¡Un Millón!

Juguete cómico en tres actos

Pedro Muñoz Seca


Teatro, Comedia



A Don Elías Ahuja y Andría

ACTO PRIMERO

Una botica. Al foro, el reverso de la anaquelería de la farmacia con sus característicos botes; en el centro de la misma, un arco que da paso a la tienda y a la calle, y sobre él, una fotografía ampliada de un simpático y barbudo señor. A la derecha, una mesa camilla, algunos sillones lebrijanos, etc. Y a la izquierda, un mostradorcito laboratorio con anaquelería en la pared del lateral. Una puerta en el lateral derecha y otra en la izquierda. Es de día. La acción, en un pueblo andaluz. Es primavera.

(Al levantarse el telón están jugando al tresillo, sentados a la mesa camilla, EL PADRE PÉREZ, sacerdote de gorro y balandrán; DON WAMBA, maestro de escuela; CABRERA, médico cincuentón algo fachendoso, y FARFÁN, que tiene aspecto de bruto, y lo es. En el mostrador manipula DON RAMONCITO, hombre de edad indefinida y de indumento brilloso y anticuado.)

WAMBA:

¡Juego!

CABRERA:

Más.

PÉREZ:

Sólo a espadas.

FARFÁN:

¡Y van ocho, padre Pérez!

PÉREZ:

Con la ayuda del Señor…

CABRERA:

Con la ayuda del Señor, nos está usté asando.

WAMBA:

Como que hase trampas.

PÉREZ:

¡Señor maestro! (A Cabrera.) ¡Doctor! ¿Oye usté?… ¿Yo trampas?

WAMBA:

¡Trampas! Usté juega encomendándose al Todopoderoso…, y lo del cuento: ¡aquí milagritos, no, que nos jugamos el dinero! ¿Quién va?

CABRERA:

Por la mano. (Juegan.)

FARFÁN:

(Volviéndose de espaldas a la partida.) Don Ramonsito, y usté, ¿cómo no juega alguna ves al tresillo?

RAMONCITO:

¡Ay, eso es cosa de caballeros, amigo Farfán! Pero yo, ¡pobre de mí! ¿Quién soy yo para alternar con ustedes? Un don nadie. Menos: sin don. ¡Un nadie a secas!

FARFÁN:

No se haga usté el chiquito, hombre.

RAMONCITO:

No, si yo no me hago el chiquito… ¡Si lo estoy hecho desde que nací! Y yo, muy contento con mi insignificancia, no vaya usté a creer.

PÉREZ:

Bien, don Ramoncito, bien por esa santa conformidad. ¡El basto!

WAMBA:

(Tirando una carta.) ¡Porras!

PÉREZ:

Conformidad, hijo, conformidad.

WAMBA:

Eso a don Ramoncito, que es tonto.

RAMONCITO:

¿Eh?

WAMBA:

Yo no me conformo con que usté me gane siempre. Y usté perdone, don Ramonsito; usté perdone lo de tonto.

RAMONCITO:

¡Si lo soy!… ¡Si lo soy!… (Con una risita particular.) ¡Jí, jí, jí, jí!… Ya ve usté la edá que tengo y el pelo que he echado. Me pusieron a los quince años a haser pildoras y potingues, y hasiendo pildoritas y potinguitos sigo. ¡Mire usté que a mi edá mansebo!…

FARFÁN:

Sabrá usté de botica más que si fuera boticario.

RAMONCITO:

¡Ay, hijo, eso debía sé, pero no es. El que nase para ochavo!… ¡Jí, jí, jí!… (Leyendo en una receta que está preparando.) Opio, dos miligramos. (Trasteando en la anaquelería.) Opio…, opio… ¡Vaya con el opio!… ¡Pues señor, no hay opio!… (Canturreando y rascándose la cabeza pensativo.) ¿Qué le pongo, qué le pongo…? No le pongo nada… Sí le pongo algo… Le pongo, le pongo… Le pongo dos pesetas y no le pongo nada. Y así no le hase daño…

CABRERA:

¿Qué le pasa, don Ramonsito?

RAMONCITO:

Pues mire usté, doctor, que ha resetado usté opio y no hay opio.

CABRERA:

Más vale así. (Tirando una carta.) El tres de copas.

BENITO:

(Mancebillo de la botica, entrando por el foro.) Don Ramonsito, otra reseta.

RAMONCITO:

¡Vaya! Esta es del médico nuevo. (Afianzándose las gafas.) ¡Le tiemblo! Este buen señor trae unas moditas y gasta una letrita… (Leyendo.) De hum…, ¿hum?… ¡Bueno: ya está! De pimpirinetes…, ¿percomitetes?… ¡Cualquiera sabe! Cinco gramos. Calestatos…, ¿qué será esto? Veinte gramos. Pimpirimpimpin… ¡Bueno! Diez gramos (A Benito.) Trae tres botes.

BENITO:

¿Cuáles?

RAMONCITO:

Los que quieras.

BENITO:

Sí, señó. (Dándole tres botes.) Ahí van.

RAMONCITO:

(Leyendo en los tarros.) Goma…, almidón…, kola… ¡Niño!, ¿pero quién es el pasiente?

BENITO:

Ese que le disen don Tentetieso.

RAMONCITO:

¡Ah!

FARFÁN:

Párese que se mueve la venta, ¿eh?

RAMONCITO:

¡Quiá; no, señor! Esto va muy mal. Desde que murió el bueno de don Mariano, (Quitándose el gorro y saludando reverente al retrato.) que gloria haya, ¡la ruina! ¡Aquí no hay más que trampas! ¡Muchas trampas! ¡Un carro de trampas!

WAMBA:

¡Ya, ya!

RAMONCITO:

Y desde que don Bonifasio, el rico, empesó a prestarnos dinero…

PÉREZ:

¡Malo! ¡Mucho ojo con ese punto!

FARFÁN:

Sí: cuidado con ese tío, que donde pone un séntimo, arrambla con todo.

CABRERA:

¿Pero ustedes no sabían? Sí, hombre, don Bonifasio ya ha metido aquí la garra y ese no se va de vacío. Es la langosta.

FARFÁN:

Dó Malefisio le llamo yo.

WAMBA:

Como que se está quedando con todo el pueblo a fuersa de haser préstamos y… operasiones, como él llama a los chanchullos. Claro, está siempre a la que salta…

FARFÁN:

Yo creo que no hay dos olivos en todo el término sobre los que él no tenga una hipoteca. Y que le falta tiempo para ejecutar letras y pagarés. En cuanto le vense algo, ya está. ¡Tó pa mí!

RAMONCITO:

Pues aquí le debemos ya hasta el aire que respiramos.

PÉREZ:

¡Jesús!

CABRERA:

¡Válgame Dios!

RAMONCITO:

Menos mal que hay Providensia.

BENITO:

¿Providensia? ¿Saben ustedes lo que disen que dijo tras antié en er Casino? ¡Qué tío más verdugo!

RAMONCITO:

¿Qué dijo?

BENITO:

Pos dijo que dentro de una semana, era boticario.

RAMONCITO:

¡Está estudiando! ¡Caramba, hombre!

BENITO:

Estudiando pa ladrón.

RAMONCITO:

¡Bah!

BENITO:

¡Que usté no conose a don Boni, don Ramonsito!

RAMONCITO:

Desde que los dos éramos así. Y eso que ahora andamos traspunteadillos.

WAMBA:

Ya, ya sé que no le puede ver a usté.

RAMONCITO:

¡Ni en pinturitas! ¡Jí, jí, jí!…

FARFÁN:

¿Pues y eso?

RAMONCITO:

Raresas suyas. ¡Mire usté que un hombre tan rico, tan alto, venir a poner sus odios en una persona tan insignificante como yo!… ¡Jí, jí, jí! Y todo viene de una minusia. Fué que un día iba yo casualmente detrás de él por la calle Ancha…, él camino del juzgado, a lo suyo, a lo de siempre, a ejecutar una deuda, o qué sé yo… Hasía aire, ¿saben ustedes?, y de la cartera que llevaba se le cayó un papelito… Lo cogí yo. ¡Nada! Era un pagaré cumplidito contra no sé quién. Veinte mil pesetillas…; no tenía importansia…, y por no molestarle llamándole la atensión y hasiéndole volver, ¡pchs!, ¡lo rompí!… Y claro, pues… ¡Nada! Se enteró… ¡Minusias!

FARFÁN:

¡Josú!… Se queda coa la botica, aiiüque no sea más que para echarle a usté de aquí a patadas.

RAMONCITO:

Sí, sí… ¡Cómo no, morena!

FARFÁN:

¿Qué? ¿Lo va usté a impedir?

RAMONCITO:

¿Yo? ¿Yo qué valgo, ni quién soy, ni qué puedo? Pero… (Con mucho misterio.) Lo que no sabe ese, es ¡lo gordo! (Gran curiosidad de todos.)

PÉREZ:

¿Qué es lo gordo, don Ramonsito?

RAMONCITO:

A ver, a ver…

RAMONCITO:

¿Lo gordo?… Lo gordo es que… ¡Ay, si yo pudiera decirlo!

TODOS:

¡Venga, venga!…

RAMONCITO:

Silensio, que sale doña Nati.

WAMBA:

(Cogiendo las cartas para barajar.) Con lo carioso que yo soy. ¡Me ha reventao! ¿Qué será ello?

CABRERA:

Alguna simplesa de este infeliz.

WAMBA:

Pues hasta que no me estere, estoy sobre ascuas. Las medias paladras, me pueden… ¡Me pueden! (Entran en escena por la izquierda, con dirección al foro, Nati y Presentación, ambas de cincuenta años. Presentación, de sombrerete casero y traje pasado de moda.)

NATI:

Y ya lo sabes. Tú no te preocupes.

PRESENTACIÓN:

Gracias, Nati.

NATI:

Nada de gracias. Los veinte, los cuarenta, los sesenta duros…, cuanto te haga falta, me pones dos letras y a correo seguido…

WAMBA:

(A media voz.) ¡Joroba! ¿Oyen ustedes?

CABRERA:

(Idem.) Vamos, hombre; acabe usté, que está usté al caldo y a las tajadas.

WAMBA:

Es mi condisión. ¡No puedo!

NATI:

(A Presentación, deteniéndose con ella en la puerta del foro.) Y esta noche te vienes a cenar.

PRESENTACIÓN:

No faltaré. ¿Dónde dices que está esa tienda?

NATI:

Aquí al lado: te acompañaré.

PRESENTACIÓN:

Mujer, vas a molestarte…

NATI:

No es molestia, criatura. (Se van por el foro.)

WAMBA:

(Tirando la baraja.) ¡Que no puedo! Oiga usted, don Ramonsito, ¿quién es esa señora?

RAMONCITO:

No sé…

BENITO:

Es la característica de los cómicos que están en el Benavente.

FARFÁN:

Algún sablaso.

PÉREZ:

Por lo que se vé…

CABRERA:

Tú que no puedes…

WAMBA:

¿Pero de qué? ¿Cómo? ¿Por qué? ¿A santo de qué? Haga usté el favor, don Ramonsito.

FARFÁN:

¡Vaya!

WAMBA:

¡Un momento, hombre, un momento! ¡Tíempo habrá para jugar al tresillo!

RAMONCITO:

Si yo no sé nada. Esa señora vino esta mañana y ahora se va. Se conose que se ha enterado de que doña Nati fué cómica en sus tiempos, y ha venido a verla, o sabe Dios a qué.

WAMBA:

¡Pero hombre! ¡Usté nunca se entera de nada! No puedo con estos babiecas. (Vuelve a barajar.)

BENITO:

Yo digo una cosa.

WAMBA:

A ver qué dise éste. (Deja de nuevo la baraja.)

BENITO:

¿Se acordáis ustedes de cuándo vinieron los cómicos de Morrillo, que echaron una funsión y les hasía farta una cómica y tiraron de Juanilla, la Narda, pa que trabajara con ellos?… A vé si en la funsión de esta noche farta una cómica, y han venío pa que doña Nati trabaje.

WAMBA:

¡Bomba! De eso hay que enterarse. Sería un lleno.

PÉREZ:

Si de eso se trata, tenga usted por sabido que doña Nati se ha negado. Bastante inri tiene en el pueblo con haber sido cómica en sus tiempos, y no creo que ella quiera que se reverdescan las murmurasiones.

RAMONCITO:

En eso del inri tiene usted más rasón que un santo, padre Pérez. Mientras vivió don Mariano… (Saluda al retrato.) Su sombra la protegió…, pero ahora… Esa es la desgrasia de doña Nati: haber sido cómica. Por eso el pueblo le da de lado.

FARFÁN:

¡Una injustisia! Y aquí estoy yo, que protesto, no con palabras, sino con hechos. Por que yo sé que el niño de doña Nati tiene relasiones con mi hijastra y que se hablan los dos por el ventanillo de la bodega…

WAMBA:

¡Y yo también lo sabía!

FARFÁN:

¿Y qué? ¡Pues ná! ¿Que se casan? ¡Que se casen! ¡Vayan bendito de Dios!

CABRERA:

Eso está bien.

PÉREZ:

Así se prosede.

FARFÁN:

¡Hombre, yo soy un hombre moderno! Ahora, que el día que se entere mi mujer, se va a armar el escándalo padre. Como ella pica en la aristocrasia y vive con el mundo y con el que dirán, y es una burra muy burrísima…

WAMBA:

También, también lo sabía.

FARFÁN:

Oiga usté, amigo: que eso lo sé yo, pero no consiento que lo sepa nadie.

WAMBA:

Usté perdone, Farfán, que yo no he querido…

PÉREZ:

¡Claro!…

WAMBA:

Su señora de usté es una señora mu señora…

FARFÁN:

¡Pero que muy señora!

WAMBA:

Muy requeteseñora. Y yo estoy con ella.

FARFÁN:

¿Cómo que está usté con ella?

WAMBA:

Que yo le doy la rasón. Que si se entera de que su niña tiene relasiones con el niño de doña Nati, a mí no me extrañará que siendo, como es, su señora, una señora tan distinguida, tire las patas por alto.

FARFÁN:

Ah, eso es otra cosa.

WAMBA:

Claro, hombre… El hijo de una cómica…

PÉREZ:

¡Caridad, señores! Doña Nati ha sido cómica, como podía haber sido… modista. Supo librarse de las asechanzas del teatro. La prueba es que don Mariano… (Saluda al retrato.) Ese hombre digno, que cuando la conosió, no tuvo inconveniente en hacerla su esposa. ¿Verdá, don Ramonsito?

RAMONCITO:

Sí, señor. Pero aquí viene lo gordo. ¡Lo gordo!

WAMBA:

¡Recontra! (Torna a dejar la baraja.)

TODOS:

A ver, a ver…

BENITO:

¡Callarse, que viene! Don Ramonsito: yo voy a buscá ar señorito Hermenegildo. Me dijo que fuera ar Casino, o a… ¡al ventanillo de la bodega!

FARFÁN:

¡Ja, ja, ja!… Allí estará todavía.

BENITO:

Hasta luego. (Cogiendo un paquetito muy cuco.) Tengo que llevarle este paquetito misterioso.

WAMBA:

¿Qué? ¿Qué es? ¡Di, di; anda, di!

BENITO:

¡Si usté supiera!… ¡Condió! (Se va por el foro.)

WAMBA:

¡Porras! (A Cabrera.) Tómeme usted er pulso, hombre… Me estáis dando la mañana con tantísimas incornitas.

NATI:

(Entra en escena por el foro, muy contenta, frotándose las manos y canturreando el famoso cantable de «El Joven Telémaco»)

«Suripanta, la suripanta…»

¡Lo que ha venido a recordarme esa mujer! Don Wamba: usted que es tan curioso. ¡Una antigua compañera! Fué corista conmigo en los bufos. ¡Mucho, mucho valió! Por las pantorrillas de esa mujer se desafiaron Arderíus y el Duque del Pinar.

WAMBA:

A ver, a ver…

NATI:

¡Qué tiempos! ¡Quien la vió y quien la ve! Salía esta mujer vestida de Fortuna, luciendo toda la pierna, alta, bien plantada, bien andada, con una alegría en los ojos… que se conmovía el teatro. Por supuesto, así éramos todas las suripantas, aunque me esté mal el decirlo.

PÉREZ:

¿Suripanta, qué era?

NATI:

Corista. Nos llamaban suripantas, porque en una obra, ya vieja, cuando yo me metí a cómica en «El Joven Telémaco», la primera obra de los bufos, salíamos vestidas de ninfas, y cantábamos «¡en griego, para mayor claridad!» (Canta y acciona al compás.)

«Suripanta, la suripanta,

maca truqui de somaten;

sum falibum, sum falibum,

maca truqui de sangaisinen,

¡Eri suqui!

¡Maca truqui!

Suripanta,

la suripen.

CABRERA:

(Irónico.) ¡Se vendría el teatro atajo!

NATI:

Mucho se aplaudía la suripanta, sí señor. Y esto también, que es de la misma obra. A ver si lo recuerdan (Cantando y paladeando el recuerdo.)

Me gustan todas,

me gustan todas,

me gustan todas

en general.

Pero esta rubia,

pero esta rubia,

pero esta rubia

me gusta más.

Chiquillo, no digas eso,

porque te voy a pegar;

a mí no me pega nadie,

porque digo la verdad.

(Todos, incluso el cura, llevando el son con la mano en la mesa.)

TODOS:

Me gustan todas,

me gustan todas,

me gastan todas

en general…

(Ríen, aplauden y alborotan.)

WAMBA:

¿Y usté también salía con las pantorrillas al aire?

PÉREZ:

¡Don Wamba!…

WAMBA:

¡Hombre!

FARFÁN:

¿Qué pregunta?…

NATI:

También. ¡Me lo exigían! Salíamos realmente indecorosas. ¡Ya lo creo! Yo he llegado a salir en el teatro casi como vamos ahora las señoras por las calles.

WAMBA:

¡Qué barbaridad!

NATI:

Pero, cuidado, ¿eh? No era fácil conquistar a una real moza de aquéllas. La más de las veces, costaba la bendición del cura.

WAMBA:

¡Qué barbaridad!

NATI:

Lo que usted quiera; pero condesas, y marquesas, y embajadoras, viven todavía que fueron suripantes. Yo misma, decente entré en los bufos, lucí en el escenario, y decente salí para honrar a mi marido.

PÉREZ:

Eso nadie lo ha dudado, doña Nati.

FARFÁN:

Sí, pero lo que yo digo…

CABRERA:

Y diga usté, doña Nati.

WAMBA:

Hombre, callarse; déjenla hablar, que nos estamos enterando… Siga usté. Callen, hagan el favor.

NATI:

Pues a lo que iba. ¡Ja, Ja!… Esa pobre mujer no tuvo suerte. La Tulipán la llamaban porque en una obra salía vestida de Tulipán. A mí me decían la Girasol por lo mismo.

CABRERA:

¡La Girasol! Bonito nombre de guerra.

NATI:

Sí. A mí me gustaba. Y me iba. En cambio, a la Tulipán… ¡Pobre muchacha! Tropezó, cayó… y eso que paresía una mosquita muerta. En cambio, yo, que fui una bala…

WAMBA:

¡Bueno va! Venga de ahí. (Se frota las manos de gusto.) ¡Venga!

NATI:

En el buen sentido. A mí me gustaba encalambrinar a mis pretendientes más que comer con los dedos. ¡A millones los tuve! Y no sólo en España, porque con los bufos fui a América, y allí sobre todo… Un banquero se pegó un tiro por mí a la puerta del teatro; un virrey, o que sé yo… ¡no quiero acordarme!… ¡Qué loco!… ¿Y lo del general? Un general que despechado y rabioso porque yo no le hacía caso, por no matarme, se echó al campo, armó una revolusión contra el Gobierno… y hoy tiene una estatua en su país. «¡El libertador!» ¡Qué cosas! ¡Si supieran!…

CABRERA:

¡La historia! ¡Siempre una mujer!…

NATI:

¡Qué americanitos…! ¡Qué americanitos!… Cuando salía yo de Girasol, y rompía la música en un can-can y me arrancaba yo con aquellos arrestos que tenía… ¡se venía el teatro abajo! Claro, viéndome así, no… Pero quítenme ustedes treinta años de encima… Todo esto al aire…, y esto también…; escotada hasta aquí, y por aquí, hasta aquí, y yo… (Cantando y bailando.)

Ou la la, ou la la,

le can cana, le can can.

¡Voilá!

RAMONCITO:

(Acudiendo a ella.) ¡Doña Nati, señora! (Mirando al retrato.) ¡Don Mariano!

WAMBA:

¡Ole ahí; siga usté!

PÉREZ:

¡Don Wamba!

WAMBA:

Déjela usté, padre. ¡Si esto no va a salir de aquí!

NATI:

Y si sale, que salga. Bailaba yo un zapateado en «Piranfio el labriego», una obra de Salgas Bonal…: ¿cómo era? (Poniéndose en jarras y canturreando.)

Sarrapamplín,

sarrapamplán.

Escalofín,

escalofán.

(Apuntándose el zapateao.)

Tacatá, tacatá, tacatá.

FARFÁN:

¡Bravo! (Aplauden.)

RAMONCITO:

¡Señora! ¿Pero cuándo va usté a tener formalidá?

NATI:

Déjeme usted que recuerde… Hoy es un gran día… Estoy contenta, ¿verdad, don Ramoncito? Usted lo sabe.

RAMONCITO:

Sí, señora, pero no es para tanto…

WAMBA:

¿Qué es ello?

NATI:

Secretillos míos que a usted no le interesan

WAMBA:

¿Cómo que no?

NATI:

¡Lo que yo fui! Pero nadie, ¡nadie!, pudo ponerme una tacha en lo que respecta a… (Tose don Ramóncito.)

PÉREZ:

Doble mérito y muy de apresiar. Y no es que yo diga que bailando el can-can se sirve a Dios; pero, vamos, San Ginés es todo un santo, y fué cómico.

FARFÁN:

Naturalmente, señor. ¿Y San Vito? ¿San Vito no fué?…

PÉREZ:

No diga usté tonterías. San Vito no fué bailarín. San Vito fué…; yo no sé qué fué San Vito; pero, desde luego, flamenco no.

FARFÁN:

Bueno, hombre, no he querido faltar… (Mirando hacia el foro.) ¡Caballeros! ¡El médico nuevo!

CABRERA:

¡Vaya, hombre!… ¡Me pone agrio ese niño!… ¡Me corta!

NATI:

Y a mí.

LUCIO:

(En el foro. Es casi un pollo pingüino.) ¡Buenas!

TODOS:

¡Buenas!

NATI:

Hola, don Lucio… ¿Una sillita?

LUCIO:

(Sin pasar de la botica.) No, gracias. (A don Ramoncito.) Oiga, mancebo, voy a denunciar la botica, ¿eh? Esto no es una botica; aquí no hay de nada.

NATI:

¡Don Lucio!

LUCIO:

(A Cabrera.) No puedo experimentar, compañero. Para un cliente con colitis, dispuse ayer lacteol con un vehículo azucarado en proporción prudente para observar el curso de la infección, y no sé qué demonio le han mandado de aquí, que me han chafado el experimento, porque ya está bueno.

RAMONCITO:

Claro, le mandé un purgante.

LUCIO:

¡Pues mal mandado! ¡Así no hay manera! ¿Pero cómo se las arregla usted, compañero, para poder recetar?

CABRERA:

Hombre, yo hago una fórmula…, por fórmula, y debajo pongo el nombre del cliente, ¿sabe usté?; porque como en los pueblos se conose a todo el mundo, ya saben aquí de qué pie cojea el enfermo, y le mandan lo que le conviene.

LUCIO:

¡Qué barbaridad! (A don Ramoncito.) Habrá usted recibido una receta de…

RAMONCITO:

(Leyendo.) Sí: ésta de pirimpimpim…

LUCIO:

Qué pinmpimpim ni qué… orujo de uva. ¡Piperonal! ¡Aldehido piperonílico, aldehido protocatético!

RAMONCITO:

Ah, sí. Descuide usté, que de eso hay.

LUCIO:

¡Pues ojo! ¡Mucho ojo! Buenas tardes. (Vase por el foro.)

NATI:

¡Jesús!

FARFÁN:

¡Qué atrocidad!

CABRERA:

(A don Ramoncito.) Oiga usté, ¿y hay de eso en la botica?

RAMONCITO:

Y desde hoy va a haber de todo para ese. ¡Anda y que le cure los enfermos su abuela! (Echando en un mortero de mala gana lo primero que encuentra a mano.) Aldehido, y aldevenido, y pimpotocatítico…, (Echando un chorro muy grande.) seis gotas. ¡Toma gotas! ¡Valiente emplasto de niño alcachofa!…

BENITO:

(Entra por el foro desalentado. Se queda apoyado en la anaquelería sin poder respirar, y al fin rompe.) ¡Allí viene! ¡¡Ya está ahí!!

TODOS:

¿Eh?

BENITO:

(A Farfán.) ¡Su señora de usté! Que ha pillao al señorito de aquí pelando la pava con su hijastra de usté, y pa acá viene. ¡Y cómo viene!

WAMBA:

¡Atisa! (Gran revuelo. Todos se aterran.)

NATI:

¡Válgame Dios!

PÉREZ:

(Levantándose.) Yo me voy.

CABRERA:

(Idem.) Bueno, hasta luego.

FARFÁN:

(Asustado.) ¿Dónde me meto?… (Rehaciéndose.) ¿Pero qué? ¿Pero cómo? ¡Que venga! ¿Qué pasa? ¡Calma, señores! ¡Sentarse todo el mundo! ¡No pasa nada! (Todos se sientan.) ¡No pasa nada!

PAZ:

(Joven guapa, bien vestida, presentándose en el foro. Viene con un velo echado sobre los hombros.) ¡Buenos días!…

TODOS:

… ¡días!

PAZ:

Cuando una señora, tan señora como yo, se atreve a poner el pie en esta casa, es porque viene dispuesta a armar el primer joyín. (Viendo que nadie rechista ni nadie le ofrece una silla.) Sí, señora, muchas gracias. Me sentaré. (Coge con airados modales una silla y se sienta en medio del escenario, diciendo furiosa.) ¡Traigo una irritasión que me hierve la sangre!

JESUSILLA:

(Una chica como de quince años, que ha entrado por el foro con una botella vacia en la mano, poniéndola en la mesa de la botica.) Zarzaparrilla.

PAZ:

(Revolviénlose furiosa.) ¿Eh? ¿Es a mí?

RAMONCITO:

Es una clienta, señora. Despáchala, Benito.

BENITO:

Sí, señó. (Despacha a Jesusilla, y ésta se va una vez despachada.)

NATI:

(A Paz.) Usted dirá, señora, a qué debo el gusto…

PAZ:

¡Ay, el gusto!

FARFÁN:

¡Pasita, que te conozco!

PAZ:

Cállate, Farfán; cállate, que tú tienes la culpa. ¡Sí, tú, tú, tú y requetetú! ¡Cállate, Farfán! (A Nati.) De manera, que su niño de usté, ese Juan Jilando, que es un Juan Jilando, ¿anda al higuí de los dineros de mi niña? ¡Ay, qué bueno! ¡Pa él se peina mi niña! ¡Y lo sabía usté! (A Farfán.) ¡Y lo sabías tú! ¡Tú, tú, tú y requetetú!, que estás pasando por tó con tar de vení aquí a jugá a las cartas con estos tres desgraciaos y sacarles el dinero haciéndoles trampas. ¡Trampas, que tú sabes que yo lo sé! ¡Ahora, que soy prudente y me lo callo! Y si no, mira, mira, anda y mira en los ases y en los reyes las señalitas que los ha hecho con la uña por detrás.

PÉREZ:

(Abalanzándose a las cartas.) Caray, Farfán…

CABRERA:

(Idem.) ¡Porras!…

FARFÁN:

¡Pasita!…

PAZ:

¡Calla, Farfán! ¡Que te calles! ¡Mira que voy a desí lo peó!

NATI:

Suplico a usted, señora…

PAZ:

No, si ahora voy con usté. ¡Si traigo pa tós, y me sobra tela pa haserme un vestío de cola! Porque está usté muy equivocá. Y lo que siento yo es tené esta educasión que tengo, que me obliga a desí las cosas con medias palabras; pero así y tó, nos vamos a entendé. ¡Muy equivocá, sí, señora! Usté se cree que se la mira bien en el pueblo porque vienen aquí esos sinvergüenzas, quitando ar cura, no por ná, sino porque es cura… Pero tó se sabe, y a su cónque vienen. Mi marido, ya lo sabe usté; el médico, porque va a media con don Ramonsito y el agua del poso de la botica…

CABRERA y RAMONCITO:

¡¡Señora!!

PAZ:

Y el maestro, porque va a pacha con mi marido en lo de las trampas pa ganarle al cura.

WAMBA:

¡Porras! ¡Pero si aquí el que gana es el cura!

PAZ:

¡Anda! ¡Porque a tó hay quien gane!

PÉREZ:

¡Doña Pasita!…

NATI:

(Nerviosa.) Resuplico a usted, señora…

PAZ:

Ahora, ahora voy con usté. Esta mañana estaba yo leyendo; porque yo, aunque estoy en un pueblo, no soy una señora de pueblo de esas que se pasan er día adobando lomo, metías en la cocina, o aliñando aseitunas, sino que soy una señora muy señora, que lee, sí, señó, que lee y se instruye y está ar tanto de tó. Pues estaba yo leyendo er «Pinocho», cuando sentí ruido en la bodega. Y como allí están corgaos los chorisos, que tengo puesto en ellos los ojitos de mi cara, dije, digo: ¡a vé si es un gato! Y me fui p'allá. ¡Y era mi niña! Mi niña, una señorita educa en un colegio de monjas, subía en tó lo arto, asoma ar ventanillo, y con una pata en un barrí y la otra en otro, que no era mi niña, era una X. ¡Hablando con su niño de usté! Conque, con toa la prudensia que tengo, jalé de un sancajo de mi niña, la metí en er granero, le he dao dos güertas a la llave, y aquí vengo a contárselo a usté, porque más vale ponerse una ves colora, que siento amarilla. Si usté s'ha pensao que mi niña iba a sé pa su niño, eso s'acabó. Esa va mañana otra vez ar convento.

NATI:

Yo no había pensado nada, ni yo creo que sea para tanto, porque mi hijo es un hombre de bien…

PAZ:

Su hijo de usté es el hijo de una cómica, y en mi familia no cae esa mancha.

NATI:

¿Cómo mancha? Yo soy tan decente como usté, y la peor cómica es tan persona como usted, y si he sido cómica, señal de que he servido para algo más que para guardiana de chorizos.

FARFÁN:

(Dando un puñetazo sobre la mesa.) ¡Tiene usté razón, doña Nati!

PAZ:

¿Que tiene rasón? ¡Farfán, a casa! ¡Se acabaron las contemplaciones! ¡A casa, Farfán!

FARFÁN:

¡Te irás tú si quieres!

PAZ:

Y tú conmigo, porque si yo echo la llave, como la casa es mía, a ver dónde vas tú a meterte sin una perra, que nunca la has tenido.

FARFÁN:

¿Vas a repetir aquí que me casé contigo por el dinero?, ordinaria, que eres una ordinaria.

PAZ:

Como no lo soy, porque a fina no me ganan a mí los corales de la má; mira…, (Le larga un sorbido de lo más ordinario.) me quedo tan fresca. Yo lo que digo, es lo que dise la gente, que nunca se equivoca. Y como hay que viví con la gente, por eso he dao este paso. (A Nati.) Que usté habrá sio una cómica desente, pero no sabemos de qué casta viene usté, y en mi familia, borrones, no, y mesclas, tampoco. Mi padre fué de los Valdiviesos, mi madre, de los Peraltas, y éste entró en mi familia porque es de los Farfanes.

FARFÁN:

¡Mira! Tu padre fué un bestia, tu madre una abuitarda, tú una mula y yo un Juan Lanas. ¡Las cartas, boca arriba!

PAZ:

¡Boca abajo, que es como tú las señalas! ¡A casa, Farfán!

FARFÁN:

¡Pasita!…

PAZ:

¡Farfán, a casa, que te quedas en la calle!

FARFÁN:

Me voy, pero te digo y te repito que yo tengo a mucha honra ser amigo de esta señora, de esta cómica, que aunque fué en sus tiempos la Girasol…

PAZ:

¿La Girasol? ¿Has dicho la Girasol? ¿Que ha sido la Girasol? Pues anda, rico, ven que te diga una cosa, que te vas a reir. (Ríe nerviosamente) ¡Ja, ja, ja!… ¡La Girasol!

NATI:

¡Ea; ya me cansé yo, señora!

FARFÁN:

Déjela usted, doña Nati. Es una serril sin educación, que en ves de pensar, respinga, porque es una farota sin sentido común y una cafre insolente, insivil, sin modales y sin vergüensa…, y me voy con ella, porque aquí no puedo yo desirla a ésta todo lo que tengo que desir. ¡A casa!

PAZ:

¡Bah!

FARFÁN:

(A todos.) ¡Conste que me voy, no es que me lleva!

PAZ:

¡Hala! (Le da un empujón y lo hace desaparecer.) Conque, que se conservéis bueno. Y si he fartao en argo, que no lo creo, porque a mí a prudente nadie me gana, dispensa.

NATI:

¡Vaya usted a coger… espinacas!

PAZ:

Las que usté me haiga dejao, señora. ¿Más fina?… ¡Bah! (Se va por el foro.)

PÉREZ:

¡Bendito Dios!

WAMBA:

¡Qué espanto!

CABRERA:

¡Es una bestia!

NATI:

¿Qué le parece a usted, don Ramoncito?

RAMONCITO:

Señora, que era una breva que estaba al caer y ya ha caído.

BENITO:

Lo que hay que ver es la cara que tiene er señorito Hermenegildo.

NATI:

¡Pobre hijo mío! Como su hermana.

WAMBA:

Ah, ¿pero la niña?…

NATI:

Lo de Amparito es más grave; porque deshacerse un noviazgo con seis meses de relasiones… ¡Vaya!; pero a punto de amonestarse como estaba mi hija y romper definitivamente…, y no por culpa suya…

CABRERA:

Es que la familia del novio pica más alto que la mujer de Farfán. Viene de títulos. ¡Valiente gente!

PÉREZ:

¡Qué humanidad! Al asno caído, todos son palos.

BENITO:

Señora, ahí viene don Boni.

PÉREZ:

¡María Santísima!

WAMBA:

¡El que faltaba! Este viene a llevarse lo poco que queda.

CABRERA:

¡Sí, sí que está la mañanita clara!

NATI:

¡Qué vamos a hacerle!

RAMONCITO:

(Sonriendo picarescamente.) Dejarlo, dejarlo venir y que se consienta.

WAMBA:

(Intrigado.) ¿Qué?

RAMONCITO:

Yo me entiendo (Hace mutis por la puerta izquierda.)

BONI:

(Apareciendo en el arco del centro, sombrero en mano y secándose el sudor.) Buenos días.

TODOS:

Buenos.

BONI:

Primaverales y espléndidos. ¡Vaya tiempo hermoso! Y es general, en toda España. ¿No habéis leído el parte del observatorio de Madrid?

WAMBA:

No. ¿Qué?

BONI:

¡Hombre! ¡Pues casi nada! Que en el mar del Norte hay una depresión de antrípelos que ha barrido los brumóferos de la atmósfera. (Los camelos que diga este don Bonifacio, que es un cincuentón algo rechoncho, de pelo rizado, muy simpático y un sí es no es elegante, no los dirá entre paño y bola, como es uso, sino despacio, claros, rotundos y recreándose en ellos.)

WAMBA:

(Al actor que tenga más cerca.) Menos mal. Viene camelístico.

BONI:

¿Qué? ¿Cree usted que son camelos? ¡Sí, sí! (Dándola la mano a Nati.) ¿Qué tal? ¿Se le arreglaron ya los minervos de la epiglotis?

NATI:

Sí. Tone unos papelillos de grantusulfato de basulto, y como quien lava.

BONI:

No está mal. ¿Verdad, médico? Pues sí, amigo Wamba. Los brumóferos atmosféricos son los barbabones que se profinan en las nubernias cuando hay pahitragos flúmeos en el éter. Unos se desatran, formando los cartríbacos solares, y otros se escalofan por sí solos. ¿Verdad, cura?

PÉREZ:

¡Clarísimo, hombre!

WAMBA:

¿Pero cómo puede usté vivir disiendo tantísimas tonterías?

BONI:

¡Este Wambita siempre tan simpático!

WAMBA:

Cualquiera que no le conosiese, diría que es un infeliz sin hiél. Y tiene siete gatos en la barriga.

BONI:

¡Bah… bah… bah!… Mira con lo que sale ahora el maestrillo. Más valiera que le enseñara a los chicos la dinastía de los godos completa. (A Cabrera.) Sí, hombre. Este enseña Ataúlfo, Sigérico, Walia, Teodoredo…, y se cuela; porque entre Sigérico y Walia, el cura lo sabe, reinaron además, ¡fijarse!, Ventrilico, Saldrinico, Pranfilando, Toliveo y Parunfio, el monje. ¿Eh, médico?

RAMONCITO:

(Entrando en escena.) ¿Camelitos, eh?

BONI:

(Mudando de color.) ¡Che! ¡Contigo, no! A mí no me dirijas la palabra ni para bueno, ni para malo. (Sentándose.) Ya me ha puesto de mal humor ese hombre.

NATI:

Pero don Boni, ¿cuándo va a concluir esa inquina?

BONI:

¡¡Nunca!! Ese y yo tenemos una cuenta pendiente, y a mí no. A mí no ha nacido quien me engañe, y menos un… ¡Bah, bah, bah!… (Congestionándose.) Vamos a dejarlo, porque es que me…, que me…, me pone…, me pone…, ¡me pone! Lo veo y me…, me… ¡Se acabaron las chirigotas!

RAMONCITO:

¡Si quieres me voy y…!

BONI:

(Olímpico.) ¡Bah!

NATI:

No se ponga usté así, hombre.

BONI:

¡Claro que me pongo! Yo tengo ya cincuenta y ocho años, y yo, cuando todos van, ya he vuelto y estoy sentado viéndolos venir…, y el dinero es sagrado. Cuatro y cuatro ocho, y dos diez, y de diez me llevo seis. ¡Las cuentas claras!

RAMONCITO:

Pero hombre…

BONI:

¡Pero nada! Yo soy más largo que ancho. Para engañar a la gente, yo. Para engañarme a mí, nadie. ¡¡Nadie!!

WAMBA:

(Por mudar de conversación.) Qué… ¿Es verdad que se ha quedado usté con la tahona de don Mario? ¡Buen negosio!

BONI:

(Afirmando con un gruñido.) ¡Hum!…

PÉREZ:

Pues con eso, toda la calle Góngora es suya.

BONI:

Quitando la casa de Torregorda.

CABRERA:

Que se la quitará usté en seguida.

BONI:

¡Yo que voy a quitar! Yo no quito más que lo que es mío.

CABRERA:

¿Pero no la tiene usté hipotecada?

BONI:

Sí, pero hasta Junio…

WAMBA:

Pues falta un mes…

BONI:

¿Y le parece poco?

RAMONCITO:

No. Y acabarás quedándote con todo el pueblo. (Machaca en un mortero.)

BONI:

¡Sí, sí!…

RAMONCITO:

Porque te das unas mañas… (Machaca como si le machacara la cabeza.)

BONI:

¡Ya, ya!

RAMONCITO:

Y yo me alegro. ¡Sin que me quede otra por dentro!

BONI:

¡Sí, sí!

RAMONCITO:

Y eso que yo sé lo que me espera cuando sea esto tuyo. Boni. ¡Ya, ya!… Y a propósito, doña Nati: comprenderá usted que a nuestros asuntos hay que ponerles un término…

BENITO:

(Aparte a don Ramoncito.) Ya está. Nos caimos.

PÉREZ:

Si van ustedes a hablar de negocios, me retiro.

CABRERA:

Y yo.

WAMBA:

Hombre, no, ¿qué más da? Siéntense.

NATI:

Sí, no vale la pena… ¿Decía usted, don Boni?

BONI:

Nada, lo que usted sabe. (Por Ramoncito.) Y este también debe saberlo… Que ya está listo éste. Pero donde está lo legal y lo justo…

RAMONCITO:

Sí; ocho y dos son diez, y te llevas seis.

BONI:

¡Ya hablaremos tú y yo!

RAMONCITO:

¡Cuando quieras, hombre!

BONI:

Pocas palabras han de ser. «Esa es la calle y esta es mi casa.»

RAMONCITO:

(Con chunga.) ¡Sí, sí!

BONI:

¿Eh?…

RAMONCITO:

(Como antes.) ¡Ya, ya!…

BONI:

Pues claro que ya. Los documentos han vencido.

RAMONCITO:

Vencen mañana.

BONI:

¡Bah, bah, bah!… ¿Qué más dará?

RAMONCITO:

(Remedándolo.) ¡Bah, bah, bah!… ¡Pues claro que da!

NATI:

Vamos, no se ponga usted así. ¿Los trae usted?

BONI:

No, señora. (Con retintín.) Hoy hacía viento…, y no los traigo. (Mira a Ramoncito como para comérmelo.)

NATI:

Muy bien. Pero podrá hacerme una relación, una formalización…, un recibo en globo… Voy por la lista que tengo para confrontar.

BONI:

¿Pero va usted a pagarme?

NATI:

Sí. Casi todo, o todo. Todo será mejor. Salgo, salgo en seguida. (Hace mutis por la izquierda.)

WAMBA:

(Levantándose impaciente.) ¿Eh? ¿Cómo? ¿De dónde? ¿Con qué?

PÉREZ:

¡Ca… rape!

BONI:

(Boquiabierto.) ¿Pero es que?…

RAMONCITO:

(Remedándole.) ¡Sí, sí!…

BONI:

¿Pero habéis oído?

RAMONCITO:

(Como antes.) ¡Ya, ya!… ¡Como que te ibas a quedar con la botica!

BONI:

¡Oye, tú!

RAMONCITO:

(Remedándole.) ¡Bah, bah, bah, bah!…

CABRERA:

Que me maten si lo entiendo

BENITO:

Y a mí que me entierren con usté.

WAMBA:

Vamos a ver…, vamos a ver… Que nos enteremos.

RAMONCITO:

(Con mucho misterio y sin dejar de machacar en el mortero.) ¡Lo gordo!… ¡La bomba!

WAMBA:

¡Venga ya, hombre, aunque explotemos todos!

RAMONCITO:

Pues que anoche… (A Benito.) Ponte ahí, no sea que salga.

BENITO:

Sí, señó, pero alce usté la voz pa que yo me entere.

RAMONCITO:

(Siempre con gran misterio.) Pues que anoche Llegó una carta… rarísima. Una carta en inglés, con un sello de un consulado, o qué sé yo… Una cosa así como un aguilucho y dos ramitas de laurel, en rojo, en relieve…

BONI:

¿Quieres acabar? ¿Qué decía la carta?

RAMONCITO:

¡Cualquiera sabe! Es desir, ella sabrá. Me dijo que Echaría mano del poco inglés que sabe de cuando estuvo en Washington con los cómicos, y se ha pasado la noche traduciendo.

BONI:

¡Bah, bah, bah!…

RAMONCITO:

Yo no sé más, sino que dentro venía como un cheque…

WAMBA:

¿Un cheque?

BONI:

¿Un cheque de qué?

RAMONCITO:

Yo leí, me párese, un dies y siete y tres seros…

BONI:

¿Diez y siete mil pesetas?

RAMONCITO:

Eso será. Yo, la verdad, en lo que más me fijé fué en el bicho del escudo. (A Boni.) ¡Si vieras qué bicho más raro!

BONI:

¡Aquí no hay más bicho que tú!

RAMONCITO:

¿Yo bicho?

BONI:

Un bicho y un mamarracho.

RAMONCITO:

Mira, Boni, que en defensa propia te doy con la maza en el coco y me sacan libre.

PÉREZ:

¡Don Ramonsito!

RAMONCITO:

¡Que me ha llamado bicho, caramba!

WAMBA:

Eso es lo de menos, hombre. ¡Siga usté! ¿Y qué más?

BONI:

(A Wamba.) No caiga usted de primo. Eso es una trola de este imbécil.

RAMONCITO:

(A Pérez.) ¡Le voy a dar así!…

PÉREZ:

¡Vamos, vamos!…

BONI:

Que se cree que yo me chupo el índice, y yo no me chupo el índice, ni la primera página. A mí no ha nacido quien me engañe. ¡Nadie! Y menos este idiota.

RAMONCITO:

¡El imbécil, el idiota, el bicho, el mamarracho y el borracho, eres tú!

BONI:

Lo que quieras, pero la botica es mía.

RAMONCITO:

¡Te vas a ver negro!

BONI:

(Olímpico.) ¡Bah!

FARFÁN:

(Apareciendo en el foro con un número de «El Noticiero Sevillano», en la mano.) ¡Caballeros!… (Receloso.) ¿Está doña Nati?

WAMBA:

No.

FARFÁN:

(Entrando.) Primeramente, señores, como he salido de aquí de la manera que he salido, vengo a dejar a mi mujer en el lugar que le corresponde.

PÉREZ:

Sí, hombre. Entre marido y mujer… Dispénsela.

FARFÁN:

No, ¡si es que he teuido que tragarme todas las cosas que pensaba decirla! ¡Porque la que tieue rasón es ella! Como que vuelvo porque me da no sé qué de que sigan ustedes aquí sabiendo, como sabe todo el pueblo. (Palmoteando en el diario.) ¡¡Que hay que irse!!

TODOS:

¿Eh?

FARFÁN:

¡Hay que irse y no volver!

WAMBA:

¡Por los clavos de Cristo, que me va a dar una congestión! ¡Al grano! ¿Qué es ello?

FARFÁN:

Que ya sé por qué don Ramonsito desía tanto, sí, sí…; ¡ya, ya!…, y porqué me dijo a mí antes que no se quedaría éste con la botica.

CABRERA:

(Despectivo.) ¡Bueno!

PÉREZ:

(Idem.) ¡Notisia fresca!

WAMBA:

(Decepcionado.) Sí, hombre. Porque ha resibido un cheque de dies y siete mil pesetas.

FARFÁN:

¿Nada más? ¡Señores, qué barbaridad! ¡Y a costa de qué! ¡A costa de qué!

WAMBA:

(Saltando.) ¿De qué? ¿De qué? ¿De qué?…

FARFÁN:

Que esta señora nos ha dado el gran camelo. Esta señora es una cualquier cosa.

RAMONCITO:

Oiga, no consiento a usté…

FARFÁN:

¡Cuando yo digo que usté es tonto!… Oigan ustédes lo que trae «El Notisiero», de hoy… ¡La virtuosa! ¡Santa Suripanta, viuda y mártir!… ¡Una sinvergonzona!

RAMONCITO:

¡Señor Farfán!…

FARFÁN:

Oigan, oigan. (Mientras busca en el periódico.) ¡El escándalo que ha armado mi mujer! Ya se lo ha dicho hasta a los chiquillos que venden los periódicos para que lo voceen. (Leyendo.) «Washington, tres. —Ha fallecido el octogenario banquero mister George Klaris, legando en su testamento gran parte de su fortuna a las artistas de una compañía de revistas inglesas que actúa en el Coliseun Teatre de Chicago; y el resto, lo distribuye entre las mujeres que amó en su juventud. Entre las numerosas favorecidas, figuran tres españolas: Clara Vera, natural de Játiva, artista de circo; Josefina Escalera, la célebre diva Guigephina Escalioni, ya fallecida, y una antigua suripanta de los bufos de Arderíus, conocida en sus tiempos por la Girasol». (Doblando el periódico.) Y total, por lo que se vé, diecisiete mil pesetas… (Al retrato.) ¡Mariano, hombre!…

CABRERA:

(Idem.) ¡Caramba, don Mariano!…

PÉREZ:

(Idem.) ¡Pobre don Mariano!…

WAMBA:

Marianillo, ¿pero tú sabías?…

BENITO:

(Idem.) ¡Hola, Mariano!

RAMONCITO:

(Dándole un cate.) ¡Niño!… ¡Señores, más respeto!

BONI:

Es que, además, como si no, porque con esas diecisiete mil pesetas, no le alcanza para pagarme.

FARFÁN:

¡Eso es lo de menos! Yo he venido a ponerles al tanto, porque, vamos, he creido un deber de amigo…

UNA VOZ:

(Pregonando en la calle.) ¡El Notisiero de hoy, con la herensia de la boticaria!… ¡El Notisiero!…

FARFÁN:

¿Eh? ¿Qué tal?…

PÉREZ:

(Saltando en seco.) ¡Ca… rape! Sí; tiene usted rasón. Yo, no es que me asuste de nada, pero yo me debo a… Publicado eso, y mientras no se aclare convenientemente, mi presencia aquí, sería tanto como autorizar… (Cogiendo el gorro.) Comprenderán ustedes…

WAMBA:

Y yo digo lo mismo. ¿Dónde he puesto el sombrero?

CABRERA:

(Cogiendo el suyo.) ¡Claro, hombre! ¡Y cualquiera le tapa la boca a la gente! ¡No es que yo!… ¡Pero, vamos!…

FARFÁN:

Me parese que he avisado a tiempo…

BONI:

¡Bah, bah, bah!… Como digo una cosa, digo otra. Aquí lo importante es que no hay harina, que es lo que interesa, porque sí…

PÉREZ:

El dinero es lo de menos. El culto a la dignidad… El respeto a la voz pópuli… Pero no son horas de sermones. Más vale que…

NATI:

(Saliendo.) ¿Qué? ¿Está esa nota, don Boni?… Caramba, Farfanito, ¿usted otra vez aquí?

FARFÁN:

Por poco tiempo, porque… (Muestra el diario.)

NATI:

¿Es el de hoy?

RAMONCITO:

(A Nati.) Debió usté comprar todos los números, doña Nati. Bien se lo aconsejé. Ya han leído todos…

NATI:

Ah, ¿saben ya?

FARFÁN:

Sí, señora, y por eso… (Inicia el mutis.)

PÉREZ:

(Idem.) Es doloroso. Yo no sé cómo desirla…

CABRERA:

(Idem.) ¡La gente, doña Nati! ¡La gentusa que hay en este pueblo! Pero uno tiene su clientela, y no va uno a…

WAMBA:

(Idem.) ¡Que yo fuera independiente, y ya vería usté! ¡Pero la escuela, los chicos y las familias de los chicos!…

BONI:

(A doña Nati.) ¡Don Ramoncito!… ¡Ahí tiene usted a don Ramoncito, que es el que lo ha descubierto todo!

NATI:

¡Qué imprudencia, don Ramoncito!

RAMONCITO:

Señora, yo… Si yo no…

FARFÁN:

(Por el diario.) No; si es esto. ¡Es la Trompeta de la Fama!

PÉREZ:

Aún si pudiera usté probar que eso es una difamasión…

NATI:

(Cayendo abatida en una silla.) ¡No puedo! ¡No puedo!

PÉREZ:

(Poniéndose el gorro.) Vamos, señora, no…

CABRERA:

(Encasquetándose el sombrero.) Sí, claro…

WAMBA:

(Poniéndose el sombrero.) Claro…

FARFÁN:

¿Y usté se queda, don Boni?

BONI:

¡¡Claro!!

PÉREZ:

(Compadecido.) ¡Válgame Dios!…

NATI:

Siempre pensé que esta felicidad me haría desgraciada. ¡Ha descubierto mi pasado tan cuidadosamente oculto! ¡No sabía George el daño irreparable qne me iba a hacer su dinero!… ¡Maldito dinero!

BONI:

Y diecisiete mil pesetas, que eso no es dinero.

NATI:

(Llorando.) Ciento setenta mil…

BONI:

¿Pesetas?

NATI:

¡Dólares!… Un millón de pesetas…, poco más, ¡qué desgracia! (Llora desconsoladamente.)

WAMBA:

(Quitándose el sombrero.) ¿Un millón?

CABRERA:

¡Un millón!

BONI:

No se apure usted, joroba, aquí estoy yo. (A Benito.) ¡Tú, agua!

BENITO:

¡Voy! (Mutis por la izquierda.)

PÉREZ:

¡Vaya por Dios! A ver si se le pasa… No es cristiano dejarla así, tan… (Aparentando mala gana, se quita el gorro y se sienta a la mesa.) ¡Vaya, hombre! (Inconscientemente, coge la baraja y empieza a barajar.)

FARFÁN:

(Cogiendo una silla, y sin saber si sentarse o no.) ¡Claro, claro!…

BONI:

(Acercándose a la puerta de la ida.) ¡A ver ese agua!…

PÉREZ:

Oiga, Cabrera, ¿cómo era ese solitario de los reyes?…

CABRERA:

(Sentándose a su lado.) Hay que marcar un palo de triunfo…

PÉREZ:

Pues oro son triunfos. (Farfán deja la silla, dobla y guarda el periódico, y se acerca a la mesa con el achaque de ver el solitario.)

WAMBA:

(Acercándose también, y en voz baja, a los demás.) Aquí de lo que hay que enterarse, es de…

FARFÁN:

¡Calle usté, hombre! (A los de el solitario.) ¡A ver, venga! (Gran pausa. Durante ella, sigue sollozando doña Nati. Don Boni, junto a la puerta de la izquierda, como si aguardara a Benito, repasa a hurtadillas un cuaderno de notas y echa sus cálculos. Don Ramoncito, requiere un mortero. El padre Pérez va tendiendo naipes sobre la mesa.)

RAMONCITO:

(Rompe el silencio machacando con suavidad, y canturrean lo entre dientes.)

«Suripanta, la suripanta

maca truqui de somaten»

TODOS:

(Encarándose con él, tendiendo los brazos hacia doña NATI, en un amplio ademán, como reclamando respeto para su congoja.) ¡¡Hombre!!…

TELÓN

ACTO SEGUNDO

La misma decoración.

Por la izquierda sale Benito, llevando una enorme fuente de natillas, y por el foro Presentación, que trae un traje de señora envuelto en un blanco lienzo.)

PRESENTACIÓN:

Hola, Benitillo. ¿Natillas? ¿A dónde bueno con lo bueno?

BENITO:

Ar comedó. ¡Menudo banquete se están zampando!

PRESENTACIÓN:

¿Quienes?

BENITO:

Los cabales: er Padre Pérez, Cabrera, er médico, don Boni, doña Nati y don Wamba, que no ha venío.

PRESENTACIÓN:

¿A santo de qué?

BENITO:

La tornaboda. Costumbres de pueblo: que ar día siguiente de una boda, aprovechando que los recién casados s'han ido fuera… los consuegros, cá uno en su casa, dan una comida a sus amigos. La que ha dado doña Nati por la tornaboda de su niña, ha sio atró. ¡Y misté que postre: como pa sabe nada y sambullirse!

PRESENTACIÓN:

Pues anda, que estarán esperando…

BENITO:

Sí, señora. (Medio mutis.) Y es que como se selebran dos cosas…

PRESENTACIÓN:

¿Dos cosas?

BENITO:

Claro. La boda de la señorita y er que hoy llega de Sevilla, don Ramonsito, con toa la pasta minera catalana en buten. ¡Ya sernos ricos! (Baila.)

PRESENTACIÓN:

¡Ay, las natillas!

BENITO:

¡Ole allí, don Ramonsito!

PRESENTACIÓN:

¡Pobre don Ramonsito!

BENITO:

¡Sí, sí! Menúa ganga se va a encontrar cuando llegue Doña Nati, que le regala la botica.

PRESENTACIÓN:

¡Mira!

BENITO:

¡Y se lo merese!

PRESENTACIÓN:

¡Lo creo!

BENITO:

¿Qué? ¿Le digo a doña Nati que sarga, o entra usté?

PRESENTACIÓN:

No; no le digas nada, que no tengo prisa. Aquí me quedo y ya te avisaré si viene alguien.

BENITO:

No, no hay cuidao que nadie venga, Hase cuatro días que está ahí puesto er cartelito de: «No se despacha». (Viendo salir a doña Nati por la derecha.) Hombre, misté doña Nati.

NATI:

(Saliendo.) ¡Pero Benito!… (Vase Benito por la derecha. A Presentación.) ¡Mujer!

PRESENTACIÓN:

¡Natividad! (Se besan.)

NATI:

¿Cómo no has entrado? Tú eres de la confianza.

PRESENTACIÓN:

Acabo de llegar. Y perdóname, hasta ahora mismo, no he terminado el traje que me encargaste para la niña…

NATI:

¡A buena hora! Con su marido va camino de Francia.

PRESENTACIÓN:

¡Mujer, cuánto lo siento! Creí que se quedaba en el pueblo…

NATI:

¡Qué disparate! Con el dinero que tiene el novio… No estaría bien visto. Van a Francia, Bélgica, Alemania…

PRESENTACIÓN:

Pues si quieres, se le factura…

NATI:

¡Bah! Cuando regrese se lo encontrará aquí. (Desenvolviéndolo.) ¡Jesús, cuantos colorines!… Mira que si tú o yo saliéramos a la calle con esto…

PRESENTACIÓN:

No digas. Peores cosas nos hemos puesto en el teatro.

NATI:

Es verdad. Bueno, ¿y cuánto?

PRESENTACIÓN:

Nada, mujer; el coste, nada…

NATI:

¿Cómo nada? Quinientas pesetas. No me repliques. Ya que te has quedado en el pueblo, mi deber es protegerte… ¿Has comido ya? Una copita de licor… Anda, entra.

PRESENTACIÓN:

Deja, no…

NATI:

Tienes razón. El que más y el que menos de los que están ahí, tienen ya una media estocadita. El vinillo y el champán, ¡figúrate! He tenido que salirme, porque como a don Boni, siempre que se pone calamocano, le da por castigarme…

PRESENTACIÓN:

No sabía…

NATI:

Resabios de tiempos atrás. Cuando vine a casarme al pueblo, y se corrió que yo había sido cómica, él fué uno de los que se creyeron que todo el monte era orégano, y me puso cerco.

PRESENTACIÓN:

¡Valiente castigador!…

NATI:

Pues media hora lleva martirizándome ahora. ¡Qué visajes, qué gestos, qué miradas carneriles! Una cosa así. (Hace entre visajes y suspiros, tres o cuatro gestos melancólicos.)

PRESENTACIÓN:

¡Ja, ja, ja!… ¡Jesús!…

NATI:

¡Qué cosas! (A Benito, que sale.) Oye, llévate esto. (Le da el lio.)

BENITO:

Sí, señora. (Mutis por la derecha.)

PRESENTACIÓN:

Mira que si don Boni y tú… ¡Menuda boda!

NATI:

¡Quita, mujer; primero, turca! Eso no es un hombre, eso es un lárgalo.

PRESENTACIÓN:

Pero hay harina… (Dinero.)

NATI:

¡Bah! A mí ya todo me sobra, y soy feliz. Mi niña ha pescado el mejor partido del pueblo… Tampoco va ella descalza: entre el trusó y otras cosillas, he gastado en ella cerca de seis mil duritos. Y la boda de mi hijo está ya al caer. Esta tarde espero a los padres de la novia para ponernos de acuerdo sobre el dote que hemos de dar. Yo pienso salir del paso con mil pesetillas mensuales…

PRESENTACIÓN:

Pero, no me vuelvas loca, mujer, porque tú…

NATI:

Nada, chica, que sigue creyendo la gente que fui la Girasol y que voy a heredar, y tengo un crédito que me río de Urquijo. Después de todo, si no fui la Girasol, fui la Mosqueta, y…

PRESENTACIÓN:

No compares, mujer. Tú fuiste una chica formal, y la pobre Purita fué una bala. A mí, la verdad, me hubiera dado no sé qué el pasá por una mujer tan, vamos, tan…

NATI:

Pues a mí, no. Me vi asediada, vencida: vi a mis hijos despreciados, y me revolví como una leona. ¡No me arrepiento! Claro, que si no hubiera contado con don Ramoncito…; porque la carta del Consulado, punto de partida de toda esta farsa, fué idea y obra suya. ¡Qué maravilla de falsificación, chica!

PRESENTACIÓN:

¿Y con eso ha bastado?…

NATI:

No. Para darle a todo un viso de verdad, mandé sacar mi partida de nacimiento a Madrid, llamé al notario del pueblo, y aquí, delante de todos, otorgué un amplio poder a don Ramoncito para que fuera a Sevilla a cobrar, y allí lo tengo haciendo el paripé de que gestiona el cobro del millón en el Consulado.

PRESENTACIÓN:

¿Pero el dinero que estás gastando, de dónde lo sacas?

NATI:

¡Calla, mujer!… ¡Ja, ja, ja!… Me lo facilita don Boni, con un interés bárbaro, en espera de cobrar en seguida. El, que quería echarme de aquí y quedarse con todo…, y ya ves; soy yo la que me estoy quedando con él. Lo que le pido me da. Y es que, desengáñate; tanto tienes, tanto vales.

PRESENTACIÓN:

¿Pero no temes?

NATI:

Nada. Es decir, sí. Una cosa me trae inquieta: que hoy llega don Ramoncito, contra mi mandato de que siguiera en Sevilla, haciendo que hacía hasta que se casara mi hijo, y no me explico por qué me desobedece. Es tan asustadizo y tan poquita cosa… Lo grave es que he dicho que viene con el dinero. ¡Claro, y ahora!…

PRESENTACIÓN:

¡Qué barbaridad! Óyeme un consejo.

NATI:

No; no me pongas chinitas en el camino. ¡Adelante, siempre adelante! Volver la cara, jamás. ¡Hoy llega don Ramoncito, y viene con el millón de pesetas! ¡El sueño de toda mi vida! ¡Voy a tener un millón! ¡Lo tengo!

PRESENTACIÓN:

(Un poco asustada.) ¡Chica, chica! ¡Me das miedo!

NATI:

¡¡Es que lo tengo!!

PRESENTACIÓN:

Bueno, mira, yo me voy…

NATI:

¿Crees que estoy loca? ¡No! En estas noches de insomnio, llena de preocupaciones y zozobras, martirizada por la idea de encontrar motivos nuevos, y nuevos motivos con que dar verosimilitud a mi farsa, he llegado a descubrir la verdad. ¡El dinero no existe!

PRESENTACIÓN:

¿Por dónde se sale?

NATI:

Es una teoría que consuela mucho. Si no fuera por ella, no me hubiera atrevido a nada. Verás: ¡el dinero no existe! Fíjate: es verdad que con él se pueden tener comodidades y buena vida. Pero una de dos: o lo gastas en eso, o lo guardas. ¿Que lo gastas? Te quedas sin él. Ya no existe. ¿Que lo guardas? Pues como si no lo tuvieras; porque, ¿para qué te sirve, si no vives bien? Es lo mismo que, si en vez de dinero, tuvieras unos montoncitos de conchitas de la mar.

PRESENTACIÓN:

Oh, no. Se gasta un poco y se guarda otro poco.

NATI:

Pues el que gastes, ya no lo tienes, y el que guardes, mientras no lo gastes, como si no existiera, y en cuanto lo gastes, te quedas sin él. ¡El dinero no existe!

PRESENTACIÓN:

Ah, pues sí.

NATI:

¡Claro! Las que sí existen, son las comodidades y la buena vida, y esas hay que procurárselas diciendo que se tiene dinero guardado, porque como ya hemos visto que el dinero guardado es como si no, pues una cosa que es como si no, lo mismo da tenerla que no.

PRESENTACIÓN:

(Convencida.) Pues sí… Digo, no… ¡No me hagas un lío! (Se oyen rumores dentro.)

NATI:

Calla, que salen.

CABRERA:

(Dentro.) ¡Viva la vida, padre Pérez!

BONI:

(Idem.) Sí, señor, ¡viva la vida y los concubitos diáfanos del vinillo de Sanlúcar!

PÉREZ:

(Idem.) Lo que ustedes quieran. (Por la derecha salen don Boni, Cabrera y padre Pérez.)

NATI:

¿Qué? ¿A tomar el café aquí fuera?

BONI:

No, señora. Vamos a tomarlo al Casino. El café que se hace en las casas, se hace con café y sabe a café, y a nosotros nos gusta más el café que hacen en el Casino con lentejas tostadas, tabaco molido y tierra siena. (A todos.) Hala.

NATI:

¿Pero ni una copita siquiera?

CABRERA:

Sí. El coñac vendremos a tomarlo aquí en seguida. Ese, sabe lo mismo que allí y aquí: es de balde.

BONI:

(Lo mira airado.) ¡Qué gorrón!

NATI:

(A Benito.) Pues, anda, ve sacando copas… (Obedece Benito, que entrará y saldrá repetidas veces por la derecha cuando convenga.)

BONI:

¡Muy bien! Hasta ahora. Vamos. Convido a puros.

CABRERA y PÉREZ:

¿Usted?

BONI:

¡Yo! ¡Un día es un día! Voy a comprarlos de los de tres, cuarenta y cinco.

PÉREZ:

¡Bien!

CABRERA:

¡Ole, ahí los tíos!

BONI:

¡Che!… Quiero decir, de los que dan tres por cuarenta y cinco. A quince céntimos cada uno. No se hagan ustedes ilusiones.

CABRERA:

(Despectivamente.) ¡Vamos!

BONI:

¡No hay que apurarse! Todavía deben de quedar unos puros buenos de los que sobraron del banquete de boda.

BENITO:

Y que son de a cuatro pesetas cada uno…

BONI:

¿¿¿Quéee??? ¿Que vamos a quemarle doce pesetas, encima de la comida que le hemos gañoteado? ¡Que no!

CABRERA:

¡Qué tío!

BONI:

Más vale ser tío que primo. (A Nati.) Y ya que he entrado en harina, le diré a usté, porque si no se lo digo reviento, que éste no es camino. Está usted dilapidando, y ¡no! Hay que salvar ese millón de pesetas, sea como sea. ¡Si es preciso, me caso con usted! Todo, antes que se lo gaste usted en superfluidades.

NATI:

¿Pero a qué llama usted superfluidades: al banquete de ayer? ¿Qué menos para celebrar la boda de la hija de una millonaria?

BONI:

¡Bah, bah, bah, bah!…

NATI:

¡Cómo se conoce que usted no tiene hijos!

BONI:

¿Yo? Vamos, señora, ¡yo no hago cosas superfluas!

NATI:

Pues no hay dinero en el mundo con que pagar la alegría que yo tuve ayer, viendo en torno mío a lo mejor del pueblo. Tanto como me despreciaban… ¡Ahora, que vaya banquete que les largué! (A Presentación.) Servido aquí mismo por el Hotel Madrid, de Sevilla, no te digo más. Ciento catorce comensales. ¡Lo que comieron, lo que bebieron!…

BENITO:

¡Lo que se llevaron!

BONI:

¡Claro! Como que el hombre es ladrón por naturaleza. ¡Si lo sabré yo!

BENITO:

De esos cuchillitos de postre con mangos de nácar, no ha paresío más que uno. Er que yo había cogió pa mí.

CABRERA:

¡Qué abuso!

NATI:

Sí; en la cuenta que ha pasado el hotel, no hay más que dos partidas, que dicen: cubiertos servidos, doscientos catorce. Idem llevados a domicilio, cincuenta y seis. ¡Y es que, en los grandes hoteles, tienen una manera más fina de decir las cosas!…

CABRERA:

Pues no comprendo, porque aquí todos éramos personas decentes…

PÉREZ:

¡Ay, hijo, de eso queda poco!

BENITO:

¡Y tan poco! Porque yo, que estaba al pairo y guipando, vi lo mío. Empesando por doña Duvigis; doña Duvigis, la gorda, la del refino, se guardó dos quesos de bola, que se puso, vamos, que la sacaba a baila tó er mundo.

NATI:

A doña Anita, le dió la tajadita por acordarse de su perro, y con el aquel de «pa mi pobresito chuchi», se llevó medio pavo y seis botellas de champán.

BENITO:

Y don Wamba cogía los bombones a puñaos y desía: como soy tan curioso, me los llevo a casa pa quitarles el papé de plata y ver de lo que son. Ahora, que yo fuí y cogí como un cuarto de kilo de bombones de esos que tenemos aquí para purgante y se los metí en el bolsillo con los otros. ¡Como se los coma, verá!

BONI:

¡Bien hecho! ¡Abrázame! Por supuesto, en todos los banquetes pasa lo mismo. Como en el de hoy; tres hemos sido, ¿pues a que falta algo de lo que se ha puesto en la mesa?

TODOS:

¡Ja, ja, ja!…

BONI:

Ni jajajá, ni nada. ¡A registrar a todo el mundo!

CABRERA:

¿Va usté a dudar? ¡Qué grasioso!

BENITO:

No, señó. Hoy no falta nada.

BONI:

Que te crees tú eso. (Sacándose del bolsillo un bonito cenicero.) ¿Y este cenicero? (A Nati.) ¿Ve usted como no se puede uno fiar de la gente? (Se lo guarda.)

CABRERA:

¡Sus cosas!

BONI:

¿Mis cosas? Pues todo el mundo tiene cosas. ¡A ver lo que usted se ha llevado! (Lo registra.)

CABRERA:

¡Ay, qué grasia!

BONI:

Ay, qué grasia, no. ¡Ay, qué salero! (Le saca del bolsillo un bonito salero.)

CABRERA:

Bueno, sí; pero pencaba desirlo, ¿eh? Como es un pajarito tan coloradito, con su cabesita y su piquito…, y como hay confiansa…

NATI:

¡Sí, hombre!…

BONI:

¡Quiá! Este no se lleva lo que no es suyo. ¡Para algo estoy yo aquí! (Se lo guarda él.)

WAMBA:

(Entrando por el foro. Desde el mostrador.) Caballeros…

TODOS:

Hola, don Wamba.

WAMBA:

(Entrando.) Faltan diez minutos para la llegada del tren de Sevilla. Dentro de nada tendremos aquí a don Ramonsito…

NATI:

(¡Ay, Dios mío!)

WAMBA:

Y hay que haserle una ovasión que se oiga en Coria. Porque viene con el dinero, ¿no?

NATI:

Claro.

PÉREZ:

Pero tenemos tiempo para tomar el cafetito antes. Andando. (A Wamba.) ¿Usted gusta?

WAMBA:

Un momento, hombre; caray, que se corren por el pueblo unas notisias…, y vengo a enterarme. ¿Qué es eso del hospitalillo?… ¿Se puede saber?

BONI:

¡Bah, bah, bah, bah!… Patrañas, camelos y furciolidades de la gente.

CABRERA:

¿Cómo furciolidades? ¡Hechos! (A Nati.) ¿Verdad?

BONI:

¡Pero, señora! ¿Usted sabe el dinero que le va a costar eso?

NATI:

El que sea. Ya he dado mi palabra…, y basta.

WAMBA:

¿Qué es? ¿Qué es?

CABRERA:

Nada, que entre doña Nati y yo, vamos a fundar un hospitalillo. Ella pone el dinero y yo la ciencia.

WAMBA:

¡Atisa!

CABRERA:

Ocho mil duritos para los primeros gastos, y unos veinte mil de…

PÉREZ:

¡Es una santa!

BONI:

¡Es una idiota! Y usted perdone. Estas cosas me ponen, me ponen, me ponen, ¡me ponen!

WAMBA:

(A Nati.) Un hospitalillo infantil, ¿verdad? Así puede haber una clase de párvulos anémicos, y yo, como maestro de escuela…

BONI:

¡A chupar del bote, claro!

PÉREZ:

Y digo yo.

BONI:

¡Otro que tal baila!

PÉREZ:

Yo no bailo. Yo lo que digo es que, como ese hospitalillo tendrá capilla y un capellán con su durito y misas aparte, creo que yo…

NATI:

¡Por Dios, hombre, concedido! Pero poco me parece un duro. Doctor, que le den dos duros.

CABRERA:

Usté manda.

PÉREZ:

Pues ya está, y todo queda entre nosotros. Ingresan los niños por designación de doña Nati; usté los instruye, usté los medisina, y yo, los entierro.

BONI:

Alguno quedará vivo, ¿no?

CABRERA:

Hombre, claro; con la ciencia, pasa como con todo. El que tenga aguante…

BONI:

(Decidido.) ¡Pues van a quedar todos vivos, porque ese hospualillo no se hace, vaya!

TODOS:

¿Cómo que no? Oiga usted… ¿Cómo se entiende? ¿Con qué derecho?…

BONI:

(A Nati.) ¿Eh? ¿Qué tal? ¿Ve usté?

NATI:

Y digo lo mismo. ¿Con qué derecho interviene usted en mis asuntos?

BONI:

¡Ah, basta! ¡Allá usted! ¡Vamonos!

WAMBA:

Un momento.

BONI:

¿Qué? ¿A la escuela le hace falta algo, no?

WAMBA:

¡Sí, señor!

BONI:

¡Pues duro! ¡Ande usted con ella! (A doña Nati, en una reverencia.) Señora mía, ¡que la enmelen a usted!

WAMBA:

¡Párese mentira!

BONI:

¡Nada, nada; usted pida, pida, y usted dé, dé, y yo «prou», como dicen los catalanes! Ahora, que si yo… A mí podían…

WAMBA:

¿A usted? ¡En la vida! ¡Pues no está bien puesto ni nada el mote que le ha puesto a usté Farfán!

BONI:

Sí, señor. Don Topamí, don Topamí me llaman, y me va muy bien. Y es que Farfán se pinta solo para poner motes. Tres le puso a usted, hasta que por fin, cuajó el último.

WAMBA:

¿A mí?

BONI:

Primero le puso a usted don Wambacío, que no agarró; luego, don Wambadanas, que tampoco, y por último, le puso a usted el mote que le llama a usted todo el mundo.

BENITO:

¡Don Wamburro! ¡Ja, ja, ja!…

TODOS:

¡Ja, ja, ja!…

WAMBA:

¿Pero me llaman así? Hombre, pues ya tengo yo que hacer una cosa en este mundo: ¡ponerle un mote a Farfán! Y que se le va a quedar, que se lo van a poner hasta en el censo. ¡Caramba, hombre, tan tranquilo que estaba yo, y Wamburro! ¡Maldita sea!…

NATI:

¡Vamos, que no es para tanto!… Vaya; diga, diga, qué es lo que le falta a la escuela, don Wamburro.

WAMBA:

Señora…

NATI:

¡Don Wamba, don Wamba!…

CABRERA:

Vamos, véngase con nosotros.

WAMBA:

No, no quiero café. No me encuentro en caja. Ando todo el día de la ceca a la meca. Se conose que no me sentaron bien los mantecados que me tomé aquí ayer.

NATI:

¡Caramba!

BONI:

¡Hombre!…

CABRERA:

A ver el pulso.

WAMBA:

No, no se preocupe. Pasará en seguida. Un par de días en ayunas, y listo. Para matarme el hambre, de cuando en cuando me tomo un bomboncito. (Se lo toma.) Vayan ustedes, que yo aquí aguardo. (Palidece. Se seca el sudor.) Por más que… Caray, ahora que me acuerdo. ¡Vuelvo! (Se va a carrera abierta por el foro.) ¡Vuelvo!

TODOS:

¡Ja, ja, ja!… (Aparece en la puerta del foro don Ramoncito. Viene de guardapolvo. Trae una maleta.)

RAMONCITO:

Caballeros…

NATI:

¡Don Ramoncito!

CABRERA:

¡Viva don Ramonsito!…

TODOS:

¡Vivaaa!… (Todos aplauden largo rato.)

RAMONCITO:

(Entrando y mientras duran los aplausos.) Grasias, grasias, no es para tanto…; muchas grasias.

BONI:

¿Traes el dinero?

RAMONCITO:

¡Hombre!…

BONI:

(Abrochándole el guardapolvo.) Pues abróchate, abróchate, que están aquí éstos.

TODOS:

¡Ja, ja, ja!…

PÉREZ:

Bueno, señora, ustedes tendrán que hablar.

CABRERA:

Claro.

BONI:

Claro, claro; y yo. (Al cura y al médico.) Hala, al Casino. Espérenme allí, que voy en seguida, porque es que… (Los empuja.)

CABRERA:

(Empujado por Boni, y a doña Nati.) Hasta ahora, ¿eh? (Vase Benito por la izquierda con la maleta de don Ramoncito.)

BONI:

(Empujando al cura y al médico hasta la puerta, donde queda hablando con ellos un rato, hasta que los echa.) Vamos, vamos…

NATI:

(Mientras tanto.) ¡Pero don Ramoncito!…

RAMONCITO:

¿Qué quiere usté, señora? Ya le diré…

NATI:

¡Me ha estropeado usted el plan! Le debo ya a ese hombre seis mil duros…

RAMONCITO:

(Aterrado.) ¡Mi madre!

NATI:

¡Silencio! ¡No se me achique! (Fingiendo contestar a cosas que le dice don Ramoncito, que le mira como el que ve visiones.) ¿Qué?… (Pausa.) ¿El Cónsul?… (Pausa.) ¿Las qué?… (Pausa.) ¡Oh, qué barbaridad!

RAMONCITO:

¡Por los clavos de Cristo, señora! (Vuelve don Boni.)

NATI:

(A Presentación.) ¿Pero oyes tú esto?

PRESENTACIÓN:

(En Babia.) ¿Quién, yo? ¡Ah, sí! ¡Oh!

NATI:

Vamos, hombre, a quién se le ocurre…

BONI:

¿Qué? ¿Qué pasa? Traes el dinerito, rico… (Frotándose las manos.) ¡Bueno, hombre, bueno!

RAMONCITO:

¡Sí, sí, el dinerito!… ¡Ya, ya!…

BONI:

¿Eh? ¿Qué? ¿Cómo?…

NATI:

(¡Ay, Dios mío!)

BONI:

¿Pero qué quiere decir este títere?

NATI:

Calle usted, hombre, que es más soso… (A Presentación.) ¿Has oído, mujer?

PRESENTACIÓN:

¿Yo? Sí, ya. ¡Oh!

BONI:

¿Eh?

NATI:

¡Que se ha venido con las manos vacías!

BONI:

(Pegando un salto.) ¡¡Cómo!!

NATI:

Ahora resulta que las partidas tienen que ir legalizadas, y que el poder no sirve. Tengo yo que ir en persona…

BONI:

¿Que no sirve un poder notarial en regla?

NATI:

Eso dice que le ha dicho el Cónsul.

BONI:

¿Pero qué Cónsul ni qué garambaina? ¡Sabe Dios lo que buscará el Cónsul!

NATI:

¿Va usted a dudar?…

BONI:

¿Del Cónsul? ¡Y del padre del Cónsul! Yo no me fío de nadie, y me va muy bien. ¿Y para eso has estado quince días en Sevilla?

RAMONCITO:

¿Qué quieres, hijo?

BONI:

A ti lo que te ha pasado es que, en cuanto te vieron con esa facha, te han metido una quincena en la cárcel y te han soltado hoy. ¿Y va usted a regalarle la botica encima? ¡Ah, no! ¡Soy capaz de comprársela a usted y prenderle fuego después de asegurarla!

NATI:

(Aparte y rápidamente a don Ramón.) ¡Diga algo!…

RAMONCITO:

(Asustada y sin salirle la voz.) De modo que no crees…

BONI:

¡Yo no creo más que lo que veo! Y lo que veo es que… (Le asalta la cruel sospecha.) ¡Doña Nati, no! ¡Tomarme el pelo a mí, no! ¡Pimpearme, no! ¡Y en asuntos de dinero, no! ¡A mí…, el que me engañe a mí!…

NATI:

(Muy digna.) ¡Basta!

BONI:

(Como una fiera.) ¿A mí?

NATI:

¡Ni una palabra más! Voy a desvanecer sus sospechas en el acto.

BONI:

¡Sí, haga el favor; tenga la bondad, porque no respondo!

NATI:

Pues, nada; don Ramoncito, sí. Hoy mismo, en el tren de las cinco, se vuelve usted a Sevilla, y le dice usted al Cónsul que sí.

RAMONCITO:

(Asustado.) Señora… ¡Pero señora!…

BONI:

¿Al Cónsul, qué? ¿Que sí; qué?

NATI:

Hable, hable usted, don Ramoncito. Dígale la razón que trae de Sevillla. (A Presentación.) Tú lo has oido como yo. Hable usted.

RAMONCITO:

¿Yo?

BONI:

¡Tú! ¡Habla, o te estrangulo!

RAMONCITO:

(Lleno de angustia.) Pues que, mira… cuando yo… No te lo digo, no te lo digo. Dígaselo usted si quiere, señora.

NATI:

Pues que resulta, que cuando don Ramoncito le indicó al Cónsul que yo iba a recibirlo mal por volver sin nada, contestó el Cónsul que no, porque si entranto necesitaba yo algún dinero, él mismo me lo facilitaría con un módico interés.

BONI:

¡Vamos, hombre! ¡Ya salió lo que buscaba el Cónsul!

NATI:

¡Ya salió!

BONI:

(Dándosela de vivo.) ¡A mí!

NATI:

¡A mí! ¡Conque voy a liquidar mi deuda con usted en seguida! ¡A Sevilla otra vez, don Ramoncito!

RAMONCITO:

Bueno, bueno…

BONI:

(A don Ramón.) ¿Bueno, eh? ¡Claro, tú que vas a decir! Que liquide conmigo, aunque sea con dinero del Moro Muza, para que yo no tenga derecho a poner aquí los pies y puedas tú echarme a patadas. ¿A mí? ¡Tú! ¡Ja! (A doña Nati.) ¡A quien va usted a mandar con viento fresco, es al Cónsul! Usted no necesita dinero de nadie, porque el mío está a su disposición.

RAMONCITO:

Con el interés correspondiente.

BONI:

No, que el Cónsul se lo va a dar de balde, so lila, que eres un lila.

RAMONCITO:

¿Yo?

BONI:

¡Tú!

RAMONCITO:

Sí.

BONI:

¡Claro!

RAMONCITO:

¡Y tú en coche!

BONI:

(A doña Nati.) Va usted a ponerle un telegrama a ese hombre. A ver, un papel. (Cogiendo uno y escribiendo.) Sevilla. Cónsul Estados Unidos. No necesito dinero de usted. Viuda de Ganga. ¡La cara que va a poner el Cónsul cuando reciba esto!

RAMONCITO:

Me la figuro.

BONI:

¡Lo que se va a extrañar!

RAMONCITO:

¡Anda, muchísimo!

BONI:

Yo mismo iré a ponerlo. ¿A ver las palabras? (Contándolas.) Una, dos, tres…, cinco…, ocho…, ¡Sí! (Guárdase el telegrama, saca un cuadernillo y apunta.) Telegrama, dos pesetas. Cinco.

NATI:

¿No son dos?

BONI:

Dos son las que importa, y cinco es la fecha de hoy. Suma siete.

RAMONCITO:

¿Pero sumas la partida con la fecha? Caray, pues si llegamos a poner el telegrama el día treinta y uno…

BONI:

¡Suma siete, quiere decir, desconfiado indecente, que esta partida de dos, hoy cinco, hay que añadirla a la suma número siete, que es el número que corresponde al expediente de doña Nati!

RAMONCITO:

¡Ah!

BONI:

(Imitándola.) ¡Ah! (Escribiendo.) Diez por ciento, una setenta y siete, ocho setenta.

RAMONCITO:

A la suma siete.

BONI:

Claro.

RAMONCITO:

Y siete y ocho setenta, quince setenta.

BONI:

(Escribiendo.) Eso es.

RAMONCITO:

¡Mira que dos pesetas más fecundas!

BONI:

Pues conste que nadie, y el Cónsul muchísimo menos, le daría el dinero más barato que yo… Voy al telégrafo a…

NATI:

Un momento. Como tengo que darle al médico lo del hospitalillo, hágame un cheque de cuarenta mil, y dele ahora quinientas a esta amiga mía.

BONI:

¡Quiá!

NATI:

Bueno: lo mismo me da que la operación la haga usted o la haga el Cónsul.

BONI:

Pero doña Nati, ¿para qué tanto dinero a esta señora?

NATI:

Usted déselas, y no hay más que hablar.

BONI:

¡Basta! Ahora, que con este sistema, ni un millón, ni quince millones. (Tirando de cartera, y dándole billetes de cien pesetas.) Tome usted, señora: uno, dos, tres, cuatro, setenta y cinco… Cuatrocientas setenta y cinco… (Completando con monedas de plata.) y diez ochenta y cinco, y diez noventa y cinco, y dos, noventa y siete… No tengo más. Faltan tres pesetas.

PRESENTACIÓN:

Da lo mismo.

NATI:

Claro, por tres…

BONI:

Sí, por tres… (Apuntando en su cuaderno.) Día cinco, suma siete, quinientas pesetas. Pongo quinientas, porque por tres…

RAMONCITO:

(Irónico.) Naturalmente, hombre, por tres…

BONI:

(Escribiendo y multiplicando.) Quinientas por tres, mil quinientas. Hasta luego. (Vase por el foro.)

PRESENTACIÓN:

¡Dios te lo pague, mujer!

NATI:

¡Bah! ¡Adelante, siempre adelante! ¡El dinero no existe!

RAMONCITO:

¡El Glorioso Patriarca nos asista! (Cae anonadado en una silla.)

NATI:

¿Pero qué le pasa a usted, hombre de Dios? ¡Ja, ja, ja!…

RAMONCITO:

No…, no se ría. ¿O es que no le extraña a usté que me haya venido de Sevilla sin su permiso?

NATI:

Hombre, no. Porque como usted es tonto… ¡Vamos, ánimo!

RAMONCITO:

Pues es muy grave lo que tengo que decirla, y para eso he venido. ¡Gravísimo! ¡Una tragedia!

PRESENTACIÓN:

Sí, yo también creo que…

RAMONCITO:

Sí, señora, tragedia horrible, espantosa, lúgubre. Porque yo…, yo ya estoy listo con lo que he hecho; pero usté…, ¡anda, que usté! (A Presentación.) ¡Le digo a usté que hemos metido las seis patas!

PRESENTACIÓN:

¿Las mías también?

RAMONCITO:

No. Las dos de doña Nati y las cuatro mías.

NATI:

(Aturdida, asustada.) ¡No me asuste usted! ¡Hable, por Dios!

RAMONCITO:

(Indicando que estorba Presentación.) ¡Cuando pueda ser!

PRESENTACIÓN:

Por mí ya, porque me voy…

NATI:

Sí, sí…, adiós… Perdona, que… adiós. (Vase Presentación. A Ramón.) ¡Diga, diga! ¡Me ha metido usted el corazón en un puño!

RAMONCITO:

Usté perdone la apretura; pero es mi obligasión. Por fin estamos solos, y… (Angustiadísimo.) ¡Ay, doña Nati!; yo creí que, con el documento que falsifiqué, iba usté a limitarse al inosente engaño de desir que iba a ser rica para que la gente la respetara y don Boni le concediese un compás de espera. ¡Pero no! Usted ha saltado de la broma a la…; ¡me quema la palabra los labios, señora! Señora, usté le ha sacado a don Boni unos miles de duros…

NATI:

Sacado, no. Préstamo.

RAMONCITO:

Préstamo con garantía falsa.

NATI:

¿Eh? (Asustada.) ¡Don Ramonsito!

RAMONCITO:

Y yo, en estos quinse días que he estado en Sevilla, como no tenía nada que haser, busqué a un abogado amigo mío. Halléle, consultéle, horrorizóme, y por eso he venídome.

NATI:

¿Pero qué le consultélele…, por Dios?

RAMONCITO:

Nos hemos metido hasta aquí (La barba.) en el artículo trescientos cuarenta y tres y siguientes del Código, creo que me dijo. Seis años, tres meses y un día de prisión correccional.

NATI:

¡Dios mío!

RAMONCITO:

¡Qué horror! Sobre todo, para mí. Con ustedes, las señoras suelen tener los jueses más consideración.

NATI:

(Llena de miedo.) ¡Don Ramoncito!…

RAMONCITO:

Además, los presidios de ustedes son más confortables. Hay hermanitas de la Caridad que son muy simpáticas, y…

NATI:

¡Jesús!

RAMONCITO:

Pero los de los hombres dejan mucho que desear. Menos mal que ya tengo en el bolsillo dos cartas de recomendación para que me manden al Penal del Puerto. Párese ser que, en el Puerto, vive un gran filántropo, un señor don Elias Ahuja, que ha dotado al penal de cuartos de aseo y juegos de mah-jong.

NATI:

¿Pero qué locuras está usted diciendo?

RAMONCITO:

Locuras, no. ¡Consecuensias del trescientos cuarenta y tres y siguientes del nuevo Código! ¡La estafa!

NATI:

¡Ay, don Ramoncito!

RAMONCITO:

Dura es la palabra, pero no hay otra. ¡La estafa! Seis años, tres meses…

NATI:

¡Jesús!

RAMONCITO:

Y que no hay salvasión, porque en cuanto Boni se entere de la que le hemos jugado, el artículo trescientos cuarenta y tres le va a pareser un artículo de primera nesesidad.

NATI:

Claro.

RAMONCITO:

Con lo que es él para el dinero…

NATI:

Sí.

RAMONCITO:

¡Nos ahorcaría si estuviera en sus manos!

NATI:

(Que no puede más.) ¡Don Ramoncito de mi alma!… ¿Qué hemos hecho? (Cae abatidísima en una silla.) ¡Ay, don Ramoncito!

RAMONCITO:

(Cayendo lo mismo en otra.) ¡Ay, doña Nati!… (Llora.) Yo que siempre de don Boni me reí… (Gran pausa. Al ver a doña Nati tan abatida, se repone con un gesto gallardo.) ¡No; pero usté, no! (Tiernamente.) ¡No tema usté, señora! ¡Aquí estoy yo! ¡Para lo que es mi vida!… ¡Yo me sacrificaré! Yo gritaré muy alto… (Muy enfático, dándose golpes en el pecho.) ¡Yo! ¡Yo soy el autor de la estafa! ¡Yo! ¡Yo he obligado a mi víctima, revólver en mano, a desir que fué la Girasol! ¡Yo he engañado, yo he saqueado, yo me he pringado, yo me he trescientos cuarenta y tresado, y siguientes!

NATI:

(Tendiéndole una mano.) ¡Gracias, don Ramoncito!

RAMONCITO:

Tranquilísese usté. Según mi amigo, declarándome yo el único culpable, le salen a usté solamente cuatro años de presidio.

NATI:

(Llorando.) ¡Cuatro años!

RAMONCITO:

(Consolándola.) Vamos, no llore usté. Si la llevan a la prisión de Alcalá de Henares, verá usté como no lo pasa del todo mal. El clima es seco, y muy sano, y además, en Alcalá nació Cervantes.

NATI:

Yo en presidio…

RAMONCITO:

Usté verá.

NATI:

(Afirmándose en una idea.) ¡Sí! ¡Sí! (Levantándose hecha una leona.) ¡¡No, don Ramoncito, no!! Paso a los ojos del mundo por una mujer de historia, porque sabiendo mis hijos que todo es mentira y que lo hago por asegurarles la felicidad, lo demás… ¿Pero este sacrificio mío…, acabando en una cárcel, va a caer como una mancha cierta y verdadera sobre los míos? ¡No! ¡Eso, no!… ¡Por ellos; todo por ellos! La gente no me perdonaba haber sido suripanta, y ahora no les parece mal que haya sido una sinvergüenza, porque me creen con dinero. ¡Pues adelante! ¡A fingir lo que parece bien que sea! ¡Nos salvaremos!

RAMONCITO:

¿Qué va usté a haser?

NATI:

(Llorando.) Que se acabó doña Nati. Se acabó esta vieja fea, estúpida y sin gracia, que para nada sirve.

RAMONCITO:

¿Llora usté?

NATI:

Sí. Ahora, ahora verán de lo que es capaz una suripanta…, ¡por sus hijos! (Haciendo mutis, comiéndose las lágrimas y cantando.)

¡Suripanta, la suripanta,

maca truqui de somaten…! (Vase.)

RAMONCITO:

¡Tarde piache!

WAMBA:

(En el foro.) Hola, don Ramonsito. (Entrando y como si conspirara.) Oiga usté, ¿el millón se lo han dado a usté en pasta, o?…

RAMONCITO:

En rústica.

WAMBA:

¡Vaya paquete! ¡Vengan notisias!

RAMONCITO:

(Molesto.) Luego. Vayase, y…

WAMBA:

No, prefiero no moverme de aquí. Sé que doña Paz viene hoy aquí con el sinvergüensa de su marido, y como Farfán me ha puesto un mote molesto…

RAMONCITO:

Pero don Wamba, ¿usté que de todo se entera, se entera usté ahora? Pues ya ha llovido desde que le puso a usted don Wam-vaina.

WAMBA:

¿Cómo; qué? No. ¡Wamburro!

RAMONCITO:

¡Ah! Ya eso está mejor.

WAMBA:

¿Eh?

RAMONCITO:

¡Calle, usté, hombre, que estoy en las nubes! Conque Wamburro…; ¡tiene grasia!…: ¡digo, qué barbaridad! Y usté claro, no está dispuesto a consentir un mote tan apropiado; digo, tan ofensivo.

WAMBA:

¡No, señor! Y quiero ver a Farfán entrar por esa puerta para escupirle a la cara el mote que le voy a poner. (Dándole un papel.) Vaya usté leyendo en esa lista, a ver cuál le párese mejor.

RAMONCITO:

(Leyendo.) Farfantacioso… Farfánfarrón… Farfántasma… ¡Pchs! Far-fan-fan-fan-fan… ¿Esto, qué es?

WAMBA:

Eso es con música (Imitando la salida del toro.) Farfán… fan-fan-fan, fan-fan-fan, far-fan-fan. Farfán, Farfán, Farfán.

RAMONCITO:

¡Hombre!

WAMBA:

Tiene usté rasón. No doy con la palabra justa. ¡Maldita sea!…

CABRERA:

(Entrando empujado por el Padre Pérez y don Boni.) ¡Si no mirara!…

PÉREZ:

Calma, calma…

CABRERA:

¡Maldita sea!… (Entra Benito en escena por donde se fué.)

WAMBA:

¿Qué pasa, qué pasa?

CABRERA:

El niño ese, el mediquito nuevo, que entraba en el Casino cuando salíamos de tomar café, y al verme, se echó a reir así: ¡jajaja… jajaja! ¡Maldita!…

BONI:

Vamos, hombre… (Vase Benito a la puerta de la calle.)

WAMBA:

¿Y qué? ¿Y qué? ¡Vengan notisias!

CABRERA:

Pues nada, que le dije lo de siempre: que le iba a dar un guantaso, que le iba a quitar el título, y en ves de callarse, que es su obligasión, se lió a discutir conmigo, y porque le dije que yo tenía los mismos títulos que él, me contestó que los míos debían de ser pontifisios.

WAMBA:

¡Bien!

CABRERA:

¿Bien qué?

WAMBA:

Que me gusta esa gente que da con la palabra justa en seguida.

CABRERA:

¿Qué dise este tío? (Desafiador.) Oiga usté, don WAM…

WAMBA:

¿Don Wamba…, qué?

CABRERA:

¡Don Wamba…, wamguardista!

WAMBA:

¿Y eso, qué es?

CABRERA:

No lo sé. Pero desde luego, una cosa ofensiva.

TODOS:

(Interviniendo.) Pero hombre…

PÉREZ:

A sentarse y vamos a tomar la copita. (Se sientan.)

BONI:

Y que es de gorra.

BENITO:

Caballeros: don Farfán y su mujer.

WAMBA:

¡Hombre! (Aparecen en el foro Paz y Farfán. El, vestido como de ordinario, que ya lo es bastante, y ella se ha echado lo mejor del arca y viene hecha un escaparate de bisutería.)

FARFÁN:

Caballeros… (Todos se ponen en pie menos Wamba.)

RAMONCITO:

Adelante…

BONI:

¡Vaya rumbo!… (A Benito.) Avisa a tu ama. (Vase Benito, y vuelve.)

PÉREZ:

¡Un figurín!

CABRERA:

¡Elegantísima!

PAZ:

Una, en su pobresa… No todas tenemos un millón; pero, vamos, tampoco va una descarsa, ¿eh?

BONI:

¡Caramba! ¿Y es todo bueno? ¡Qué burra!

PAZ:

Muchas grasias. Sí, señó. Todo bueno.

FARFÁN:

¡Todo, todo: Hoy no la doy por cinco mil duros!

CABRERA:

(Palmeteándole en la espalda.) Ni por diez tampoco, granuja.

FARFÁN:

Hombre, diez mil… Todo tiene su presio. Se trataría, se trataría… ¡Ja, ja, ja!…

PAZ:

Pues perdías dinero, hijo. Porque er colla, y las tumbagas, y los sarsillos…; y argo que vale una…

FARFÁN:

Mujé, en los tratos se habla siempre de la bestia sin aparejo.

PAZ:

(Muy complacida.) Eso es otra cosa.

BONI:

Muy galante, sí, señor. (Se sientan todos.) El aparejo a un lado, la bestia en pelo vale lo suyo.

PAZ:

Grasias, muchas grasias, una…

BONI:

Una vale por dos, con permiso del esposo.

PAZ:

Calle usté, que se va a enselá.

BONI:

¿Pero qué estoy viendo? ¿Los columbitos del collar, son buenos?

PAZ:

¿Los qué?

FARFÁN:

¿Eh?

BONI:

Los columbitos. Esas piedras color de ladrillo recocho. Los columbitos.

PAZ:

¡Ay, sí, señó!…

BONI:

¡Pero si no es posible! ¡Si no hay más que seis columbitos buenos en el mundo! Los de la corona sueca, y el que tiene el maestrante Urticario de Persia, en la pérgola cetril.

PAZ:

Y estos también, hijo. Donde menos se piensa…

BONI:

Pues ya vale el collar.

PAZ:

Carcule: entre las perlas, los sáfiros, los rubises y los columbitos…

TODOS:

¡Oh!…

PAZ:

(Muy satisfecha.) Una…

FARFÁN:

(Mirando a todos escamado.) (¡Ay, ay, ay!…)

PAZ:

¡Qué caló! (Desplega un abanico de plumas grande.)

PÉREZ:

¡Atisa!

CABRERA:

¡Vaya ahí!

BONI:

¡¡Plumas de tórtulo!!

PAZ:

Sí, señó. Claro, que esto no lo saco yo toos los días.

TODOS:

¡Claro, claro! ¡Oh! ¡Ah!…

FARFÁN:

(Mosca.) (Le vi a arrimá a uno una patá en las espinillas…)

PAZ:

Pero según es la funsión, así es la capa, ¿verdá padre? Viene una a visitá a una aristógrata: viene una a lo que viene una, y una se pone como se debe poné una. (Irónica.) ¡En arpargatas vengo! (A Farfán.) ¿Verdad? (Por sus zapatos.) ¡¡De tisús!!

TODOS:

¡Hombre!…

BONI:

Caramba, ¡y tacón Luis XX!

PAZ:

Er tacón es lo malo. Con estos tacones, primero hay que tené costumbre de llevarlos, como yo la tengo, y aluego, di mu requetebién vestía por dentro, porque como pega una un jardaso cuando menos lo piensa, pues que se luse tó. ¡¡Pero toó!!

BONI:

Claro, claro; es lo que pasa.

PAZ:

Ahora mismo, ar salí de casa, como vivimos der lao allá de la estasión, ar pasá por el paso a nivel pisé la vía del ferrocarril, y si no me agarro a éste… Cualquiera que me hubiera visto, diría que yo no sé anda con esto.

BONI:

¡No, señora! Un tropezón cualquiera da en la vía.

FARFÁN:

(Escamadísimo.) Vamos a deja ya la…, ¿eh? ¡Pos vamos a dejarlo!

PAZ:

¡Qué seloso es! ¡Hasta que me miren, le ofende!

FARFÁN:

No, es que ¡ya está bien! Vamos a fijarnos en otra persona; hombre, en don Wamba, que también hay que mirarlo, porque es que está hoy más alegre que don Carmelo er notario. Don Camelo, como le dise ésta, que se l'ha quedao.

WAMBA:

Ah, ¿pero también su señora pone motes?

FARFÁN:

¡Anda! Pues si todos los buenos que corren por ahí son de ella.

WAMBA:

¿¿Quéé??

FARFÁN:

Sí, hombre; disen que soy yo; pero, no; es ella. Yo soy er que los larga en er Casino. ¡Tiene una puntería!… ¡Donde pone el ojo, pone er mote, y pa qué!

PAZ:

Arguna grasia había de tené una. ¿Verdá, don Wam?… (Reprimiendo la risa, y a su marido.) Oye.

FARFÁN:

(En el ajo.) Ya.

PAZ:

(Soltando el trapo, y mirando a Wamba.) ¡Ja, ja, ja!…

FARFÁN:

(Idem.) ¡Ja, ja, ja!…

PAZ:

Nos reimos, porque…

CABRERA:

¡Sí, sí!… ¡Ja, ja, ja!…

PÉREZ:

¡Ya, ya!… ¡Ja, ja, ja!…

BONI:

¿De manera, que ha sido la señora?… ¡Ja, ja, ja!…

BENITO:

¡Qué tía más graciosa!… ¡Ja, ja, ja!…

TODOS:

¡Ja, ja, ja!…

RAMONCITO:

(Tarareando la salida del coro.) Farfán…, fan, fan, fan, fan, fan, fan, fan, fan, fan; Farfán, Farfán, Farfán… (Aparece doña Nati por la derecha, dejando a todos boquiabiertos. Parece otra mujer. Está guapísima. Sus aladares, antes canosos, son rubios; un traje elegante y corto; el rimel, el carmín y el jugo de rosas le han quitado quince años de encima.)

NATI:

Señores… (Todos se ponen de pie.)

PAZ:

¡Amiga Nati! (La besa.)

FARFÁN:

¡Qué guapa!

RAMONCITO:

¡Carambita!…

WAMBA:

¡Es extraordinario!

CABRERA:

(Al padre Pérez.) ¿Pero está en el pueblo Voronof?

NATI:

Buenas tardes a todos. Don Boni…

BONI:

(Deslumbrado.) ¡Natitilla!… digo, doña Nati… ¿Pero es usted, la…? (A todos.) ¿Ustedes ven lo?…

NATI:

Vamos, que no es para tanto, (Muy insinuante.) granuja. Pero siéntense, por Dios… (Se sientan.)

PAZ:

(A su marido, que no deja de mirar a Nati.) ¡Tú, que estoy yo aquí!

NATI:

¡Vaya, vaya, vaya! (Cruza las piernas que casi se le ven las ligas.)

BENITO:

¡Mi madre!

RAMONCITO:

(Dándole un cate.) ¡Niño!

WAMBA:

(A Cabrera.) ¡Jamón serrano!

CABRERA:

(Al cura.) ¡Cura de mi alma!

PÉREZ:

¡Jesús!

PAZ:

Bueno, bueno, bueno… (Hace lo mismo que doña Nati.)

WAMBA:

(A Cabrera.) ¡Sin comparasión!

CABRERA:

(Al cura.) ¡Nada!

PÉREZ:

(A Cabrera.) ¿Dónde va a parar?

BONI:

(Lívido, a Nati.) Nati, perdone usted, pero como la falda es corta, y la…, sin lo…, el…, se ve… (Pretende arreglársela.)

NATI:

(Riendo.) Vamos, hombre, no sea usted niño. ¿Quién hace caso de medias noches, habiendo noches enteras? (Cruza la otra.)

PAZ:

(Haciendo lo mismo.) Claro, hombre, si ya no…

PÉREZ:

(Haciendo lo mismo.) Pues señor…

NATI:

Pues sí, amiga Paz. Aguardaba su visita con verdadero gusto.

PAZ:

Er gusto es mío. Yo también estaba rabiandito por vení. Y es que a las personas simpáticas como usté, se las quiere sin queré. Tenemos que sé mu amigas.

NATI:

La honrada soy yo…

PAZ:

Sí, señora, que lo es usté. Y de las pocas señoras, lo que se dise señoras. Que vamos queando mu pocas.

FARFÁN:

Siempre lo he dicho yo.

PAZ:

Y yo. Y aquí hay testigos.

TODOS:

Sí, sí, sí…

PAZ:

Y además, que vamos a sé consuegras.

FARFÁN:

¡Consuegros! Yo también…

PAZ:

¿Tú? ¡Consuegrasto, y grasia, porque mi niña no es tuya! ¡Hasta los gatos quieren sapatos!

CABRERA:

¿Y cuándo, cuándo va a ser ese gran día?

PAZ:

Pues antes y con antes. Porque mi niña quiere casarse anlugá der quinse er dié. Como es su santo… Nati. Por mi chico no hay inconveniente.

PAZ:

Pues con esto, y con que hablemos… vamos, de la cuestión parné…

NATI:

Ahora mismo y aquí mismo, porque estos amigos son de confianza. ¿Me da usted un cigarrito, amigo Boni?

BONI:

¿Eh?… ¿Qué?… ¿Usted?… Yo fumo de cincuenta.

NATI:

¡Uf!… ¿No hay quien tenga un Obdulia, un Egipcio cualquiera?… Se me han acabado los míos… Nadie, claro, ustedes, no… Aquí en el pueblo…, no…

CABRERA:

Sí; aquí debo yo tené un Muratis.

NATI:

(Viéndose cogida.) No; puros, no.

CABRERA:

Sí, señora.

NATI:

Vamos, no sea usted bromista. No lo creo.

CABRERA:

(Sacándolo de su petaca y ofreciéndoselo.) Aquí está.

NATI:

(Tomándolo como si tomara veneno.) (¡Dios mío de mi alma!)

BONI:

¿Pero fuma usted?

NATI:

Sí, he vuelto a mi costumbre de cuando trataba con gente bien…

CABRERA:

¿Quiere usté lumbre?

NATI:

No, eso sí que no. Digo, sí; claro, ¡qué tonta!

CABRERA:

Es que tengo aquí un ensendedor… (Se lo da encendido.)

NATI:

(Queriéndoselo comer vivo.) ¡Pero, hombre, usted tiene de todo! (Lo enciende y tose.) ¡Ejem! ¡Ejem! ¡Aaaag!… ¡Es una delicia!

PAZ:

(A Farfán.) ¿Lo estás viendo, cateto, que eres un cateto? ¡Las señoras, fuman! Y lo que es yo, desde mañana…

NATI:

(Viendo el cielo abierto.) Nada de mañana. Ahora mismo. (Ofreciéndole el pitillo.) Tome usted.

PAZ:

Está en muy buenas manos.

NATI:

No tuviera más que ver.

PAZ:

No, señora, no…

NATI:

Nada, que me ofendería…

PAZ:

(Cogiéndolo.) Vaya, pues muchas grasias.

FARFÁN:

¡Mujer!

PAZ:

(A Nati.) ¿Qué sabe éste de…? (Fuma, carraspea escupe y tose.)

FARFÁN:

(Dándole golpes en la espalda.) ¡¡San Blas!!…

PAZ:

(Llorando y ahumada.) No; pues lo que es éste cae.

FARFÁN:

(Quitándoselo y tirándolo al suelo.) Ahora mismo.

PAZ:

Qué antiguo estás, hijo. ¡Mira doña Nati, qué maneras, qué finuras y qué modales! Naturá, señó; ha visto mundo, ha conosío hasta a los yankis de América, y ¡claro! (A Nati.) ¡Quién hubiera sido usté, hija! ¡Misté yo con qué yanki he cargao!

FARFÁN:

Oye, tú.

PAZ:

Calla, guasa, que otra cosa pasa en casa.

TODOS:

Vamos, vamos…

FARFÁN:

Sí, eso es verdá. Chalá la tengo.

PAZ:

(A Nati.) Ea, pos vamos a lo nuestro y sin arrodeos.

NATI:

Vamos sin «arrodeos». ¿Usted, qué le piensa dar a la niña para alfileres?

PAZ:

Había pensao, mil pesetillas al mes…

NATI:

Pues yo, a mi Hermenegildo, le dará para alfileres…, mejor dicho, para botones, otras tantas. ¿Está bien?

TODOS:

¡Digo! ¡Claro!

RAMONCITO:

(Al retrato.) ¿De dónde, Mariano?

PAZ:

(Indecisa.) Sí, pero… (A Farfán.) Di tú argo, hombre…

FARFÁN:

Pues yo digo…

PAZ:

No; no digas ná, que eres capaz de pringarla. Yo lo diré. Pues mire usté: donde está lo lega, no llega ná, y eso no es lo lega; porque a mi niña le doy yo er dinero y la casa, y su niño de usté, con er mismo dinero, se va a cola de gratis en una casa que es una reá casa. Porque er piso bajo de la mía…

NATI:

Tal y como está no sirve. Aquello hay que arreglarlo, y eso corre de mi cuenta. Hay que hacer allí un cuarto turco, un hall, un boudoir, una sala de brigde y un cuarto de baño.

PAZ:

(A Farfán.) ¿Lo estás viendo? ¡Baño, baño, baño! Cuántas veces le he dicho yo a éste que, si caemos con calenturas, tenemos que pedí una tina presta. ¡Está usté en tó!

NATI:

Sí. Descuide, que nada faltará a nuestros hijos, como nada faltará a los cariñosos amigos que me rodean…

BONI:

(Nerviosísimo.) ¡Vaya!

NATI:

(A Boni.) Sí, no se me ponga nerviosa. Voy a darle a nuestro amigo el doctor Cabrera…

BONI:

El doctor Gañote.

CABRERA:

¿Ha dicho Gañote?

PÉREZ:

Sí, otro camelo.

NATI:

Voy a darle cuarenta mil pesetas ahora mismo. Y al amigo Wamba, lo que necesite para la escuela.

WAMBA:

(Frotándose las manos.) ¡Bien!

BONI:

(Levantándose indignado.) ¡Quiá!

NATI:

Diga usted, don Wamba, ¿cuánto?

WAMBA:

(Levantándose.) Pues yo…

BONI:

¡Que no, hombre, que no!

WAMBA:

¿Pero usté qué sabe lo que voy a desir?

BONI:

Que sí, hombre, que sí; que no, hombre, que no.

WAMBA:

Oiga usté, don Boni…

BONI:

¡Déjeme usted en paz, don Wamburro!…

TODOS:

¡Ja, ja, ja!…

WAMBA:

(Fuera de sí.) El Wamburro y el Wam-bandido es usté.

BONI:

¡Hombre!…

WAMBA:

(Mirando a Paz.) Y a quien me ha puesto ese mote, no puedo yo pisarle un callo, que los tiene; pero…

PAZ:

(Agresiva.) ¡Oiga usté!…

WAMBA:

Pero al marido de quien me lo ha puesto, le voy a dar con la Wambota en el Wambandullo (Todos se ponen pie.)

FARFÁN:

¿A mí?

WAMBA:

¡A usté! (Paz sujeta a Farfán, y Cabrera y Pérez a Wamba.)

CABRERA:

¡Pero hombre!

NATI:

(Empujando hacia el foro a Paz y a Farfán.) ¡Áy!, vengan, vengan…

FARFÁN:

(Dejándose empujar.) ¡Nos veremos las caras!

WAMBA:

¡Ahora mismo! (A Cabrera y al padre Pérez.) ¡Hagan ustedes el favor de soltarme, que tengo que salir!

CABRERA:

¡Ahora, no!

BONI:

¡De ninguna manera!

WAMBA:

¡Dejarme salir, o mato a uno!… (Se zafa violentamente. Hace mutis huyendo Paz y Farfán. Wamba corre tras ellos. Todos se agolpan a la puerta.)

NATI:

(Horrorizada.) ¡Dios mío!

BONI:

¿Pero se han vuelto locos?

NATI:

¡Ay, que los alcanza! ¡Ay! ¿Eh? ¡¡Se ha metido en su casa!!

TODOS:

¿Eh?

RAMONCITO:

(Que salió a la calle, volviendo.) Nada, nada; no ha sido nada.

NATI:

(Volviendo con todos.) ¡Qué susto, Dios mío! ¡Y usted ha tenido la culpa!

BONI:

¡Sí, señora! Me indignó que también quisiera sablearla a usted como éstos.

CABRERA:

(Desafiador.) ¡Oiga!

BONI:

¿Qué pasa?

NATI:

¡Ay, no! ¡Otra, no! (Muy rezongona.) ¡Boni! ¡Boni!

BONI:

(Derretido.) ¡Por usted, Natilla!

NATI:

¡Gracias, Bonito!

BONI:

(Reponiéndose de su bobería.) Bueno, y haga usted el favor, doña Nati, (Apartándola.) que no soy de palo y está usted tan…; se ha puesto usted de pronto tan…

NATI:

(A los demás.) ¡Qué adulador! ¡Vaya un pájaro!

BONI:

Nada de adulador y nada de pájaro. Ya saben todos que sí. Hubo un tiempo en que yo anduve… y claro, la veo ahora, y…

NATI:

(Riendo.) ¿Pero quién se acuerda de?… Y que aquello no…

BONI:

Sí, porque usted no quiso, que si no…, a estas horas, el marido de la Girasol hubiera sido yo, y…, ¡caray, para que me hubieran sacado aleluyas! ¡Vamos, vamos!…

RAMONCITO:

(A los demás.) ¿Pero qué ha dicho? Eso es una impertinencia.

CABRERA:

¡Una grosería!

PÉREZ:

¡Intolerable!…

NATI:

(Conciliadora.) Señores… (A Boni.) No, no tenga usted miedo de que la gente crea que es por ahí. No es por ahí. (Mirando dulcemente a don Ramón.) ¡Es…, por aquí!

BONI:

(Loco.) ¿Eh? ¿Qué? ¿Por aquí, qué?

NATI:

Tarde o temprano, iba a saberse, y… ¡El pobre don Ramoncito es tan bueno!…

RAMONCITO:

(Abrumado.) Señora…

BONI:

¡Refurciólogos!

NATI:

Casados mis hijos… Yo sola… Un millón es tan goloso…

BONI:

(Glogoteando como un botijo.) ¿Pero, pero, pero, pero?…

NATI:

Y un hombre que me administre y que me dé su nombre.

RAMONCITO:

(Engallándose.) ¡Hombre!

BONI:

(En un grito épico.) ¡¡No!!

TODOS:

¿Eh?

BONI:

¡¡No!! ¡Otro cualquiera, sí, pero este sinvergüenza, no! Este tío fúnebre, no. ¡Si no quiero que se quede con la botica, cómo voy a querer que se quede con la boticaria!

RAMONCITO:

Oye, tú, que a mi sombra…

BONI:

¿A tu sombra, maldita sea tu sombra? ¡No, señora! ¡Este canalla, no busca más que su dinero de usted!

NATI:

¡Tan poco valgo, Boni!

BONI:

(Encandilado.) ¡Usted vale más que todas las niñas vitongas que andan por ahí rotuleando, braceando y pechiespaldeando!

CABRERA:

¡Eso es otra cosa!

PÉREZ:

¡Claro, hombre!

NATI:

¡Guasón!

BONI:

(A Ramón.) ¿Tú un millón? Prefiero antes… (A Nati.) ¡Ea, si usted le da la vuelta a ese retrato, con quien se casa usted es conmigo!

NATI:

(Digna.) ¡Boni!

BONI:

¡En serio! ¡Ahora es en serio!

NATI:

(Triste.) ¡Ay!… ¡Si yo no fuera una mujer de historia!

BONI:

¡Déjeme usted de historia!

NATI:

Si tú no tuvieras la debilidad del dinero, y yo no sospechara que el mío te atrae y te…

BONI:

¿Que tú…, que te… que tú?… (Encantado de oírse tutear.) ¡Yo tengo dinero para envolverte a ti, a tu historia, y a la historia de España! ¡Se acabó!

NATI:

Falta que yo diga que sí.

BONI:

¿Vas a decir que no?

NATI:

Me había hecho tanto a la idea de que fuera don Ramoncito.

BONI:

¡Eso! ¡Fuera don Ramoncito, fuera!

NATI:

Todavía no tiene obligación de obedecerte.

BONI:

¿Todavía? Luego, algún día…

NATI:

¿Quién sabe?

BONI:

¡Bendita sea tu boca! (Abrazándola.) ¡Him! ¡Así arreglo yo las impertinencias y las groserías que cometo!

PÉREZ:

¡Bien!

CABRERA:

¡Ole, bien!

BONI:

¿Olé, bien, eh? Bueno, pues a gorronear a otro sitio, porque como lo mío es mío, y lo de ésta va a ser mío, de aquí, ¡ni un gordo!

PÉREZ:

¿Eh?

CABRERA:

¡Nos ha jorobado!

BONI:

(Por Ramoncito.) ¡Al que he jorobado bien, es a éste!

RAMONCITO:

No, Boni, no. ¡Lo que has hecho es destrecientos cuarenta y tresarme!

BONI:

¿Qué?

RAMONCITO:

¡Que yo también digo camelos, hombre!

BONI:

(A Cabrera y a Pérez.) ¡Fuera gorrones! ¡Fuera gañotes! (Acudiendo a Nati, que, vencida por la emoción, está a punto de caer sobre una silla.) ¡Nati!

NATI:

(Dejándose coger una mano, murmura.) ¡Ah!

Telón

ACTO TERCERO

La misma decoración. Ha desaparecido el retrato de don Mariano. En primer término derecha, hay una maleta abierta, y sobre una silla, ropas y efectos de don Ramoncito.

(Al levantarse el telón, están en escena Wamba, Cabrera y don Ramoncito. Los dos primeros, sentados, cariacontecidos y taciturnos. Sobre la mesa camilla, unas botellas y copitas de licor.)

CABRERA:

Mire usté que…; mire usté que… ¡Maldita sea!…

WAMBA:

¡Calle usté, hombre, calle usté!

RAMONCITO:

(Canturreando y metiendo su ropa en la maleta.)

«Soldadito español,

soldadito valiente»…

CABRERA y WAMBA:

¿Se quiere usté callar, hombre?

RAMONCITO:

No puedo, no puedo. Estoy contentito, y no puedo. Yo respeto el disgusto de ustedes, pero tengo el corasón alegre… (Canturreando.)

Tengo el corasón gitano,

tengo el alma trianera…

CABRERA y WAMBA:

¡Y dale!

RAMONCITO:

¡Pajolero mundo! ¡Nunca llueve a gusto de todos! Por lo mismo que están ustedes como para pedirles la pulga, estoy yo jovialito. (Respirando satisfecho.) ¡Ay!… Nada más que de pensar que en este momento ¡solenne! están en la iglesia doña Nati y don Boni, cogiditos de la mano, delante del cura, recibiendo el garabatito… (Bendice.)

CABRERA:

¡Así se quede manco el cura y!… ¿Pero qué culpa tiene el cura? ¡Con buenas tripas estará echándoles la bendisión! Ese es otro de los perjudicados con esta boda.

WAMBA:

¡Anda, somos tantos! Porque doña Nati, libre y sola, hubiera hecho mucho bien con su dinero; pero casada con don Boni…

CABRERA:

¡Maldita sea don Boni, y su padre, y el padre del padre de don Boni!

WAMBA:

¡Llevo el cincuenta por ciento!

CABRERA:

¡No doy partisipasiones!

RAMONCITO:

¿Pero cómo no van ustedes a ver la seremonia nupsial?

WAMBA:

¿Yo? ¡Me volvería todo bilis!

CABRERA:

Y yo. Además, no me explico cómo está usté tan contento, porque a usté le han dado la patada.

RAMONCITO:

(Por el talle.) ¡Aquí! Salgo pitando para Sevilla en el tren de las ocho. ¡Pero saldré cantando! Dejo aquí treinta años de vida; pero, grasias a Dios, no los corono con los seis años tres meses y…

CABRERA y WAMBA:

¿Qué?

RAMONCITO:

No; nada, cosas mías.

CABRERA:

Usté es tonto.

RAMONCITO:

Tonto; pero ¡feliz!, porque don Boni, que no quiere enemigos cerca, me ha recomendado a don Pepe, el gobernador de Sevilla, y el gobernador me ha colocado con sesenta duritos en la farmasia de la campana. ¡La mejor farmasia del mundo! Va a pareserme mentira poder despachar las resetas a mi gusto y a gasto del médico, porque allí hay de todo, como en botica. No es como aquí. ¡La de herejías que he hecho! ¡Y la de descubrimientos! Hay que ver cómo se curan las gástricas con bicarbonato y almidón.

CABRERA:

¡Hombre, lo apuntaré!

RAMONCITO:

(Canturreando.) Tengo dos lunares…

CABRERA:

(Dando un formidable puñetazo sobre la mesa.) ¡Joroba!

WAMBA:

(Idem.) ¡Porras!

RAMONCITO:

(Cogiéndose los labios con los dedos.) ¡Mutis!

CABRERA:

Parese mentira que, por el egoísmo de una colocasión en Sevilla, hoy que debía usté de estar derramando lágrimas de sangre, al ver la locura que está consumando doña Nati…

RAMONCITO:

Sí, sí… Lo que ustedes no saben es lo gordo.

WAMBA:

¿Qué? ¿Qué es lo gordo?

RAMONCITO:

¡Lo gordo! ¡Ya se dirá! Por lo pronto, doña Nati no hase ninguna locura, casándose con un tío que tiene dos millones de duros.

WAMBA:

¿Qué? ¿Qué? ¿Cómo?…

CABRERA:

Valiente ruina nos ha buscao a nosotros ese tío oponiéndose a lo del hospitalillo…

WAMBA:

Y a lo de la escuela.

CABRERA:

Ahora, que me las paga. Lo tengo cogido, y me las paga.

WAMBA:

¿Cogido a don Boni?

CABRERA:

¡Pero vamos! Ya saben ustedes que ese tío roña por no gastarse dinero, no tiene iguala conmigo. Su suerte le ha valido, porque no se ha puesto nunca malo. ¡Pero ya cayó! El otro día tuve que asistirlo, y ¡ya cayó!

WAMBA:

¿Qué fué? ¿Qué fué?

CABRERA:

Lo de menos es lo que fué. Es desir, no, porque fué algo raro. El estaba en las Ventillas. Párese ser, que con el fin de cobrarle un pagaré a Juan y Medio. Juan y medio empesó negando que su firma fuera la que figuraba en el pagaré, y ¡calcule! Don Boni se lió a gritar y a discutir con él, y como estaba al sol, y sobre todo, se trataba de mil pesetas de su alma, le dio un ataque. Me avisaron, fui, y me lo encontré loco, congestionado, con los ojos fuera, y gritando: ¡falancócidas, concubitos, metratagos…! ¡Qué sé yo!; camelos de los suyos. Pero horrible, ¿eh?, ¡horrible! Las manos crispas, los pelos crespos, frenético, incoherente… Parece ser, que siempre que se congestiona, rompe a desir camelos espantosos, y se pone, que impone. En fin, una sangría, un cubo de agua por la cabesa…, lo arreglé como pude, y ¡ahora verá la cuenta que le voy a poner! ¡De mil quinientas para arriba, y que reclame al Nunsio!

RAMONCITO:

Pues en cuanto resiba la minuta, le da otro ataque.

CABRERA:

¡Que le dé! Así verán ustedes cómo se pone, y la otra cuenta que le pongo. Porque ya no me asusta. El se liará a desí camelos, y yo a echarle cubos de agua por la cabesa. ¡La hidroterapia, señor!

WAMBA:

¿Cuándo le va usté a pasar la cuenta?

CABRERA:

Hoy mismo. Aquí la traigo.

WAMBA:

¡Duro, a ver si revienta!

RAMONCITO:

¡Buen regalito de boda!

CABRERA:

¡Amigo!…

RAMONCITO:

¡Sí que son ustedes unos amigos!

CABRERA:

Así se gaste en asistencia médica el millón de doña Nati.

RAMONCITO:

¿El millón de doña Nati? ¡Sí, sí!… ¡Ya, ya!

WAMBA:

¿Ya, ya, qué? ¡Medias palabras, no!

RAMONCITO:

¡Que ustedes no saben lo gordo!

WAMBA:

¡Venga lo que sea!

RAMONCITO:

Pues lo gordo, es que… ¡No puedo, no puedo! Todavía no se ha consumado el matrimonio, y hasta que no sea un hecho, no puedo hablar. (Viendo entrar a Benito por el foro.) ¡Callarse!

WAMBA:

¡Maldita sea!…

BENITO:

(A carrera abierta por el foro, y con el traje de los días de fiesta.) ¡Ya están en la plástica!

RAMONCITO:

¿Cómo?

BENITO:

Que ya están en el sermón ese que les echa el cura a los que se casan, quieras que no.

RAMONCITO:

¿Pero ya se han casado?

BENITO:

Sí, señó.

RAMONCITO:

(Arrodillándose en una silla, y elevando los ojos al cielo.) ¡Grasias, Señor!… ¡Una ves más te has apiadado de esta pobre y humildísima criatura! Padre nuestro, que estás en los cielos…

TODOS:

(Extrañados.) ¿Eh? ¿Qué? ¿Cómo?

RAMONCITO:

(Santiguándose y poniéndose de pie.) En el nombre del Padre… (Rompiendo a bailar sevillanas.)

No me digas bonita

mamita,

que me sonrojo…

TODOS:

(Huyendo.) ¿Eh?…

RAMONCITO:

(A Benito.) Bueno ¿tú, qué?

BENITO:

Yo, que me dé usté más cacharros. Paquito er de la posá, y Bernabela la der baratillo, disen que si tiene usté bidones vasíos, porque a los bidones se le meten sinco o seis piedras y arman mucho ruío.

RAMONCITO:

Sí, hombre, sí: bidones, y latones, y cañones. Voy por ellos. (Haciendo mutis, cantando y bailando.)

Que me sonrojo,

y me nota la gente,

y me nota la gente…

CABRERA:

(Haciéndose cruces.) ¡De remate!

WAMBA:

(A Benito.) ¿Pero va a haber senserrada?

BENITO:

Sí, señó. ¡Anda! Más de cuarenta personas hay ya conchavás. L'habemos preparao entre don Ramonsito y yo. Quinse pesetas s'ha gastao él en cohetes de traquío pa cuando cojan el tren esta noche. Y yo tengo ahí (En la calle.) a mis hermanillos y a mi padre con treinta y dos sagalones de la calle Arta, que cuando yo diga ¡ya!, y arreen, arsa que le pego con los latones, se va a vení er mundo abajo.

RAMONCITO:

(Saliendo con unos bidones vacíos.) Toma, galán, repártelos por ahí.

BENITO:

(Cogiéndolos.) Sí, señó. ¡Ah! M'ha dicho Romuardo, er campanero, que va a repicá cuando la comitiva sarga de la iglesia. De manera, que esa será, la señá. Nosotros estaremos ahí apandillaos, y en cuanto entren aquí, arrimamos candela, ¿eh?

RAMONCITO:

¡Que se oiga en Lima!

BENITO:

Pedrás, no, verdá.

RAMONCITO:

(Dudando.) Hombre…

WAMBA:

Sí, hombre, sí.

BENITO:

Claro que sí. Un peñascaso bien dao, es de mucha risa.

RAMONCITO:

Pues bueno. Pero eso, en caso de que don Boni salga solo a encararse con ustedes. Yo lo pincharé pa que salga, y entonses, duro con él. Pero si no, ruido na más, y si alguien manda callar, chitón, que yo, donde quiero el descuajaramiento, es en la estación. Pa que los pasajeros del exprés sepan lo que llevan.

WAMBA:

¿Pero el jefe de estasión va a consentir?…

RAMONCITO:

Está todo hablado, y el jefe me ha salido castiso. ¡Dise que va a dar la salida der tren con un senserro!

TODOS:

¡Ja, ja, ja!…

BENITO:

Conque, voy a…

RAMONCITO:

Sí, ¡vuela! (Se va Benito por el foro.) ¡Mi cuerpo serrano, que ha vensido a don Boni, como San Miguel a Satanás! (Con mucho misterio.) Y ahora, van ustedes a saber lo grande… (Mirando a todos sitios.) ¡Lo grande!… Es desir, no sé si…

WAMBA:

¿Cómo que no? Ahora mismo lo sabemos, o lo desnuco a usté, porque yo no puedo más.

RAMONCITO:

(Con misterio.) Pues que el millón de doña Nati, es un millón de embustes. Doña Nati no ha heredado. Doña Nati no tiene un gordo.

CABRERA y WAMBA:

(Estupefactos.) ¿¿Eeh??…

RAMONCITO:

Todo fué una ocurrencia de ella para salvarse, ayudada por mí, que tengo un talento que no me cabe en la cabesa. Y para que conste, firmo y rubrico a tal, de tal, de tal, Ramón Noriega Pérez.

CABRERA:

(Derrumbándose en una silla.) ¡Mi madre!

WAMBA:

(Asombrado, a Cabrera.) ¡Médico!

CABRERA:

(Mirándose, hablando a la vez, pensando alto.) De manera, que… Es desir, que… Cuando llegue él… (Rompiendo a reir los dos frenéticamente a la vez.) ¡Ja, ja, ja!…

RAMONCITO:

¡Callen, hombre, callen!…

WAMBA:

Pero si no… ¡Ja, ja, ja!…

CABRERA:

¡Ja, ja, ja!… ¿Y el cura, no sabe nada de esto?

RAMONCITO:

Claro que sí. ¿Los novios, no se confiesan antes? Pues ella misma no habrá tenido más remedio que contárselo todo al cura.

CABRERA:

¡Es verdá! ¡La guasa que se habrá traído el cura mientras los casaba!

RAMONCITO:

¡Figúrense ustedes!

WAMBA:

(Limpiándose las lágrimas que se le salen a fuerza de reir.) De modo, que la farota de doña Paz y el sinvergüenza de su marido, que creen que doña Nati les va a poner hasta cuarto de baño en casa… ¡Ja, ja, ja!…

CABRERA:

¡Calle usté, hombre, calle usté! ¡Que reviento! ¡Ja, ja, ja!…

RAMONCITO:

(Viendo venir por la calle a Farfán.) ¡Chist! ¡Farfán!…

FARFÁN:

(Por el foro. Viene de levita y chistera.) ¡Vaya boda, señores! La del otro día de mi hijastra, fué un duelo si se compara con ésta. Toa la iglesia, encendía; flores hasta en el rabo del perro de San Roque, y el órgano largando unos trompetasos que allí no hay quien pare. Atronao vengo. Buenos días. (En toda etla escena, Wamba, Cabrera y Ramoncito, disimulan la risa, hasta que no pueden más, como se indicará a tiempo.)

CABRERA:

¡Buena chimenea lleva usté, amigo!

FARFÁN:

¡Calle usté, hombre! Las malas ideas de mi mujé, que se le ponen unas cosas en la cabesa…

RAMONCITO:

¿También lleva ella otra?

FARFÁN:

Ella lleva una peineta que es una cucaña. Vengo solo, porque me manda Boni para que le diga a Benito que lleven a la estación el equipaje de doña Nati. Salen para Sevilla dentro de media hora. (Llamando.) ¡Benito! ¿Dónde está ese?

RAMONCITO:

¡Qué sé yo! Hoy no hay quien haga carrera de él. ¡Si viera usté lo latoso que está!

WAMBA:

(Disimulando la risa.) ¡Sí, sí!

CABRERA:

(Idem.) ¡Bueno, hombre feliz! ¡Buen consuegrastro le ha caido a usté; la enhorabuena!

FARFÁN:

La armito, médico; no por lo del consuegrastro, que ese ya sé que no va a sudar un séntimo: por la consuegrastra la armito, porque…, ¡vaya, si no lo digo, reviento! Doña Nati ha tenido un rasgo.

CABRERA:

A ver, a ver…

FARFÁN:

Pues que como con usté (Por Ramoncito.) ya no puede contar, porque a usté le han dao la voleta, y como ahora resulta que su millón hay que ir a cobrarlo a los Estados Unidos, va a haserme un poder, y me embarco para Washington un día de estos. Es una prueba de confiansa…

TODOS:

(Muertos de risa y disimulando.) Claro, claro…

FARFÁN:

Quería haser el poder a favor de un primo que tiene en Cáseres, pero yo le he dicho que para qué más primo que yo.

TODOS:

(Como antes.) ¡Claro, hombre!

CABRERA:

¿De modo, que a Washington? Bien; pero el arreglo de la casa de usté… lo del cuarto de baño…

FARFÁN:

Eso sí. Eso ya tengo yo allí albañiles por mi cuenta que me están gorviendo tó patas arriba, y ya liquidaré yo con ella a mi vuelta de Washington.

TODOS:

(Rompiendo a reir francamente.) ¡Sí, sí! ¡Ja, ja, ja!… ¡Ja, ja, ja!…

FARFÁN:

(Muy mosca.) Bueno, ¿pero a qué vienen esas risas?

CABRERA:

Nada, hombre, que nos alegramos mucho de todo…

WAMBA:

Y como la alegría produce risa…

FARFÁN:

(A Wamba.) ¡Con usté no hablo yo! Usté y yo tenemos una cuenta pendiente, y esa la vamos a liquidar en seguida.

WAMBA:

No me corre prisa. A la vuelta de Washington.

TODOS:

(Sin poderse contener.) ¡Ja, ja, ja, ja!…

FARFÁN:

A uno le voy a dá yo una patá en las espinillas.

RAMONCITO:

No sea usté escamón, hombre. Estamos así desde hase un rato, y nos reimos por nada, porque es que hemos estado contando colmos y todavía nos dura la risa.

FARFÁN:

¿Colmos?

RAMONCITO:

Sí, hombre; le repito que no sea escamón. Vaya, voy a contarle uno cualquiera de los que se han dicho aquí. ¿Cuál le digo? Cualquiera. El del santo. ¿Cual es el santo que es la mitá dulse y la mitá carbón?

FARFÁN:

¿Cuál?

RAMONCITO:

¿No cae? San Flan-cisco.

TODOS:

¡Ja, ja, ja, ja!…

FARFÁN:

(Dándole con la chistera en el codo.) ¡Que lo maten a usté! Bueno, creí que el pitorreo era por mí; pero ya veo que no.

CABRERA:

No, hombre…

FARFÁN:

Ya, ya. Pa pitorreo, el que ha habido en la iglesia de resultas de la plática del Padre Pérez. Claro, como el cura está ofendido porque se le fué lo de la capellanía del hospitalillo, empesó la plática con un retintín… ¡La tomó con don Boni!, y le ha dicho a él todo lo que le dise a las novias primerisas: que si es una flor de candor, que si es un ingenuo, que si es un blanco lirio, una blanca asusena, una paloma blanca…

TODOS:

¡Ja, ja, ja!… (Se oye el repique de la campana de la iglesia.)

FARFÁN:

¡Ya salen!

BENITO:

(Asomándose a la puerta.) Ya están aquí. ¡En un tomóvi vienen!

RAMONCITO:

Bueno; tú a lo tuyo.

BENITO:

Sí, señó. (Desaparece.)

RAMONCITO:

¿Los invitados vienen también?

FARFÁN:

No. Er lunche es en la fonda. Ellos vienen aquí solos a cambiarse de ropa, y ar tren, y hase bien don Boni en ponerse otra ropa, porque es que manda su retrato a Blanco y Negro, y se vende el número a cuatro pesetas. ¡Qué tío! ¿Pero quién le habrá aconsejado que se ponga ese pantalón tan claro y tan ancho? Porque la levita puede pasar claro que no es de moda, como ésta. La suya tiene demasiado vuelo.

RAMONCITO:

¡No le extrañe a usté lo del vuelo, porque es del Águila!

WAMBA:

(En la puerta.) Aquí está ya. Viene que el mundo es chico para él.

CABRERA:

(Idem.) En cambio, ella trae una cara de asustá… (Por la puerta del foro entran Nati, de mantilla; Boni, de trinchera y levita y detrás el Padre Pérez, y Paz, de mantilla blanca y altísima peineta, hecha un brazo de mar.)

FARFÁN:

¡Vivan los novios!

TODOS:

¡Viva!

NATI:

¡Jesús, qué sofoco! Callen, callen, por Dios…

FARFÁN:

Enhorabuena, doña Nati…

NATI:

(Conmovida.) Igualmente, don Ramoncito…

CABRERA:

Mi enhorabuena. (A Boni.) ¡Hola, blanca paloma!

BONI:

(Amagándole con la chistera.) ¡A ver si te doy!

PAZ:

Josú, qué gentío ha habió; hija mía, debo está como una sandía. ¡Qué apretujones, qué empujones, qué apechugones y qué pisotones! Esto sí que ha sido una boda soná. ¡Viva er lujo y quien te trujo!

BONI:

Es que he caído de primo, ¿sabe usté? Yo nó sabía lo que costaban estas cosas… Y claro. Para otra vez, ya veremos.

NATI:

¿Qué dices, martirio?

BONI:

Calla, chatunga, que es una broma. Aunque no sea partidario del lujo ni de la bambolla, cuando el ruido viene bien, me gusta a mí el ruido. (Suena en la calle una espantosa cencerrada.)

TODOS:

¿Eh?

PAZ:

(Palmoteando alegre.) ¡¡Huy, con senserrada y todo!

RAMONCITO:

¡Mi señora madre!

BONI:

(Lívido.) ¡Tu señora madre y la señora madre del que haya organizado este festejo! ¡Maldita sea! (Coge una silla para partirle la cabeza a alguien.) ¿Quién ha sido?

TODOS:

¡Don Boni!

NATI:

(Acudiendo a él.) ¡Boni!

FARFÁN:

(A Ramón.) ¡Cierre usté esa puerta, hombre!

RAMONCITO:

Sí, señó. (Al cerrar la puerta, se le ve hacer una seña, y cesa el ruido.) Bueno, esto de la senserrada es de una bellaquería, que yo que tú, (A Boni.) saldría solo ahí fuera y daría la cara, y daría dos voses a ver qué pasaba.

WAMBA y CABRERA:

¡Sí, hombre!

BONI:

(Muy decidido.) ¡Tienes razón!

RAMONCITO:

¡Pues duro! (Coge un paquete de algodón y empieza a abrirlo nerviosamente, mientras Farfán, Paz y Nati, sujetan a don Boni.)

PAZ, FARFÁN y NATI:

No; eso, no.

BONI:

¡Dejadme! ¡Soltadme!

WAMBA, CABRERA y RAMONCITO:

¡Que salga! ¡Que salga!

PAZ, FARFÁN y NATI:

¡No!

PÉREZ:

¡Quieto! Yo saldré. (Abre la puerta y se oye la cencerrada nuevamente; pero por poquísimo tiempo, porque obedeciendo al ademán del cura, cesan los cencerros.)

BONI:

¡Maldita sea!…

NATI:

¡Por la Virgen santa, Boni! Tranquilízate. ¿Vas a ponerte a tono con la chusma? ¿Vas a provocarla saliendo así de levita y chistera, para que te tomen por un Juan de las Viñas, y te prendan fuego?

BONI:

¡Caray, no! Claro, vestido así, estoy apedreable, tienes razón. Vamos a mudarnos, y si es preciso, cogemos el coche y tomamos el tren en el pueblo de al lado.

RAMONCITO:

Hombre, no; eso, no vale.

BONI:

¿Eh? ¿Qué quieres tú decir? ¿Es que eres tú el organizador de esta zarabanda?

RAMONCITO:

¿Yo? ¡Yo soy un caballero!

PÉREZ:

(Entrando muy satisfecho.) Se acabó lo que se daba, señores. Benito y su padre eran los más reacios. Por cierto, que me han dicho… Parece mentira, don Ramonsito.

RAMONCITO:

¡Y dale bola!

BONI:

No, si ya me había a mí dado en la nariz. ¡Tengo yo mucha vista y mucha taumatelia!

RAMONCITO:

¡Mucha castora es lo que tienes tú, so cursi!

FARFÁN:

¿Pero van ustedes a pelear un día como el de hoy?

RAMONCITO:

¿Pelearme yo? ¡Quite usté, hombre! ¡Si en mi vida he estado más contentito! Aunque no fuera más que porque supongo que doña Nati ha saldado sus cuentas con este flamenco.

NATI:

¡Por Dios, claro!… Esta mañana hemos estado los dos rompiendo papeles, y los primeros que rompió Boni, fueron los relativos a mis débitos.

CABRERA:

¡Olé ahí los tíos! (Reprime la risa. Lo mismo hace Wamba.)

BONI:

Claro, hombre: entre marido y mujer… Como el dinero de ella lo ingresaré en mi cuenta, pues borrón y cuenta nueva.

CABRERA:

¡Menudo borrón! ¡Ja, ja, ja!…

WAMBA:

¡Ja, ja, ja!…

BONI:

(Acharado.) ¿Eh?

RAMONCITO:

¿A ver si has roto también el cheque de Washinton?

BONI:

Ese no lo ha visto.

RAMONCITO:

Claro… (Disimulan la risa Wamba y Cabrera.)

BONI:

A ver, a ver, a ver…

NATI:

¡Don Ramoncito! ¿Pero no sabe usted que ese está depositado en el Banco?

BONI:

¡Ah, ya!

NATI:

¡Don Ramoncito!…

BONI:

(A Ramón.) ¡Bah, bah, bah, bah!… (A Nati.) ¡Vámonos, vámonos!, porque si no nos vamos, me voy a liar con esta mosquita muerta, que me pone, me pone, me pone, ¡me pone! ¡Anda!

NATI:

Espera; unos dulcecitos a estos amigos, para que tomen una copita…

BONI:

Lo que sea, pronto.

NATI:

Vayan bebiendo, que voy por ellos. Ven conmigo, Paz.

PAZ:

Lo que quieras, rica. (A todos, en el mutis, tras Nati.) ¡Qué demócrata es! (Nati y Paz se van por la derecha. Todos, menos don Ramoncito, que se queda tras el mostrador, se acercan a la mesa de la derecha.)

WAMBA:

(A Cabrera.) ¡Preséntele usté la cuenta!

CABRERA:

¡Ahora, ahora! ¡Vamos, caballeros! ¡A la salud y prosperidad del nuevo matrimonio! (Coge una botella de coñac.)

BONI:

(Intentando quitársela.) ¡Del de tres copas!…

CABRERA:

(Sin soltarla.) ¿Pero va usté a reparar ahora en minusias? ¡Con un millón más!… (Todos se sientan a la mesa y beben.)

BONI:

Pues aquí «internós», más me gustaría que esa mujer no hubiera sido lo que fué. Aunque no tuviera dinero. Porque es que me gusta, y tengo clavadas aquí su historia y sus correrías, y sus…

CABRERA:

Déjese usté de simplesas, hombre.

FARFÁN:

¿Quién se acuerda ya de que ha sido la Girasol?

BONI:

¡Como vuelva usté a mentar ese mote, vamos a tener el primer disgusto de familia! (Se escancía nuevamente.)

PÉREZ:

(Entrando por el foro.) ¿Dónde está la pareja feliz?… Señoras… ¿Y Nati?

BONI:

Ahora saldrá.

PRESENTACIÓN:

(A Ramón.) ¡Qué suerte la de doña Nati!

RAMONCITO:

¡Ya lo creo!

PRESENTACIÓN:

(Por don Boni.) ¿Qué? ¿Sabe ya que…?

RAMONCITO:

¿Qué?

PRESENTACIÓN:

Que si ya sabe él que lo de la herencia es una trola.

RAMONCITO:

Ah, sí. Se lo ha dicho ella, y se ha quedado tan conforme. Felicítelo usted por su actitud. Se lo agradecerá muchísimo.

PRESENTACIÓN:

Sí señor, porque de éstas, pocas.

RAMONCITO:

¡Y tan pocas!

BONI:

(A Presentación.) Una copita, señora.

PRESENTACIÓN:

(Tomando la copa que le ofrece.) Sí, señor. Así proceden los caballeros y los hombres de bien.

BONI:

¿Cómo?

PRESENTACIÓN:

Que así se hacen las cosas.

BONI:

Sí, señora. Yo también sé decir ahí va eso, y viva el lujo.

PRESENTACIÓN:

(Maliciosa.) Viva el lujo… y viva lo otro.

BONI:

(Que no acaba de comprender.) ¿Qué?

PRESENTACIÓN:

¡Viva la generosidad!

BONI:

No entiendo.

PRESENTACIÓN:

(Dándole un codazo cariñoso.) Vamos…

BONI:

¿Vamos qué?…

PRESENTACIÓN:

Ya supongo que la gente no está en el ajo; pero yo, sí. Entre Nati y yo no hay secretos, y yo… también lo sé ¡Pero cuidado, que yo…! Esto queda entre ella, don Ramoncito, usted y yo. ¡Nadie más! ¡Pero ha hecho usted bien, eso es portarse! Claro, que yo aconsejé siempre a Nati, que antes de casarse, dijera a usted toda la verdad. Hubiera sido muy desagradable que descubriera usted después de la boda, que lo de la herencia era una filfa.

BONI:

(Completamente mosca.) ¿Qué herencia?

PRESENTACIÓN:

La de Nati.

BONI:

¡Ah, pero!… (Conteniéndose.) Sí, claro… (Secándose el sudor y temblando.) ¿De manera, que usted sabe que la herencia del americano?…

PRESENTACIÓN:

¡Qué sí! Que fué una martingala que se le ocurrió a don Ramoncito, para que usted y todos, con el cebo de millón…

BONI:

(Abrazando a Presentación, y desbaratándole el tocado.) ¡De manera que sin dos reales, y encima, la Girasol a secas! ¡Me he casado con la Girasol a secas! (Dando un furioso ronquido y quedando extático.) ¡Grrr! (Empieza a hacer gestos rarísimos, como si le fuera a dar una congestión.)

PRESENTACIÓN:

(Al verlo, asustadísima.) ¡Ay, Jesús! (Todos se fijan en don Boni.)

NATI:

(Saliendo con Paz; traen sendas bandejas de dulces.) ¡Los dulces! …

BONI:

(Sin moverse, como si le hubieran dado mi mazazo en el coco, y con la mirada revuelta.) ¡Faculias, mulleridas y falancósidas!

PAZ y NATI:

(Asustadísimas, dejando caer las bandejas.) ¡Ah!

BONI:

(Dando un grito y quedando en postura heroica.) ¡Falancocidas!

NATI:

(Acudiendo a él.) ¡Boni!

TODOS:

(Asustadísimos.) ¿Eh?

BONI:

(Como antes.) ¡Que vengan los gasterópodos y que se vayan las gúlidas!…

NATI:

¡Ay, que se ha vuelto loco!

BONI:

¡Fuera discapodios y sapotaceos!

CABRERA:

¡La congestión! ¡Un cubo de agua!…

NATI:

¡Por Dios, Boni!…

PRESENTACIÓN:

Tan corriente como estaba, hablando conmigo…

NATI:

¿Pero qué hablaban ustedes?

RAMONCITO:

Pues que le ha dicho la verdad.

BONI:

(En un grito espantoso.) ¡Frantusulfato de basulto!

TODOS:

¡Ay! (Huyendo y se atrincheran donde pueden.)

BONI:

(Furioso.) ¿De manera, que he sido vituperado, timado, pimpeado?…

NATI:

(Desde detrás de la mesa camilla.) ¡Boni!…

BONI:

(Por Ramón, que saca la cabeza por detrás, y debajo del mostrador.) ¿De manera, que he sido el hazme reir de ese canalla, a quien voy a matar…, (Por Nati.) y de esa, de esa?…

NATI:

(Adelantándose heroica.) ¡Insultos, no; eso, no!

BONI:

¡Calla, conjuntista, vicetiple!

NATI:

¡Boni!

BONI:

¡Calla, suripanta: calla, calla, calla! (Cae en una silla.)

NATI:

No, Bonifacio; suripanta, sí, pero honrada siempre. Lo de la herencia de la Girasol, es cierto…; pero yo nunca he sido la Girasol.

TODOS:

¿Qué?

PAZ:

¡Nos han timado!

NATI:

Yo siempre he sido una mujer de bien.

BONI:

¿La Girasol, no?

NATI, PRESENTACIÓN y RAMONCITO:

¡¡No!!

BONI:

Entonces, me has engañado, pero puedo llevarte del brazo dignamente…

NATI:

Sí. Todo fué una ocurrencia de don Ramoncito.

BONI:

(A Ramón.) ¡Ven aquí!

RAMONCITO:

(Miedoso.) ¡No! (Huye.)

BONI:

¡Sujetármelo!

RAMONCITO:

¡No!

BONI:

¡Cien duros a quien me lo sujete!

FARFÁN y WAMBA:

(Trayéndolo a rastras.) ¡Aquí está!

BONI:

Ven aquí…

RAMONCITO:

¡Piedad!

BONI:

Tengo que abrazarte, y que besarte, y… (Lo hace.) ¡No sabes todo el bien que me has hecho! ¡Buscabas mi desdicha, y has logrado mi felicidad! (Abrazando a Nati.) ¡Nati!

NATI:

¡Bonifacio!

PÉREZ:

¡Loado sea Dios!

Telón


Publicado el 3 de enero de 2017 por Edu Robsy.
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