Zarandrajo.— Nos tocó la peor parte; cualquiera de
los otros insectos hubiera sido preferible. La mosca distrae con su
vuelo incesante y el mosquito deleita con su música celeste.
Bellalinda.— Y ninguno de ellos tiene la osadía de dormir sobre el animal que le sustenta.
Zarandrajo.— Ni son traidores; el mosquito hiere
frente a frente y, antes de herir, se acerca, diciendo noblemente:
«Prepárale, voy a ti, quiero de ti»; la pulga en cambio, cuando crees
que ha de herirte en una oreja te clava su lanceta junto al rabo.
Bellalinda.— (Revolcándose furiosa). ¡Ah, infame Noé! ¡Ah, bellaco! Yo sabré vengarme de ti.
Zarandrajo.— ¿Hemos de sufrir durante cuarenta días este suplicio?
Bellalinda.— (Con firmeza). No.
Zarandrajo.— (Admirado). ¿Qué piensas hacer?
Bellalinda.— (Con voz muy baja). Pronto
has de verlo: el perro es de condición noble, pero orgulloso y fatuo, yo
sabré aprovecharme de su orgullo para quedar libre de esta servidumbre
odiosa.
Este texto no ha recibido aún ninguna valoración.