La Alegre Romería de San Marcial

Pierre Loti


Cuento


Hendaya, ocho de la mañana del 30 del hermoso mes de junio. Es algo tarde para dirigirme a la montaña española, a la alegre romería de hoy. Los demás romeros, estoy seguro, están ya en camino y llegaré el último. ¡Da igual! En coche, con el fin de recuperar el tiempo perdido, salgo hacia San Marcial, con la esperanza de alcanzar la procesión que me lleva bastante ventaja.

La antigua capilla de San Marcial se encuentra situada en la cima de un collado puntiagudo, por delante de la gran cordillera pirenaica y desde aquí, desde las márgenes del Bidasoa, se la ve en el aire, muy blanca y muy sola, destacando sobre el alto telón sombrío de las montañas del fondo. Es allí adonde, desde hace aproximadamente cuatro siglos, hay costumbre de dirigirse todos los años en la misma fecha, para asistir a una misa, con música y trajes regionales, en memoria de una antigua batalla que dejó sobre esta pequeña cumbre numerosos muertos tendidos sobre el helechal.

Ha llovido durante toda la noche pasada; los campos mojados están verdes hasta el infinito, con ese verde fresco y primaveral que dura más o menos hasta el otoño en esta región de sombra y cálidos chaparrones. La montaña de San Marcial está particularmente verde a causa de los helechos que la cubren como una alfombra; también crecen en ella robles de hojas aún tiernas que se encuentran diseminados con gracia como los árboles de un parque sobre el césped. Puesto que en esta ocasión voy en coche, tomo la nueva carretera para subir hasta la capilla blanca de la cima. Pero otros caminos —estrechos senderos, atajos apenas trazados sobre la hierba y las florecillas silvestres— conducen más directamente hacia allá arriba. Y todo esto que, salvo este día consagrado, permanece solitario de un extremo al otro del año, está lleno de gente en estos momentos, lleno de romeros y romeras rezagados como yo, que se apresuran, que ascienden alegremente entre risas. ¡Oh!, ¡qué ag

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Publicado el 29 de septiembre de 2016 por Edu Robsy.
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