Enviar a Pocketbook «Flor de Santidad», de Ramón María del Valle-Inclán

Novela


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  Novela.
63 págs. / 1 hora, 50 minutos / 224 KB.
30 de abril de 2017.


Fragmento de Flor de Santidad

—¡Oiga, hermano!… ¡Oiga!…

Como el peregrino no la atendía, se acercó tímidamente…

—¿Quiere dormir en el establo, señor?

El peregrino la miró con dureza. Adega, cada vez más temerosa y humilde, ensortijaba á sus dedos bermejos una hoja de juncia olorosa:

—No vaya de noche por el monte, señor. Mire, el establo de las vacas lo tenemos lleno de heno y podría descansar á gusto.

Sus ojos de violeta alzábanse en amoroso ruego, y sus labios trémulos permanecían entreabiertos con anhelo infinito. El mendicante, sin responder una sola palabra, sonrió. Después volvióse avizorando hacia la venta, que permanecía cerrada, y fué á guarecerse en el establo, andando con paso de lobo. Adega le siguió. El mastín, como en una historia de santos, vino silencioso á lamer las manos del peregrino y la pastora. Apenas se veía dentro del establo. El aire era tibio y aldeano, sentíase el aliento de las vacas. El recental, que andaba suelto, se revolvía juguetón entre las patas de la yunta, hocicaba en las ubres y erguía el picaresco testuz dando balidos. La Marela y la Bermella, graves como dos viejas abadesas, rumiaban el trébol fresco y oloroso, cabeceando sobre los pesebres. En el fondo del establo había una montaña de heno, y Adega condujo al mendicante de la mano. Los dos caminaban á tientas. El peregrino dejóse caer sobre la yerba, y sin soltar la mano de Adega pronunció á media voz:


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