— Excelentísimo Señor. .. (gran pausa), Excelentísimo Señor
Libertador... (más larga pausa)... —y dándose una palmada en la frente,
exclamó: ¡Carajo!... Yo no sirvo para estas palanganadas, sino para
meter lanza y sablear gente. Esta mañana me sabía la arenga como agua, y
ahora no me acuerdo ni de una puñetera palabrita. Me cago en el muy
cojudo que me la escribió.
— Déjelo, coronel —le contestó Bolívar sonriendo—, yo sé, desde
Carabobo y Boyacá, que usted no es más que un hombre de hechos, y de
hechos gloriosos.
— Pero eso no impide, general, que yo reniegue de esta memoria tan jodida que Dios me ha dado.
La consigna de Lara
El general Jacinto Lara era uno de los más guapos llaneros de
Venezuela y el hombre más burdo y desvergonzado que Dios echara sobre la
tierra; lo acredita la famosa proclama que dirigió a su división al
romperse los fueros en Ayacucho.
El Libertador tuvo siempre predilección por Lara, y lo hacían reír
sus groserías y pachotadas; decía, Don Simón, que como sus colombianos
no eran ángeles, había que tolerar el que fuesen desvergonzados y sucios
en el lenguaje.
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