Libro gratis: El Halcón de las Colinas
de Robert E. Howard

Willoughby había recorrido ya una milla desde que entró en la garganta cuando, tras un recodo formado por la pared rocosa, vio el minarete que se alzaba ante él… un peñasco cortado a pico, tan afilado como la aguja de una torre, separado de la pared del cañón salvo en la base. Nadie estaba a la vista. Willoughby ató el caballo a la sombra del acantilado y avanzó hacia la base del minarete. Llegado a él, se detuvo y se abanicó suavemente con el casco, preguntándose maquinalmente cuántos fusiles le apuntarían en aquel mismo momento desde cualquier escondrijo. Súbitamente, Gordon se plantó ante él.

Era una experiencia sobrecogedora, incluso para un hombre de nervios de acero, como era el caso de Willoughby. A decir verdad, el inglés dejó de abanicarse y se quedó inmóvil, sujetando el casco que tenía levantado. No había escuchado el menor ruido, ni siquiera un crujido de la grava al ser pisada, nada que pudiera advertirle. Un instante antes, el espacio que había ante él estaba desierto; un segundo más tarde, estaba ocupado por una silueta vibrante y llena de energía. Bloques de piedra sembraban la base de la pared y ofrecían muchos refugios capaces de permitir un avance furtivo, pero lo milagroso de aquel acercamiento —incluso para Willoughby, que había luchado contra los indios yaqui en su propio territorio— era el silencio con que Gordon lo había efectuado.