EL CABALLERO.— Probaré la miel, para que le digas cuánto estimo su agasajo.
EL MOLINERO.— Más honrada no puede verse nuestra pobreza.
EL CABALLERO.— ¡Don Galán! ¡Don Galán!
Llama con grandes voces, y sonríe con la
nobleza de un príncipe que recibe los dones de sus siervos. Los ojos del
molinero brillan maliciosos bajo las cejas blancas de harina: Son
verdes y transparentes, como el agua del río en la presa del molino.
EL CABALLERO.— ¡Don Galán! ¡Don Galán!
DON GALÁN.— ¡Mande, mi amo!
EL CRIADO responde desde el fondo del corredor. Cuando asoma le reluce la cara, y con una corteza de pan se limpia los labios.
EL CABALLERO.— Probaré la miel que ha traído Pedro Rey.
DON GALÁN.— ¡Jujú! Ya no queda miel, mi amo. Doña Sabelita mandó
que la diesen a los perros, y nos la hemos repartido como buenos
hermanos. Doña Sabelita no quiere regalos de esa gente, ni que ellos
asomen por esta santa casa.
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