Descargar ePub «Rosaura», de Ricardo Güiraldes

Novela corta


Descargar gratis en formato ePub el libro «Rosaura» de Ricardo Güiraldes.

Este ebook gratuito del libro de Ricardo Güiraldes «Rosaura» en formato ePub es perfecto para ser leído en un lector de ebooks o en tablets y smartphones con las apps adecuadas. ePub es un formato abierto, compacto y compatible, por lo que es el que se recomienda desde textos.info a todos los lectores.

Este texto, publicado en 1922, está etiquetado como Novela corta.


  Novela corta.
27 págs. / 47 minutos / 141 KB.
29 de septiembre de 2019.


Fragmento de Rosaura

Tenía que caminar dos cuadras por la estrecha vereda un metro más alta que la carretera polvorienta, para llegar a la calle Real.

Rosaura salía a eso de las cinco y media con su traje de amarillo4 caramelo, empolvada sin reparos y muy contenta de gozar los repetidos incidentes de su peregrinación hasta el andén-corso, donde esperaba como todos el paso del expreso de las seis y treinta y cinco. A las cinco y media salía Rosaura, ignorando el milagro juvenil que llevaba en ella. Cruzando la bocacalle, cuidaba no pisar en falso con sus taquitos Luis XV, ni deslucir en la tierra arenosa el brillo tornasol de sus zapatos. A media cuadra dábanse las buenas tardes con la vieja Petrona, siempre de pie en el umbral de su casa blanqueada, los brazos cruzados sobre la muelle convexidad de su vientre tembloroso de gruesas risotadas. —Adiós doña Petrona. —Dios te ayude, hija... si vas hecha un alfiñique... ¡pobre mozada!... Rosaura no oía el final, siempre crudo de aquellas bromas y apuraba el taconeo menudo de sus zapatitos tornasol, sabiendo que al cruzar la esquina los ojos masculinos le dirían mejor aún aquellos piropos halagüeños pero repulsivos. Estaba en la calle Real. Lobos elegante se paseaba de la estación a la plaza, de la plaza a la estación, recamando de saludos y sonrisas el anterior silencio de las veredas. Íbanse diligentes los minutos entre conversaciones hueras rectificadas por graciosas o importantes exterioridades. La palabra era como un traje sobre los sentimientos de hombres y mujeres codeándose: ellas con pretensiones de joya expuesta, ellos con prudencias de comprador interesado en ocultar sus predilecciones. La tarde comenzaba a enredarse en los rincones sombríos, cuando el pasear hasta entonces sin rumbo se encauzaba hacia la estación. Allí crujían las planchas del salón de espera, por donde se accedía al andén invadido gradualmente. Y era lo de siempre desde el ampuloso roncar de motores en el Bois de Boulogne, hasta el modesto resonar de tacos puebleros, allá en un punto perdido del mundo, donde se esfuman las pequeñas aspiraciones de una sociedad lamentablemente simple. La estación es a Lobos lo que Hyde Park es a Londres, el Retiro a Madrid, las Aguas Dulces de Asia a Constantinopla. Si existe modesta y desconocida culpa suya no es. Pero llega de afuera el primer tren. Son las seis, hora de apogeo hasta las seis y treinta y cinco, que marcará el paso del importante, del surtidor de emociones Bonaerenses. Paseábase la gente, criticábase la gente y una maraña de romanticismos ceñíase exigente sobre el elemento joven. Golpeábanse los minutos, barranca abajo del reloj que siempre camina. Rosaura vio muchas veces pasar aquel mozo elegante. Las amigas siempre la embromaron por las miradas insistentes que ellas tal vez deseaban y la chica sintió algo extraño nublarle agradablemente la razón, cuando Carlos la miraba sonriente, espiando la posibilidad de un saludo. Crecía en Rosaura la emoción de un suspiro más grande que su pecho henchido en la blusa de amarillo caramelo. Barranca abajo de los días que siempre caminan repítense las horas y entre ellas la que trae al gran expreso. Sobre el flanco polvoriento de los coches podrían entrelazarse las iniciales de un idilio y Rosaura puso su nombre en aquel vagón-comedor que traía al elegante de la broma. ¡Oh maligna sugestión de la indiferente máquina viajadora para cuyo ojo ciclópeo el horizonte no es un ideal! ¡Tren despiadado que pasa abandonando al repetido aburrimiento del pueblito, la soñadora fantasía de la sentimental Rosaura que escribió en sus flancos su destino! Pero la pequeña enamorada pertenecía demasiado al asombro del presente para presentir el desacuerdo de la gente estable con las grandes fuerzas que pasan. Y una tarde, como Carlos bajara so pretexto de caminar un poco y pasara a su lado, muy cerca, pareciole que iba a caer inexplicablemente arrastrada por el leve aire que lo seguía.

V

Jardincito con parra pequeña, jazmines olorosos, laureles blancos y fríos y claveles sexuales, algo está presente en ti para llenarte de tiernas eclosiones. En Rosaura la simple pueblerita de alma pastoral florece el milagro de un gran amor.


Libros más populares de Ricardo Güiraldes