La Llave del Dolor

Robert Chambers


Cuento



El halcón salvaje al cielo que el viento barre,
El ciervo al salutífero monte,
Y el corazón del hombre al corazón de la joven,

KIPLING

I

Estaba haciendo muy mal su trabajo. Le rodearon el cuello con la cuerda y le ataron las muñecas con juncos, pero de nuevo cayó esparrancado, revolviéndose, retorciéndose sobre las hojas, desgarrándolo todo a su alrededor, como una pantera atrapada.

Les arrancó la cuerda; se aferró de ella con puños sangrantes; le clavó sus blancos dientes hasta que las hebras de yute se aflojaron, se deshicieron y se rompieron roídas por sus blancos dientes.

Dos veces Tully lo golpeó con una porra de goma. Los pesados golpes dieron contra una carne rígida como la piedra.

Jadeante, sucio de tierra y hojas podridas, con las manos y la cara ensangrentadas, estaba sentado en el suelo mirando al círculo de hombres que lo rodeaban.

—¡Disparadle! —exclamó Tully jadeante, enjugándose el sudor de la frente bronceada; y Bates, respirando pesadamente, se sentó en un leño y sacó un revólver de su bolsillo trasero. El hombre echado por tierra lo observaba; tenía espuma en la comisura de los labios.

—¡Retroceded! —susurró Bates, pero la voz y la mano le temblaban—. Kent —tartamudeó— ¿no dejarás que te colguemos?

El hombre por tierra lo miró con ojos refulgentes.

—Tienes que morir, Kent —lo instó—; todos lo dicen. Pregúntaselo a Zurdo Sawyer; pregúntaselo a Dyce; pregúntaselo a Carrots. Tienes que columpiarte por lo que hiciste ¿no es cierto, Tully? Kent, por amor de Dios ¡cuelga! ¡Hazlo por esta gente!

El hombre por tierra jadeaba: sus ojos brillantes estaban inmóviles.

Al cabo de un momento, Tully saltó sobre él otra vez. Hubo un crujir de hojas, ruido de ramas quebradas, un jadeo, un gruñido y luego el ruido de dos cuerpos que se reto

Fin del extracto del texto

Publicado el 3 de enero de 2017 por Edu Robsy.
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