendo
Que responder! Esto en fin
Se acabó, Laura, esto es hecho.
Adios, adios.

Laura:
Mira...

D. Félix:
Suelta...

Laura:
No has de irte así.

D. Félix:
¡Vive el cielo,
Que dé voces que despierten
A tu padre, al mundo entero,
Diciendo quién eres!

Laura:
¡Félix!

D. Félix:
Harás que pierda el respeto
A tu hermosura, porque
Nadie le tuvo con celos.

(Vase.)

Laura:
Tenle, Celia.

Celia:
¿Yo tenerle?

Laura:
Pues aunque vayas huyendo,
Yo te buscaré. ¡Ay, Marcela,
En qué de dudas me has puesto!

(Vanse.)

Escena XII

Cuarto de Lisardo en casa de D. Félix.

LISARDO, CALABAZAS.

Calab:
Señor, ¿qué es lo que tienes?
¿De dónde ó cómo á tales horas vienes?

Lisardo:
Ni sé de dónde vengo,
Calabazas, ni sé lo que me tengo.

Calab:
Despues de haberte ido
Sin mí (cosa que nunca ha sucedido,
Ni héchose con lacayo
De bien), vuelves á casa como un rayo,
Casi al amanecer, descolorido,
Colérico, furioso, acontecido.
Airado...

Lisardo:
No me mates,
Ni empieces á decirme disparates,
Sino pon las maletas; porque luégo
Me tengo de ir, y en tanto que á esto llego,
A esotra cuadra pasa,
Mira si hablar á Félix puedo.

Calab:
En casa
Él no está; que aunque ya ha amanecido,
Creo que no ha venido
A acostarse hasta agora.

Lisardo:
¡Feliz él, que habrá estado (¿quién lo ignora?)
Celebrando las paces con su dama;
Que es la felicidad del que bien ama!
¡Y yo, infeliz, á quien han sucedido
Tantas cosas!...

Calab:
¿Qué han sido?

Lisardo:
Oye, porque me dejes,
Con condicion que luégo no aconsejes.
Llamóme por un papel
Aquella dama tapada,
A que en su casa la viese.
A verla fuí, y la criada
Por un jardin me guió,
Hasta que llegué á una sala
De estrado, donde la misma
Que ví en las huertas, estaba
Tan bella como entendida:
Esto, que te diga, basta.
Muy á los primeros lances,
Me dió á entender enojada
No sé bien qué quejas, cuando
Su padre á la puerta llama.
Métenme en un aposento,
Donde, despues de pasadas
Algunas conversaciones,
De quien poco entendí ó nada
(Porque como retirado
Estaba á puerta cerrada,
Llegaban á mí confusas
Las voces sin las palabras),
La puerta un hombre entreabrió;
La capa tercié y la espada
Empuñé, y al mismo instante
Me volvieron á cerrarla
Por defuera, sin poder
Ver el talle ni la cara
Del hombre. De allí á otro rato,
Triste, confusa y turbada,
Otra moza me sacó
Hasta la calle, con várias
Prevenciones de que Félix
No supiera desto nada.
Yo pues, cercado de dudas
Y de sospechas contrarias,
Estoy sin saber qué hacerme
En confusion tan extraña;
Porque si á Félix le callo
El lance, ya acreditada
La sospecha de que ha sido
Dama suya, será ingrata
Correspondencia, que él tenga
A su enemigo en su casa;
Si se lo digo, y no es
Su dama, sino otra dama
Que de mí se fía, el decirlo
Es de mi nobleza infamia.
Y así entre hablar y callar,
La opinion más acertada
Es, pues dos daños me embisten,
Volver á los dos la espalda.
Así con esto á Don Félix
No ofende lo que se calla,
Ni lo que se dice, ofende
A la mujer. Luego trata
De poner toda la ropa,
Que ántes que amanezca el alba,
Con ocasion de que ya
Hecha mi consulta baja,
De Ocaña me tengo de ir,
Aunque me deje en Ocaña
En un ingenio la vida,
Y en una hermosura el alma.

Calab:
¡Honrada resolucion!

Lisardo:
Porque apruebas y no cansas,
Toma aquel vestido que hice
De camino, Calabazas.

Calab:
Tus manos, señor, te beso
De resultas de las plantas,
No tanto por el vestido,
Aunque es dádiva extremada,
Como por dármele hecho;
Y en tanto que se levanta
Quien la ropa me ha de dar,
Escúchame en dos palabras
Lo que hecho un vestido ahorra.

(Mudando voces.)

—Señor maestro, ¿cuántas varas
De paño son menester
Para mí?—Siete y tres cuartas.
—Con seis y media le hace
Quiñones.—Pues que le haga;
Mas si él saliere cumplido,
Yo me pelaré las barbas.
—¿Qué tafetan?—Ocho.—Siete
Han de ser.—No quite nada
De siete y media.—¿Ruan?
—Cuatro.—No—Si un dedo falta,
No puede salir.—¿De seda?
—Dos onzas, treinta de lana.
—¿Bocací á los bebederos?
—Media vara.—¿Angeo?—Otra tanta.
—¿Botones?—Treinta docenas.
—¿Treinta?—¿Habrá más de contarlas?
Cintas, faltriqueras, hilo:
Vamos con todo esto á casa.
Junte vuesarced los piés,
Ponga derecha la cara,
Tienda el brazo.—¿Seor maestro,
Son matachines?—¡Qué gracia
Hará el calzon!—Oye usted,
La ropilla ancha de espaldas,
Derribadica de hombros,
Y redondita de falda.
—Frisa para las faldillas
Haber sacado nos falta.
Póngala usted.—Que me place.
—¡Ah! sí; esto se me olvidaba:
Entretelas.—Deste viejo
Ferreruelo me las haga.
—Voy á cortarlo al momento.
—¿Cuándo vendrá esto?—Mañana
A las nueve.—La una es:
¡Oh cuánto este sastre tarda!
—Seor maestro, todo el dia
Me ha tenido usted en casa.
—No he podido más, que he estado
Acabando unas enaguas,
Que, como mil paños llevan,
No fué posible acabarlas.
—¡Ah! caballero, muy seca
Está esta obra.—Remojarla.
—Angosto vino el calzon.
—De paño es, no importa nada,
Que luego dará de sí.
—Esta ropilla está ancha.
—No importa nada, es de paño,
Que ella embeberá (así basta,
Que los paños dan y embeben
Como el sastre se lo manda.)
—El ferreruelo está corto.
—Más de media liga tapa,
Y ahora no se usan largos.
—¿Qué se debe?—Poco ó nada:
Veinte del calzon, y veinte
De la ropilla y sus mangas,
Diez del ferreruelo, treinta
De los ojales... y tantas
Impertinencias, que en fin,
Que me venga ó que me vaya,
Quien me da un vestido hecho,
Me da la mejor alhaja.
A componer voy las tuyas;
Aquí gloria y despues gracia.

(Vase.)

Lisardo:
¡Qué locuras! ¡Quién tuviera
Tu alegría, y no llegara
Hoy á sentir los extremos
De tantas penas, de tantas
Confusiones y sospechas!
¡Válgate Dios por tapada,
Toda misterios y toda
Prevenciones, sin que haya
Nunca visto la verdad!

(Vuelve Calabazas.)

Calab:
Ya la dije á una criada
Que me sacase la ropa;
Porque hoy nos vamos á Irlanda.

Lisardo:
En efecto, me destierran,
Antes de tiempo de Ocaña,
Tramoyas de una mujer.

Escena XIII

MARCELA, con manto, SILVIA, sin él, y quedan á la puerta. — Dichos.

Silvia:
Mira á qué te atreves.

Marcela:
Nada
Me digas, porque no estoy
Para escucharte palabra.
¿Que hoy se va, no dices?

Silvia:
Sí.

Marcela:
¿Pues, Silvia, de qué le espantas
Que haga locuras mi amor?
Sin duda le dijo Laura
Quién soy, y de mí va huyendo.

Silvia:
¿Pues si esto temes, qué tratas?

Marcela:
Hablarle ya claramente;
Que puesto que á esta hora falta
Mi hermano, ya no vendrá,
Hasta que le lleven capa
Y valona, ó sea de noche.
Tú, Silvia, á esa puerta aguarda.

(Vase Silvia.)

Lisardo:
Mira si ha venido Félix.

Calab:
Félix no, pero la dama
Tapada sí que ha venido.

Lisardo:
¿Qué dices?

Calab.

Ecce quam amas.

Marcela:
Señor Lisardo, no sé
Que sea accion cortesana
El iros sin despediros
Hoy de una mujer que os ama.

Lisardo:
¿Tan presto tuvisteis nueva
De mi partida?

Marcela:
Las malas
Vuelan mucho.

Calab:
(Ap.) ¡Vive Dios,
Que con los demonios habla!
¿Si es Catalina de Acosta,
Que anda buscando su estatua?

Marcela:
En fin, ¿os vais?

Lisardo:
Sí, y huyendo
De vos, que vos sois la causa.

Marcela:
De eso infiero que sabeis
Ya quién soy (¡estoy turbada!);
Y si el haberlo sabido
Anticipa la jornada,
Id con Dios; pero advirtiendo
Que fué en mí y en vos la causa
Imposible de decirla,
Y imposible de callarla.

Lisardo:
No os entiendo, pues no sé
De vos (esta es verdad clara)
Más de lo que sé de vos:
Y ántes la desconfianza
Que haceis de mí, es quien me mueve
A irme.

(Mira Calabazas adentro.)

Calab:
Ce: por la sala
Entra Don Félix.

Marcela:
¡Ay triste!

Lisardo:
¿Qué os turba? ¿Qué os embaraza?
Conmigo estais.

Marcela:
Es verdad;
Mas puesto que mis desgracias
Unas con otras tropiezan,
Y tan en mi alcance andan,
Sabed, que yo soy... No puedo,
No puedo hablar más palabra,
Que entra ya. Mi vida está
En vuestras manos, guardadla;
Que yo aquí me escondo.

(Escóndese.)

Lisardo:
¡Cielos,
Sacadme de dudas tantas!
Ella es su dama sin duda.
Pues que tanto dél se guarda.

Escena XIV

DON FÉLIX. — LISARDO; MARCELA, escondida.

D. Félix:
Lisardo.

Lisardo:
¿Qué hay, qué traeis,
Don Félix?

D. Félix:
Traigo un pesar,
Y véngole á consolar
Con vos, que me aconsejeis.

Lisardo:
Cuando por haber faltado
De casa... Véte de aquí.

(A Calabazas. Vase.)

Toda la noche, creí
Que habíades celebrado
Las paces con vuestra dama,
¿Al amanecer venís
Con el pesar que decís?

D. Félix:
Sí, que un mal á otro mal llama.
¡Ay Lisardo! bien dijisteis,
Cuando hablasteis de los celos,
Que sus mortales desvelos,
Y que sus efectos tristes,
Eran tan otros tenidos
Que dados, cuanto se ofrece
Entre quien hace y padece;
Pues padecen mis sentidos
El daño que ántes hicieron.
¡Oh quién un siglo los diera,
Y un punto no los tuviera!

Lisardo:
Pues ¿cómo ó de qué nacieron?
(Ap. ¡Vive Dios! que él ha seguido
Esta dama, y que sus celos
Son de mí y della.)

Marcela:
(Ap.) Los cielos
Den mis penas á partido.

D. Félix:
Muy rendido ayer llegué,
Donde (¡ay de mí!) satisfice
Con los extremos que hice,
Las lágrimas que lloré,
Las mal fundadas sospechas
Que de mí (¡ay cielos!) tenía
La hermosa enemiga mia;
Y cuando ya satisfechas
Estaban, y yo esperaba
De los sembrados rigores
Coger el fruto en favores,
De la calle en que aguardaba
Entré á verla muy contento;
Y porque fué fuerza así
Un aposento entreabrí
(Mal haya mi sufrimiento),
Y en él (¡qué torpes desvelos!)
El bulto de un hombre ví.

Lisardo:
(Ap.) ¡Esto es lo que anoche á mí
Me pasó, viven los cielos!

D. Félix:
¡Oh mal haya yo, porque,
Aunque su padre viniera,
Y aunque su honor se perdiera,
A darle muerte no entré!
Quedarme pude escondido,
Con ánimo de volver
A buscar el hombre, y ver
Quién era.

Lisardo:
¿Habeislo sabido?

D. Félix:
No, porque ya una criada
Le habia sacado de allí.
Tras él al punto salí;
Pero no pude hallar nada.
Así hasta el mediodía
Toda la mañana he estado
(¡Mirad qué necio cuidado!)
Pensando que volveria.
Ved si habrá en el mundo quien
Tenga el dolor que yo tengo,
Pues hoy aquí á tener vengo
Celos, sin saber de quién.

Lisardo:
(Ap.) En este punto creí
Todo cuanto imaginé;
La dama esta dama fué,
Y yo el encerrado fuí.
Las señas son; mas supuesto
Que él no sabe que fuí yo,
Ni que ella aquí se ocultó,
Ponga fin á todo esto
Mi ausencia, puesto que así
Todo el silencio lo sella;
Pues no sabrá agravios della.
Ni tendrá quejas de mí.

D. Félix:
¿Agora suspenso estais?
¿Cómo no me respondeis?

Lisardo:
Como admirado me habeis,
Aun más de lo que pensais.

D. Félix:
¿Qué puedo hacer?

Lisardo:
Olvidar.

D. Félix:
¡Ay, Lisardo, quién pudiera!

Calab:
(A la puerta.) Señor, una dama ahí fuera
Dice que te quiere hablar.

D. Félix:
Ella es, que habrá venido
A verme. Yo no he de vella.

Lisardo:
Mirad primero si es ella.

Escena XV

LAURA, tapada. — Dichos.

D. Félix:
¿No he de haberla conocido?
Ella es, que en conclusion,
Querrá agora que yo crea
Que todo mentira sea.

Lisardo:
(Ap.) Ya es otra mi confusion:
Si esta es la que Félix ama,
Y dentro en su casa vió
Un hombre, y éste fuí yo,
¿Quién es, quién, estotra dama?

Laura:
Lisardo, por caballero
Os ruego que os ausenteis,
Y con Félix me dejeis,
Porque hablar con Félix quiero.

D. Félix:
¿Quién te ha dicho que querrá
El Félix hablarte á tí?

Laura:
Dejadnos solos.

Lisardo:
Por mí
Obedecida estais ya.
(Ap. Fuerza es dejar encerrada
La otra dama hasta despues,
Y estar á la vista. Nada
Tengo ya que temer, pues
No es su dama mi tapada.)

(Vanse Calabazas y Lisardo.)

Escena XVI

LAURA y DON FÉLIX; MARCELA, escondida.

Laura:
Ya que estamos los dos solos,
Don Félix, y que podré
Decir á lo que he venido,
Escúchame.

D. Félix:
¿Para qué?
Ya sé que quieres decirme
Que ilusion, que engaño fué
Cuanto allí ví y cuanto oí;
Y si esto en fin ha de ser,
Ni tú tienes qué decir,
Ni yo tengo qué saber.

Laura:
¿Y si nada de eso fuese,
Sino todo eso al revés?

D. Félix:
¿Cómo?

Laura:
Escucha, oiráslo.

D. Félix:
¿Iráste
Si te escucho?

Laura:
Sí.

D. Félix:
Dí pues.

(Asoma Marcela.)

Laura:
Negarte que estaba un hombre
En mi aposento...

D. Félix:
Deten.
¿Y es estilo de obligar,
Modo de satisfacer,
Decirme, cuando esperaba
Un rendimiento cortés,
Una disculpa amorosa,
Confesar la ofensa? ¿Ves
Cómo otra vez la repites,
Porque la sienta otra vez?

Laura:
Si no me oyes hasta el fin...

Marcela:
(Ap.) ¡Quién vió lance más cruel!

D. Félix:
¿Qué he de escuchar?

Laura:
Mucho.

D. Félix:
¿Iráste
Si te escucho?

Laura:
Sí.

D. Félix:
Dí pues.

Laura:
Negarte que estaba un hombre
En mi aposento, y tambien
Que Celia le abrió la puerta,
No fuera justo; porque
Negarle á un hombre en su cara
Lo mismo que escucha y ve,
Es darle á un desesperado,
Para consuelo un cordel;
Mas pensar tú que fué agravio
De tu amor y de mi fe,
Es pensar que cupo mancha
En el puro rosicler
Del sol, porque con mi honor
Aun es sombra todo él.

D. Félix:
¿Pues quién aquél hombre era?

Laura:
No puedo decirte quién.

Marcela:
(Ap.) ¡Quién vió confusion igual!

D. Félix:
¿Por qué?

Laura:
Porque no lo sé.

D. Félix:
¿Qué hacía escondido allí?

Laura:
No lo sé tampoco.

D. Félix:
¿Pues
Dónde la satisfaccion
Está?

Laura:
En no saberlo.

D. Félix:
¡Bien!
No saberlo es la disculpa,
La culpa el saberlo es:
¿Pues cómo quieres que venza
Lo que sé á lo que no sé?
Laura, Laura, no hay disculpa.

Laura:
Félix, Félix, déjame;
Que, aunque lo puedo decir,
Tú no lo puedes saber.

D. Félix:
Otra vez me has dicho ya
(Baldon ó despecho fué)
Eso mismo, y ¡vive Dios!
De no escucharlo otra vez;
Porque aquí me has de decir
La verdad desto...

Marcela:
(Ap.) ¿Qué haré?
¡Que, por disculparse á sí,
Me ha de echar á mí á perder!

D. Félix:
Que nada me está peor
Que el pensarlo.

Laura:
Sí diré.

Marcela:
(Ap.) (No dirás; porque primero,
Tus voces estorbaré
Con esta resolucion.
Amor ventura me dé,
Como me da atrevimiento.)

(Pasa por delante tapada, como jurándosela á Don Félix; él quiere seguirla, y Laura le detiene.)

Sólo esto he querido ver.

D. Félix:
¿Qué mujer es esta?

Laura:
Hazte
De nuevas.

D. Félix:
Déjame que
La siga y la reconozca.

Laura:
¡Eso querias tú, porque
Pudieras desenojarla,
Diciéndola á ella despues
Que me dejaste por ir
Tras ella! Pues no ha de ser.

D. Félix:
Laura mia, mi señora,
El cielo me falte, amén,
Si sé qué mujer es ésta.

Laura:
Yo sí; yo te lo diré:
Nise era, que al pasar
Yo la conocí muy bien.

D. Félix:
Ni era Nise, ni sé yo
Cómo estaba aquí.

Laura:
Muy bien;
¡La disculpa es no saberlo,
La culpa el saberlo es!
¿Pues cómo quieres que venza
Lo que sé á lo que no sé?
Adios, Félix.

D. Félix:
Si no basta
El desengaño que ves,
¿Cómo quieres que yo crea
Lo que tú, Laura, no crês?

Laura:
Porque yo digo verdad,
Y soy quién soy.

D. Félix:
Yo tambien,
Y ví en tu aposento un hombre.

Laura:
Yo en el tuyo una mujer.

D. Félix:
No sé quien fué.

Laura:
Yo tampoco.

D. Félix:
Sí supiste, Laura; pues
Ya me lo ibas á decir.

Laura:
Ya, sin decirlo me iré,
Por no dar satisfacciones
A un hombre tan descortés.

D. Félix:
Mira, Laura...

Laura:
Suelta, Félix.

D. Félix:
Véte, que es cosa cruel,
Haber de rogar quejoso.

Laura:
Quédate; que es rabia haber
De llevar traiciones, cuando
Finezas vine á traer.

D. Félix:
Yo bien disculpado estoy.

Laura:
Si á eso vamos, yo tambien.

D. Félix:
Pues ví en tu aposento un hombre.

Laura:
Yo en el tuyo una mujer.

D. Félix:
Si esto, cielos, es amar...

Laura:
Si esto, fortuna, es querer...

Los dos:
¡Fuego de Dios en el querer bien!
Amén. Amén.

Jornada tercera

Escena I

Cuarto de Marcela.

MARCELA, SILVIA.

Silvia:
Grande atrevimiento fué.

Marcela:
Como perdida me ví,
Cuando ya á Laura escuché,
Que iba á descubrir allí
Cuanto en su casa pasé,
Estorbar la relacion
Quise con tan loca accion;
Que, ya preciso un pesar,
Algo se ha de aventurar.

Silvia:
Así es verdad.

Marcela:
La razon
Que me animó más, fué ver
A Lisardo, que esperaba
Más afuera, al parecer,
En qué el suceso paraba
De su encerrada mujer;
Y como yo lo sabía,
No temí la empresa mia:
Pues, á no suceder bien,
Ya en Lisardo al ménos quien
Me defendiese tenía:
Y en fin, ello sucedió
Mejor que esperaba yo;
Pues yo á mi cuarto pasé,
Y en los celos que dejé
El lance se barajó
De suerte, que ni Lisardo
Se empeñó por mí gallardo,
Ni Laura el caso contó,
Ni Félix me conoció.
Ni yo mayor susto aguardo.

Silvia:
Digo que fué extraño cuento,
Y si escarmiento ha dejado.
Será de más fundamento.

Marcela:
¿Pues cuándo dejó escarmiento,
Silvia, un peligro pasado?
Antes el haber salido
Deste tan bien me ha movido
A pensar cómo pudiera
Ser que Lisardo volviera
A verme.

Silvia:
Oye, que hacen ruido.

Escena II

DON FÉLIX, por la puerta escondida. — Dichas.

D. Félix:
Marcela.

Marcela:
¿Qué novedad
Es entrar tú en mi aposento?

D. Félix:
Es venir mi voluntad
Por luz á tu entendimiento,
Por consuelo á tu piedad.
Anoche, cuando saliste
De ver á Laura, yo entré
En su casa (¡Ay de mí triste!)
Y ví en su casa, y hallé...

Marcela:
Dí, ¿qué hallaste? dí, ¿qué viste?

D. Félix:
Un hombre.

Marcela:
¿Tal pudo ser?

D. Félix:
Vínome á satisfacer;
Una mujer, que salió
De mi alcoba, lo estorbó...

Marcela:
¡Miren la mala mujer!

D. Félix:
Que con Lisardo debia
De estar. Él, cuerdo y discreto,
Presumiendo que ofendia
De mi casa así el respeto,
Dice que tal no sabía.
En fin, sea lo que fuere
(Que no hay nadie que lo diga),
Celosa Laura, no quiere
Que desengaños consiga,
Ni que disculpas espere.
Yo, por no dar á torcer
Tampoco mi sentimiento,
No la quiero hablar ni ver;
Pero quisiera saber
Hasta el menor pensamiento
Suyo. Para esto ha pensado
Una industria mi cuidado.

Marcela:
¿Y es, si me la has de decir?

D. Félix:
Que tú, hermana, has de fingir
Que un gran disgusto, un enfado
Conmigo has tenido, y que
En tanto que esto se pasa,
Te quieres ir á su casa:
Y así una espía tendré
Para el fuego que me abrasa;
Pues tú á la mira estarás,
Y á pocos lances verás,
Quién este embozado es,
Y con secreto despues
De todo me avisarás.

Marcela:
Aunque hay bien que replicar,
Hoy me iré á su casa.

D. Félix:
No
Puede hoy ser; que por mostrar
Cuán poco mi mal sintió,
O por darme este pesar,
Hoy de su casa ha salido,
Y al mar de Antígola ha ido.

Marcela:
Pues digo que iré mañana.

D. Félix:
La vida me das, hermana;
Tuya desde hoy habrá sido.

(Vase.)

Marcela:
¿Hay cosa, como llegar
Rogándome lo que yo
Puedo, Silvia, desear?
Pero mira quién se entró
En el cuarto sin llamar.

Silvia:
Laura y Celia son, señora.

Escena III

LAURA, CELIA. — MARCELA, SILVIA.

Marcela:
Laura mia, ¡á aquesta hora!

Laura:
No te espantes desto, amiga;
Que á tanto una pena obliga.

Marcela:
¿Quién lo duda? ¿Quién lo ignora?

Laura:
De la suerte que de mí
Te fuiste ayer á valer,
Vengo á valerme de tí.

Celia:
Aprended, damas, de aquí,
Lo que va desde hoy á ayer.

Laura:
Aquel hombre que dejaste
Cerrado, Marcela mia,
En mi casa, vió Don Félix.

Marcela:
¡Jesus!

Laura:
No importa que diga
El cómo ó el cuándo, puesto
Que bastaba ser desdicha,
Para que ella se estuviese
Desde luego sucedida.
Quísele satisfacer,
Y vine á tu casa, amiga,
Sin mirar á los respetos
A que el ser quien soy me obliga.
Entré en su aposento, y cuando
A representarle iba
Disculpas, que no tocasen
En tu opinion ni en la mia,
Una mujer, que detras
De su aposento tenía,
Y que era sin duda Nise...

Marcela:
¿Quién duda que ella sería?

Laura:
Salió á dar celos por celos.

Marcela:
¡Hay tan gran bellaquería!
¿Y qué hizo Félix á eso?

Laura:
Él, aunque quiso seguirla,
Yo no lo dejé. En efecto,
Las dos quejas repetidas,
Ni las suyas quise oir,
Ni él saber quiso las mias.
Por mostrar que estaba (¡ay cielos!)
Gustosa y entretenida,
(¡Oh cuán á costa del alma,
Marcela, un triste se anima!)
Al mar de Antígola hoy
Salí con unas amigas,
Donde, aunque debió alegrarme
Su hermosa apacible vista,
No pudo, que para mí
Ya se murió la alegría;
Tanto, que ni el ver la Reina,
Que infinitos siglos viva,
Para que flores de Francia
Nos den el fruto en Castilla
Cómo en su verde carroza,
Que caballos del sol tiran,
Varado bajel de tierra
Llegó á abordar á la orilla:
Ni el ver tan ufano entónces
Ese breve mar, que imita
Del Océano las ondas
Encrespadas y movidas
De los céfiros süaves,
Cuando al mirar quien las pisa
Como plata las entorcha,
Y como vidrio las riza:
Ni el ver que ya el bergantin,
Coche del mar, pues le guian,
Como caballos, los remos,
A quien el freno registra
De un timon, abrió el estribo
De su hermosa barandilla,
Para que su popa ocupe,
Para que su esfera admita
Un sol, á quien hizo guarda
No ménos que el alba misma:
Ni el ver las hermosas damas,
Que como flores seguian
La rosa, bien así como
Tejido coro de ninfas,
En las selvas de Diana
Profanas fábulas pintan:
Ni el ver, en fin, que tan bello
Ya el bajel bogando iba
El piélago de cristal,
Que al acercarse á la isla
Del cenador, que con tantas
Flores el estanque habita,
No pudo determinar
Desde aparte, no, la vista,
Cuál el bergantin, ó cuál
Era el cenador; pues via
Flores en cualquiera tantas,
Que unas á otras competidas,
Naval batalla de flores
Se dieron muertas y vivas,
Me pudo aliviar; pues toda
Esta pompa hermosa y rica,
En los cristales bullicio,
En las flores alegría,
En los vientos suavidad,
En las hojas armonía,
En las damas hermosura
Y en todos los campos risa,
Llanto fué, llanto en mis ojos
Celosa de Félix. Mira,
Si á quien esto no divierte,
Bastantemente peligra.
Yo no he de hablarle; porque
Es triste cosa, es indigna
Accion darle yo á torcer
Mis celos; y así querria
De una industria aquí valerme,
Si es que mi amistad codicias;
Y es, que para que yo vea
Si Nise en su cuarto habita,
Le he de acechar esta noche
Por aquella puerta, amiga,
Que dijiste, y que á su cuarto
Cae y él tiene escondida.
¿Cómo faltar de mi casa
Podré? es fuerza que aquí digas;
Y responderéte yo
Que hoy mi padre fué á una villa,
Adonde su hacienda tiene,
Y no vendrá en cuatro dias.
Así que estas noches puedo
Ser tu huéspeda, si obliga
Mi amistad á esta fineza,
Pues es fineza de amiga
Tan principal, tan discreta,
Tan noble y tan entendida.

Marcela:
¿Cómo te podré negar,
Laura, lo que solicitas,
Si con mi razon me arguyes,
Si con mi dolor me obligas?
Sólo hay un inconveniente;
Mas si tú lo facilitas,
Ven desde luego á mi casa;
Mal dije, á la tuya misma.

Laura:
¿Cuál es el inconveniente?

Marcela:
Tanto mi hermano te imita
En el dolor y en la causa
(No importa que te lo diga;
Primero somos nosotras),
Que hoy me ha pedido que finja
Con él un enojo, y vaya
A ser por algunos dias
Tu huéspeda; porque yo
Allá de adalid le sirva.
Pues si no voy á tu casa
Yo, porque estás tú en la mia,
Dirá...

Laura:
Escucha; ántes mejor
Es que desde luégo finjas
Tú el enojo, y que te vayas;
Pues con aquesto le obligas
A que él esté más seguro
De que yo en su casa asista.

Marcela:
Dices bien, que con mi ausencia
Se sanea esta malicia.

Laura:
¿Cómo se ha de hacer?

Marcela:
Así:
Dame el manto, y dirás Silvia,
Que fuí en casa de Laura;
Que para hacer más creida
La causa, quise ir de noche.

(Pónese el manto.)

Y despues (aparte mira)
Busca á Lisardo, y dirásle
Como mi afecto le avisa
Que á verme vaya esta noche;
Y quédate donde sirvas
A Laura. Tú, Celia, ven
Conmigo; pues nos obliga
Esto á trocar con las causas
Las criadas.

Laura:
¿Tan aprisa?

Marcela:
Estas cosas más se aciertan,
Miéntras ménos se imaginan.

Laura:
Marcela, á mi casa vas;
Por ella y por mi honor mira.

Marcela:
Por ella mira y mi honor,
Pues te quedas tú en la mia.
¿En qué ha de parar aqueste
Trueco?

Celia:
¿Quieres que lo diga?
En algun lance que á todas,
O nos case, ó nos aflija.

(Vanse por una parte Celia y Marcela, y por otra Silvia y Laura.)

Escena IV

Cuarto de Lisardo.

LISARDO, CALABAZAS.

Lisardo:
¿Qué papel es ese?

Calab:
Es
El que ha de ser, es y ha sido
Del tiempo que te he servido,
Cuenta estrecha.

Lisardo:
Díme pues,
¿A qué propósito agora...?

Calab:
A propósito de que hoy
De tu servicio me voy.

Lisardo:
¿Por qué causa?

Calab:
¿Quién lo ignora?
Porque andas aquestos dias
Muy discreto.

Lisardo:
¿Qué has querido
Decir?

Calab:
Que andas divertido.

Lisardo:
Tales son las penas mias.

Calab:
Y no ha de ser tan discreto
El amo, que ha de pensar
Que no le puede guardar
Calabazas el secreto.
Tú te andas sólo contigo,
Contigo solo te estás,
Contigo vienes y vas,
Y en fin, contigo y sin migo
En cualquier parte te ven;
Que parecemos, señor,
El dinero y el amor:
Mirad ¡con quién, y sin quién!
Si alguna tapada viene
A verte, salte allá fuera;
Si vas á verla, aquí espera,
Porque ir allá no conviene.
¿Pues esto ha de ser así?
¡Pesar de quien me parió!
¿Para qué te sirvo yo?
Y así quiero desde aquí
Buscar amo más humano;
Porque para mí, en rigor,
Ninguno será peor,
Aunque sea un luterano,
Aunque sea un presumido
De docto, siendo menguado,
Con ingenio un desdichado,
Sin él un entremetido,
Un poeta que hace trazas
De comedias, y seamos
Los criados y los amos
Todo en casa Calabazas,
Aunque sea un lindo compuesto,
Que hable melifluo y despacio,
Y aunque galantee en palacio,
Que es peor que todo esto.

Lisardo:
Las cosas que me han pasado
Tan públicas han venido,
Calabazas, que no ha sido
Forzoso haberlas contado
Para que las sepas: pues
Hablar á aquella tapada
En el campo, tan guardada
Verla en su casa despues,
Adonde me sucedió
Aquel lance parecido
Al de Félix, que escondido
En su casa me pasó;
Venir á verme á la mia.
Adonde desengañado
De que es otra me ha dejado.
La que Don Félix queria;
Salir de allí tan veloz;
Irse, en fin, como se fué:
Ello se dice y se ve,
Sin que aquí tenga mi voz
Que contar; pues aunque quiera
No te puedo decir más
De lo que tú viendo estás.

Calab:
Ella es gentil embustera.

Lisardo:
En cuanto á que estoy pensando
Qué es lo que me ha sucedido,
Es verdad, y estoy corrido
De estar creyendo y dudando,
Qué mujer es esta; pues
Cuando yo ser presumia
Dama de Félix, vivia
Sin discurrir: mas despues
Que estando conmigo ella,
De Félix la dama entró,
Y que me desengañó
De que era otra dama aquella,
Mayor deseo me ha dado
De saber quién es; pues puedo
Perder á su honor el miedo,
Que por Félix le he guardado.

Calab:
Yo bien pudiera decir
Quién es.

Lisardo:
¿Tú?

Calab:
Yo.

Lisardo:
Dílo pues.

Calab:
¡Vive Dios, que sé quién es!

Lisardo:
Pues no me hagas discurrir.

Calab:
¿Ella no es enredadora?
Quien es sé. ¿No es embustera?
Quien es sé. ¿No es bachillera?
Quien es sé. ¿No es habladora?
La misma razon lo enseña
Quien es, sí, jurado á Dios.

Lisardo:
Dílo.

Calab:
Aquí para los dos...

Lisardo:
Prosigue.

Calab:
Es alguna dueña.

Lisardo:
¡Qué disparate!

Escena V

SILVIA. — Dichos; poco despues DON FÉLIX.

Silvia:
Lisardo,
Que aquí me escucheis os pido.

Calab:
¡Mujer! ¿de dónde has caido?

Lisardo:
Ya lo que quieres aguardo.

Silvia:
Una dama, de quien vos
La casa, señor, sabeis,
Que á su ventana llameis
Esta noche os pide. Adios.

(Vase.)

Calab:
Tapada de las tapadas,
Oye.

Lisardo:
Tente; ¿dónde vas?

Calab:
Deja, que no quiero más
De darla dos bofetadas,
Que las lleve á su señora...

Lisardo:
¿Hay quién tus locuras crea?

Calab:
Porque otra vez no me sea
Dueña engerta.

Lisardo:
Escucha agora:
Pues que ya la noche fria,
En mal distinto arrebol,
Da priesa diciendo al sol
Que se vaya con el dia,
Y á mí esperándome están,
Dame un broquel, y tú aquí
Me espera.

Calab:
¿Yo esperar?

Lisardo:
Sí.

Calab:
Espere un judío de Oran;
Que á casa donde encerrado
Estuviste, y áun corrido,
Y hay padre de conocido
Y galan de imaginado,
No has de ir solo.

Lisardo:
Sí he de ir.

(Sale Don Félix.)

D. Félix:
¿Dónde, Lisardo?

Lisardo:
No sé
Cómo callaros podré,
Ni cómo os podré decir
Lo que en Ocaña me pasa.
¿Teneis que hacer ahora?

D. Félix:
¿Yo?
Ni en toda esta noche.

Lisardo:
¿No?

D. Félix:
No, que el fuego que me abrasa,
Por acrecentar su ardor,
Treguas por ahora ha dado.

Lisardo:
Pues yo quiero mi cuidado
Fiaros ya sin temor;
Que si hasta aquí he suspendido
La relacion que empecé,
Respeto que os tuve fué;
Pero habiendo ya sabido
Que nada os puede tocar
Y sois quien sois en efeto,
De mi amor todo el secreto
Hoy os tengo de fiar.
Venid conmigo, y sabreis,
Porque el tiempo no perdamos,
Extraños sucesos.

D. Félix:
Vamos;
Que mucha merced me hareis
En divertir el dolor,
De que mi pecho está lleno;
Porque de amor el veneno
Cure triaca de amor.

Calab:
Yo ¿qué he de hacer?

Lisardo:
Esperar
Aquí en casa á que vengamos.

(Vanse Don Félix y Lisardo.)

Escena VI

CALABAZAS:
¡Buenos, paciencia, quedamos,
Sin ver ni oir, á callar!
Cuando no tiene el servir
Otro gusto, otro placer,
Que escuchar para saber,
Y saber para decir,
Aun deste gusto me priva
El recatarse de mí.
Pues no ha de pasar así;
Así Calabazas viva,
Que por aquel mismo caso
Que aquí de mí se guardó
Tengo de seguirle yo.
Tras ellos, paso entre paso,
Tengo de irme rebozado;
Porque si yo, cual sospecho,
No le murmuro y acecho,
¿Para qué soy su criado?

(Vase.)

Escena VII

Camino de Ocaña.

FABIO, LELIO.

Lelio:
Aliéntate, que ya estás
Cerca de Ocaña, señor.

Fabio:
Es tan notable el dolor,
Lelio, que no puedo más;
Que aunque yo, por descansar,
De la yegua me apeé,
Y quise venir á pié
Este rato, por dejar
Con ejercicio vencido
El dolor de la caida,
Te confieso que en mi vida
No me he visto tan rendido.

Lelio:
Ello fué dicha, señor;
Pues apénas una legua
Andada, cayó la yegua,
Porque pudieras mejor
Volverte á tu casa, donde
Con más cuidado podrás
Curarte.

Fabio:
A esta pierna más
Todo el dolor corresponde,
Que fué la que me cogió
Debajo.

Lelio:
Súbete, pues
Irás ántes.

Fabio:
Mejor es
Andar otro poco, y no
Dejar, Lelio, resfriar
La caida.

Lelio:
Dices bien;
Mas considero tambien
Que ya ha empezado á cerrar
La noche, y que lo que andado
En tal parte se mejora,
Se llega más á deshora
A tu casa, y quizás, cuando
Ya recogida, no habrá
Modo de curarte.

Fabio:
Bien
Dices: la yegua preven,
Que atada á ese tronco está,
Y vamos, si esto restaura
Mi salud; aunque yo creo
Que ir á casa no deseo,
Por no dar cuidado á Laura,
Que me quiere de manera,
Que temo que hoy ha de ser
Su fin, si me ve volver
Con una pena tan fiera.

Lelio:
Como hija, claro está
Que lo sienta mi señora.

Fabio:
Pondré que aquesta es la hora
Que está recogida ya.

Lelio:
¿Quién lo duda?

Fabio:
¡Oh cuánto siento
Haberla de despertar!
Mas no lo puedo excusar.
Lo que haré será, que atento
A su quietud, llamaré
Por la puerta principal;
Pues con prevencion igual
Podrá ser, pues que se ve
De su cuarto más distante,
No oirme.

Lelio:
Dispon agora
Tu salud, que mi señora
Lo estimará.

Fabio:
No te espante
Verme con tanta fineza;
Que soy en mi senectud,
Amante de su virtud,
Como otros de su belleza.

(Vanse.)

Escena VIII

Calle próxima á la casa de Fabio.

LISARDO, DON FÉLIX; despues CALABAZAS.

D. Félix:
Mucho me he holgado de oiros,
Por ser la novela extraña.

Lisardo:
Esto es por mayor; que dejo
De contar mil circunstancias,
Por no cansaros, Don Félix;
Y pues sabeis que me aguarda,
Idos con Dios, que ya es la hora.

D. Félix:
Decirme á mí que una dama
Vais á ver, y haberme dicho
Que tuvisteis en su casa
Riesgo, y decir que me quede,
Son dos cosas muy contrarias;
Pues no soy de los amigos
Yo, con quien solo se hablan
Las cosas; que precio más
Las obras, que las palabras.
Id á lograr vuestro amor
Norabuena, que hasta el alba
Yo sabré estar en la calle.

Lisardo:
A amistad, Don Félix, tanta,
Mal hiciera en resistirme.

(Sale Calabazas acechando.)

Calab:
(Ap.) Si cual veo lo que andan,
Lo que hablan viera, yo viera
Lo que andan y lo que hablan.
Llegarme quiero.

Lisardo:
¿Qué es esto?

D. Félix:
Un hombre, si no me engaña
La vista, que tras nosotros
Viene.

Lisardo:
Pues sacad la espada.

D. Félix:
¿Quién va?

Calab:
Nadie ya; porque
No diz que va el que se pára.

D. Félix:
¿Quién sois?

Calab:
Un hombre de bien.

Lisardo:
Pues pase, si acaso pasa.

Calab:
No paso, que me hago hombre.

D. Félix:
Pues jugaré yo de espadas.

Lisardo:
Dadle la muerte.

Calab:
¡Detente!
¡Ay, ay! Señor, que me matas;
Que soy Calabazas.

D. Félix:
¿Quién?

Calab:
Calabazas.

Lisardo:
Calabazas,
¿Qué es esto?

Calab:
Es venir á ver
Dónde vais.

(Danle los dos.)

D. Félix:
¡Por Dios...!

Calab:
Ya basta.

Lisardo:
Dejadle; no alboroteis,
Porque está cerca la casa
Que buscamos.

D. Félix:
¿Hácia aquí
Vive, Lisardo, la dama
Que venís á ver?

Lisardo:
Sí, Félix.

D. Félix:
¿Y es bizarra?

Lisardo:
Muy bizarra.

D. Félix:
¿Tiene padre?

Lisardo:
Sí.

D. Félix:
¿Y aquí
Os cerrasteis en la cuadra?

Lisardo:
Sí.

D. Félix:
¿Y estando ella con vos,
Entró la que me buscaba?

Lisardo:
Sí.

D. Félix:
Ved que como la noche
Llena está de sombras pardas,
Más oscura que otras veces,
Pues áun la luna la falta,
Podrá ser que os engañeis.

Lisardo:
No me engaño. A esta ventana
He de llamar, y esta puerta
Han de abrir.

Calab:
(Ap.) Ya sé la casa.

D. Félix:
(Ap.) ¿Esta ventana? ¿Esta puerta?
¡Ay de mí, el cielo me valga,
Que estas las de Laura son,
Para mí dos veces falsas!

Lisardo:
Retiraos, porque yo
La seña, que es esta, haga.

(Hace la seña á la reja.)

D. Félix:
Si mal no me acuerdo (¡ay triste!)
En la relacion pasada
Dijisteis que la mujer,
Que para hablaros aguarda,
Es la que hoy escondida
Dentro de mi cuarto estaba.

Lisardo:
Es verdad.

D. Félix:
Y que la otra
Que vino...

Escena IX

CELIA. — Dichos.

Celia:
(En la ventana.) Ce.

Lisardo:
Ya me llaman.

Celia:
¿Es Lisardo?

Lisardo:
Sí, yo soy.

D. Félix:
(Ap.) Celia es ésta.

Celia:
Pues aguarda,
Abriré la puerta.

Lisardo:
Ya
Conmigo habló la criada,
Y dice que viene á abrirme
La puerta.

D. Félix:
Antes que la abra,
Decid...

(Abre la puerta Celia.)

Lisardo:
No puede ser ántes.

D. Félix:
Si es...

Lisardo:
Adios, porque me aguarda.

D. Félix:
La dama...

Celia:
Entrad presto.

Lisardo:
Luégo
Hablarémos. (Éntrase.)

(Al entrar Lisardo, quiere entrar Don Félix, y Celia cierra la puerta.)

Escena X

DON FÉLIX, CALABAZAS.

D. Félix:
¡Y en la cara
Con la puerta me dió Celia!

Calab:
Con cerradura no agravia
Una puerta, aunque es de palo;
Que el tener hierro la salva.

D. Félix:
(Ap.) ¿Qué es lo que pasa por mí?
¿Quién vió confusiones tantas?
¿En casa de Laura, ¡cielos!
Viene buscando la dama
Que hoy de mi cuarto salió
Cuando entró en mi cuarto Laura?
Luego ella no puede ser.
Mas ¿quién ser puede en su casa?
¡Oh quién no la hubiera dicho
A Marcela que dejara
Para mañana el venir
Aquí; que ella lo apurara!
Pero miéntras más discurro,
Más lugar doy á mi infamia.
Pues no discurramos, celos,
Sino á ver la verdad clara
Caminemos más aprisa;
Pues ella es Laura, ó no es Laura:
Si no es ella, ¿qué se pierde
En desengañar mis ánsias?
¿Y qué se pierde, si es ella,
En perder la vida y alma,
Despues de Laura perdida?
La puerta en el suelo caiga.
Pero ¿cómo á esto me atrevo,
Si á Lisardo la palabra
Le he dado? ¿Pero qué importa
La amistad, la confianza,
El respeto, ni el decoro?
Que donde hay celos se acaba
Todo, porque no hay honor
Ni amistad que tanto valga.

(Da golpes á la puerta, para derribarla, y al mismo tiempo; más léjos, dan tambien golpes dentro.)

Calab:
¿Qué haces, señor?

D. Félix:
Darte muerte...

Calab:
Si es posible, no lo hagas.

D. Félix:
Mas ¿qué golpes son aquellos?

Calab:
¿De qué te admiras y espantas?
Otro será en otra parte
Que le habrá dado otra rabia,
Y da golpes á otra puerta.

Fabio:
(Dentro.) Abre aquí, Celia, abre, Laura.

Celia:
(Dentro.) Mi señor es, ¡ay de mí!

D. Félix:
Fabio es aquel.

(Cuchilladas dentro.)

Fabio:
(Dentro.) ¡Esta infamia
Llego á ver!

Calab:
Por Dios, que allá
Ya han llegado á las espadas.

D. Félix:
¡Mal haya la puerta!

Calab:
Amén.

(Vanse.)

Escena XI

Sala en casa de Fabio. — La escena está á oscuras.

LISARDO, con MARCELA en los brazos; despues FÉLIX y CALABAZAS.

Lisardo:
No temais, señora, nada;
Que, aunque llaman á esta puerta,
Seguro es quien á ella llama.

Marcela:
Con vos, Lisardo, he de ir;
Que como yo á vuestra casa
Llegue, nada hay que temer,
Si es que ella una vez me ampara.

Lisardo:
Venid, y no os receleis
De un hombre que me acompaña.

Marcela:
¿Es Félix?

Lisardo:
Sí.

Marcela:
Pues mirad
Que es Félix...

Lisardo:
¿En qué reparas?
Ya no es tiempo de recatos.—

(Salen Don Félix y Calabazas.)

¿Félix?

D. Félix:
¿Quién va?

Lisardo:
Mis desgracias.

D. Félix:
¿Qué ha sido aquesto?

Lisardo:
Que estando
Hablando con esta dama,
Vino su padre de fuera,
Llamó, y viendo que tardaban
En abrirle, derribó
La puerta y sacó la espada.
Porque se apagó la luz
Tuve lugar de librarla.
Llevadla; que yo me quedo
A guardaros las espaldas,
Para que ninguno os siga;
Que conmigo Calabazas
Quedará.

Calab:
No quedará.

D. Félix:
Mejor es con ella vaya,
Y nos quedemos los dos.

Lisardo:
¿Tan sola hemos de dejarla?
No es razon; pues la primera
Obligacion es la dama
En todo trance; así, Félix,
Vos solo habeis de llevarla,
Y ponerla en salvo.

D. Félix:
Es justo.
¿En fin, has venido, Laura, (A Marcela.)
A mi poder?

Marcela:
(Ap.) ¡Ay de mí!

D. Félix:
(Ap.) Yo estoy muerto.

Marcela:
(Ap.) Estoy turbada.

D. Félix:
Ven conmigo; que aunque no
Mereces finezas tantas,
Soy quien soy, y he de librarte.

Marcela:
¡Hay mujer más desdichada!

D. Félix:
¡Hay hombre más infelice!

(Vanse Don Félix y Marcela.)

Escena XII

FABIO, LELIO, con luz, y criados con las espadas desnudas. — LISARDO, CALABAZAS.

Fabio:
Aunque las fuerzas me faltan,
No las fuerzas del honor
Para tomar mil venganzas.

Lisardo:
Deteneos, que ninguno
De aquí ha de pasar.

Fabio:
Mi espada
Hará paso por el pecho
Vuestro.

(Riñen todos.)

Calab:
¡Infeliz Calabazas!
¿Quién te metió en acechar?

Lisardo:
(Ap.) Pues que ya Félix se alarga,
Antes que aquí me conozcan
Mejor es volver la espalda;
Esto es valor, no temor.

(Vase.)

Fabio:
Espera, cobarde, aguarda.

Calab:
(Ap.) ¿Quién creyera que Lisardo
En la ocasion me dejara?

Lelio:
Aquí se quedó uno dellos.

Fabio:
Pues muera, Lelio. ¿Qué aguardas?

Calab:
Deteneos, ¡por Dios!

Fabio:
¿Quién sois?

Calab:
Si es que el miedo no me engaña,
Un curioso impertinente.

Fabio:
Dejad la espada.

Calab:
La espada
Es poca cosa; el sombrero,
La daga, el broquel, la capa,
La ropilla y los calzones.

Fabio:
¿Sois criado del que agravia
Esta casa?

Calab:
Sí señor;
Porque es un agravia-casas,
Que no se puede sufrir.

Fabio:
¿Quién es, y cómo se llama?

Calab:
Lisardo se llama, y es
Un soldado, camarada
De Félix.

Fabio:
Porque no empiece
Por la menor mi venganza,
No te doy muerte.

Calab:
Haces bien.

Fabio:
Y pues alguna luz hallan
Mis desdichas, á buscar
Iré á Félix. ¡Oh, mal haya
Casa con dos puertas, pues
Tan mal el honor se guarda!

(Vanse.)

Escena XIII

Casa de Don Félix.

DON FÉLIX y MARCELA, á oscuras; despues HERRERA, LAURA y SILVIA.

D. Félix:
(Dentro.) ¡Hola! traed aquí una luz.

Herrer:
(Dentro.) Ya la llevo, si es que hallan
Luz unos ojos dormidos.

(Salen al paño Laura y Silvia.)

Laura:
(A Silvia.) Ya dentro del cuarto andan:
Escuchemos desde aquí.

D. Félix:
Ya por lo ménos, ingrata,
Ya por lo ménos no puedes
Negarme...

Laura:
(Ap.) Con mujer habla.

D. Félix:
En este lance, que eres
Mudable, inconstante, falsa,
Cruel, aleve, engañosa;
Pues á nadie desengañan
Más cara á cara sus celos.

Marcela:
(Ap.) Aquí mi vida se acaba.

D. Félix:
¿Para esto viniste hoy
A mi casa?

Laura:
(Ap.) La que estaba
Tapada hoy es, pues la dice
Que hoy ha venido á su casa.

D. Félix:
En mi poder estás, mira
Si habrá disculpa. ¡Mal haya
Cuanto tiempo te he querido,
Cuantas penas, cuantas ánsias
Padecí, y cuantas finezas
Hizo mi amor por tu causa!

Laura:
¿No escuchas cómo confiesa
Que la ha querido? ¿Qué aguarda
Mi paciencia?

Silvia:
¿Dónde vas?

Laura:
No sé. (¡Ay Silvia, estoy turbada!)
A escucharle de más cerca.

D. Félix:
¡Oh cuánto con la luz tardas!

Herrer:
(Dentro.) Ya va la luz.

Marcela:
(Ap.) ¿Qué he de hacer,
Si la trae?

D. Félix:
¿No dices nada?
Pero si estás convencida,
¿Qué has de decir?

(Suéltala de la mano, vase retirando Marcela; y Laura viene á ponerse en medio de las dos; él la coge la mano, entendiendo que es Marcela.)

Marcela:
(Ap.) ¡Oh si hallara
Por donde irme; que á lo ménos
La vida así asegurara!

D. Félix:
Detente, no huyas, no huyas;
Que no quiero más venganza
De tí, que sepas que sé
Esto.

Laura:
(Ap.) Por otra me habla,
Y he de callar mis agravios
Hasta que las luces traigan,
Y vea que yo soy con quien
Está.

Marcela:
(Ap.) Confusa y turbada,
La puerta hallé de mi cuarto;
Este sagrado me valga,
Pues fué dicha estar abierta.

Silvia:
¿Eres Laura?

Marcela:
No soy Laura.
¿Eres tú Silvia?

Silvia:
Yo soy.
¿Qué es esto?

Marcela:
Fortunas várias.
Cierra esa puerta, y conmigo
Ven, Silvia, aprisa. ¿Qué aguardas?

(Vanse, cerrando tras sí la puerta.)

Escena XIV

DON FÉLIX, LAURA; HERRERA, que saca luz.

Herrer:
Ya están las luces aquí.

D. Félix:
Déjalas, y afuera aguarda.

(Vase Herrera, y cierra la puerta Don Félix.)

Laura:
(Ap.) ¡Aquí es ello, cuando vuelva
A verme!

D. Félix:
En efecto, Laura,
Yo soy quien solo guardó
A sus celos las espaldas.

Laura:
(Ap.) ¿Qué es esto? ¿Cómo de verme
Ni se turba ni embaraza?

D. Félix:
Sólo yo en el mundo traje
Para otro galan su dama.
Dí agora que yo te ofendo.

Laura:
¡No está la deshecha mala!
¡Bien te alientas á fingir
La razon con que me agravias;
Pues viéndote convencido,
Cuando en tus brazos me hallas,
De haberme hablado por otra
A quien traes á tu casa,
Prosigues las quejas della
Conmigo!

D. Félix:
Sólo eso falta
A mi paciencia ofendida,
Que tú agora creer me hagas
Que hablaba con otra yo.

Laura:
¿Pues de qué, Félix, te espantas,
Si es verdad?

D. Félix:
¿Pues dónde está
La mujer con quien yo hablaba?

Laura:
Si una casa con dos puertas
Mala es de guardar, repara
Que peor de guardar será,
Con dos puertas una sala.
Ya se fué.

D. Félix:
Laura, por Dios,
Que me dejes. Véte, Laura,
Que me harás perder el juicio,
Si quieres que yo no haya
Traídote aquí, porque
Estando (la voz me falta)
Tu padre fuera, Lisardo...
No puedo hablar.

Laura:
Tú te engañas;
Que yo escondida esta noche
En el cuarto de tu hermana
He estado, por sólo ver
Esto que á los dos nos pasa;
Y ella...

D. Félix:
Detente, que ahora
Lo veré.—¡Marcela, hermana!

Escena XV

MARCELA, SILVIA. — DON FÉLIX, LAURA.

Marcela:
¿Qué quieres? (Ap.) (Disimular
Importa, pues informada
Estoy de todo.)

D. Félix:
Dí, ¿ha estado
Contigo esta noche Laura?

Marcela:
¿Laura conmigo, señor.
A qué efecto? Yo mañana
Habia de ir á estar con ella;
Pero ¡ella conmigo!

Laura:
Aguarda.
¿No vine esta tarde yo
A pedirte que en tu casa
Me tuvieras? ¿Y á la mia
Tú...?

Marcela:
No prosigas, que nada
De eso es verdad.

D. Félix:
Laura, ¿ves
Qué mal te salió la traza?
¿Estáse esotra en su cuarto
Recogida y retirada,
Y dices que estás con ella?

Laura:
Pues tú, Marcela, me agravias.

Marcela:
(Ap. á Laura.) Sí, que soy primero yo.

Laura:
Pues tanto me apuras, salgan
Verdades á luz. Marcela
Ha sido...

(Llaman dentro.)

Silvia:
A la puerta llaman.

Lisardo:
(Dentro.) Abrid, Don Félix.

D. Félix:
Agora
Verás que todo se acaba;
Pues tu galan, Laura, viene.

Laura:
Ahí tengo yo mi esperanza.

Marcela:
(Ap.) Aquí se deshace todo.
¡Quién á Lisardo avisara
De mi peligro!

(Retírase á un lado.)

Escena XVI

LISARDO. — Dichos.

Lisardo:
Don Félix,
Porque ninguno llegara
A seguirme, tardé. ¿Dónde
Habeis puesto aquella dama?

D. Félix:
Veisla aquí; pero primero
Que acabe con mi esperanza
El verla en vuestro poder,
Me habeis de sacar el alma.

Lisardo:
Hasta agora no creí
Que caballeros engañan
De vuestras obligaciones
A los que dellos se amparan.
La dama que os entregué,
Os pido.

D. Félix:
¿No es esta dama
La que me entregasteis?

Lisardo:
No.

D. Félix:
¡Sólo aquesto me faltaba
Para acabar de perder
La paciencia!

Marcela:
(Ap.) ¡Ay desdichada!

Lisardo:
Si esta suponeis, Don Félix,
Porque os obliga otra causa,
Hablad más claro conmigo.

Laura:
Yo de confusiones tantas
Os sacaré.—Dí, Lisardo,
¿Es ésta á quien buscas y amas?

Lisardo:
Esta es. Sí, aquí la teneis.
¿Qué os ha obligado á ocultarla?

Laura:
(A Don Félix.) ¡Mira si estaba en su cuarto,
Recogida y retirada!
Primero soy yo, Marcela. (Ap. á ella.)

D. Félix:
Corrido estoy; esta daga
Dé á una vil hermana muerte.

Marcela:
Lisardo, mi vida ampara.

Lisardo:
(Poniéndose delante.)
¿Hermana de Félix sois?

D. Félix:
Y en quien tomaré venganza.

Lisardo:
Sabeis quién soy, y es preciso
Defenderla y ampararla
Por mujer.

D. Félix:
Tambien sabeis
Quién yo soy, y que en mi casa
Ménos que quien sea su esposo,
No ha de atreverse á mirarla.

Lisardo:
Luego con serlo quedamos
Bien los dos.

Escena XVII

FABIO, CALABAZAS, criados. — Dichos.

Fabio:
Esta es la casa,
Entrad.

D. Félix:
¿Qué es esto?

Fabio:
Esto, Félix,
Es honor.

Calab:
(Ap.) ¡Qué linda danza
Se va urdiendo!

Fabio:
¿Dónde está
Un Lisardo, camarada
Vuestro?

Lisardo:
Yo soy; porque nunca
A nadie escondí la cara.

Calab:
(Ap.) Nunca la cara escondió,
Pero volvió las espaldas.

Fabio:
¡Oh traidor!

D. Félix:
Fabio, teneos;

(Pónense los dos á un lado.)

Que la cólera os engaña.
El enojo que traeis,
Si ha sido la ocasion Laura,
Es conmigo, y me ha tocado
Como á mi esposa guardarla.

Fabio:
No tengo qué responderos.
Si Laura con vos se casa.

D. Félix:
Pues para que veais si es cierto,
Aquesta es mi mano, Laura.
Y pues el haber tenido
Dos puertas esta y tu casa,
Causa fué de los engaños
Que á mí y Lisardo nos pasan,
De la Casa con dos puertas,
Aquí la comedia acaba.


Publicado el 19 de enero de 2019 por Edu Robsy.
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